lunes, 27 de enero de 2020

Grietas en la Pared (VI)


Hace ya varias semanas que no cuelgo fotos en el blog, así que aquí tenéis la sexta entrega de mis imágenes de edificios antiguos, abandonados o en ruinas de Valencia, en las que trato de capturar, escogiendo los detalles y encuadres adecuados, la Belleza de la decadencia.


Fractura en una fachada haciendo esquina tomada en contrapicado

Marco antiguo de ventana en la calle Moratín

Malla verde cubriendo una pared antigua y deteriorada

Casetón con techo de uralita muy deteriorado y visto desde arriba

Graffiti de color rosa realizado justo debajo de una malla verde

Solar de la calle Serranos de Valencia visto a través de una reja metálica

Patio de luces de un edificio antiguo y deteriorado

Trazas restantes en las paredes tras la demolición de una casa, con el típico aislante naranja

Ventana medio clausurada de una casa que ya no tiene techo, con vegetación al otro lado


Forjado oxidado en forma de flechas de la parte superior de un portal de entrada

martes, 21 de enero de 2020

Fronteras Invisibles (II)


Seguimos con mis reflexiones acerca de los distintos tipos de barreras a la movilidad que nos podemos encontrar en Valencia, algunas reales y otras más bien psicológicas, y comenzamos esta segunda entrega en la antigua Barón de Cárcer, que desde hace un par de años vuelve a ser la avenida del Oeste. No es que pase por allí con mucha frecuencia, pero siempre me ha llamado la atención la gran diferencia de ambiente que se respira en ambas aceras, sobre todo al caer la noche y en el tramo más cercano a la trasera del Mercado Central y la plaza de Brujas. Mientras la acera que da hacia la Plaza del Ayuntamiento parece más segura para pasear, en la que da a Velluters te sueles tropezar con prostitutas y travelos, e incluso algún que otro tipo con pinta de yonki.

Hace unos años una amiga mía vivía alquilada en un piso de la calle Viana, en pleno corazón de Velluters, en el cruce con la calle Torno del Hospital, y en un par de ocasiones en que fui a visitarla quedé horrorizado por el jaleo que había a todas horas a escasos veinte metros de su portal, en la entrada a un par de bares que sin duda funcionaban como prostíbulos, con una multitud de chicas y de clientes esperando que de vez en cuando se gritaban y se peleaban en mitad de la acera, tal vez bajo los efectos del alcohol, con frecuentes visitas de la policía cuando la cosa se iba de madre… Es sin duda el mayor nivel de inseguridad que he podido experimentar en la ciudad en toda mi vida, y sin embargo no acabo de explicarme cómo los efectos de este foco de vicio y miseria no se dejan notar en absoluto al otro lado de la avenida del Oeste… ¿Es porque los drogadictos y las prostitutas se sienten más cómodos dentro de los límites de “su zona”, o porque los agentes del orden les llaman la atención en cuanto cruzan la avenida? Esta frontera invisible de carácter social siempre me ha impactado mucho por lo claramente visible que resulta, paradójicamente.


Prostitutas y sus clientes en la calle Viana de Valencia


Otra de las escasas zonas en Valencia que da un poco de respeto, aunque hace bastante que no paso por allí, es el entorno de la calle San Pedro en el Cabanyal. Hace un tiempo estuve toda una mañana fotografiando los graffitis del barrio, y en esta zona me tropecé, uno detrás de otro, con un par de jóvenes gitanos de pinta sospechosa, de esos que se te acercan e inician una jovial conversación como si te conocieran de toda la vida, y que si te descuidas y te paras a seguirles la corriente pasan a pedirte dinero por las buenas y al final por las malas… Lógicamente, después de dar esquinazo al segundo di por revisada esa calle y me fui a hacer fotos a otra parte del barrio, por aquello de no tentar a la suerte (dicen que no hay dos sin tres).

Aunque en ese caso conseguí salir del apuro con la cartera intacta, recuerdo que hace muchos más años, cuando era adolescente, me atracó un punki drogadicto en una de las estrechas callejuelas que hay cerca del Parterre, y desde entonces esa zona limitada por las calles Pintor Sorolla, Universidad-Comedias, Paz y el Parterre me trajo malos recuerdos y no solía adentrarme en ella, aunque estaba seguro de que no me pasaría nada… Hace un tiempo, en uno de mis paseos por la ciudad, decidí entrar de nuevo y quedé gratamente sorprendido al recorrer esas calles misteriosas, siempre en penumbra por ser tan estrechas, y muy tranquilas, prácticamente vacías de gente, por no haber comercios o bares y por no estar de camino a ningún sitio. Por tanto me he reconciliado con este remanso de paz, oculto a plena vista en medio de una zona que por contraste bulle de actividad… Con el que no me he reconciliado es con el punki en cuestión, al que me he cruzado un par de veces por el centro y que, a pesar de estar muy hecho polvo, ha conseguido sobrevivir a sus adicciones desde principios de los noventa.


