lunes, 30 de septiembre de 2013

Acordes y Disonancias (II)

En la primera parte de esta entrada veíamos que lo que es disonancia para una cultura puede ser armonía para otra, y que lo que parece ruido para una persona podría ser una música compleja e interesante para otra con el oído bien entrenado (Eso sí, digámoslo todo: hay veces que, lo mires por donde lo mires, un determinado tema musical no es más que ruido, por mucho que nos empeñemos). Con el machete entre los dientes, nos adentraremos hoy en nuevos y desconocidos territorios sonoros y seguiremos hablando de disonancias y de música con múltiples capas que descifrar, con una estructura densa y elaborada, rica en sedimentos y en nutrientes para el espíritu y para la mente, como si de la fértil tierra de la huerta valenciana se tratara.
 
 
Pero de igual forma que hacer un suelo fértil supone cultivarlo primero durante siglos, como hicieron los árabes aquí en Valencia, hacer que los temas de un álbum tengan cierto nivel de complejidad y a la vez suenen realmente bien y formen un conjunto coherente no consiste sólo en juntar muchos instrumentos y efectos al tuntún. Hace falta dedicarle tiempo y esfuerzo, pensar previamente en el enfoque que deseas proporcionarle a cada tema y darle muchas vueltas, incluso después de grabado, para ver cuál es el equilibrio que más le conviene a las distintas pistas, quitando todo lo que sobre y dando los últimos retoques si es necesario. Esto es lo que hacen los productores musicales y los ingenieros de sonido. Un ejemplo de productor que me viene a la memoria es el de Phil Spector y su famoso Muro de Sonido, usado a principios de los años sesenta, que consistía en reforzar las pistas principales de la canción con un relleno de varias guitarras acústicas y eléctricas y con arreglos de instrumentos clásicos (secciones de cuerda o viento), consiguiendo así un sonido multicapa, reverberante y denso, que daba muy buen resultado en las jukebox y en las emisoras de amplitud modulada de aquella época.
Acercándonos más al presente, tenemos a Flood, un productor musical que ha colaborado con muchos de los grupos que me gustaban en los noventa (y que me siguen gustando ahora): Depeche Mode, U2, Nine Inch Nails, Smashing Pumpkins, Nick Cave… La semana pasada estuvimos hablando de Achtung Baby, Zooropa y Pop, tres discos con los que U2 quisieron dar un cambio radical a su trayectoria (reinventarse, como se suele decir) y en los que Flood participó como ingeniero de sonido primero y como productor después: seguramente muchos de sus fans de antes renegaron de ellos al escuchar su nuevo estilo, pero está claro que ser original siempre supone correr ciertos riesgos; por lo que a mí respecta, estos discos me parecieron mucho más interesantes que los anteriores… Del mismo modo, hay grupos o artistas que ya desde los primeros álbumes prefieren cultivar un sonido complejo y difícil de descifrar, limitando así su éxito a círculos más minoritarios pero seguramente más fieles a largo plazo.
Pues nada, vamos al lío… Aquí tenéis otros cuantos temas que, si bien siguen presentando acordes raros y disonantes como los de la semana pasada, se caracterizan además y sobre todo por su riqueza de estratos sonoros, por su gran número de pistas, arreglos y efectos… en resumen, por estar muy producidos:
Sweetest Perfection – Depeche Mode: Ya os he comentado anteriormente en el blog que los Depeche son uno de mis grupos favoritos. Mis álbumes preferidos son los de finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando Alan Wilder aún tocaba en el grupo, ejerciendo también labores de producción; discos de sonido supertrabajado con los que se siguen descubriendo nuevos detalles incluso años después de haberlos comprado. Empecé a escuchar a DM en la época del Music for the Masses, un álbum lleno de canciones excelentes, pero el tema que os pongo aquí pertenece a su siguiente trabajo de estudio, Violator, también una obra maestra (y producido por Flood, por cierto). Es alucinante toda la parte final de la canción, con un sonido denso y confuso y disonancias que van cada vez a más, hasta que casi se pierde el sentido de la melodía… A pesar del título de la canción, tenemos aquí un ejemplo de imperfección hecha arte.
 
