Hace ya varias semanas que no cuelgo fotos en el blog, así que aquí tenéis
la sexta entrega de mis imágenes de edificios antiguos, abandonados o en ruinas de Valencia, en las que trato de capturar,
escogiendo los detalles y encuadres adecuados, la Belleza de la decadencia.
lunes, 27 de enero de 2020
martes, 21 de enero de 2020
Fronteras Invisibles (II)
Seguimos con mis reflexiones acerca de los distintos tipos de barreras a la
movilidad que nos podemos encontrar en Valencia, algunas reales y otras más
bien psicológicas, y comenzamos esta segunda entrega en la antigua Barón de Cárcer,
que desde hace un par de años vuelve a ser la avenida del Oeste. No es que pase
por allí con mucha frecuencia, pero siempre me ha llamado la atención la gran
diferencia de ambiente que se respira en ambas aceras, sobre todo al caer la
noche y en el tramo más cercano a la trasera del Mercado Central y la plaza de
Brujas. Mientras la acera que da hacia la Plaza del Ayuntamiento parece más
segura para pasear, en la que da a Velluters te sueles tropezar con prostitutas
y travelos, e
incluso algún que otro tipo con pinta de yonki.
Hace unos años
una amiga mía vivía alquilada en un piso de la calle Viana, en pleno corazón de
Velluters, en el cruce con la calle Torno del Hospital, y en un par de ocasiones
en que fui a visitarla quedé horrorizado por el jaleo que había a todas horas a
escasos veinte metros de su portal, en la entrada a un par de bares que sin duda funcionaban como prostíbulos,
con una multitud de chicas y de clientes esperando que de vez en cuando se
gritaban y se peleaban en mitad de la acera, tal vez bajo los efectos del
alcohol, con frecuentes visitas de la policía cuando la cosa se iba de madre… Es
sin duda el mayor nivel de inseguridad que he podido experimentar en la ciudad
en toda mi vida, y sin embargo no acabo de explicarme cómo los efectos de este
foco de vicio y miseria no se dejan notar en absoluto al otro lado de la
avenida del Oeste…
¿Es porque los drogadictos y las prostitutas se sienten más cómodos dentro de
los límites de “su zona”, o porque los agentes del orden les llaman la atención
en cuanto cruzan la avenida? Esta frontera invisible de carácter social siempre
me ha impactado mucho por lo claramente visible que resulta, paradójicamente.
Otra de las
escasas zonas en Valencia que da un poco de respeto, aunque hace bastante que
no paso por allí, es el entorno de la calle San Pedro en el Cabanyal.
Hace un tiempo estuve toda una mañana fotografiando los graffitis del barrio, y
en esta zona me tropecé, uno detrás de otro, con un par de jóvenes gitanos de pinta
sospechosa, de esos que se te acercan e inician una jovial conversación como si
te conocieran de toda la vida, y que si te descuidas y te paras a seguirles la
corriente pasan a pedirte dinero por las buenas y al final por las malas… Lógicamente,
después de dar esquinazo al segundo di por revisada esa calle y me fui a hacer
fotos a otra parte del barrio, por aquello de no tentar a la suerte (dicen que
no hay dos sin tres).
Aunque en ese
caso conseguí salir del apuro con la cartera intacta, recuerdo que hace muchos
más años, cuando era adolescente, me atracó un punki drogadicto en una de las
estrechas callejuelas que hay cerca del Parterre, y desde entonces esa zona limitada
por las calles Pintor Sorolla, Universidad-Comedias, Paz y el Parterre me trajo
malos recuerdos y no solía adentrarme en ella, aunque estaba seguro de que no
me pasaría nada… Hace un tiempo, en uno de mis paseos por la ciudad, decidí
entrar de nuevo y quedé gratamente sorprendido al recorrer esas calles
misteriosas, siempre en penumbra por ser tan estrechas, y muy tranquilas,
prácticamente vacías de gente,
por no haber comercios o bares y por no estar de camino a ningún
sitio. Por tanto me he reconciliado con este remanso de paz, oculto a plena
vista en medio de una zona que por contraste bulle de actividad… Con el que no
me he reconciliado es con el punki en cuestión, al que me he cruzado un par de
veces por el centro y que, a pesar de estar muy hecho polvo, ha conseguido
sobrevivir a sus adicciones desde principios de los noventa.