Ortofoto de Valencia mostrando las diferencias entre el ensanche noble de Gran Vía y el popular de Russafa


Si hasta ahora hemos hablado de los estratos más bajos de la sociedad, vayámonos a continuación al otro extremo y centrémonos en los más privilegiados… Hay en la ciudad algunas zonas de alto standing cuyos límites están claramente delimitados: por ejemplo, la avenida Antic Regne de València separa los barrios de Gran Vía y Russafa, siendo el primero el ensanche más noble y el segundo un ensanche algo más popular, con el núcleo antiguo de manzanas irregulares, y con los bloques con patio interior de menos alturas que al otro lado de la avenida… Lo que me lleva a preguntarme: ¿Por qué se llama clase turista a la zona barata de un avión si son precisamente los turistas los que han hecho que Russafa sea más cara, más “de primera clase”?

Pero el caso en el que voy a centrarme con más detalle es el del tercer barrio del distrito de Eixample: El Pla del Remei, vertebrado por la calle Cirilo Amorós. Este ensanche más antiguo, de finales del XIX, es una zona muy agradable para pasear, con poco tráfico y algunos edificios modernistas bastante bonitos, pero cuando empiezas a fijarte en los pequeños detalles (y yo he podido hacerlo porque paso por allí con frecuencia) te das cuenta de que hay algo en este barrio que da un poco de grima… Los comercios, tanto dentro como fuera del Mercado de Colón, son todos de gama alta, y la gente que te cruzas por la acera son o bien mujeres arregladísimas comprando compulsivamente, con varias bolsas cuquis de papel colgando del codo y el móvil en la mano, o padres de familia con gomina y fachaleco llevando a misa a sus tres niños, todos guapísimos de anuncio y vestidos a juego… En resumen, es el barrio pijo por excelencia del centro de la ciudad.


Inicio de la calle Cirilo Amorós de Valencia


También esta zona está rodeada de una barrera invisible, y parece gozar de una protección mágica contra la pobreza que se deja ver por otras áreas bastante cercanas; en términos de tranquilidad es como una urbanización de las afueras pero situada en pleno centro. Nunca he visto por allí a un sintecho o a alguien pidiendo limosna, nunca he percibido el más mínimo atisbo de conflicto, ni siquiera la aglomeración de gente en las aceras de la cercana calle Colón… Es como esos pueblos estadounidenses de los cincuenta que salen en las películas, que de tan perfectos que son te hacen sospechar que debe haber algo podrido de puertas para adentro…

¿Y cuál es la naturaleza de este hechizo protector, cómo consiguen aislarse los vecinos de los problemas del mundo exterior? ¿Tienen acaso contactos en las altas esferas, de modo que la policía se esmera especialmente en el cumplimiento de su tarea en esta zona? La de las influencias me parece la explicación más razonable; no sé si os he contado alguna vez que hace unos años los fondos destinados a la preservación de los restos de la Muralla Árabe acabaron desviándose a la renovación de las aceras de esta zona, gracias a un chanchullo del Ayuntamiento del PP.


Detalle de la maqueta de Valencia del MuVIM con los alrededores de la Catedral en torno al año 1700


La última frontera invisible de la que quiero hablaros es una que ha permanecido inalterada durante exactamente siglo y medio… El pasado 9 de mayo asistí a una charla de Josep Vicent Boira en el ciclo de conferencias “Historia de la Ciudad VIII”, celebrado en el Museo de Historia de Valencia. Se trataba de una conferencia sobre la revuelta ocurrida del 8 al 16 de octubre de 1869, una insurrección republicana federal en contra de los monárquicos, por entonces en el poder, que fue consecuencia de la tensión social causada por las grandes desigualdades entre clases y por el paro generado en la industria de la seda… Durante estos nueve días los republicanos siguieron una táctica de guerrilla urbana, levantando hasta novecientas barricadas en las zonas del Carmen y Velluters, barrios obreros de gran densidad de población.