 
Stupid Girl – Garbage: No he seguido a los Garbage muy de cerca en su carrera, pero desde siempre me ha gustado esta canción, que a pesar de no presentar disonancias especialmente reseñables sí tiene un sonido potente y compacto, sin fisuras. Parece ser que los cuatro componentes del grupo, incluida la cantante Shirley Manson, participaban por igual en las tareas de composición y producción, pero me da en la nariz que era el batería Butch Vig, productor del Nevermind de Nirvana y de varios discos de Smashing Pumpkins, el que llevaba un mayor peso a la hora de decidir qué atmósfera sonora se le daba a los temas.
Grace – Jeff Buckley: Cuando vi por casualidad el vídeo de este tema en la MTV, hace muchos años, sus extraños acordes, sus secuencias melódicas y el sonido tan recargado me impactaron inmediatamente; este tío jugaba en otra liga, no se parecía a nada que yo hubiese oído antes… Las armonías, la instrumentación y la voz tan peculiar de Jeff, hermosa y desesperada, me gustaron tanto que fui en seguida a comprarme el disco. Sin duda una preciosa e inclasificable canción, delicada y melancólica pero a la vez potente, de un artista auténtico y muy original que lamentablemente ya no se encuentra entre nosotros. ¿Cuántas buenas canciones nos habremos perdido desde 1997 por no tenerle aquí? Una pena, pero disfrutemos de lo poco que nos dejó, que no es moco de pavo.
In Your Room – Depeche Mode: El Songs of Faith and Devotion está, junto con los dos mencionados antes, entre mis discos preferidos de este grupo. Aunque actualmente todavía los sigo, hubo una época hace años en la que estaba casi obsesionado por conseguir todos los singles y remezclas que sacaban, bien comprándolos o bien pidiéndolos a amigos míos también fans del grupo. Este tema en particular (más bien habría que decir temazo) es un buen ejemplo de algunos de los rasgos que caracterizan al grupo. Por una parte, no sólo la música es excelente, sino que también están muy trabajadas las letras, profundas y sinceras hasta llegar a ser muy crudas a veces. Por otro lado, a la hora de componer manejan en su imaginación tantas capas sonoras para una sola canción que les dan para hacer no sólo la versión del álbum, sino también remixes, y remixes, y remixes que suenan todos estupendamente pero que al mismo tiempo parecen temas distintos, a primera vista… La versión original de In Your Room me la reservo para otra entrada del blog, más adelante, y aparte de eso tened por seguro que los Depeche acabarán teniendo más tarde o más temprano una entrada musical para ellos solos.
There Is a Light – Nick Cave: Como último ejemplo, aquí os dejo este fantástico tema, deliciosamente denso, barroco y oscuro, lleno de disonancias y distorsión, confuso sin llegar a ser incomprensible pero acercándose bastante en algunos momentos. Me encanta la parte de la transición entre las estrofas y el estribillo, con esas débiles notas del órgano que van siguiendo a las tónicas de los acordes como con retraso, como a trompicones, y que transmiten una maravillosa sensación de calma tensa, inestable, como de estar inmerso en un sueño extraño que en cualquier momento puede volverse pesadilla. ¿Y qué podemos decir de la base rítmica? Potente, primaria, arrolladora, imparable, con un sonsonete parecido al de un tren en marcha… La acertada combinación de todos los elementos, de hecho, da lugar a lo que podríamos calificar como una auténtica locomotora de sonido.
 
