Y donde dije
digo, digo Diego… Ya sé, ya sé que os comenté (dos o tres veces) que hoy
empezaría con mi serie de entradas sobre Escepticismo y Pensamiento Crítico,
pero la sobrecarga de teletrabajo
que estoy recibiendo estos días es brutal, y no me ha dado tiempo a preparar casi
nada. Lo siento mucho, pero prefiero publicar unos contenidos de calidad y en
condiciones, aunque me lleve un par de semanas más… Como alternativa, mientras
sigo trabajando en ello, he pensado en colgar algunas fotos que fuesen
realmente buenas, para no dejaros mal sabor de boca, así que me he puesto a averiguar
qué entrega tocaba de mis postales enviadas desde las grandes capitales
europeas…
La última entrada
de este tipo apareció en el blog hace prácticamente un año, con la selección de
las fotos que saqué en mi viaje a Florencia y sus alrededores
en verano de 2016. Tal vez recordaréis que en 2017 no hubo viaje porque me
dediqué a la mudanza…
Y ¿dónde fui en verano de 2018? Pues precisamente a Atenas, cuya zona turística
todavía conserva todo el sabor de la Grecia Clásica, la cuna del Pensamiento
Racional… Así que, sin habérmelo propuesto, la alternativa que os ofrezco hoy está
en cierto modo relacionada con el tema del Escepticismo (el que no se consuela
es porque no quiere). De hecho, la palabra “escéptico” viene del griego “skeptikós”, que incluye la raíz
correspondiente a “mirar” y significa algo así como “el que observa sin afirmar” (es decir, sin
emitir un juicio apresurado).
Voy a colgar
la selección en dos partes con quince fotos cada una. En esta ocasión los títulos
de las imágenes llevan a enlaces de información turísticasobre cada uno de los lugares fotografiados… La próxima semana colgaré
el resto de imágenes y las acompañaré de un breve texto relatando las impresiones
que me dejó mi visita a la capital griega… Por ahora podéis observar las primeras
fotos y, si os apetece, emitir en los comentarios un juicio sobre ellas (apresurado
o reposado, lo que vuestra agenda buenamente os permita).
Para empezar con buen pie esta cuarta entrega sobre el Coronavirus
intentemos ver la parte positiva de la situación… En estas últimas semanas, desde que vuelan menos aviones
(creo que en algún momento llegaron a ser el 3 ó 6% de los habituales en España),
las emisiones de CO2 y la contaminación han descendido bastante
tanto aquí como en el resto del Mundo. Supongo que ahora mismo se estarán
recogiendo datos muy interesantes con respecto a la influencia del Hombre en el
cambio climático… También está habiendo menos accidentes de tráfico,
lógicamente. Y los animales están recuperando algunos espacios que antes
pertenecían a los humanos, generando estampas adorables
o divertidas y también otras algo
más inquientantes, todo sea dicho, como la de las palomas hambrientas acosando
a una anciana solitaria por las calles de Benidorm.
La semana pasada hablamos de cómo algunos se han tomado el confinamiento
demasiado a la tremenda cuando en realidad no es para tanto. Durante estos
últimos treinta años de capitalismo, sin grandes conflictos en el Mundo
Occidental, nos habíamos acostumbrado a vivir demasiado bien… A lo de “bien” le
podéis poner todas las comillas que queráis y dependerá de cada persona, lo sé,
pero es verdad que en general nos hemos acomodado a depender de demasiadas
chorradas y lujos superfluos,
con los ojos cerrados a lo que ocurre en el Tercer Mundo. En otros países, por
ejemplo de África, esta incertidumbre que estamos sufriendo es el pan suyo de cada día,
y a veces ni eso, con regiones sin agua potable y azotadas por otras
enfermedades, hambre y conflictos armados constantes; pero desde aquí arriba miramos para otro lado de forma
bastante hipócrita. Históricamente hablando nuestros últimos treinta años no
suelen ser lo normal, habíamos tenido bastante suerte hasta ahora. A toda
generación le toca vivir algún mal momento
y este es el nuestro; y si no, que se lo digan a los supervivientes de la Guerra Civil Española,
de los que hablamos hace poco…
En resumen, cuanto más amplio es tu punto de vista y más sabes de Historia
o de la situación mundial menos grave te parece el confinamiento. Hay quien
dice que hace dos meses éramos felices y no lo sabíamos;
yo digo que incluso ahora somos felices en comparación con otros lugares y
otras épocas, pero no nos damos cuenta… Así que aprovecha el tiempo libre que
tengas estos días para conversar con tus seres queridos si los tienes en casa
(o por teléfono o videoconferencia si no los tienes), para ver documentales interesantes en la tele
o aprender algo nuevo y relevante, para crear arte
o para leer un buen libro o ver una buena película.