Si hasta ahora
hemos hablado de los estratos más bajos de la sociedad, vayámonos a
continuación al otro extremo y centrémonos en los más privilegiados… Hay en la
ciudad algunas zonas de alto standing cuyos límites están claramente
delimitados: por ejemplo, la avenida Antic Regne de València separa los barrios
de Gran Vía y Russafa, siendo el primero el ensanche más noble y el segundo un
ensanche algo más popular, con el núcleo antiguo de manzanas irregulares, y con
los bloques con patio interior de menos alturas que al otro lado de la avenida…
Lo que me lleva a preguntarme: ¿Por qué se llama clase turista a la zona barata
de un avión si son precisamente los turistas
los que han hecho que Russafa sea más cara, más “de primera clase”?
Pero el caso
en el que voy a centrarme con más detalle es el del tercer barrio del distrito
de Eixample: El Pla del Remei, vertebrado por la calle Cirilo Amorós. Este
ensanche más antiguo, de finales del XIX, es una zona muy agradable para
pasear, con poco tráfico y algunos edificios modernistas bastante bonitos, pero
cuando empiezas a fijarte en los pequeños detalles (y yo he podido hacerlo
porque paso por allí con frecuencia)
te das cuenta de que hay algo en este barrio que da un poco de grima… Los
comercios, tanto dentro como fuera del Mercado de Colón, son todos de gama alta,
y la gente que te cruzas por la acera son o bien mujeres arregladísimas
comprando compulsivamente, con varias bolsas cuquis de papel colgando del codo
y el móvil en la mano, o padres de familia con gomina y fachaleco
llevando a misa a sus tres niños, todos guapísimos de anuncio y vestidos a
juego… En resumen, es el barrio pijo por excelencia del centro de la ciudad.
También esta zona
está rodeada de una barrera invisible, y parece gozar de una protección mágica
contra la pobreza que se deja ver por otras áreas bastante cercanas; en
términos de tranquilidad es como una urbanización de las afueras pero situada en
pleno centro. Nunca he visto por allí a un sintecho o a alguien pidiendo
limosna, nunca he percibido el más mínimo atisbo de conflicto, ni siquiera la
aglomeración de gente en las aceras de la cercana calle Colón… Es como esos pueblos estadounidenses de los cincuenta que salen en las películas, que de tan
perfectos que son te hacen sospechar que debe haber algo podrido de puertas
para adentro…
¿Y cuál es la
naturaleza de este hechizo protector, cómo consiguen aislarse los vecinos de
los problemas del mundo exterior? ¿Tienen acaso contactos en las altas esferas,
de modo que la policía se esmera especialmente en el cumplimiento de su tarea
en esta zona? La de las influencias me parece la explicación más razonable; no
sé si os he contado alguna vez que hace unos años los fondos destinados a la
preservación de los restos de la Muralla Árabe acabaron desviándose a la
renovación de las aceras de esta zona, gracias a un chanchullo del Ayuntamiento
del PP.
La última
frontera invisible de la que quiero hablaros es una que ha permanecido
inalterada durante exactamente siglo y medio… El pasado 9
de mayo asistí a una charla de Josep Vicent Boira en el ciclo de conferencias
“Historia de la Ciudad VIII”, celebrado en el Museo de Historia de Valencia. Se
trataba de una conferencia sobre la revuelta ocurrida del 8 al 16 de octubre de
1869, una insurrección republicana federal en contra de los monárquicos, por
entonces en el poder, que fue consecuencia de la tensión social causada por las
grandes desigualdades entre clases y por el paro generado en la industria de la
seda… Durante estos nueve días los republicanos siguieron una táctica de guerrilla
urbana, levantando hasta novecientas barricadas en las zonas del Carmen y
Velluters, barrios obreros de gran densidad de población.
La revuelta se
originó en la plaza del Mercado (el edificio modernista que hoy llamamos
Mercado Central todavía no existía, su lugar lo ocupaba el por entonces llamado
Mercado Nuevo), y el ejército desplegó efectivos por la zona de Tetuán y Barcas,
instalándose cañones que disparaban directamente sobre las barricadas. Hacia el
final de este episodio, contando las incorporaciones a la revuelta y los
refuerzos recibidos por los monárquicos, había un total de unos 6.000
milicianos luchando contra 20.000 soldados. Con el paso de los días murieron
algunos de los oficiales que comandaban las tropas del ejército, y el frente fue
avanzando hacia el este, conquistando los republicanos la parte de la tierra de nadie en torno a la calle Caballeros y los alrededores de la
Catedral. El 16 de octubre, después de un ultimátum, se dispararon unos mil quinientos proyectiles, algunos de hasta cincuenta kilos de peso, a razón de tres
o cuatro por minuto durante siete horas, sobre la zona insurrecta. Después de
esto fue fácil conseguir la rendición de los republicanos, muchos de los cuales
fueron hechos prisioneros. Aunque las cifras no están del todo claras, los
muertos en el conflicto se contaron por decenas y los heridos por centenares.