 
En la primera parte de esta entrada hablábamos de las canciones que no se acaban de comprender del todo las primeras veces que se escuchan, y de la satisfacción que supone empezar a vislumbrar la Belleza oculta detrás de su aparente complejidad; hicimos una comparación entre estas canciones y las personas con un sistema de principios sólido y coherente pero un poco alejado de los convencionalismos sociales, personas que resultan tanto más interesantes cuanto más las conoces, si les das una oportunidad… ¿Por qué no llevar este paralelismo al siguiente nivel y hablar de todo aquello que existe? El Sentido de la Vida, la razón de nuestra presencia aquí, también es a primera vista algo difícil de entender, de concretar en palabras. Es complicado conciliar de manera armoniosa las maravillas del Universo con nuestra propia fecha de caducidad en él. ¿Y por qué hay sufrimiento en el Mundo? ¿Es posible alcanzar una relativa felicidad y paz de espíritu? Nos preguntamos si será el caos el que rige la música de nuestras vidas o si por el contrario la Existencia encierra un acorde exótico y complejo pero coherente al fin y al cabo, un acorde ideado por un compositor con ganas de jugar a las adivinanzas y con un retorcido sentido del humor… Nos preguntamos si será posible llegar a experimentar algún día la gran emoción de empezar a comprenderlo Todo acerca de Todo… Nuestras vidas se asientan sobre una serie de elementos deslavazados, inconexos y a veces incluso contradictorios, como notas discordantes, pero es nuestro deber observar detenidamente todas las piezas del rompecabezas y esforzarnos por encontrar patrones, por descubrir la nota principal y el tipo de acorde que subyace tras el aparente ruido que nos rodea.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Acordes y Disonancias (I)

No, a pesar de lo que pueda parecer por el título no vamos a hablar de una película de Woody Allen. Si en la anterior entrada nos centrábamos en el sentido de la vista hoy cambiamos al del oído, ya que (al igual que la Imagen) la Música puede ser una fuente de Belleza inagotable, si sabes tener las orejas bien abiertas. Ya hace dos milenios y medio, en época de Pitágoras, Platón y Aristóteles, se consideraba que las Ciencias Exactas estaban formadas por cuatro disciplinas, relacionadas todas ellas con los números: Aritmética, Geometría, Música y Astronomía. Y es cierto que la Música tiene mucho que ver con las Matemáticas, aunque no seamos conscientes de ello: dos notas que suenan simultáneamente nos parecen agradables y armónicas entre sí cuando la relación entre sus frecuencias sonoras viene dada por el cociente de dos números sencillos. Por ejemplo, un sonido y su equivalente de la octava superior (un Do y el Do siguiente hacia los agudos, por poner un caso) tienen frecuencias que son una el doble de la otra; y lo que llamamos un intervalo de quinta (por ejemplo Do y Sol) tiene frecuencias relacionadas por un factor de tres medios. El conjunto de una nota, su tercera, la quinta y la octava superior forman lo que llamamos un acorde, que puede ser mayor o menor pero en cualquier caso tiene un significado emocional bien determinado en la cultura musical occidental: más alegre en el caso del modo mayor y más melancólico en el del menor.
 
