lunes, 9 de julio de 2018

Amanecer, Atardecer, Anochecer (I)


Esta es una entrada múltiple sobre la percepción del paso del Tiempo en el cine que me rondaba por la cabeza desde hace bastantes meses, y me apetecía mucho tener las horas necesarias para prepararla como es debido. Tengo un montón de cosas que comentar, así que habrá como mínimo cuatro entregas, tal vez cinco. En las primeras me concentraré en la trilogía cinematográfica formada por Antes del Amanecer (1995), Antes del Atardecer (2004) y Antes del Anochecer (2013), dirigidas por Richard Linklater y con Ethan Hawke y Julie Delpy en los papeles protagonistas. En su día, aunque recuperaron la inversión hecha, no tuvieron demasiado éxito de taquilla, pero las críticas fueron muy buenas y con el tiempo se han convertido en auténticas películas de culto. El año pasado salió una edición especial de la trilogía en Blu-Ray, muy cuidada y con muchos contenidos extra. Acabo de ver las tres películas en tres días consecutivos, tomando muchas notas, y me dispongo a empezar aquí mi análisis personal de los pequeños detalles y las conexiones que hay entre ellas. Por supuesto, os aviso de que habrá muchos spoilers, así que si no las habéis visto o aún os falta alguna, os recomiendo que disfrutéis de ellas primero y luego volváis aquí para sacarles aún más jugo. Podéis verlas a un ritmo de una por semana, que es el que yo seguiré en el blog.

Empecemos con Antes del Amanecer, que vi tal vez dos o tres años después de su estreno por la tele, de noche en La 2, y que me encantó. El guión lo escribió Linklater con Kim Krizan, para equilibrar los puntos de vista masculino y femenino, y estaba basado en una experiencia real del propio Linklater con una mujer llamada Amy Lehrhaupt a la que conoció casualmente en una tienda de juguetes en Filadelfia en 1989. Los jóvenes actores Ethan Hawke y Julie Delpy, que fueron escogidos después de un arduo casting, no recibieron crédito como guionistas porque la idea inicial no había sido suya, pero contribuyeron con muchos cambios a sus diálogos. La película dura una hora y media, transcurre en Viena y, aunque se estrenó a principios de 1995, la acción se sitúa en la tarde del 16 de junio de 1994.




La primera imagen es un plano de las vías del tren en movimiento (tal vez representando el paso inexorable del Tiempo). Dentro del tren hay una pareja de unos cuarenta años discutiendo en alemán con acento austriaco. No los entendemos y no hay subtítulos pero, por si tenéis curiosidad, el hombre comenta de forma casual y sin apartar la vista del periódico que hay una noticia que habla de ella: “El número de mujeres adictas al alcohol asciende a 70.000”. La mujer le replica que el alcohólico es él, a lo que él responde que tal vez sea porque llevan quince años juntos. La pelea parece ir para largo, así que Céline (Julie Delpy) se cambia de sitio para poder leer su libro más tranquila, y gracias a eso conoce a Jesse (Ethan Hawke). Ambos son estudiantes de veintitantos años. Ella es de París y vuelve de visitar a su abuela en Budapest. Él es americano y su francés está bastante oxidado, así que se ponen a hablar en inglés.

Ella le comenta que ha leído en algún sitio que al llegar a la madurez las parejas desarrollan una sordera selectiva: los hombres a las frecuencias agudas y las mujeres a las graves; así la Naturaleza evita que acaben matándose unos a otros. Esto da pie a que sigan conversando durante un rato. Están llegando a Viena, así que él le dice que es una chica muy agradable y la anima a hacer una locura: bajar del tren y compartir el día con él hasta que tenga que coger su avión de vuelta a América. Ella no está muy convencida, pero entonces él le habla de su versión futura, en diez o veinte años, casada y algo decepcionada con su pareja, preguntándose qué habría ocurrido si hubiese aceptado el ofrecimiento de aquel atractivo extraño del tren. Le dice que se imagine que tiene la posibilidad de viajar atrás en el Tiempo y averiguarlo, y al final ella, pensando que además de atractivo es gracioso y muy ingenioso, se anima a aceptar la invitación.