Vivimos en un mundo globalizado, para bien y para mal. Todo está conectado,
y a no ser que escapemos a una isla remota o un rincón del desierto todo nos afecta a todos, no solo
en lo referente a los virus sino también a las migraciones humanas, el reparto
de alimentos, el cambio climático, el despilfarro de energía…
Nuestras acciones individuales tienen consecuencias
a largo plazo y a nivel global, y por tanto dichas acciones no deberían regirse
por el “Yo-Más-Ahora” sino por el “Todos-Mejor-Siempre”, tomando
decisiones bien informadas… Como dice mi amigo José Blanca,
que está bastante bien informado y tiene muy buen criterio: no tenemos derecho
a comida para todos, sino a repartir equitativamente la comida que hay,
pero si no recurrimos a los cultivos transgénicos en el futuro podría no haber
suficiente para 10.000 millones de personas… Y no tenemos derecho a estar sanos,
sino a repartir los recursos sanitarios disponibles, pero permanecer sanos es algo que nos
tenemos que ganar, algo por lo que hay que esforzarse, sacrificando otros
gastos para invertir en Investigación y Sanidad.
Hay mucha gente incívica y egoísta, malcriada y perezosa, que cree que
tiene todos los derechos y ninguna responsabilidad, y que puede hacer lo que le
venga en gana en todo momento sin pensar en los demás. No se dan cuenta de la
Realidad hasta que esta les pega una bofetada en la cara (Y algunos ni por esas:
en el caso del Coronavirus, gente insolidaria que ignora las recomendaciones
y se salta las normas del confinamiento).
Muchos de los que ahora están histéricos por la pandemia son los que hace dos
meses se tosían en la mano, dudaban de la eficacia de las vacunas o ignoraban
que un antibiótico no sirve para vencer a un virus.
Y del mismo modo gente que ahora está en contra de los transgénicos se quejará
cuando falte comida, gente que no recicla se sorprenderá cuando lleguen los
conflictos internacionales por el agotamiento de recursos,
gente que enciende el aire acondicionado a tope sin ser necesario se indignará
y exigirá responsabilidades a otros cuando la subida del nivel del Mar inunde su chalet de la playa… Y ni
siquiera entonces verán (o querrán ver) la conexión entre una cosa y la otra.
A pesar de que la semana pasada me metí con los programas de noticias y los
especiales informativos, es verdad que, aparte de alguna estupidez que otra,
también contribuyen a difundir la información importante… Pero no me resisto a
hablaros de un programa de La Vida Moderna
que vi hace poco y que me impactó por lo relevante de su contenido. En la recta
final del programa Ignatius, Broncano y Quequé se pusieron serios y comentaron
tres cosas con mucho sentido: Primero, no somos conscientes de los problemas hasta
que nos afectan en primera persona, no escuchamos el consejo de los que los han
sufrido antes, no hacemos caso a lo que está escrito en los grandes
libros ni al mensaje de las grandes películas; solo se mira a los científicos
cuando la amenaza está a las puertas, no se sabe prever a largo plazo.