 
Sin embargo, a partir del siglo XIX va aumentando la complejidad de las armonías en nuestra música y se toman prestados elementos de otras culturas. Estos nuevos acordes, a pesar de parecernos combinaciones extrañas al principio, han ido siendo aceptados por el gran público, y el nivel de complejidad de las secuencias de acordes en un determinado tema o canción ha aumentado enormemente conforme avanzaba el siglo XX. También ha habido una evolución muy importante en cuanto a los ritmos, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. Hoy en día la diversidad de estilos y la riqueza de nuestro patrimonio musical es enorme, aunque siempre hay nuevas fronteras que alcanzar: por ejemplo, nuestros oídos todavía no están entrenados para distinguir más de doce sonidos distintos (separados por semitonos) dentro de una octava, mientras que las escalas de algunas tradiciones musicales de Oriente utilizan cuartos de tono, llegando incluso a haber escalas microtonales con más de cuarenta notas distintas. Aquella parte de la Música que puede ser explicada por la Ciencia (como ya intentaban los sabios de la Grecia clásica) se va revelando cada vez más amplia y compleja, a la vez que queda claro que otros aspectos de la experiencia musical entran de lleno en el terreno de lo subjetivo, ya que la misma canción escuchada por dos personas distintas nunca despertará en ambas exactamente los mismos sentimientos… El hecho de que no sea una Ciencia tan Exacta como parecía es lo que hace a la Música algo tan maravilloso y apasionante.
Hace tiempo os comenté que me gustan las canciones originales, fuera de lo común y con un cierto nivel de sofisticación: un tema armónicamente complejo permite transmitir sentimientos más complejos, y por tanto te cuenta una historia más interesante, a veces sin necesidad de palabras. Una canción simple como el funcionamiento de un botijo no da más de sí después de unas pocas audiciones, mientras que un tema más trabajado y de cierta complejidad te permite descubrir nuevos detalles cada vez que lo escuchas y no te llega a aburrir nunca. En ocasiones ocurre que una determinada canción no te gusta las primeras veces que la oyes porque presenta un patrón rítmico o armónico muy extraño, que no acabas de entender del todo… pero si le das unas pocas oportunidades más empiezas a cogerle el tranquillo, a comprender sus reglas internas (a veces de forma consciente, a veces más intuitiva) y a ver cierto orden donde antes parecía haber sólo caos. Y el hecho de que descifrarla haya requerido un mayor esfuerzo de concentración es lo que te produce una especial satisfacción; es como descubrir un rincón del bosque, oculto pero muy hermoso, al que sólo unos pocos afortunados han tenido acceso. Esto hace que la disfrutes más, y a veces se convierte incluso en una de tus canciones favoritas. Del mismo modo, y haciendo uno de esos paralelismos que tanto me gustan, hay por ahí personas realmente interesantes que pasan inadvertidas a no ser que vayamos más allá de la primera impresión y dediquemos un cierto tiempo para llegar a conocerlas bien… Sin embargo, en este mundo dominado por las prisas, en el que triunfan las baladitas ñoñas de dos minutos con las que nos machacan Los 40 Principales, no muchos están dispuestos a conceder a nadie una segunda oportunidad… y así nos luce el pelo. Pero volvamos al tema original, que me voy por las ramas.
 
 
Para no quedarme en la teoría respecto a todo esto, en la presente entrada doble incluiré unos cuantos ejemplos de canciones que me parecen especialmente curiosas, bien por presentar acordes disonantes y aparentemente extraños, bien por su complejo entramado de múltiples capas sonoras, o bien por incluir en algún punto una distorsión del sonido que se aleja de toda armonía posible. Espero que les pilléis la gracia y os gusten tanto como a mí.
Being for the Benefit of Mr. Kite – The Beatles: ¿Qué podemos agregar sobre los Beatles que no se haya dicho ya? El Sgt. Pepper es uno de mis discos preferidos del grupo de Liverpool, y por aquel entonces, segunda mitad de los sesenta, empezaba una etapa muy interesante a nivel musical. De este tema se puede destacar el marcado contraste entre los trozos cantados, con un sonido más convencional, y los fragmentos instrumentales, totalmente novedosos en su época, hechos a base de mezclar varios loops con samplings y efectos hacia delante y hacia atrás, que generan un maravilloso ambiente onírico-circense. Me resulta curioso cómo al escuchar ese batiburrillo de carrillones tocando distintas melodías en todos los tonos posibles, siempre tengo la impresión de que en un par de momentos ese caos acompaña por un segundo a la melodía principal de manera armónica; mi cerebro sigue buscando consonancias donde realmente no las hay, ansía el orden dentro del caos.
You Only Live Twice – Nancy Sinatra: Por lo general me gusta el estilo de las canciones para las películas de James Bond, pero ésta en particular me parece especialmente hermosa. Me encanta la sensación de paz que transmiten el arpa y la sección de cuerda, y el interesante contraste entre la melodía descendente que acompaña a la voz y los exóticos acordes de fondo de los violines, ligeramente disonantes en sí mismos y respecto a la melodía pero a la vez muy agradables de escuchar.
Why You Wanna Trip on Me – Michael Jackson: He aquí un buen ejemplo de que Jackson, a pesar de ser un artista de masas, experimentaba bastante con el sonido de algunos de sus temas. Todavía hoy me siento confuso al tratar de describir con palabras qué es lo que tiene de especial esta canción… Las armonías del estribillo no tienen nada de raro, pero escuchar las estrofas me produce cierto desasosiego que seguramente tiene que ver con alguna diferencia de medio semitono entre las distintas pistas, que aún no he sabido identificar. Es posible que también haya una pequeña diferencia de tonalidad entre el estribillo y las estrofas, pero ya os digo que esto no es easy-listening en absoluto; estas diferencias son muy sutiles y es difícil percibirlas… Cualquier ayuda o explicación adicional con la que queráis contribuir a través de los comentarios será bienvenida.
 