Esta revuelta fue
una de las causas que aceleraron la posterior planificación de los ensanches en
forma de retículas cuadradas, con calles rectas y más anchas, y la haussmanización del casco antiguo,
con operaciones de sventramento como la de la calle de la Paz o la avenida del
Oeste y proyectos de reforma como el del barrio de Pescadores, en los que se
demolieron manzanas enteras y se cambió por completo la fisonomía de la ciudad…
Esta política urbanística respondía a motivos no solo higienistas, que los
había, sino también sociales, para dificultar en el futuro esta guerra de
guerrillas con levantamiento de barricadas, y por tanto cualquier posible insurrección y las protestas sociales, y facilitar así la entrada de Valencia
en el sistema capitalista que se desarrollaba en toda Europa por aquella época…
Pero lo más curioso
del asunto viene a continuación: Josep Vicent Boira nos comentó hacia el final
de la conferencia que los resultados por calles de los votos a la
izquierda o la derecha en las por entonces recientes elecciones del 28 de abril
de 2019, consultados por ejemplo en la herramienta de elpais.es,
reproducían casi a la perfección las fronteras de la contienda acaecida ciento
cincuenta años atrás entre republicanos y monárquicos… Exceptuando la zona entre
la avenida del Oeste y la calle San Vicente, que se volvió más conservadora tras
el proyecto de reforma interior y la expulsión de los antiguos inquilinos.
Parece mentira que algunas cosas nunca cambien, y que las desigualdades se
mantengan e incluso aumenten con el paso de los años: a un lado de la avenida
la gente bien cenando en un restaurante de lujo, y al otro los yonkis
metiéndose un chute… Luego no me extraña que algunos se pongan a temblar cuando
nuestro nuevo y flamante GCP (Gobierno de Coalición Progresista) se propone hacer cumplir el
Artículo 14 de la Constitución Española y echar abajo estas barreras invisibles, garantizando que todo el mundo
reciba el mismo trato y tenga las mismas oportunidades independientemente de su
raza, procedencia o estrato social.
martes, 14 de enero de 2020
Fronteras Invisibles (I)
En septiembre
de 2014 hice un comentario en el blog de Carolina Otero
(creo que tanto el comentario como la correspondiente entrada han desaparecido
en una de las frecuentes remodelaciones) sobre el cementerio de Burjassot,
pegado al edificio FEDER del campus de Ciencias de la Universidad de Valencia:
“Son caprichosas e intrigantes las muchas barreras invisibles
que nos rodean por doquier, y no sólo desde el punto de vista urbanístico: Dada
la localización del cementerio y lo discreto de sus muros, estoy convencido de
que la gran mayoría de esos jóvenes ignoran que lo tienen a solo unos pocos
metros. Tan cerca, y a la vez tan lejos. Tan lejos, y a la vez tan cerca…” En
este caso en realidad lo que es invisible no es la barrera física en sí, sino la
función del recinto que encierra, ya que desde fuera no hay apenas señales de
que sea un cementerio… La cuestión es que este comentario fue la semilla de una
idea para una futura entrada en La Belleza y el Tiempo, y media década después
me dispongo a ponerla en negro sobre blanco.
¿A qué me
refiero cuando digo que voy a hablar de las fronteras invisibles dentro de la
ciudad de Valencia? Se trata de barreras a la movilidad en principio
franqueables que sin embargo en la práctica, por diversas razones, son más
impenetrables de lo que parecía… y todo esto desde mi experiencia personal,
desde el punto de vista de un peatón. No me voy a parar demasiado a hablar de
las barreras que se encuentra uno al intentar salir andando de la ciudad: al
noroeste, autopistas, intersecciones y pasos elevados con arcenes
peligrosamente estrechos; al oeste y al sur, la inmensa mole del nuevo cauce
del río Turia; al sureste,
los terrenos de la ZAL, el circuito abandonado de Fórmula 1 y sobre todo las
gigantescas instalaciones portuarias… Cuanto más te alejas del centro más
pequeño te vuelves con respecto a tu entorno y más grandes se vuelven las
distancias a recorrer hasta llegar al siguiente punto de referencia, distancias
para ser cubiertas en coche y no a pie.