Segundo: el capitalismo y el consumismo salvaje son una vía equivocada, hay
que dejar de hacer tantas cosas a lo loco y sin pensar, hay que aprender a
tener menos experiencias pero saborearlas más,
y comprender lo importantes que son una buena Sanidad pública y la inversión
pública en Investigación. Tercero: por mucho que se nos llene la boca ahora
diciendo que hemos aprendido la lección, es probable que después de pasar la
crisis sanitaria y económica no cambie absolutamente nada, y si cambia algo
será mucho menos de lo que creemos… ¡No aprendemos!
Como ya os digo, estas tres observaciones me parecieron todas muy acertadas; a ver
si va a ser cierto que a veces es el bufón de la corte el que dice al Rey las
verdades como puños a la cara… Este programa fue titulado, creo que de forma
muy apropiada, Lo Esencial.
Estas últimas semanas yo he estado en todo momento tranquilo; tal vez algo
molesto, pero no asustado… Molesto, digo, porque el estilo de vida que ha
generado este problema es diametralmente opuesto al mío: llevo años
estornudándome en el codo e
incluso a veces sugiriendo a la gente que lo haga (¿a que ya no os parece un
detalle tan impertinente?), y no me da por viajar a otro continente en cuanto
tengo tres días de vacaciones, con el consiguiente riesgo de propagar un virus… Y también estoy tranquilo porque
el verdadero problema ya lo teníamos, como habéis podido leer esta semana y la
anterior, desde hace muchos años, no solo desde mediados de marzo. Cuando te
esfuerzas por saber un poco de todo, cuando tu punto de vista de la Realidad es algo más amplio de lo habitual, estas situaciones nuevas no te pillan tan de
improviso, te adaptas mejor, eres más resiliente.
La gente que tenía memorizado su discurso vital antes de la crisis, la gente
que pensaba como vivía
y no al contrario, actuando primero por impulso y justificando a posteriori sus
acciones con retórica, se siente perdida y descolocada cuando la cruda Realidad
le desmonta el discurso, poniendo de manifiesto su incoherencia.
Hay que hacer un esfuerzo por ver otra consecuencia positiva de esta
pandemia: en realidad es una cura de humildad, nos pone los pies en la tierra.
Hay muchos que creen que somos el centro del Universo
y no lo somos; episodios como este son los que nos quitan la venda de los ojos
y nos hacen comprender que no somos invulnerables, que tenemos que ser cuidadosos a la hora de tomar decisiones
tanto a nivel individual como colectivo, pensando no solo en nosotros mismos
sino también en los demás y en la Naturaleza. Pero ¿conseguiremos aprender la
lección a medio y largo plazo, o seremos tan idiotas como para no quedarnos con
la copla y seguir cometiendo los mismos errores?
No deis nada por sentado: os recuerdo que hace un mes y pico en España
alguien pensó (en un principio, aunque luego le enmendaron la plana) que ir a la peluquería
a ponerse guapo era un servicio de primera necesidad. Y hace dos meses se
realizó una encuesta a casi mil bebedores de cerveza estadounidenses y el 38%
afirmó que ya no comprarían cerveza Corona
para evitar el contagio… Francamente hay que estar tarado
para hacer una asociación tan estúpida como esa, aunque con el presidente que
tienen no me extraña en absoluto.
Y luego están los que quieren abrazarse y besarse con todo el mundo desde el
primer día tras el fin del confinamiento, como si hubiese un interruptor con
dos posiciones, ON y OFF, y Pedro Sánchez hubiese apagado el virus por arte de
magia… ¡Cuando llegue el día haced el favor de guardar la distancia de seguridad en la medida de lo
posible, salvo con vuestros seres más queridos!
Llegando ya a las conclusiones finales, tal vez deberíamos preguntarnos si
la verdadera pandemia es el virus o la estupidez,
porque no hay nada más peligroso que un ignorante que no sabe que lo es, un
ignorante orgulloso de serlo. En cuanto a la supuesta tortura insoportable del
aislamiento,
saber que hay tanta gente que no se para a pensar ni dos segundos en las cosas a
mí me hace sentir más solo
que la propia cuarentena, la verdad… Y mucho peor que un estúpido es una mala
persona, alguien que perjudica a los demás con conocimiento de causa; no me voy
a meter a analizar el tema de los bulos que corren por Internet,
ni las actitudes de algunos políticos,
sobre todo de la oposición, porque me daría para otra entrega más.