 
Black Hole Sun Soundgarden: Recuerdo que hace muchísimo tiempo intenté sacar la partitura con los acordes de esta canción para piano (todavía debo tenerla por ahí) y me costó un montón captar todos los detalles… Tiene muchas disonancias no sólo dentro de cada acorde, sino en la propia secuencia de acordes, que es bastante extraña y original, y en algunos momentos no acaba de quedar muy claro cuál es la nota tónica o la dominante. Habréis observado que en este tipo de entradas por lo general pongo los enlaces a las canciones sin incluir los videoclips, para que os concentréis en la Música sin que os distraiga la Imagen: en este caso en concreto el vídeo era bastante perturbador (aunque algunos de los efectos visuales se han quedado un poco anticuados), pero podéis comprobar que la canción por sí sola también tiene una cierta cualidad onírica y malsana, y no pierde ni una pizca de su poder evocador. Hay temas de Soundgarden que aún hoy en día siguen escapando a mi entendimiento, que se pasan de experimentales para mi gusto, pero por otro lado algunas de sus canciones me parecen verdaderas obras maestras.
Zoo Station – U2: Para terminar por hoy, he aquí el tema que abre el Achtung Baby, mi disco favorito de U2, seguido en el Top 3 de mi ranking por los dos siguientes, Zooropa y Pop. La primera vez que oí el principio de la canción pensé por un momento que el CD o los altavoces estaban defectuosos: parece que falten algunas pistas de sonido, y los golpes de la percusión suenan distorsionados, sucios, saturados, y entrecortados como si el cable hacia la amplificación estuviese pelado e hiciese un mal contacto. Además, la imperceptible base rítmica (de sonido similar a una marimba) y los glissandos de guitarra que suenan previamente a la aparición de la percusión están muy bajos de volumen, por lo cual nuestra primera reacción (si no conocemos el tema) es subirlo, con lo que el resto de la canción se oye más fuerte y potente. Y el truco es doble (y doblemente eficaz), porque al contraste de volúmenes se añade el de la nitidez sonora que comentábamos antes: en comparación con la distorsión del principio, el resto de la canción parece tener un sonido más limpio y más brillante, y subjetivamente gana mucha fuerza. En resumen: un fantástico trabajo de composición y producción y toda una declaración de intenciones, abriendo un disco que suponía un gran cambio respecto a los anteriores de la banda. Creo que los contrastes de cualquier tipo (armónicos, rítmicos, de volumen, de estilo…) son muy útiles a la hora de hacer que la Música sea más interesante, ya que intensifican la experiencia estética derivada de escucharla. De hecho, creo que cualquier tipo de experiencia estética se ve potenciada por el contraste, y de ahí el nombre de este blog: es la fugacidad de las cosas en el Tiempo, el saber que mañana ya no estarán aquí, lo que nos hace valorar aún más su Belleza. La próxima semana, más ejemplos de canciones que han encontrado el equilibrio justo entre armonía y disonancia; más ejemplos de ambientes sonoros densos y complejos en los que hay que adentrarse con el machete entre los dientes.