Hablemos de
las barreras más evidentes dentro de
la ciudad, las que tienen bien poco de invisibles y se pueden distinguir a vuelo de pájaro… Una de la que he hablado otras veces es la playa
de vías de la estación ferroviaria del Norte y la franja de vías (futura avenida
Federico García Lorca cuando se produzca el soterramiento)
que parte la ciudad en dos hasta San Marcelino, separando Malilla de La Cruz
Cubierta. La parte este de la playa de vías se ha transformado en la Fase I del
Parque Central,
lo que permite acortar algo de camino en algunos casos, al menos en las horas
en que está abierto, pero las vías siguen siendo un obstáculo muy difícil de
salvar. Descartado el Scalextric de Giorgeta, impracticable para peatones, las
únicas opciones entre la Estación del Norte y el Bulevar Sur son el túnel subterráneo
que conecta las Grandes Vías o el paso elevado de peatones cercano a Giorgeta,
pero la gran cantidad de tiempo extra necesario para acceder a estos puntos y cruzarlos
hace que psicológicamente la barrera sea más infranqueable de lo que parece, y
que en la práctica las dos partes de la ciudad sigan estando separadas.
Otra barrera importante en esta misma zona en la que vivo es la avenida
Ausiás March, con cinco carriles en cada sentido… Incluso la avenida Peris y Valero, bastante más pequeña, se convierte en un obstáculo
cuando vas con prisa porque, comparada por ejemplo con la vecina y muy tranquila
calle Centelles, el tráfico es bastante denso y los coches van muy rápido, lo
que no te deja más remedio que esperar
a que el semáforo se ponga verde… En lo que respecta al resto de la ciudad, también
son barreras para los peatones los distintos cinturones destinados a los
coches, las famosas capas de la cebolla
de las que ya hemos hablado antes en el blog, como la ronda exterior o la ronda
de Tránsitos. En menor medida, las Grandes Vías suponen un obstáculo, aunque
algo más suave, y el viejo cauce del Turia
al menos es una barrera verde y bastante más bonita que una avenida de diez
carriles.
Hay otro tipo
más amable de fronteras invisibles que, más que actuar de barrera que te impide
el paso, sirven de barrera protectora contra el mundo exterior cuando te
encuentras dentro de sus límites. Un ejemplo sería la calle Vicent Zaragozá:
una vez la atraviesas y avanzas un par de manzanas, entrando en el corazón de Benimaclet,
tienes la sensación de estar en un pueblo, muy lejos de la ciudad… Esto pasa
también en las partes más antiguas de algunos barrios como Campanar, que
inicialmente eran un pueblo separado de Valencia hasta que la ciudad, en su
crecimiento imparable, se las tragó. Esta sensación de sentirme transportado a
otra dimensión la he tenido además en lugares como los Jardines de Monforte
o el patio interior de San Juan del Hospital.
Otro tema que
ya he tocado en el blog es el de mi curiosidad innata por recorrer hasta el más
oculto de los rincones de Valencia… Si no tengo prisa, me desvío a veces de mi camino para pasar por
calles más estrechas y desconocidas del casco antiguo, y no me da vergüenza que
los vecinos me miren desde los balcones pensando que debo ser un turista atontao
que se ha perdido buscando la Catedral o la Plaza del Ayuntamiento… Sin
embargo, hay un caso en el que todavía hoy tengo que juntar bastantes ánimos para
seguir caminando: el de callejones sin salida como los de las calles
Cañete,
Gutenberg
o Náquera.
Es como si hubiera a la entrada de estos un campo de fuerza invisible que me cuesta mucho traspasar; tal vez porque, a pesar de ser un espacio
público, aquí la intrusión en la intimidad de los vecinos es más flagrante, o tal
vez por el instinto más primario de evitar meterse en un cul de sac
en el que un atracador puede cortarte la salida y acorralarte con facilidad,
cosa bastante improbable por otra parte.
