El pasado
febrero fui invitado a tomar una paella y pasar el día a una casa de pueblo que
la familia de un buen amigo tiene en Barxeta, un
pueblecito no muy lejano a Xàtiva, al sur de Valencia. Por la mañana el grupo
de ocho asistentes estuvimos preparando la comida y mantuvimos una agradable
conversación, y por la tarde nos fuimos a dar un paseo por los alrededores del
pueblo, disfrutando de los preciosos paisajes de la zona. Os adjunto
una selección de diez de las fotos que hice allí,
espero que os gusten.
lunes, 27 de julio de 2020
Un Día en Barxeta
lunes, 20 de julio de 2020
Depre Prevacacional
Hace unos días,
revisando en las estadísticas del blog las selecciones de los lectores, tropecé
con una entrada de la que ya casi no me acordaba llamada Depre Postvacacional,
que escribí a finales de agosto de 2016. En ella hablaba de esas ocasiones en
que por azares de la vida la vuelta al trabajo se te junta con otros varios
pequeños problemas, lo que te hace sentirte durante un par de días algo
apático, sin ganas de hacer nada. Esto me hizo recordar los últimos programas de
la sexta temporada de La Vida Moderna,
emitidos hace unas tres semanas, en los que se notaba claramente que Ignatius Farray estaba algo deprimido, seguramente ante la perspectiva de llegar a las vacaciones sin ningún
plan interesante a la vista, sin pareja y tal vez sin la compañía de los amigos
habituales.
En esta época del año en
la que se cogen vacaciones uno puede descansar del duro trabajo, lo cual es
genial, pero también pierde el contacto con los compañeros de faena y con los
amigos que tienen sus propios planes y se marchan fuera de la ciudad. Sobre
todo las personas que vivimos solas podemos llegar a sentirnos realmente solas y experimentar un ligero bajón
durante unos pocos días, hasta que cambiamos el chip y pillamos la marcheta de
las vacaciones: esta variedad de la llamada depresión o síndrome prevacacional la he sufrido yo también algunas veces… Este año en particular puede ser
aún más duro que de costumbre a causa del Coronavirus porque el contacto con compañeros y amigos en los últimos cuatro meses ha sido
sobre todo online y por tanto de menor calidad, y porque muchas de las
actividades culturales y de ocio disponibles en Valencia en julio y agosto se
están celebrando a medio gas o directamente se han cancelado, a lo que se suma la posibilidad de nuevos confinamientos y la incertidumbre
general acerca de qué va a pasar en el Mundo en los próximos meses.
Por todo esto (y porque
en el trabajo hemos hecho un par de cursillos sobre el tema) he pensado que
podía compartir con vosotros algunas técnicas y sugerencias para combatir esta
tristeza pasajera,
por si os resultan de utilidad… Una de las formas más eficaces de sentirse bien
cuando ni se trabaja ni se viaja es mantener una cierta rutina diaria: intentar acostarse y levantarse
aproximadamente a las mismas horas, tener preparadas ciertas actividades de
ocio para hacer en casa mientras apriete más el calor, dedicar un rato a hacer
algo de ejercicio, intentar salir un poco a la calle todos los días por la
mañana o cuando el sol esté ya más bajo y hablar con amigos o familiares
también a diario, aunque sea por WhatsApp.
Es importantísimo favorecer en la medida de lo posible que nuestro sueño sea reparador: actividades más relajadas antes de
acostarse, una cena ligera, una ducha fresca o abrir un poco las ventanas para
que haya corriente nos ayudarán a conseguirlo. En mi caso concreto, los nuevos
vecinos cubanos de arriba se han calmado un poco tras el fin del confinamiento,
pero todavía son algo ruidosos de vez en cuando, así que si el niño pega
carreras por el pasillo durante el día me pongo música con los auriculares si
estoy en el ordenador, y además he comprado unos tapones de silicona moldeable
para los oídos, para las noches concretas (a lo mejor una a la semana) en que
tienen amigos de visita hasta tarde y hay un poco más de jaleo.
Es crucial recordar que cuerpo y mente están conectados, y que cómo
tratemos a nuestros otros órganos puede influir bastante en el buen estado de
nuestro cerebro. Por ejemplo es muy aconsejable que nuestra dieta sea sana y equilibrada; a este respecto yo sigo ciñéndome al menú
semanal que me confeccioné al empezar el estado de alarma. Ya he hablado
también del ejercicio diario: pueden ser estiramientos o pesas en casa, un poco
de running o simplemente un paseo por la calle. Si por lo que sea en algún
momento estamos un poco agobiados, la sensación de nudo en el estómago puede
eliminarse practicando la relajación muscular activa, respirando profundamente
y de manera controlada durante un par de minutos… Y cuidar los pequeños detalles asociados con los cinco sentidos también
puede ayudar a que nos sintamos mejor: una habitación luminosa, música
agradable, un olor que nos guste especialmente (recuerdo por ejemplo un gel desinfectante
perfumado que me prestó una amiga el otro día y que relajaba solo con olerlo), ropa
cómoda para el calor o algo tan sencillo como mantenerse hidratado con un trago
de agua fresca.