La revuelta se originó en la plaza del Mercado (el edificio modernista que hoy llamamos Mercado Central todavía no existía, su lugar lo ocupaba el por entonces llamado Mercado Nuevo), y el ejército desplegó efectivos por la zona de Tetuán y Barcas, instalándose cañones que disparaban directamente sobre las barricadas. Hacia el final de este episodio, contando las incorporaciones a la revuelta y los refuerzos recibidos por los monárquicos, había un total de unos 6.000 milicianos luchando contra 20.000 soldados. Con el paso de los días murieron algunos de los oficiales que comandaban las tropas del ejército, y el frente fue avanzando hacia el este, conquistando los republicanos la parte de la tierra de nadie en torno a la calle Caballeros y los alrededores de la Catedral. El 16 de octubre, después de un ultimátum, se dispararon unos mil quinientos proyectiles, algunos de hasta cincuenta kilos de peso, a razón de tres o cuatro por minuto durante siete horas, sobre la zona insurrecta. Después de esto fue fácil conseguir la rendición de los republicanos, muchos de los cuales fueron hechos prisioneros. Aunque las cifras no están del todo claras, los muertos en el conflicto se contaron por decenas y los heridos por centenares.


Muestra de las espadas, escopetas y pistolas utilizadas en la insurreccion de 1869 en Valencia


Esta revuelta fue una de las causas que aceleraron la posterior planificación de los ensanches en forma de retículas cuadradas, con calles rectas y más anchas, y la haussmanización del casco antiguo, con operaciones de sventramento como la de la calle de la Paz o la avenida del Oeste y proyectos de reforma como el del barrio de Pescadores, en los que se demolieron manzanas enteras y se cambió por completo la fisonomía de la ciudad… Esta política urbanística respondía a motivos no solo higienistas, que los había, sino también sociales, para dificultar en el futuro esta guerra de guerrillas con levantamiento de barricadas, y por tanto cualquier posible insurrección y las protestas sociales, y facilitar así la entrada de Valencia en el sistema capitalista que se desarrollaba en toda Europa por aquella época…

Pero lo más curioso del asunto viene a continuación: Josep Vicent Boira nos comentó hacia el final de la conferencia que los resultados por calles de los votos a la izquierda o la derecha en las por entonces recientes elecciones del 28 de abril de 2019, consultados por ejemplo en la herramienta de elpais.es, reproducían casi a la perfección las fronteras de la contienda acaecida ciento cincuenta años atrás entre republicanos y monárquicos… Exceptuando la zona entre la avenida del Oeste y la calle San Vicente, que se volvió más conservadora tras el proyecto de reforma interior y la expulsión de los antiguos inquilinos. Parece mentira que algunas cosas nunca cambien, y que las desigualdades se mantengan e incluso aumenten con el paso de los años: a un lado de la avenida la gente bien cenando en un restaurante de lujo, y al otro los yonkis metiéndose un chute… Luego no me extraña que algunos se pongan a temblar cuando nuestro nuevo y flamante GCP (Gobierno de Coalición Progresista) se propone hacer cumplir el Artículo 14 de la Constitución Española y echar abajo estas barreras invisibles, garantizando que todo el mundo reciba el mismo trato y tenga las mismas oportunidades independientemente de su raza, procedencia o estrato social.


Mapa con la posición por fechas de las barricadas en la insurrección de Valencia de 1869

martes, 14 de enero de 2020

Fronteras Invisibles (I)


En septiembre de 2014 hice un comentario en el blog de Carolina Otero (creo que tanto el comentario como la correspondiente entrada han desaparecido en una de las frecuentes remodelaciones) sobre el cementerio de Burjassot, pegado al edificio FEDER del campus de Ciencias de la Universidad de Valencia: “Son caprichosas e intrigantes las muchas barreras invisibles que nos rodean por doquier, y no sólo desde el punto de vista urbanístico: Dada la localización del cementerio y lo discreto de sus muros, estoy convencido de que la gran mayoría de esos jóvenes ignoran que lo tienen a solo unos pocos metros. Tan cerca, y a la vez tan lejos. Tan lejos, y a la vez tan cerca…” En este caso en realidad lo que es invisible no es la barrera física en sí, sino la función del recinto que encierra, ya que desde fuera no hay apenas señales de que sea un cementerio… La cuestión es que este comentario fue la semilla de una idea para una futura entrada en La Belleza y el Tiempo, y media década después me dispongo a ponerla en negro sobre blanco.