También aparecen barreras invisibles en las áreas de la ciudad que no
conoces muy bien, de modo que prefieres no entrar para no perderte.
Esto me pasaba hace muchos años con la zona de las
calles Salinas, Mare Vella y Portal de Valldigna; pero ahora que me he
familiarizado con ella la uso sin problemas para acortar camino entre la plaza
del Tossal y las Torres de Serranos, y viceversa. Hablando de las puertas de
Serranos, recuerdo que siendo más
joven, cuando quería desplazarme desde ellas a la Plaza de la Virgen usaba la
calle Navellos, hasta que descubrí que por la plaza
Cisneros se llega mucho más rápido,
siendo además una zona más tranquila y muy agradable para pasear… Otra parte
del casco antiguo a la que todavía no me he acostumbrado del todo, y en la que
a veces tengo que desandar unos metros y cambiar de ruta para evitar dar
demasiado rodeo, es la de la calle Gobernador Viejo y alrededores, aunque supongo
que poco a poco conseguiré dominar también esa zona.
Supongo que la
razón por la que me cuesta orientarme (a mí y a más gente) en estas partes
antiguas de la ciudad llenas de curvas y vericuetos es que mi mente
cuadriculada tiende a pensar que las calles están dispuestas perpendicularmente,
con manzanas rectangulares, cuando en realidad no es así. Incluso me lío cuando
las calles son rectas pero no están a 90 grados, de manera que a veces vuelvo
al punto de partida girando solo dos esquinas…
En mi adolescencia me costó un poco aprender a orientarme en los alrededores de
la Plaza Redonda hasta que entendí que las calles San Vicente y María Cristina
forman un ángulo de unos 60 grados; como la zona es pequeña y además tiene
bastantes puntos de referencia muy reconocibles, ahora me apaño perfectamente
por allí.
Sin embargo Entrepins,
un área más grande al sudoeste de la Plaza de España, con una retícula
aproximadamente triangular, con edificios muy parecidos entre sí y sin muchas
referencias reconocibles (al menos por mí), me confunde aún hoy y hace que me
desoriente con frecuencia, con lo que a veces suelo dar un poco más de rodeo
para asegurarme de que voy a llegar a mi destino. A esta zona por la que
afortunadamente no necesito pasar (o tal vez no quiero pasar) muy a menudo,
comprendida más o menos por las calles Albacete, Giorgeta-Pérez Galdós y San
José de Calasanz-San Francisco de Borja, la tengo etiquetada en mis mapas
mentales como El Triángulo de las Bermudas…
Es verdad que ahora que tengo datos en el móvil
siempre puedo tirar de Google Maps si me despisto con mis itinerarios, pero voy
a intentar usarlo solo como último recurso, para no volverme perezoso y
dependiente: es mucho mejor una persona inteligente con las calles en su cabeza
que una persona estúpida con un teléfono inteligente en su mano… Lo dejo aquí
por ahora; la semana que viene hablamos de fronteras invisibles a nivel social
y de la secular lucha de clases a lo largo de la historia de España.
lunes, 6 de enero de 2020
Un Año de Cine (II)
Este fin de
año (que algunos consideran también el fin de una década,
aunque no está muy clara la cosa)
me he dedicado, como de costumbre, a poner a punto mi agenda de papel para 2020
y a su vez releer, organizar y guardar el recambio de 2019, no sin antes
recopilar en una tablita de Excel todas las películas que he visto para hacer
un análisis similar al que realicé al terminar 2018.
Este año he sido más sistemático, así que estoy casi seguro de que no se me ha
pasado apuntar ninguna peli. Igual que la última vez, he incluido los
largometrajes tanto de ficción como documentales y los episodios de Sherlock,
que por su duración son cada uno como una película en sí mismo… La novedad este
año radica en que he decidido añadir al análisis las temporadas de series
de pocos episodios que he ido a buscar activamente por su supuesta calidad y he
visto enteras, bien solo o con amigos; no he incluido por tanto episodios
sueltos de Los Simpsons, Wild Frank o Person of Interest con los que me haya
podido tropezar en la tele por casualidad… A continuación tenéis la lista completa por orden cronológico.