También es imprescindible mantener la conexión con tus amigos durante las semanas de vacaciones, preferiblemente
en persona, o como mínimo online; yo por ejemplo, aparte de mis quedadas ocasionales y de los vecinos del
barrio que me voy encontrando en mis paseos, tengo un par de planes pendientes
con mis compañeros del grupo de Escépticos y con los del trabajo que espero que se puedan llevar a cabo… Y no hay que
tener miedo de comentarle a la gente que te sientes algo solo o aburrido estos
días; no es algo de lo que haya que avergonzarse, y menos aún en esta nueva normalidad
(que de normal no tiene nada, aunque a lo mejor lo que ocurre es que todavía no
hemos llegado a ella).
Hay que evitar darles vueltas una y otra vez en la cabeza a los aspectos
negativos de la situación o a los problemas que se tengan, a no ser que se haga
calmada y racionalmente para intentar resolverlos; y con las cosas que no
tengan remedio es mejor no obsesionarse. Tampoco debemos compararnos con otras
personas que aparentemente están mejor que nosotros, sobre todo sin tener toda
la información; seguro que nuestra visión está sesgada y esa gente a la que envidiamos también tiene sus propios problemas y lucha por
solucionarlos. Hay que animarse y dedicar algo de tiempo cada día a la gratitud, a verbalizar la parte positiva de la
situación, a recordar los pequeños detalles agradables, los momentos alegres
que hemos disfrutado recientemente, las cosas buenas que hay en nuestra vida y que
pasamos por alto… Parece ser que llevar a cabo actividades de tipo artístico o
creativo (como en mi caso redactar las entradas del blog)
es también muy beneficioso y nos aporta una mayor estabilidad mental.
Es bueno planificar una lista personalizada de consejos y de actividades
interesantes con antelación al inicio de las vacaciones o nada más empezar
estas, y proceder de forma activa a poner en práctica estos consejos al
detectar el menor síntoma de apatía, tristeza o nudo en el estómago… Este “plan
de acción para el bienestar personal”, como podríamos llamarle, ya sea una
breve lista de anotaciones telegráficas garabateadas en un trozo de papel o un
archivo más elaborado en formato digital y con distintas subsecciones, puede y
debe estar en constante proceso de evolución, refinamiento y mejora, y nos
ayudará a vencer la sensación de soledad.
En la segunda parte de la entrada os voy a describir mi lista de actividades
para combatir el aburrimiento en verano; seguro que algunas de las propuestas
os pueden ser útiles también a vosotros. En primer lugar, y como ya he dicho
antes, voy a chatear regularmente con la familia y los amigos, incluyendo algunos con los que
no he hablado desde hace tiempo… En este sentido, reconozco que el haberme
puesto WhatsApp hace un año al cambiar de móvil me ha venido muy bien no solo para mantener el contacto en verano sino también
para los meses de confinamiento. También intentaré en la medida de lo posible
hacer quedadas en persona, tomando las correspondientes precauciones
relacionadas con la Covid-19: veré a mi familia en el apartamento de la playa algún
día suelto, tengo medio pendiente una partida de rol en mesa con unos colegas (hacía muchos años que no jugaba pero me apetece, puede ser
divertido) y he hecho un par de ofrecimientos para servir de guía amateur en
una visita al casco antiguo de Valencia, que ya veremos si se concretan o no…
Cuando no haya nadie disponible para actividades en grupo siempre puedo
recurrir a mis reconfortantes paseos por el citado casco antiguo, por el Parque Central, por las calles de Russafa o por los
terrenos de huerta que llevan a La Punta.
En cuanto a los museos de la ciudad, algunos interesantes que están funcionando
ahora mismo, y que además tendrán entrada gratuita al menos hasta final de año,
son el de San Pío V, el Centro del Carmen, el IVAM o el MHV. También podéis ir a l’Almoina los domingos por la mañana o a la Fundación Bancaja los martes por la tarde si
queréis aprovechar los horarios de acceso libre. Este año no hay Gran Nit de
Juliol, ni cine en el MuVIM, ni en el edificio de La Nau, pero acaba de empezar
un ciclo de proyecciones en V.O.S. de comedias europeas en el claustro gótico del Centro del Carmen que puede estar bien…
El aforo es limitado (aunque os advierto que no hay apenas distancia entre asientos),
así que os recomiendo que no tardéis en inscribiros si os interesa. En agosto,
y aquí sí supongo que con las sillas más separadas, tendremos una nueva edición
de la Filmoteca d’Estiu.