Esperemos que la memoria colectiva no mute en unos meses, como el virus de la
gripe común, y que cale en la conciencia de la sociedad que hay que escuchar a los expertos y no actuar por
impulsos. Nuestras decisiones deben estar basadas en el Conocimiento y la
Razón, no en dogmas, modas, prejuicios, intereses personales u opiniones
sesgadas… Mientras escribía estas últimas dos entregas he llegado al
convencimiento de que la mejor opción para la entrada de la semana que viene, a
pesar de ser un tema extenso y arduo de preparar, es la de comenzar a hablar de
Pensamiento Crítico y Escepticismo… Es mejor hacerlo ahora, en caliente, antes
de que la gente se olvide de cuál es la moraleja cuando todo esto pase.
El diccionario define Pandemonium
como “reunión de demonios” o “capital imaginaria del reino infernal”, pero
incluye también la acepción de “lugar en el que hay gran confusión y ruido”, lo
cual no se aplica a las calles ahora mismo pero sí a las redes sociales, los
medios de comunicación y en general la sociedad española. Me propongo hoy continuar
esta trilogía sobre Enfermedad, Aislamiento y Estupidez con mis impresiones sobre el comportamiento de los españoles durante la
presente epidemia de Covid-19, y lo que esta situación excepcional pone de
manifiesto de nosotros como civilización.
Lo siento mucho por las personas mayores que están muriendo, por supuesto
(la tasa de fallecimientos llegó a duplicarse respecto a lo normal
en los peores días), pero hay que reconocer que como experimento sociológico y psicológico esta cuarentena es muy valiosa para aprender acerca de la manera de
ser de la gente, sacando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros… Sin duda es
el momento ideal para que los filósofos
saquen algunas conclusiones interesantes. Parece que el pico de fallecimientos
ya ha quedado atrás… ¿Se puede decir que a nivel psicológico lo peor está aún
por ver? Pasado posiblemente el ecuador del confinamiento
todavía no se ha desatado la locura en los más débiles, al menos en mi barrio,
pero el último par de semanas podría ser el más difícil.
Allá por principios de marzo a los de las noticias de la tele les pilló por
sorpresa que uno de los temas tratados, como de costumbre, de forma alarmista y
apocalíptica acabase siendo realmente
grave para nosotros, no solo de boquilla… Varias semanas después, fieles a su filosofía,
se pasan el día actualizando las cifras de muertos y contagiados,
con letreros llamativos de “Urgente” o “Última Hora”, como si realmente fuese
algo que necesitásemos saber para garantizar nuestra superviviencia… Es puro
sensacionalismo, pura búsqueda del morbo incluso en una situación como esta. Hasta
se ofrecen imágenes y testimonios de los enfermos en el hospital, con el
consiguiente riesgo de contagio para el resto de personas que tratan luego con
los reporteros… El proceso de recuperación del país es forzosamente lento pero
en la tele se empeñan en tratarlo como si fuera una película de acción,
para entretener al personal que está aburrido en casa.
Yo me fijo más en las noticias solo los días importantes, cada vez que se
activa o desactiva la hibernación
o el estado de alarma, para enterarme del resumen de la normativa aprobada, y
el resto del tiempo intento seleccionar otros programas que no tengan que ver
con “El Tema”. No es bueno obsesionarse tanto,
hay que estar al día pero sin pasarse. Al inicio del confinamiento, antes de
que los anunciantes pudieran reaccionar, me llamó la atención lo desconectada
que se había quedado la publicidad de nuestra nueva Realidad: “¡Consume,
disfruta, ve a donde quieras y haz lo que quieras!” Los únicos anuncios que se
volvieron realistas fueron los de coches conduciendo en solitario por el centro de una gran avenida, cual
vehículos propiedad de trabajadores esenciales… Con el paso de las semanas la
publicidad ha cambiado en dos direcciones: están los nuevos anuncios de bancos y compañías energéticas, aportando el optimismo y esperanza necesarios para
fidelizar a la clientela, y por
otra parte las telepromociones cutres y spots de Galería del Coleccionista,
que han ocupado los nichos abandonados por los anunciantes más serios.