lunes, 16 de septiembre de 2013

No Pierdas Detalle

Hace tiempo, en una de las entradas más visitadas del blog, estuve hablando de los complementos que algunas mujeres se añaden sin necesidad para parecer más hermosas, y comenté de pasada que las gafas son un ejemplo del caso contrario: hay muchas mujeres (y también hombres) que no se las ponen cuando en realidad les hacen bastante falta. Os prometí que le dedicaríamos a este tema una entrada aparte, y aquí la tenéis. Hay muchos filmes que utilizan este tipo de situaciones como recurso humorístico: me viene a la memoria por ejemplo Cómo Casarse con un Millonario, que, aun pareciéndome en general una película bastante tonta, tiene varios momentos realmente cómicos gracias al personaje de Pola, interpretado por una joven Marilyn Monroe, que es miope y se avergüenza de necesitar gafas, quitándoselas en cuanto aparece algún hombre. Me asombró al verla lo bien que la Monroe resolvía las escenas de comedia física, lo graciosa que estaba imitando las reacciones de un miope sin gafas. Posteriormente me he enterado de que en la vida real Marilyn también era corta de vista, así que posiblemente ni siquiera le hacía falta fingir mucho en esas escenas… Lamentablemente, cuando se trata de cosas como ésta, a veces la realidad supera a la ficción.
Os asombraríais si supierais la cantidad de gente que va por ahí perdiéndose los pequeños detalles, ésos que le aportan un aliciente extra a la Vida, sólo por aparentar que no necesitan gafas. Yo mismo recuerdo, aunque no diré nombres, al menos cinco o seis casos entre mis amigos y conocidos. Es una lástima que tantas personas, por falta de confianza en su propio aspecto o por simple falta de curiosidad hacia lo que les rodea, elijan verlo todo borroso. Incluso en el caso de que alguien pueda desenvolverse razonablemente bien en el día a día sin ponerse sus gafas y crea que sólo las necesita para consultar la cuenta en los restaurantes, habrá otras muchas pinceladas de Belleza a su alrededor que le estarán pasando inadvertidas continuamente. Si ya la dinámica imperante hoy día, basada en las prisas, los resultados a corto plazo y la simplificación arbitraria de las cosas, hace que mucha gente tenga la mente cerrada a estos detalles cotidianos, el no ver correctamente (con los ojos) imposibilita física, y por tanto totalmente, el acceso a todo este nivel adicional de Belleza que nos rodea de forma discreta.
 
 
Además, decisiones de este tipo difícilmente se comprenden teniendo en cuenta que hoy en día se pueden elegir cristales de alto índice de refracción que hacen las lentes más delgadas y estéticas, tratamientos antireflejantes que dejan ver mejor los ojos y monturas elegantes y armónicas para cualquier tipo de rostro: alargado, redondeado, grande, pequeño… Es verdad que las lentes de contacto son, hoy por hoy, una alternativa para los que necesitan corregirse la vista y no quieren que los demás lo noten, pero incluso en este caso es necesario combinarlas con unas gafas para respetar el número máximo de horas que deben llevarse las lentillas cada día, algo que muchos y muchas se saltan a la torera continuamente, con el consiguiente deterioro a largo plazo de su salud ocular por la erosión y escasa oxigenación corneal. En resumen: a la larga las lentillas son peores que las gafas, pero reconozco que llevarlas al menos es mejor que nada. Le habrían venido muy bien por ejemplo a Ed Exley, el personaje de Guy Pearce en L.A. Confidential, al que hasta sus superiores le decían que un policía no lleva gafas; aconsejarle esto a un hombre que tiene que disparar un arma en su trabajo me parece el colmo de la irresponsabilidad, y estoy seguro de que en este aspecto ha acabado por imponerse el sentido común y ya no se dan casos similares.
Aunque en los ejemplos que conozco de primera mano no hay vidas en juego por el hecho de no corregir una o dos dioptrías, sigo sin entender que haya quienes prefieran tener este problema pero que no se note a dejar que se sepa que han solucionado el problema. A estas alturas deberíamos habernos dado cuenta ya de que nadie es perfecto, de que las cosas nunca son como en las películas (al menos las películas que no hablan de gafas), donde todo el mundo tiene una visión del 100% y además es inteligente, alto, guapo, rubio y de ojos azules… Por mucho que queramos disimular ante nuestros conocidos o nuestros posibles ligues, más tarde o más temprano se dará una situación en la que quedará de manifiesto que no vemos tres en un burro, así que ¿a quién pretendemos engañar? Me asombra este empecinamiento de algunos en negar la realidad, clara muestra de falta de madurez. Las personas que están más pendientes de lo que los demás piensen de ellas que de sacarle todo el jugo a la Vida, como ya hemos comentado en otras ocasiones, han perdido el rumbo.
 