En cuanto a cosas que puedo hacer en mi propio piso, tengo un montón de vídeos de YouTube que he ido guardando en mi lista de pendientes y a los que iré dando salida… Aparte de vídeos sueltos de muy variada temática, quiero también ponerme al día con entregas antiguas de mis canales de YouTube favoritos, como por ejemplo la temporada 3 de La Vida Moderna. También quiero intentar ver los trece episodios de Mundos Posibles, la tercera temporada de la serie Cosmos, presentada, como la segunda, por Neil DeGrasse Tyson (los tres primeros episodios ya han caído y están francamente bien). Tengo aún por ver la última temporada de Black Mirror, pero no sé si con la situación actual están los cuerpos como para distopías; creo que por ahora la voy a dejar aparcada. Y añadiría algunas películas de mi lista de pendientes: un par de Richard Linklater y de Rian Johnson, y también Once Upon a Time in America, de Leone (por cierto, el otro día vi Once Upon a Time in Hollywood de Tarantino y me gustó mucho).
Hacia el final de mi lista está también la pila de libros pendientes,
aunque sé que en este caso del dicho al hecho hay un trecho, porque me cuesta
un poco centrarme a la hora de leer textos muy largos (por eso los libros están
al final de la lista)… De todos modos algunos de ellos, como por ejemplo los tres
tomos de la Valencia Desaparecida, se componen de secciones cortas
independientes entre sí que se pueden despachar en muy poco rato, así que no
descarto echarles mano. También quiero escuchar los últimos álbumes de la
discografía de Depeche Mode,
de los que me quedé un poco descolgado en su día, a ver si valen la pena…
Una última actividad a realizar en casa pero con vistas a salir de ella es
la de investigar sobre alojamiento en (y trenes a) una ciudad con mucha historia,
monumentos y museos, no muy lejos de Valencia (no os digo cuál porque sería
spoiler de cara a futuras Postales),
con la intención de pasar allí tres o cuatro días a mediados de agosto…
Lógicamente, tal y como está el asunto con el Coronavirus no es sensato salir
de España, así que intentaré hacer un viajecito más corto y más cerca… Ante los
nuevos brotes y la amenaza de un segundo confinamiento por la irresponsabilidad de algunos, ni siquiera esta opción más modesta
está asegurada, así que esperaré un poco más y veré cómo evoluciona la
situación antes de hacer las reservas; y si al final hay mala suerte y no puede ser, pues al
menos haré una visita de un día a Sagunto para ver las ruinas romanas, que hace muchos años que no voy… El que no se
consuela es porque no quiere.
Esperemos que la gente se conciencie y tome más precauciones, y que con la obligatoriedad de las mascarillas en la mayor parte del país (incluyendo
la Comunidad Valenciana) podamos mantener a raya al virus y los brotes no vayan
a más. Sé que los lectores habituales de La Belleza y el Tiempo sois personas
con sentido común, y también que muchos de vosotros y vosotras me conocéis
personalmente, así que os animo a poneros en contacto conmigo estas semanas
para quedar cuando os apetezca (manteniendo por supuesto la distancia y
teniendo cuidado), que Internet y los móviles están muy bien pero no hay nada
como coincidir en persona y echarse unas risas… Puede que algunos os sintáis también aburridos
o bajos de energía en algún momento del verano, y simplemente poder compartir un rato, verse, hablar y escucharse resultará terapéutico para ambas partes…
Y aunque no podamos quedar por la razón que sea, al menos espero que estas
sugerencias os ayuden a ser un poco más felices estos
días; yo estoy encantado de poder compartirlas con vosotros a través del blog…
Al fin y al cabo, para eso están los amigos.
lunes, 13 de julio de 2020
Leave the Gun, Take the Cannoli (III)
Antes de ponernos manos a la obra con El Padrino: Parte III (con spoilers incluidos, os recuerdo), una
curiosidad acerca de toda la trilogía: cada vez que aparecen
naranjas en pantalla es un presagio de que alguien morirá o correrá riesgo de morir. Don Vito
compra naranjas antes de que atenten contra su vida, y diez años más tarde
muere de un ataque cardiaco después de jugar con su nieto poniéndose una piel
de naranja en la boca. Carlo Rizzi no llega a tocar ninguna fruta, pero lleva
un traje del mismo color. En la Parte II Fanucci se come una naranja antes de
ser asesinado por el joven Vito. En la tercera Michael bebe un poco de zumo
cuando le da un bajón de azúcar en el Vaticano (por cierto, en las dos
películas anteriores bebe agua a menudo, lo que apunta a que ya desde joven era
diabético). También se ven naranjas rodando por la mesa en la escena del helicóptero, y por último Michael muere en Sicilia con una naranja en la mano.