Otra de las cosas que me jode ver, en los escasos momentos en que no estoy
deslomado con mis tareas para el teletrabajo, son los retos y los vídeos virales (nunca mejor dicho) que
graba la gente en su casa y que llegan a las noticias y a los programas de
entretenimiento… Es alucinante la de tíos y tías que hay en su salón grabando
chorradas, disfrazándose o ensayando coreografías,
en vez de ponerse a leer un libro; hay mucho tonto suelto por el Mundo con poca
faena y un móvil con cámara… Y lo bueno es que esto ya se hacía desde el mismo
principio del confinamiento; me hace gracia esta gente que llevaba solo cuatro
días en casa y se creía que llevaba ya cuatro años.
La tele tampoco ayuda, porque selecciona a diario los vídeos más estúpidos
o con los comportamientos más incívicos, induciendo a la imitación y
retroalimentando el problema (citar las multas que les caen a algunos de los
susodichos es un atenuante, pero ni aun así…). ¡Es como si aburrirse fuese más peligroso que contagiarse! Ya os
dije que los vecinos de mi patio interior de manzana no salen a las ventanas a
hacer el chorra, así que hay una clara
brecha entre la Realidad y los contenidos que seleccionan los medios. Es más, no
me extrañaría que a veces fuesen los propios periodistas los que animaran desde
abajo a los vecinos a hacer el ridículo en el balcón…
La tele, como siempre, dando ideas, pero casi ninguna buena.
Ya en otras ocasiones hemos hablado en el blog de que la mayoría de la gente
no sabe estarse quieta sin hacer nada, necesitan mantenerse ocupados…
Es como si tuvieran miedo a escuchar sus propios pensamientos
y reconocer que a veces vienen épocas malas en las que apenas controlamos la
situación; se limitan a tirar para delante e ignorar los problemas, dejando que
se enquisten en lugar de afrontarlos… Este mismo razonamiento se podría
extender al Problema con mayúsculas, el de la fugacidad de nuestra existencia:
incluso en medio de una pandemia muchos se niegan a ser conscientes de la
insoportable levedad del Ser, a reconocer que no vivirán eternamente, a
prepararse para una buena Muerte con la conciencia tranquila,
llegue esta cuando llegue (tarde o temprano escribiré en el blog sobre este
tema, pendiente ya desde hace mucho Tiempo).
En vez de aprovechar este periodo de reclusión para reflexionar sobre si en
general estamos haciendo las cosas bien o no, sobre si nuestras decisiones en
la Vida han sido las correctas, nos pasamos el rato contando las muertes (las
de los demás; de la nuestra, ni hablar) y los minutos que faltan para que “todo
esto pase”… Una cosa más para zanjar el tema de los challenges:
el verdadero reto es pararse a pensar en cómo puedes ayudar de verdad a los
demás, donando dinero a las causas apropiadas o echando una mano con la compra
(sin que nadie más tenga que enterarse) a esa vecina mayor que está sola, en
lugar de pedir casito por Redes e intentar ganar un puñado de followers.
Acabo de utilizar una de esas frases-cliché que se repiten una y otra vez y
que tanta rabia me dan: “Cuando todo esto pase, que pasará”… Hay otra que
también me hace bastante gracia: “Estamos juntos en esto”… ¡No, hombre, no!
¡Precisamente hay que estar separados! Ya sé que la expresión se utiliza por
contraste, para mayor efecto dramático, pero no deja de recordarnos que
realmente NO estamos juntos… Llamadme tiquismiquis, pero también me tocan un
poco las narices esas frasecitas sensibleras estilo Paulo Coelho
que se ponen algunas personas en su usuario de WhatsApp, y sobre todo la dichosa
cancioncita de “Resistiré”, que parece que va bien para todas las crisis
y de la que estoy ya hasta el gorro…
¡Tengamos un poquito más de originalidad, por favor!