¿A qué me refiero cuando digo que voy a hablar de las fronteras invisibles dentro de la ciudad de Valencia? Se trata de barreras a la movilidad en principio franqueables que sin embargo en la práctica, por diversas razones, son más impenetrables de lo que parecía… y todo esto desde mi experiencia personal, desde el punto de vista de un peatón. No me voy a parar demasiado a hablar de las barreras que se encuentra uno al intentar salir andando de la ciudad: al noroeste, autopistas, intersecciones y pasos elevados con arcenes peligrosamente estrechos; al oeste y al sur, la inmensa mole del nuevo cauce del río Turia; al sureste, los terrenos de la ZAL, el circuito abandonado de Fórmula 1 y sobre todo las gigantescas instalaciones portuarias… Cuanto más te alejas del centro más pequeño te vuelves con respecto a tu entorno y más grandes se vuelven las distancias a recorrer hasta llegar al siguiente punto de referencia, distancias para ser cubiertas en coche y no a pie.


Dos transeúntes y una señal de tráfico frente a una pared muy alta de piedra


Hablemos de las barreras más evidentes dentro de la ciudad, las que tienen bien poco de invisibles y se pueden distinguir a vuelo de pájaro… Una de la que he hablado otras veces es la playa de vías de la estación ferroviaria del Norte y la franja de vías (futura avenida Federico García Lorca cuando se produzca el soterramiento) que parte la ciudad en dos hasta San Marcelino, separando Malilla de La Cruz Cubierta. La parte este de la playa de vías se ha transformado en la Fase I del Parque Central, lo que permite acortar algo de camino en algunos casos, al menos en las horas en que está abierto, pero las vías siguen siendo un obstáculo muy difícil de salvar. Descartado el Scalextric de Giorgeta, impracticable para peatones, las únicas opciones entre la Estación del Norte y el Bulevar Sur son el túnel subterráneo que conecta las Grandes Vías o el paso elevado de peatones cercano a Giorgeta, pero la gran cantidad de tiempo extra necesario para acceder a estos puntos y cruzarlos hace que psicológicamente la barrera sea más infranqueable de lo que parece, y que en la práctica las dos partes de la ciudad sigan estando separadas.

Otra barrera importante en esta misma zona en la que vivo es la avenida Ausiás March, con cinco carriles en cada sentido… Incluso la avenida Peris y Valero, bastante más pequeña, se convierte en un obstáculo cuando vas con prisa porque, comparada por ejemplo con la vecina y muy tranquila calle Centelles, el tráfico es bastante denso y los coches van muy rápido, lo que no te deja más remedio que esperar a que el semáforo se ponga verde… En lo que respecta al resto de la ciudad, también son barreras para los peatones los distintos cinturones destinados a los coches, las famosas capas de la cebolla de las que ya hemos hablado antes en el blog, como la ronda exterior o la ronda de Tránsitos. En menor medida, las Grandes Vías suponen un obstáculo, aunque algo más suave, y el viejo cauce del Turia al menos es una barrera verde y bastante más bonita que una avenida de diez carriles.


Autopista de varios carriles en ambos sentidos llena de un atasco de coches con las luces encendidas


Hay otro tipo más amable de fronteras invisibles que, más que actuar de barrera que te impide el paso, sirven de barrera protectora contra el mundo exterior cuando te encuentras dentro de sus límites. Un ejemplo sería la calle Vicent Zaragozá: una vez la atraviesas y avanzas un par de manzanas, entrando en el corazón de Benimaclet, tienes la sensación de estar en un pueblo, muy lejos de la ciudad… Esto pasa también en las partes más antiguas de algunos barrios como Campanar, que inicialmente eran un pueblo separado de Valencia hasta que la ciudad, en su crecimiento imparable, se las tragó. Esta sensación de sentirme transportado a otra dimensión la he tenido además en lugares como los Jardines de Monforte o el patio interior de San Juan del Hospital.

Otro tema que ya he tocado en el blog es el de mi curiosidad innata por recorrer hasta el más oculto de los rincones de Valencia… Si no tengo prisa, me desvío a veces de mi camino para pasar por calles más estrechas y desconocidas del casco antiguo, y no me da vergüenza que los vecinos me miren desde los balcones pensando que debo ser un turista atontao que se ha perdido buscando la Catedral o la Plaza del Ayuntamiento… Sin embargo, hay un caso en el que todavía hoy tengo que juntar bastantes ánimos para seguir caminando: el de callejones sin salida como los de las calles Cañete, Gutenberg o Náquera. Es como si hubiera a la entrada de estos un campo de fuerza invisible que me cuesta mucho traspasar; tal vez porque, a pesar de ser un espacio público, aquí la intrusión en la intimidad de los vecinos es más flagrante, o tal vez por el instinto más primario de evitar meterse en un cul de sac en el que un atracador puede cortarte la salida y acorralarte con facilidad, cosa bastante improbable por otra parte.