Mucha gente dice que la Parte
III, estrenada en 1990, no está a la altura de las dos anteriores, pero creo
que es porque durante dieciséis años estuvieron imaginando cómo sería la
continuación y tenían ideas preconcebidas al respecto; El Padrino ya era por
entonces parte de la cultura popular y era muy difícil cumplir las expectativas de todo el mundo. Francis Ford Coppola, que aceptó el proyecto porque tenía problemas financieros, no la
concebía como la tercera parte de la historia (para él las dos primeras sí eran
como una sola película partida en dos), sino más bien como una especie de
epílogo a La Saga de los Corleone, epílogo que según él debería haberse llamado
La Muerte de Michael Corleone.
Esta vez la productora se opuso a usar un título distinto, prefería los numeritos
romanos… Justo al revés que con la anterior película dieciséis años atrás; pero
es que muchas cosas habían cambiado en el Cine (y no necesariamente para bien)
durante los 80.
Como vimos al final de
la anterior entrega, la semana pasada, en las tres películas los cambios de
actores en el último momento, las reescrituras del guion para adaptarse a las
adversidades, imprevistos y accidentes y la improvisación sobre la marcha eran
el pan nuestro de cada día, y el resultado aun así fue excelente. En la Parte
II el personaje de Frank Pentangeli debería haber sido en realidad Clemenza, pero el actor que lo
interpretaba en su edad madura quería tener control total sobre sus líneas de
diálogo, con lo que no se le contrató y Coppola hizo el cambio. Y en la tercera
Tom Hagen fue sustituido por B.J. Harrison porque no se llegó a un acuerdo sobre el caché de Robert Duvall, lo cual
es una pena porque el director tenía grandes planes para ese personaje en la
conclusión, dándole un papel más importante.
Coppola quería que esta última entrega fuese más emocional… Se puede apreciar un cierto paralelismo entre el
sexagenario Michael Corleone de la película y el Coppola de 1990, que por
entonces ya no estaba en lo más alto de su carrera y para colmo había perdido
en 1986 a uno de sus hijos, Gian-Carlo, en un accidente de lancha. Parece ser
que para interpretar el personaje de Mary Corleone había sido contratada en
principio Winona Ryder, pero renunció al papel en el último minuto aduciendo agotamiento
psicológico, con lo que Sofia Coppola, hija del director, tuvo que hacerse cargo… Hay quien dice que el trabajo
de Sofia en este filme deja que desear, pero a mí no me parece tan mala:
precisamente aporta la juventud, inocencia y vulnerabilidad que requiere el
personaje. Yo descubrí la trilogía con el estreno de la Parte III (la segunda
la estrenaron antes de que naciera) y francamente me parece casi tan buena como
las anteriores. Tal vez sea verdad que el reparto no es tan redondo como en las
otras, por las razones que ya hemos comentado, pero tiene un argumento muy interesante
y grandes escenas como la del piso de Vincent, la del helicóptero o todo el
tramo final en Sicilia.
Una de las tramas del
relato es la del amor prohibido entre Mary y su primo Vincent Mancini, hijo
ilegítimo de Sonny (al principio de la primera película vemos a Sonny tontear
con Lucy, la madre, durante la fiesta de la boda de Connie). Vemos en Vincent
mucho de su padre, la impulsividad, el dejar al descubierto sus emociones; pero también se mantiene frío y calculador en los momentos de peligro, como su tío Michael, y sabe ser amable y encantador como su abuelo Vito… ¿Le impedirán sus arranques de genio ser un buen
Padrino o conseguirá alcanzar el equilibrio y pasar la prueba?
¿Cuál es el futuro del clan Corleone con Vincent al frente? En la tercera película
no se nos cuenta. Vincent es introducido en la Familia por Connie, personaje
que evoluciona mucho a lo largo de los años, de mujer maltratada a vividora
irresponsable hasta convertirse en la matriarca del clan, tras la muerte de
Carmella y tras haber hecho las paces con Michael… Al final incluso toma decisiones importantes dentro de la Familia, algo habitualmente reservado a los hombres.