Las maneras de responder a la pandemia a nivel individual han sido muy
diversas, y no siempre ejemplares. Están los que adoptan perros para poder
salir a la calle o alquilan los suyos por Internet
para sacar tajada de la situación… Seguro que hay jóvenes que se han pasado
estas semanas jugando sin parar a videojuegos online; están en su salsa, sí, pero
por miedo a enfrentarse al Mundo real, igual que ocurría antes del Covid-19. Están
los que echan de menos quedar con los amigos y luego los que están hartos de
convivir 24 horas al día, 7 días a la semana con su familia o su pareja
(o peor aún, con su expareja)… La cuestión es quejarse siempre por algo, y a
ser posible en algunos casos salir por la tele haciéndolo, contando unas “desgracias”
que en realidad no son para tanto con el fin de ser el centro de atención.
Últimamente se habla mucho de héroes, y en verdad os digo una cosa: héroe es el
que se queda en casa, sí, pero el que lo hace manteniendo la normalidad, sin
volverse medio loco, sin ponerse tan intenso
como se ponen algunos y sin lamentarse tanto.
Por lo general los ciudadanos del Primer Mundo hoy en día no tenemos paciencia. Hay gente que se pone de los nervios por estar retenida en casa con espacio
de sobra, luz, agua, comida, wifi, televisor, consola, libros… Hay otros que no
tienen esas comodidades y aun así se tienen que quedar encerrados en un espacio
de diez metros cuadrados,
hacinados y sin ventanas a la calle… Porque sigue habiendo clases incluso en el encierro,
no nos engañemos. La manera que algunos tienen de tomarse una situación como esta pone de manifiesto lo ridículos
que son ciertos aspectos de la sociedad occidental actual; si no sabemos pensar
a largo plazo y aguantar siquiera unas semanas de arresto domiciliario entonces
somos una sociedad de histéricos, y definitivamente hay algo que no estamos
haciendo bien… Y menos mal que tenemos Internet, con la posibilidad para
algunos de teletrabajar o recibir clases online, y para todos de
comunicarnos a distancia sin problema; imaginaos esta misma pandemia en una fecha tan reciente como 1995,
sin World Wide Web, compartiendo un teléfono fijo por vivienda y con una oferta
de ocio mucho más limitada (ahí la gente sí habría tirado más de libros,
seguro).
Como ya dije en la primera entrega, esta no es ni la primera pandemia que
sufrimos como especie, ni de lejos la más catastrófica: durante la Plaga de Justiniano,
en el año 541 de nuestra era, la peste se cobró 50 millones de víctimas, más o
menos las mismas que la Viruela llevada a América por los colonizadores (a lo
largo de varios siglos) o la Gripe Española hace cien años; y la Muerte Negra,
la pandemia de peste del S.XIV, produjo unos 200 millones de muertos.
En comparación, los 120.000 fallecidos por Covid-19 en todo el Mundo hasta el
momento no parecen tantos…
Que sí, que está claro que la actual epidemia sigue siendo un duro golpe
para la gente más vulnerable, y que esos sí tienen motivo para preocuparse y
lamentarse… Pero aquellos que no hayamos perdido el trabajo y estemos bien de
salud relajémonos un poquito, por favor, que no es el Fin del Mundo…
Esta conclusión de la entrada sobre el Coronavirus se me ha alargado más de la
cuenta, así que dejaremos para la próxima semana una serie de consideraciones
realizadas desde una perspectiva algo más amplia, y hablaremos de capitalismo,
globalización, decrecimiento, resiliencia, memoria, humildad y pensamiento
racional.
Por ciento veinticinco pesetas, díganme temas recurrentes en este blog,
como por ejemplo la falta de tiempo para preparar las entradas como es debido: Un, dos,
tres,
responda otra vez… Como ya habréis adivinado, estos últimos días he estado
hasta arriba con los líos del teletrabajo y no me ha dado tiempo de redactar la
última entrega sobre el Covid-19. Además, detalle importante, me he dado cuenta
de que esta es la entrada nº 400 de La Belleza y el Tiempo, lo que merece ser
celebrado como ya lo fue otras tres veces en el pasado con efemérides similares.