Final de la calle Cañete de Valencia, en cul de sac, con ventanas adornadas con flores


También aparecen barreras invisibles en las áreas de la ciudad que no conoces muy bien, de modo que prefieres no entrar para no perderte. Esto me pasaba hace muchos años con la zona de las calles Salinas, Mare Vella y Portal de Valldigna; pero ahora que me he familiarizado con ella la uso sin problemas para acortar camino entre la plaza del Tossal y las Torres de Serranos, y viceversa. Hablando de las puertas de Serranos, recuerdo que siendo más joven, cuando quería desplazarme desde ellas a la Plaza de la Virgen usaba la calle Navellos, hasta que descubrí que por la plaza Cisneros se llega mucho más rápido, siendo además una zona más tranquila y muy agradable para pasear… Otra parte del casco antiguo a la que todavía no me he acostumbrado del todo, y en la que a veces tengo que desandar unos metros y cambiar de ruta para evitar dar demasiado rodeo, es la de la calle Gobernador Viejo y alrededores, aunque supongo que poco a poco conseguiré dominar también esa zona.


Vista de los tejados de las casas de Valencia desde las Torres de Quart


Supongo que la razón por la que me cuesta orientarme (a mí y a más gente) en estas partes antiguas de la ciudad llenas de curvas y vericuetos es que mi mente cuadriculada tiende a pensar que las calles están dispuestas perpendicularmente, con manzanas rectangulares, cuando en realidad no es así. Incluso me lío cuando las calles son rectas pero no están a 90 grados, de manera que a veces vuelvo al punto de partida girando solo dos esquinas… En mi adolescencia me costó un poco aprender a orientarme en los alrededores de la Plaza Redonda hasta que entendí que las calles San Vicente y María Cristina forman un ángulo de unos 60 grados; como la zona es pequeña y además tiene bastantes puntos de referencia muy reconocibles, ahora me apaño perfectamente por allí.

Sin embargo Entrepins, un área más grande al sudoeste de la Plaza de España, con una retícula aproximadamente triangular, con edificios muy parecidos entre sí y sin muchas referencias reconocibles (al menos por mí), me confunde aún hoy y hace que me desoriente con frecuencia, con lo que a veces suelo dar un poco más de rodeo para asegurarme de que voy a llegar a mi destino. A esta zona por la que afortunadamente no necesito pasar (o tal vez no quiero pasar) muy a menudo, comprendida más o menos por las calles Albacete, Giorgeta-Pérez Galdós y San José de Calasanz-San Francisco de Borja, la tengo etiquetada en mis mapas mentales como El Triángulo de las Bermudas… Es verdad que ahora que tengo datos en el móvil siempre puedo tirar de Google Maps si me despisto con mis itinerarios, pero voy a intentar usarlo solo como último recurso, para no volverme perezoso y dependiente: es mucho mejor una persona inteligente con las calles en su cabeza que una persona estúpida con un teléfono inteligente en su mano… Lo dejo aquí por ahora; la semana que viene hablamos de fronteras invisibles a nivel social y de la secular lucha de clases a lo largo de la historia de España.


Ortofoto de la zona de Entrepins en Valencia, junto al Mercado de Abastos

lunes, 6 de enero de 2020

Un Año de Cine (II)


Este fin de año (que algunos consideran también el fin de una década, aunque no está muy clara la cosa) me he dedicado, como de costumbre, a poner a punto mi agenda de papel para 2020 y a su vez releer, organizar y guardar el recambio de 2019, no sin antes recopilar en una tablita de Excel todas las películas que he visto para hacer un análisis similar al que realicé al terminar 2018. Este año he sido más sistemático, así que estoy casi seguro de que no se me ha pasado apuntar ninguna peli. Igual que la última vez, he incluido los largometrajes tanto de ficción como documentales y los episodios de Sherlock, que por su duración son cada uno como una película en sí mismo… La novedad este año radica en que he decidido añadir al análisis las temporadas de series de pocos episodios que he ido a buscar activamente por su supuesta calidad y he visto enteras, bien solo o con amigos; no he incluido por tanto episodios sueltos de Los Simpsons, Wild Frank o Person of Interest con los que me haya podido tropezar en la tele por casualidad… A continuación tenéis la lista completa por orden cronológico.