La relación de Michael con
Kay es otro pilar básico de la historia, con momentos como el de la puerta que cierra Al Neri al final de la peli original, separándola de su marido tras mentirle este
diciéndole que no ha sido responsable de la muerte de Carlo Rizzi. Otra escena
con puerta de por medio es la que sucede tras el aborto y divorcio de Kay, y esta
vez también sus hijos están del otro lado: de ahí el grito entrecortado de Kay
cuando es el propio Michael el que la cierra con total frialdad… La separación
de Kay es una de las pocas batallas que Michael pierde, dejando aparte el final
de la trilogía, claro. En la Parte III hay una cierta reconciliación mientras
viajan por Sicilia antes del estreno de la ópera en la que canta su hijo
Anthony; ella le confiesa que quizás nunca ha dejado de quererle, pero un
segundo después llega Calò con el anuncio del asesinato de Don Tommasino por
parte de Mosca: la magia se ha roto de nuevo y ella comprende que hay cosas que
nunca cambian, que la espiral de violencia no cesa aunque pasen los años… De
nuevo Kay se encuentra al otro lado de la puerta.
Lloro como una Magdalena cada
vez que veo morir a Mary en las escaleras de la Ópera de Palermo…
La última palabra que dice es “¿Papá?”. La escena es demoledora, con ese grito
sordo (¿o sería más bien mudo?) de Michael que según las anécdotas de producción inicialmente
no era tal: Pacino se dejó la garganta pero en la sala de montaje Walter Murch vio
que la toma tenía más fuerza si quitaban parte de la pista de sonido. La efectividad
de esta escena se refuerza porque observamos las reacciones de Kay, Connie y
Vincent a la muerte de Mary, y sobre todo porque vemos también por un momento
la reacción de Kay al sufrimiento de un Michael completamente destrozado que
nunca antes había estado tan vulnerable o expresado tan abiertamente sus
sentimientos en público; la tragedia nos toca el corazón precisamente porque
empatizamos con Kay. Otro elemento que añade aún más capas de emoción a la
escena es el de los gritos de las mujeres de Palermo, lamentándose en italiano del
destino de la señorita María, igual que ocurrió en la aldea de Corleone ocho
décadas atrás con la muerte de Paolo, el hermano mayor de su abuelo Vito: nos
damos cuenta de que la violencia es un problema secular profundamente arraigado en esta cultura, y eso también nos conmueve.
Su hija era precisamente
lo que Michael más había intentado proteger todos esos años, la que más unida a
él estaba, después de divorciarse de Kay y sufrir un mayor distanciamiento con
Anthony… Es casi el único lazo que le unía a algo parecido a la felicidad, lo
poco que le quedaba (aparte de los recuerdos) de sus relaciones con Apollonia o
con Kay, y ahora lo ha perdido. Se nos presentan flashbacks de él bailando con
las tres, de los buenos momentos del pasado. Ya no hay esperanza para Michael Corleone: mientras al final
de la primera parte no siente remordimiento alguno por la muerte de Carlo, la
ejecución de su hermano Fredo al final de la segunda acaba atormentándole
durante años, y al final de la tercera la pérdida de su hija es como la
vendetta del Destino, que le devuelve el dolor infligido en una conclusión
trágica y sin concesiones… La violencia engendra violencia y los lazos que se
forman en el mundo de la Mafia son muy difíciles de romper; nuestro protagonista ha intentado con todas sus fuerzas desvincularse de
ese entorno pero se encuentra atrapado por su pasado.
Hay quien ha propuesto
la teoría de que Michael se queda para colmo ciego en el momento de la muerte
de Mary, debido a su diabetes y al fuerte shock emocional que experimenta
(aparte de que una bala también le ha herido a él), pero ni Pacino ni Coppola
han confirmado o desmentido esto. Es de suponer que tras la cesión de su poder
a Vincent y la pérdida de su hija Michael se rinde ante la Vida y se retira de
los círculos públicos. Muere en Sicilia en 1997, casi dos décadas después, consumido
por la tristeza, solo y olvidado en la villa que antes era de Don Tommasino, en el mismo patio donde murió Apollonia, cerrando así un siglo de
historia desde que su padre Vito emigró de niño a América.
Coppola coqueteó con la
posibilidad de una Parte IV de estructura similar a la de la segunda, mezcla de precuela (con el
ascenso de Sonny en los años 30) y secuela (con la historia de su hijo Vincent
en los 80, en una cruenta guerra entre familias que se prolonga durante una
década). Se comentaba que Andy García y Robert De Niro ya estaban confirmados
para volver a interpretar sus papeles, y que Leonardo Di Caprio podría
interpretar al joven Sonny, pero Mario Puzo murió en 1999, antes de que pudiera
terminarse un guión, y Coppola decidió no seguir adelante sin él.