Zoolander Nº2 • Los Vengadores • Criadas y Señoras • Shaun of the Dead •
Hot Fuzz • Men in Black III • Black Panther • La Guerra de las Rosas: Ricardo
III • Venganza • Estallido • 1898: Los Últimos de Filipinas • Anacleto, Agente
Secreto • Los Siete Magníficos • ¿Qué Invadimos Ahora? • Caminando Entre las
Tumbas • La Forma del Agua • Pitch Black • La Habitación • Hacksaw Ridge • Life
• Kick-Ass 2 • Rogue One • Colosal • Ghost in the Shell • Captain Fantastic
• Sinsajo, Parte 1 • Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas • Vengadores:
Infinity War • El Silencio de Otros • Las Cazafantasmas • Bohemian Rhapsody • One
Strange Rock • Lady Macbeth • Training Day • La Vida de Brian • Depeche Mode,
The Dark Progression • Una Historia del Bronx • Iron Man • Looper • Snowpiercer
• Deja Vu • Sherlock 4x02: El Detective Mentiroso • Sherlock 4x03: El Problema
Final • El Exorcista • Batman vs. Superman • Margin Call • El Franquismo en
Color • X-Men 2 • Ant Man • Sully • Annie Hall • X-Men: Días del Futuro Pasado
• Baby Driver • El Mago de Oz • Men in Black • Sicario: El Día del Soldado •
Godzilla • Sicario • Fargo • El Gran Lebowski • Evolution • Guardianes de la
Galaxia Vol.2 • Superlópez • Misión
Imposible: Fallout • El Bar • Life After Beth • Que Dios Nos Perdone • Llega de
Noche • Kiki, el Amor se Hace • La Llamada • Gru 2: Mi Villano Favorito • ¿Quién
Puede Matar a un Niño? • The Matrix • Thor: El Mundo Oscuro • El Último
Mohicano • Múltiple • Cristal • La Chaqueta Metálica • El Mito de Bourne •
Thor: Ragnarok • Juego de Tronos,
8ª temporada • Copland • Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal •
Rocco y sus Hermanos • Vengadores: Endgame • El Ultimátum de Bourne • Sin
Perdón • Reservoir Dogs • La Llamada • Las Dos Torres • El Retorno del Rey •
Cobra Kai, 2ª temporada • Bohemian Rhapsody • Sin City • Sin City: A Dame to
Kill For • Irrational Man • Hollywoodland • Planet Earth II • El Tercer Hombre
• Valor de Ley • Jonah Hex • El Desafío • It: Chapter 2 • Los 400 Golpes • ¿Qué
Invadimos Ahora? • Heat • Capitán América: Guerra Civil • Chernobyl • Passengers
• Joker • El Último Héroe de Acción • B
• Al Filo del Mañana • El Padrino III • Suburra • Paradise • La Cueva de los
Sueños Olvidados • Absolutamente Todo • Pulp Fiction • La Guerra del Planeta de
los Simios • Cristal Oscuro • Cristal Oscuro: La Era de la Resistencia, 1ª temporada
• Contact • Capitán América: El Primer Vengador • Taxi Driver • Gravity • Jumanji:
Welcome to the Jungle • Star Wars: The Rise of Skywalker • El Libro de la Selva • Campeones • Thor: Ragnarok • Bailando
con Lobos • The Dark Knight Rises • La Chispa de la Vida • Misión Imposible:
Protocolo Fantasma • El Reino
El número de
items es de 136, el mismo que el año pasado, aunque si no se incluyen las
series son 129, algo menos que en 2018. El promedio de visionados es aproximadamente de uno cada tres días, lo cual
queda lejos de ser excesivo.
Si no me equivoco el récord de películas vistas en el mismo día lo batí hacia
finales de año con tres: Bailando con Lobos, The Dark Knight Rises y La Chispa
de la Vida (aunque la de Álex de la Iglesia francamente me la podría haber
ahorrado, porque no me gustó). Me ha resultado curioso comprobar que algunas de
las pelis las he visto incluso dos veces en el mismo año. Del total de 129, 99
las vi por televisión, 20 vía Internet, ya fuese descargadas o en plataformas (legales
o no tanto) de streaming, y 10 proyectadas en pantalla grande… Y de estas
últimas, 2 las vi en el Claustro del Centro del Carmen, 2 en la terraza del
MuVIM, 2 en Nits de Cinema en La Nau, 1 en la Filmo de Verano y 3 (It 2, Joker
y Star Wars IX) de estreno en los Cines Yelmo.