Hombre joven sentado en su sofá frente a la televisión, visto desde atrás


Zoolander Nº2 • Los Vengadores • Criadas y Señoras • Shaun of the Dead • Hot Fuzz • Men in Black III • Black Panther • La Guerra de las Rosas: Ricardo III • Venganza • Estallido • 1898: Los Últimos de Filipinas • Anacleto, Agente Secreto • Los Siete Magníficos • ¿Qué Invadimos Ahora? • Caminando Entre las Tumbas • La Forma del Agua • Pitch Black • La Habitación • Hacksaw Ridge • Life • Kick-Ass 2 • Rogue One • Colosal • Ghost in the Shell • Captain Fantastic • Sinsajo, Parte 1 • Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas • Vengadores: Infinity War • El Silencio de Otros • Las Cazafantasmas • Bohemian Rhapsody • One Strange Rock • Lady Macbeth • Training Day • La Vida de Brian • Depeche Mode, The Dark Progression • Una Historia del Bronx • Iron Man • Looper • Snowpiercer • Deja Vu • Sherlock 4x02: El Detective Mentiroso • Sherlock 4x03: El Problema Final • El Exorcista • Batman vs. Superman • Margin Call • El Franquismo en Color • X-Men 2 • Ant Man • Sully • Annie Hall • X-Men: Días del Futuro Pasado • Baby Driver • El Mago de Oz • Men in Black • Sicario: El Día del Soldado • Godzilla • Sicario • Fargo • El Gran Lebowski • Evolution • Guardianes de la Galaxia Vol.2 • Superlópez • Misión Imposible: Fallout • El Bar • Life After Beth • Que Dios Nos Perdone • Llega de Noche • Kiki, el Amor se Hace • La Llamada • Gru 2: Mi Villano Favorito • ¿Quién Puede Matar a un Niño? • The Matrix • Thor: El Mundo Oscuro • El Último Mohicano • Múltiple • Cristal • La Chaqueta Metálica • El Mito de Bourne • Thor: Ragnarok • Juego de Tronos, 8ª temporada • Copland • Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal • Rocco y sus Hermanos • Vengadores: Endgame • El Ultimátum de Bourne • Sin Perdón • Reservoir Dogs • La Llamada • Las Dos Torres • El Retorno del Rey • Cobra Kai, 2ª temporada • Bohemian Rhapsody • Sin City • Sin City: A Dame to Kill For • Irrational Man • Hollywoodland • Planet Earth II • El Tercer Hombre • Valor de Ley • Jonah Hex • El Desafío • It: Chapter 2 • Los 400 Golpes • ¿Qué Invadimos Ahora? • Heat • Capitán América: Guerra Civil • Chernobyl • Passengers • Joker • El Último Héroe de Acción • B • Al Filo del Mañana • El Padrino III • Suburra • Paradise • La Cueva de los Sueños Olvidados • Absolutamente Todo • Pulp Fiction • La Guerra del Planeta de los Simios • Cristal Oscuro • Cristal Oscuro: La Era de la Resistencia, 1ª temporada • Contact • Capitán América: El Primer Vengador • Taxi Driver • Gravity • Jumanji: Welcome to the Jungle • Star Wars: The Rise of Skywalker • El Libro de la Selva • Campeones • Thor: Ragnarok • Bailando con Lobos • The Dark Knight Rises • La Chispa de la Vida • Misión Imposible: Protocolo Fantasma • El Reino


Póster de la película Avengers Endgame


El número de items es de 136, el mismo que el año pasado, aunque si no se incluyen las series son 129, algo menos que en 2018. El promedio de visionados es aproximadamente de uno cada tres días, lo cual queda lejos de ser excesivo. Si no me equivoco el récord de películas vistas en el mismo día lo batí hacia finales de año con tres: Bailando con Lobos, The Dark Knight Rises y La Chispa de la Vida (aunque la de Álex de la Iglesia francamente me la podría haber ahorrado, porque no me gustó). Me ha resultado curioso comprobar que algunas de las pelis las he visto incluso dos veces en el mismo año. Del total de 129, 99 las vi por televisión, 20 vía Internet, ya fuese descargadas o en plataformas (legales o no tanto) de streaming, y 10 proyectadas en pantalla grande… Y de estas últimas, 2 las vi en el Claustro del Centro del Carmen, 2 en la terraza del MuVIM, 2 en Nits de Cinema en La Nau, 1 en la Filmo de Verano y 3 (It 2, Joker y Star Wars IX) de estreno en los Cines Yelmo.