En cuanto a las secuelas literarias, el
propio Puzo escribió en 1984 una continuación de la narración original titulada
El Siciliano, y posteriormente ha habido otras novelas ambientadas en el mismo
universo escritas por otros autores… Tenemos por un lado El Padrino: El Regreso
(2004) y El Padrino: La Venganza (2006), ambas de Mark Winegardner; y también
está La Familia Corleone (2012), de Ed Falco, basada en lo que Puzo escribió
para la parte de los años 30 de la posible cuarta película.
En la trilogía
cinematográfica se entremezclan escenarios y elementos tan diversos como la
ciudad de Nueva York, los casinos de Las Vegas, la posibilidad de negocio en La
Habana (truncada por el estallido de la Revolución), la madre patria Sicilia, las
grandes multinacionales europeas, la Iglesia Católica (y el escándalo bancario del Vaticano de 1982), la Ópera
(con la Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni) y hasta el antiguo Imperio Romano…
Coppola y Puzo recurren a las profundas y variadas raíces de los inmigrantes
italoamericanos para bordar un complejo tapiz narrativo que daría por sí solo para
quince o veinte películas normalitas, y este es sin duda uno de los mayores
atractivos de la trilogía.
Una historia bien
escrita que además muestra el paso del Tiempo abarcando varias generaciones y
usa a los mismos actores para interpretar a los personajes veinte años después siempre
ha tenido para mí un atractivo irresistible…
Y si además le añades un reparto en estado de gracia, una fotografía y
ambientación impecables y una música extraordinaria puede convertirse en una
obra maestra atemporal que resiste el paso de los años, porque la Verdad que
transmite no caduca: creo que este es el caso con las películas de El Padrino.
Quiero acabar esta
entrada múltiple hablando un poco más de los lazos familiares, que son, en
palabras del propio Coppola en entrevistas recientes,
el tema principal de estas películas. Muy hábilmente el cineasta nos muestra
cómo se entremezclan la familia biológica y la Familia criminal, la sangre que
corre por las venas y la sangre derramada… Las tres entregas comienzan con
escenas de fiestas y ceremonias familiares durante las cuales se hace otro tipo
de negocios en la trastienda: en la primera es la boda de Connie y Carlo, en la segunda la comunión de Anthony y en la tercera la entrega de la medalla
de la Orden de San Sebastián y la fiesta de la fundación benéfica. Y las tres
entregas acaban, como ya sabemos, combinando una reunión familiar con una
matanza de enemigos: en la primera tenemos el bautizo del hijo de Connie, en la
segunda el funeral de Carmella y en la tercera el estreno de Cavalleria
Rusticana en Palermo.
Coppola y Puzo hicieron
algo que no era muy usual allá por los años 70: mostrar la cara amable de los gangsters, humanizarlos, hacerlos más cercanos y reales, dejar claro que podían
cometer atrocidades pero también tener sus momentos tiernos. Esto fue rompedor
en su día porque daba a entender que, del mismo modo que los mafiosos no eran
tan malos, tal vez nosotros no éramos tan buenos… En la forma magistral de
tocar temas universales como este, de mostrar que el Mundo no está dibujado en
blanco y negro sino en tonos de gris, radica el gran atractivo de esta trilogía. Coppola nos pone ante el espejo
y nos hace ver que, aunque sea a menor escala, todos tenemos nuestro lado
oscuro y nuestros fantasmas, todos cometemos errores, y todos nos hemos
preguntado alguna vez si las cosas nos hubieran ido mejor en la Vida de haber tomado otras decisiones en ciertos momentos clave.
lunes, 6 de julio de 2020
Leave the Gun, Take the Cannoli (II)
Siempre se dice que
segundas partes nunca fueron buenas, pero El Padrino: Parte II es reconocida como una de las continuaciones que más claramente ha igualado (si no superado) en
calidad a una obra original ya de por sí grandiosa. Fue la primera secuela de
la historia del Cine en ganar el Óscar a la mejor película (siendo la segunda
El Retorno del Rey, y para de contar). Con ella se puso de moda lo de añadir números a las
secuelas en lugar de cambiar el título, aunque los productores de entonces pusieron
pegas porque pensaron que la gente no iría a verla por parecer “más de lo
mismo”… Qué ironía, ahora ocurre justo lo contrario, y la gente solo quiere que
le cuenten la misma historia una y otra vez. Coppola insistió en lo de añadir “Parte II” al título original porque
pensaba que era básicamente la segunda mitad de la misma historia.
A pesar de lo dicho, esta
continuación no estaba prevista cuando se escribió la primera película, pero se
empezó a preparar incluso antes del estreno en 1972 porque las vibraciones por
entonces eran ya muy buenas. Mientras que la original es más épica, la Parte II
tiene más tintes de tragedia. Varios de los elementos narrativos de la primera
(la fiesta inicial, el asesinato a sangre fría que el protagonista tiene que
llevar a cabo personalmente, la matanza final) son utilizados de nuevo en la segunda
pero no como meros calcos, sino precisamente para poner de manifiesto las
diferencias entre unos y otros y de ese modo enriquecer aún más, por contraste,
la primera película, en un fantástico ejercicio de intertextualidad.