Estas tres películas no se apoyan en la acción sino en el diálogo, con largas tomas que siguen a Jesse y Céline mientras pasean y conversan (hay planos-secuencia de hasta once minutos sin un solo corte, en la segunda entrega). En esta primera parte aparecen brevemente personajes secundarios como un par de actores de teatro, una mujer que les lee el Futuro en las líneas de la mano y un poeta callejero que les escribe un poema a cambio de unas monedas (y que acierta bastante más que la pitonisa, todo sea dicho), pero la mayor parte del metraje consiste en ellos dos hablando en un tranvía, un cementerio, la feria, una iglesia, la orilla del río Danubio, un par de pubs, una explanada en un jardín…

A medida que avanza la película nos vamos enterando de que Céline lleva seis meses sin pareja, y de que Jesse descubrió hace dos semanas en Madrid que su novia de estancia allí se había convertido de forma imprevista en su exnovia, con lo que desde entonces ha estado visitando por su cuenta varias capitales europeas. Poco a poco va quedando claro que hay una atracción mutua entre ellos. Hay una escena muy bonita en la que entran en una cabina de escucha de una tienda de discos a poner un vinilo y mientras suena la canción sus miradas van pasando del vacío a la cara del otro cuando este no mira. Otra escena preciosa es la de su primer beso en la noria a la caída del Sol, con esos maravillosos segundos previos en los que ambos se mandan señales muy claras y podemos disfrutar anticipando el momento… Cada vez que la veo esta escena me trae muy buenos recuerdos de mis propias experiencias del Pasado.




Los temas de conversación de la pareja son muy variados pero siempre inteligentes… Hablan por ejemplo de que no usamos bien el tiempo que nos ahorran las nuevas tecnologías. También de lo efímero de nuestra existencia, de la certeza de que hasta los recién nacidos morirán algún día, de que fluimos como ramas llevadas río abajo… Y de que el amor eterno no existe, solo permanece eterno el que no llega a consumarse, y sin embargo ¿acaso no está todo lo que hacemos en la Vida encaminado a que nos quieran un poco más? Hay una reflexión de Céline que me gusta mucho, en relación con la verdadera conexión entre dos personas: si existe un Dios seguramente no está en uno o en el otro, debe estar en el espacio que hay entre ambos, la verdadera trascendencia radica en llegar a comprender algo importante que otra persona intenta compartir contigo.

Cuando la noche está ya bien avanzada deciden no darse los teléfonos ni volverse a ver, para no ensuciar los buenos recuerdos de ese único día juntos. Él pide prestada una botella de vino al dueño de un bar mientras ella roba dos copas. Tumbados en el césped de un parque, entre sorbo y sorbo de vino apurando las últimas horas antes del amanecer, ella le dice que prefiere no hacer el amor, que no quiere que años después el relato de lo que pasó esa noche se reduzca solo a eso, a la francesita a la que Jesse consiguió tirarse en Viena. Sin embargo la pasión entre ambos es patente. Poco a poco las palabras dan paso a las caricias y los besos. Me encanta la forma en que ella le ofrece su lengua cada vez que sus bocas se juntan… Y aquí hay una elipsis narrativa. ¿Al final hacen el amor en el parque o no? Queda sugerido, pero no se nos muestra.




Ya por la mañana, en el andén del tren, y en vista de la conexión tan única y especial que han experimentado, se arrepienten de lo dicho horas antes y consideran la posibilidad de volverse a ver. Ella le dice que podrían quedar allí mismo cinco años después, pero les parece demasiado tiempo, sería como realizar un experimento sociológico. Al final acuerdan reunirse en ese andén justo a los seis meses, pero no intercambian teléfonos ni otros datos aparte de sus nombres de pila para no estropear la magia de aquella noche. Se abrazan, se besan por última vez y se separan. El sueño ha terminado, han vuelto al Tiempo real. Contemplamos uno por uno los escenarios vacíos por los que ambos fueron pasando durante el último día. Los vemos sentados, ella en el tren a París y él en el autobús que lleva al aeropuerto, ambos cerrando los ojos, recordando los buenos momentos de ese breve encuentro y sonriendo plácidamente… Fin. La película me gustó mucho, me pareció muy romántica y a la vez muy inteligente, y me dejó con ganas de saber cómo continuaría la historia. ¿Cumplirían su promesa, volverían a Viena al cabo de seis meses? Hablaremos de ello la próxima semana.



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