Al precio de las entradas o la falta de tiempo se les une otra razón mucho más importante para no frecuentar las salas comerciales de cine, que ya he citado varias veces en el blog: la mala educación de algunos asistentes. Cuando el filme es en versión original suele haber menos espectadores molestos durante la proyección, pero en el caso de la magistral (aunque impactante) Joker, que tuvimos que ver doblada a falta de otras opciones, los comentarios en voz alta o los destellos de móviles encendidos se producían prácticamente cada cinco minutos… Son situaciones en las que francamente uno se ríe por no llorar. La guinda del pastel en lo que a malas experiencias se refiere la tuve viendo Bohemian Rhapsody con una amiga en la Filmoteca de Verano: se nos sentó justo delante un hombre con el peor olor corporal que os podáis imaginar, y no había asientos libres a los que cambiarse, así que tuvimos que estar toda la película tapándonos la nariz… Si mi memoria no me engaña, 21 de los 129 filmes los he visto acompañado, y el resto solo o yendo al Carmen, MuVIM o La Nau por mi cuenta (ya os he comentado otras veces que casi siempre me encuentro a algún conocido una vez estoy en el sitio).


Joaquin Phoenix como el Joker frente a un espejo en el que hay escrito "Put On a Happy Face"


Hablemos de las estadísticas por géneros, recordando de nuevo que a veces las fronteras son algo difusas y por tanto las conclusiones son solo orientativas… De las 129 películas hay 21 que podríamos calificar de comedias, 28 dramas, 34 de acción o thrillers, 16 del subgénero de superhéroes, 12 de fantasía, 5 de ciencia ficción hard, 5 de terror y 5 documentales. En comparación con el año pasado, hay más comedia y superhéroes y menos terror y ciencia ficción… En cuanto a nacionalidades, vuelve a haber un claro predominio de películas del ámbito angloparlante, con 109; el resto se lo reparten España con 15, Italia con 2, Francia con 2 y Corea del Sur con 1 (algo menos de variedad internacional este año… lástima).

En lo que respecta a nombres de directores consagrados, no hay ninguno que se haya repetido muchas veces a lo largo del año. He visto filmes de Edgar Wright, Quentin Tarantino o los Hermanos Coen, pero nunca más de dos o tres en total… Sí me gustaría hablar sin embargo de Rodrigo Sorogoyen, cuyas películas me han supuesto un descubrimiento interesante: Que Dios Nos Perdone, con la que me tropecé un día por casualidad en la tele, y El Reino, que vi en casa de unos amigos justo antes de las campanadas de Nochevieja. Con un ritmo trepidante y un trabajo actoral excelente, ambos filmes son muy críticos con la sociedad española actual, dejando muy claro que las cosas no son blancas ni negras, sino que todos nos movemos entre distintos tonos de gris (tirando a gris oscuro).


Póster de la película El Reino de Rodrigo Sorogoyen


De nuevo este año me he puesto al día con algunos grandes clásicos que imperdonablemente no había visto aún, como El Tercer Hombre, Rocco y sus Hermanos y Los 400 Golpes… Especialmente las dos últimas me parecieron muy interesantes y muy modernas para su tiempo. Anteriormente sí había visto Besos Robados, la primera de las tres secuelas que se rodaron de Los 400 Golpes, lo que enlaza con la siguiente estadística: del total de 129 películas, 32 eran secuelas y 5 podrían considerarse como remakes, lo que supone en combinación un 29% del total. ¿Y cuántos de los filmes había visto ya con anterioridad pero volvieron a atraparme? Pues nada más y nada menos que 69, la mitad del total, y es que hay obras maestras como Training Day, Looper, Margin Call, Sicario, Sin Perdón o Al Filo del Mañana de las que no llegas a cansarte nunca.

¿Cuáles de las vistas por primera vez no me convencieron? Ya he hablado antes de La Chispa de la Vida, y Zoolander Nº2 o Absolutamente Todo tampoco me parecieron nada del otro mundo como comedias; Venganza, con Liam Neeson como héroe de acción sexagenario, la vi por curiosidad pero tampoco me llegó a enganchar; y Gru 2 está graciosa pero sencillamente estoy ya un poco mayor para este tipo de pelis… Todas las otras más o menos me gustaron, así que el porcentaje de aciertos es bastante alto, aunque ya sabéis que yo suelo ir sobre seguro en este tema porque me leo las críticas primero… ¿Y cuáles han superado mis expectativas? Pues las que me han gustado especialmente han sido casi todas grandes blockbusters, lo que indica que a veces la maquinaria de la industria de Hollywood no está reñida con la calidad de las obras producidas, al menos en términos de entretenimiento: Infinity War y Endgame, Misión Imposible: Fallout, La Guerra del Planeta de los Simios… Si hablamos de presupuestos más modestos, también me han dejado un buen recuerdo La Habitación, Llega de Noche y La Cueva de los Sueños Olvidados.