Ya dijimos la semana pasada que en la Parte II se alternan dos líneas
temporales, una de las cuales narra cómo el niño Vito Andolini llega a
principios del siglo XX a Nueva York, desde el pueblo siciliano de Corleone, y
tiene que buscarse la vida (el cambio de apellido se produce en las aduanas por
un error en la traducción). Como curiosidad
podemos comentar que los abuelos maternos de Al Pacino proceden precisamente de
Corleone, situado al sur de la capital, Palermo. Las escenas para la película se
rodaron en otro pueblo más pequeño porque ya por los años 70 el Corleone real
estaba bastante desarrollado.
Es curioso que en la película original no se pronuncie ni una sola vez la
palabra Mafia (en la segunda sí se la nombra dos o tres veces). Los orígenes de esta organización criminal se remontan a mediados del siglo XIX en la parte occidental de Sicilia, bajo el reinado de los Borbones de
Nápoles, y concidiendo con el paso en la isla del feudalismo al capitalismo. Al
haber más dueños de tierras, más propiedad privada, aparecieron grupos
que al margen de la legalidad ofrecían protección para el ganado y los campos
de cítricos a cambio de dinero, y parece ser que a partir de ahí los métodos se
volvieron algo cuestionables en algunos casos, de lo que derivó todo lo demás… En
cualquiera de las películas de la trilogía las escenas de Sicilia aportan a la historia una gran fuerza y autenticidad, con un cambio de
tempo muy original; suponen una especie de retorno a los orígenes, a las
raíces… Esto no quiere decir que la isla se nos presente como un lugar idílico
y paradisiaco, más bien al contrario; en ella suceden muchas muertes:
Apollonia, la familia de Vito, Don Ciccio, Mary… Sicilia representa los
orígenes violentos de la Familia con mayúscula.
Como novedad principal
en el reparto tenemos a Robert De Niro interpretando a un Marlon Brando más
joven, emulando su manera de hablar entre murmullos. Para la preparación de su
personaje De Niro se pasó cuatro meses en Sicilia aprendiendo el dialecto para
poder decir sus diálogos… En esta línea temporal del relato vemos cuál fue el método del joven Vito para labrarse una reputación en Little Italy: lo hace de una forma muy
inteligente, con mucha mano izquierda, sabe utilizar la diplomacia antes de tener que recurrir a la violencia; es amable y leal con los que
le respetan y sabe darles una oportunidad, pero a la vez es terrible con los
que se le oponen… Esto cuadra bastante con la famosa frase “Le haré una oferta
que no podrá rechazar”. La escena en la que Vito mata a Fanucci con una pistola
envuelta en una toalla (en toda la trilogía solo le vemos matar personalmente a
este pequeño capo y a Don Ciccio) rima a la perfección con aquella en que
Michael mató a Sollozzo y McCluskey en el restaurante.
En la otra línea temporal, entre 1958 y 1960, Michael Corleone intenta que
sus negocios queden limpios de irregularidades, pero le resulta muy difícil
conseguirlo. Mientras Vito quería que le mostrasen respeto, Michael busca ante
todo la legalidad, pero por el camino descubre que la sombra de su padre es alargada, que es muy difícil
estar a la altura. Sin ir más lejos, las primeras escenas de la Parte II, durante
la fiesta de la comunión de su hijo Anthony, muestran cómo Michael no goza del
mismo nivel de respeto que tenía Vito: el senador Geary y hasta su propia
hermana Connie se le suben a las barbas. Hacia el final de la película queda
confirmado que Michael es un hombre sin piedad, un paranoico
que no confía en nadie y que no da ni una oportunidad a aquellos que le traicionan… Moviéndose en un mundo tan peligroso como el suyo podría pensarse que
cierta razón no le falta: al fin y al cabo Don Ciccio quería matar a Vito con
tan solo nueve años por si se vengaba en el futuro, y acabó teniendo razón… Uno
de los muchos aciertos de esta trilogía es que los personajes (y no solo los
protagonistas, también los secundarios) están muy bien escritos y presentan una
gran complejidad.