Dejaremos pues la tercera entrega de Pandemonium para dentro de siete días (de
todos modos se ha prorrogado el confinamiento dos semanas más, así que ese tema
va para largo).
No he podido hacer un análisis muy exhaustivo de la evolución del blog en
este último par de años, pero sí he calculado para cada etiqueta el incremento
porcentual en número de entradas con respecto a la nº 300… Las etiquetas más
frecuentes como Belleza (39%), Tiempo (34%), Historia (35%), Valencia (38%) o
Conocimiento (35%) han aumentado en torno a un factor de cuatro tercios, como era
de esperar si las ideas se me iban ocurriendo al mismo ritmo que los años
anteriores. Algunas de las etiquetas frecuentes han aumentado más que las
otras, como Imagen (44%) o Inconformismo (54%): se ve que recurro a menudo a tirar
de fotos (por estar falto de tiempo), o que por lo general suelo estar cabreado con el Mundo en su conjunto…
En cuanto a las etiquetas que están a la mitad del ranking en valor absoluto,
han subido más que la media por ejemplo Cine (44%), Música (43%) o Cerebro (49%),
y menos de lo esperado Afecto (24%): creo que cada vez hablo menos de encontrar
pareja porque cada vez lo veo más difícil y he acabado por resignarme… o simplemente
porque hace tantos años ya que se me ha olvidado lo que era eso. Es muy curioso
que temas como la Justicia (67%), la Libertad (122%) o la Autenticidad (111%), que
suelen estar relacionadas con los contenidos políticos y la reafirmación personal, han subido como la
espuma respecto a la entrada nº 300: seguramente una reacción mía al cambio de
gobierno a nivel nacional y por otro lado al peligroso auge de la extrema derecha.
Sin ir más lejos la semana pasada os hablaba de haceros recomendaciones de
las entradas más interesantes, sugerencias para estos días de cuarentena en los
que algunos (¡qué suerte!) os aburrís y no sabéis en qué emplear vuestro
tiempo. Pues eso es precisamente lo que voy a hacer aquí: una selección por
temáticas de las que considero las entradas más interesantes de las últimas
cien (igual que en uno de esos episodios recopilatorios que incluyen las series de televisión cuando se les acaban las ideas o, como en mi caso, no llegan a cumplir los plazos…).
Bajo el epígrafe de Inconformismo podemos englobar entregas (también con
fotos) sobre la corrupción política
u otras destinadas a ejercer mi derecho al pataleo por el mal uso y abuso de
las nuevas tecnologías y redes sociales.
Para compensar, también hubo alguna que otra entrada sobre la búsqueda de Afecto,
como aquella en la que os explicaba por qué me parecen muy sexys las mujeres
graciosas y con chispa para la comedia.
Y por supuesto ha habido entradas en mi opinión muy interesantes sobre Valencia,
la ciudad en la que vivo, como la que detallaba mis itinerarios más habituales siguiendo
el camino más corto
por sus calles, la que hablaba de las fronteras invisibles
que separan distintas zonas de la urbe o la crónica del paseo noturno que hice
río abajo
por el antiguo cauce del Turia con el artista urbano LUCE…
Creo que con esto es más que suficiente, espero que alguna de estas
propuestas os pique la curiosidad; y si ahora con el confinamiento tenéis algo más
de tiempo que de costumbre me hará muy feliz que me dejéis un comentario, da
igual que las entradas tengan ya años y da igual que sea breve o extenso. Y por
supuesto no tenéis solo estas, podéis elegir de entre un total de cuatrocientas
para amenizar vuestra cuarentena, y si os ponéis en contacto conmigo os puedo
hacer recomendaciones sobre otros temas que os interesen, así que ¿a qué estáis
esperando? Ya sabéis lo que he dicho en varias ocasiones en el blog: escribimos
y leemos para saber que no estamos solos… La semana que viene seguimos hablando
(para variar) de la Pandemia.