Al precio de las entradas o la falta de tiempo se les une otra razón mucho
más importante para no frecuentar las salas comerciales de cine, que ya he
citado varias veces en el blog: la mala educación de algunos asistentes. Cuando
el filme es en versión original suele haber menos espectadores molestos durante
la proyección, pero en el caso de la magistral (aunque impactante)
Joker, que tuvimos que ver doblada a falta de otras opciones, los comentarios
en voz alta o los destellos de móviles encendidos se producían prácticamente
cada cinco minutos… Son situaciones en las que francamente uno se ríe por no llorar. La guinda del pastel en
lo que a malas experiencias se refiere la tuve viendo Bohemian Rhapsody con una
amiga en la Filmoteca de Verano: se nos sentó justo delante un hombre con el peor olor corporal que
os podáis imaginar, y no había asientos libres a los que cambiarse, así que
tuvimos que estar toda la película tapándonos la nariz…
Si mi memoria no me engaña, 21 de los 129 filmes los he visto acompañado, y el
resto solo o yendo al Carmen, MuVIM o La Nau por mi cuenta (ya os he comentado
otras veces que casi siempre me encuentro a algún conocido una vez estoy en el
sitio).
Hablemos de las estadísticas por géneros, recordando de nuevo que a veces
las fronteras son algo difusas y por tanto las conclusiones son solo
orientativas… De las 129 películas hay 21 que podríamos calificar de comedias,
28 dramas, 34 de acción
o thrillers, 16 del subgénero de superhéroes,
12 de fantasía, 5 de ciencia ficción hard, 5 de terror
y 5 documentales. En comparación
con el año pasado, hay más comedia y superhéroes y menos terror y ciencia ficción…
En cuanto a nacionalidades, vuelve a haber un claro predominio de películas del ámbito
angloparlante, con 109; el resto se lo reparten España con 15, Italia con 2,
Francia con 2 y Corea del Sur con 1 (algo menos de variedad internacional este
año… lástima).
En lo que respecta a nombres de directores consagrados, no hay ninguno que
se haya repetido muchas veces a lo largo del año. He visto filmes de Edgar
Wright, Quentin Tarantino o los Hermanos Coen, pero nunca más de dos o tres en
total… Sí me gustaría hablar sin embargo de Rodrigo Sorogoyen, cuyas películas me
han supuesto un descubrimiento interesante: Que Dios Nos Perdone,
con la que me tropecé un día por casualidad en la tele, y El Reino,
que vi en casa de unos amigos justo antes de las campanadas de Nochevieja. Con
un ritmo trepidante y un trabajo actoral excelente, ambos filmes son muy
críticos con la sociedad española actual, dejando muy claro que las cosas no
son blancas ni negras, sino que todos nos movemos entre distintos tonos de gris
(tirando a gris oscuro).
De nuevo este año me he puesto al día con algunos grandes clásicos que
imperdonablemente no había visto aún, como El Tercer Hombre,
Rocco y sus Hermanos y Los 400 Golpes… Especialmente las dos
últimas me parecieron muy interesantes y muy modernas para su tiempo.
Anteriormente sí había visto Besos Robados, la primera de las tres secuelas
que se rodaron de Los 400 Golpes, lo que enlaza con la siguiente estadística:
del total de 129 películas, 32 eran secuelas y 5 podrían considerarse como
remakes, lo que supone en combinación un 29% del total. ¿Y cuántos de los
filmes había visto ya con anterioridad pero volvieron a atraparme? Pues nada
más y nada menos que 69, la mitad del total, y es que hay obras maestras como
Training Day, Looper, Margin Call, Sicario, Sin Perdón o Al Filo del Mañana de
las que no llegas a cansarte nunca.
¿Cuáles de las vistas por primera vez no me convencieron? Ya he hablado
antes de La Chispa de la Vida, y Zoolander Nº2 o Absolutamente Todo tampoco me
parecieron nada del otro mundo como comedias; Venganza, con Liam Neeson como
héroe de acción sexagenario, la vi por curiosidad pero tampoco me llegó a
enganchar; y Gru 2 está graciosa pero sencillamente estoy ya un poco mayor para
este tipo de pelis… Todas las otras más o menos me gustaron, así que el
porcentaje de aciertos es bastante alto, aunque ya sabéis que yo suelo ir sobre
seguro en este tema porque me leo las críticas primero…
¿Y cuáles han superado mis expectativas? Pues las que me han gustado especialmente
han sido casi todas grandes blockbusters, lo que indica que a veces la
maquinaria de la industria de Hollywood no está reñida con la calidad de las
obras producidas, al menos en términos de entretenimiento: Infinity War y Endgame, Misión Imposible: Fallout,
La Guerra del Planeta de los Simios…
Si hablamos de presupuestos más modestos, también me han dejado un buen
recuerdo La Habitación, Llega de Noche y La Cueva de los Sueños Olvidados.