No podemos hablar de
este filme sin mencionar la muerte de Fredo, uno de los momentos cumbre de la
trilogía. El más inseguro y pusilánime de los hermanos (en la primera tirotean
a su padre porque no sabe reaccionar a tiempo), traiciona a Michael por puros celos. Del mismo modo que no consumó su venganza contra las familias rivales
hasta después de la muerte de Vito, Michael tiene esta vez la sangre fría de
postponer la ejecución de su hermano hasta que fallezca la madre de ambos (fue
Mario Puzo el que pidió este favor a Coppola mientras escribían el guion, como
si a él también le doliese demasiado hacerlo de otra forma). Al Neri será el encargado
de ejecutar el plan, y en un par de ocasiones estando Fredo presente se le ve
al fondo de la imagen, como un presagio de lo inevitable; su cruce de miradas con Michael mientras este abraza a su hermano en el
velatorio de la Mamma es realmente desgarrador.
Fredo muere pescando, en
una barca en el Lago Tahoe, mientras reza una oración para que piquen los peces. Michael lo elimina
para proteger su imperio y por extensión a su familia (¿Acaso no es Fredo
también su familia? Terrible contradicción), pero este hecho lo atormentará durante
el resto de su vida. Vito consiguió la paz en las Cinco Familias (al menos
hasta el bautizo de sangre) y que se respetase la vida de Michael gracias a que
renunció a la venganza por la muerte de Sonny, y hasta Connie acaba perdonando
a Michael por el asesinato de su marido Carlo… Michael, sin embargo, no es
capaz de perdonar a Fredo (podría simplemente haberle desterrado de la Familia)
y eso al final se vuelve en su contra; su gran defecto es su ansia de venganza,
el dejarse llevar por sus impulsos más bajos.
Es una gozada seguir a
todos los personajes secundarios de la historia a lo largo de las distintas épocas, y el que sean interpretados por los
mismos actores en las tres películas (lo que ocurre en la mayoría de los casos) le aporta más
verosimilitud y más potencia al relato. Yo no suelo tener muy buena memoria
para los nombres y los pequeños detalles,
pero cada nueva vez que veo la trilogía voy teniendo una idea más clara de
todas las relaciones y me doy dando cuenta de lo cuidados que están estos
detalles… Para que os hagáis
una idea de mi despiste, no fue hasta después de varios visionados que se me
quedó en la cabeza que en la primera peli el oponente principal es Emilio
Barzini, en la segunda es Hyman Roth y en la tercera Osvaldo Altobello.
En 1977 se reeditaron
para televisión (quitando algo de violencia, sexo y palabras malsonantes) las
dos primeras películas en orden cronológico añadiendo muchas escenas eliminadas del montaje cinematográfico: a esta
miniserie de cuatro episodios se le llamó La Saga de El Padrino.
En las escenas añadidas obtenemos información adicional muy interesante: la muerte de Genco,
anterior consigliere de Vito, la escena en que Clemenza compra los famosos
cannoli y más metraje de los jóvenes Vito, Clemenza y Tessio en Little Italy, y
de la venganza de Vito en Sicilia, así como de la bomba que Michael le pone en
el coche a Fabrizio, el responsable de la muerte de Apollonia. Los tres filmes
incluyendo todas las escenas añadidas suman casi diez horas de metraje.
Pero vayamos a la escena
final de la segunda película, en la que se muestra un recuerdo de Michael
Corleone, una vez consumada su venganza con Fredo… Se trata de un flashback a
una reunión familiar en 1941, justo después del bombardeo de Pearl Harbor, que hizo que Michael
se alistase al ejército. Para este día de rodaje se contrató a varios de los
actores que habían trabajado en el filme original, recuperando los personajes
de Sonny, Carlo o Tessio (todos ya muertos al principio de la Parte II,
recordemos). Hasta la víspera se esperaba también a Marlon Brando para interpretar
de nuevo a Vito, pero cambió de idea en el último momento, así que Coppola
reescribió el guion de un día para otro (una vez más).
La nueva planificación de la escena, en la que se celebra el cumpleaños del Padrino, engrandece la figura de Vito, la hace más mítica, a pesar de que Brando ni siquiera aparece en pantalla (o precisamente por eso)… Mientras esperan a su padre con la tarta preparada, Michael da la noticia a sus hermanos de que quiere luchar por su país, lo que provoca la ira de Sonny, que le recrimina que su país no es su familia, no es sangre de su sangre… El único que le felicita por su decisión es Fredo. En ese momento se oye llegar a Vito y todos excepto Michael se levantan y van a cantarle por su cumpleaños fuera de cuadro… Esa imagen de Michael sentado solo a la mesa es un presagio de que veinte años después, al final de la Parte II, habrá derrotado a sus enemigos pero a cambio casi todas las personas a las que quería habrán muerto o le habrán abandonado… Y en la conclusión de la trilogía cinematográfica veremos que el precio que tendrá que pagar por su frialdad y su ambición será todavía mayor, pero de eso hablaremos la semana que viene.