Póster de la película Mission Impossible: Fallout


El año pasado os hablé de los distintos fan edits que visioné, pero esta vez el tema no da para mucho porque el único que vi fue Paradise, una combinación de Prometheus y Alien Covenant editada y abreviada que me pareció interesante, aunque no puedo comparar con el original por no haber visto la segunda película… Voy a concentrarme por tanto en las siete series de mi lista. Tres de ellas son de carácter documental y las pude disfrutar por la tele: El Franquismo en Color (aprovechando la exhumación del dictador del Valle de los Caídos), Planet Earth II (de la que ya hablé la semana pasada) y One Strange Rock (coordinada por Darren Aronofsky, presentada por Will Smith y con unas imágenes espectaculares). Las otras cuatro son de ficción y las vi todas a través de Internet… Tenemos por ejemplo la octava y última temporada de Juego de Tronos, que sí me pareció bastante apresurada pero no me decepcionó tanto como a otros, y la segunda de Cobra Kai, que una vez perdido el elemento sorpresa no llega al magnífico nivel de la primera pero sigue siendo divertida y muy entretenida (hablando de otra de mis habituales citas anuales: me ha faltado tiempo para ver la quinta temporada de Black Mirror, me la dejo para el próximo verano).


Póster de la serie Chernobyl de HBO con un operario protegido contra la radiación


Pero las que más me han marcado son dos series en las antípodas una de otra: la primera basada en hechos reales dramatizados y la segunda ambientada en un mundo enteramente fantástico… pero ambas magistrales sin duda. En septiembre fui viendo por Internet, a razón de uno cada dos o tres días, los cinco episodios de la miniserie de HBO Chernobyl, que narra de forma muy bien documentada pero a la vez muy emocionante las consecuencias del accidente nuclear de 1986 y los esfuerzos de algunos protagonistas por lograr que se supiese la verdad sobre lo ocurrido… No recomiendo verla en un mal día, porque tiene muchos momentos angustiosos, pero una vez te atrapa ya no te suelta; muy bien documentada y totalmente espectacular desde el punto de vista visual y también narrativo.

La última serie de la que quiero hablar la vi a lo largo de cinco viernes de noviembre y diciembre, en un plasma grande y con buena calidad de sonido, acompañado por el mismo grupo de amigos con los que vi los fan edits el año pasado. Se trata de Cristal Oscuro: La Era de la Resistencia, de Netflix, serie de diez episodios de unos cuarenta y cinco minutos cada uno que narra los hechos acontecidos con anterioridad a la peli de culto de Jim Henson de 1982, utilizando para ello marionetas, decorados y efectos prácticos, aunque en este caso se han añadido algunos detalles por ordenador que hacen que el aspecto final sea incluso mejor que el de la obra original… Una historia de fantasía oscura y no recomendable para niños pequeños, pero que sacará sin duda el espíritu joven que llevas dentro; contada con un grado de talento y libertad creativa que no es frecuente ver hoy en día… Proyectamos los episodios de dos en dos, con una pausa en medio para cenar unas pizzas y comentarlos un poco, y creo que ha sido la experiencia más agradable que he tenido este año en cuanto a visionados; espero que se repita pronto.


Cartel publicitario de la serie Dark Crystal: Age of Resistance


Con esto termino el análisis… Me resulta muy interesante echar la mirada atrás y reflexionar sobre las películas que he visto, lo voy a convertir en una costumbre para la primera entrada del blog cada enero… Definitivamente, creo que 2019 ha sido un buen año en términos de cine. La lista de títulos pendientes es larga, y muchos de los que planeaba ver hace doce meses todavía no han caído, pero no tengo prisa… Escribiendo estas líneas me ha surgido una pregunta: ¿Saber que tarde o temprano voy a publicar la lista en el blog me ha hecho ser más cuidadoso a la hora de escoger películas con un mínimo de calidad, o rechazar las mediocres cambiando a otro canal, como hice ayer mismo con el último remake de La Momia? Si es así, bienvenida sea esta idea, que no están las cosas como para perder el tiempo con chorradas.