El año pasado os hablé de los distintos fan edits
que visioné, pero esta vez el tema no da para mucho porque el único que vi fue Paradise, una combinación de Prometheus y
Alien Covenant editada y abreviada que me pareció interesante, aunque no puedo
comparar con el original por no haber visto la segunda película… Voy a
concentrarme por tanto en las siete series de mi lista. Tres de ellas son de
carácter documental y las pude disfrutar por la tele: El Franquismo en Color
(aprovechando la exhumación del dictador del Valle de los Caídos), Planet Earth II (de la que ya hablé la semana pasada)
y One Strange Rock (coordinada por Darren Aronofsky,
presentada por Will Smith y con unas imágenes espectaculares). Las otras cuatro
son de ficción y las vi todas a través de Internet… Tenemos por ejemplo la
octava y última temporada de Juego de Tronos, que sí me pareció bastante
apresurada pero no me decepcionó tanto como a otros, y la segunda de Cobra Kai, que una vez perdido el elemento
sorpresa no llega al magnífico nivel de la primera pero sigue siendo divertida
y muy entretenida (hablando de otra de mis habituales citas anuales: me ha
faltado tiempo para ver la quinta temporada de Black
Mirror, me la dejo para el próximo verano).
Pero las que
más me han marcado son dos series en las antípodas una de otra: la primera basada
en hechos reales dramatizados y la segunda ambientada en un mundo enteramente
fantástico… pero ambas magistrales sin duda. En septiembre fui viendo por
Internet, a razón de uno cada dos o tres días, los cinco episodios de la
miniserie de HBO Chernobyl,
que narra de forma muy bien documentada pero a la vez muy emocionante las
consecuencias del accidente nuclear de 1986 y los esfuerzos de algunos protagonistas
por lograr que se supiese la verdad sobre lo ocurrido… No recomiendo verla en
un mal día, porque tiene muchos momentos angustiosos, pero una vez te atrapa ya
no te suelta; muy bien documentada y totalmente espectacular
desde el punto de vista visual y también narrativo.
La última serie de la que quiero hablar la vi a lo largo de cinco viernes
de noviembre y diciembre, en un plasma grande y con buena calidad de sonido,
acompañado por el mismo grupo de amigos con los que vi los fan edits el año
pasado. Se trata de Cristal Oscuro: La Era de la Resistencia,
de Netflix, serie de diez episodios de unos cuarenta y cinco minutos cada uno
que narra los hechos acontecidos con anterioridad a la peli de culto de Jim Henson de 1982, utilizando para
ello marionetas, decorados y efectos prácticos, aunque en este caso se han
añadido algunos detalles por ordenador que hacen que el aspecto final sea
incluso mejor que el de la obra original… Una historia de fantasía oscura y no recomendable para niños pequeños, pero que sacará sin duda el espíritu joven que llevas
dentro; contada con un grado de talento y libertad creativa que no es frecuente
ver hoy en día… Proyectamos los episodios de dos en dos, con una pausa en medio
para cenar unas pizzas y comentarlos un poco, y creo que ha sido la experiencia
más agradable que he tenido este año en cuanto a visionados; espero que se
repita pronto.
Con esto termino el análisis… Me resulta muy interesante echar la mirada
atrás y reflexionar sobre las películas que he visto, lo voy a
convertir en una costumbre para la primera entrada del blog cada enero… Definitivamente,
creo que 2019 ha sido un buen año
en términos de cine. La lista de títulos pendientes es larga, y muchos de los
que planeaba ver hace doce meses todavía no han caído, pero no tengo prisa…
Escribiendo estas líneas me ha surgido una pregunta: ¿Saber
que tarde o temprano voy a publicar la lista en el blog me ha hecho ser más
cuidadoso a la hora de escoger películas con un mínimo de calidad, o rechazar
las mediocres cambiando a otro canal, como hice ayer mismo con el último remake de La Momia? Si es así,
bienvenida sea esta idea, que no están las cosas como para perder el tiempo con
chorradas.
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