 
Me acuerdo ahora mismo del caso extremo de John Lennon, que incluso teniendo diez dioptrías de miopía, de joven se quitaba siempre las gafas, quedándose prácticamente ciego, para salir en las fotos o tocar en los conciertos. Por fortuna, con el paso del tiempo el malogrado músico puso en orden sus ideas, aprendió a aceptarse tal y como era y se acostumbró a llevar siempre las gafas, sin preocuparse por lo que pensaran los demás… Hasta creó un estilo propio, el de cristales pequeños y redondos, que desde entonces lleva su nombre. Hablando de tipos con estilo, otro que realmente me alucina es Berto Romero, que usa monturas de pasta sin cristales sencillamente porque le da la gana…
Pero hablemos un poco de mí. Al igual que Berto, he sido bendecido con una nariz bastante importante, una nariz con personalidad (a juego con el propietario). Precisamente por esta razón me sienta bien llevar gafas: me disimulan la napia y me armonizan los rasgos de la cara, y además, como son de hipermetropía, me hacen los ojos un poco más grandes (y más arrebatadores aún, si cabe). De todos modos, no las llevo por todo esto, sino porque realmente las necesito para ver bien; y la verdad es que no me puedo quejar, porque tengo una agudeza visual excelente (del 200%, la última línea de la imagen de arriba) con ellas puestas, lo cual significa que, aunque la curvatura de mis córneas no sea la apropiada para el tamaño de mis ojos, las células receptoras de mis retinas y mis conexiones hacia el córtex visual están en perfecto estado. El caso es que después de muchos años de usarlas (las gafas, no las retinas) me siento muy cómodo con ellas y sólo me las quito para dormir, para ducharme, cuando me baño en la playa, y en esos momentos en los que la vista queda relegada a un segundo plano y se centra toda la atención en otros sentidos (ya me entendéis).
 
 
De paso que mencionamos las relaciones íntimas, permitidme que acabe la entrada de hoy explicando qué es lo que más me indigna en cuanto al tema de las gafas. Sólo hay algo peor que dejarse llevar por estúpidos prejuicios (para perjuicio propio), y es fomentarlos en los demás (para perjuicio ajeno); por lo tanto me parece prehistórica, ridícula y detestable la actitud de los que animan a otra persona (normalmente su pareja, o su pareja potencial) a quitarse las gafas para resultar más atractiva, como si pensaran que la mera presencia de este complemento en su cara la convierte en alguien completamente distinto, alguien aborrecible. Son estos egoístas, que anteponen sus ideas preconcebidas al bienestar de la persona (supuestamente) amada, los que en realidad están ciegos, y se merecen todos ellos una respuesta tan aguda y tan cortante como la del personaje de Kate Winslet en Enigma… En un momento dado de la película le comentan: “¿Sabes una cosa? Sin las gafas mejoras bastante.” A lo que ella responde: “¿Sabes? Tú también mejoras cuando me las quito.”
En resumen, creo que ha quedado claro que lo importante no es cómo te ven, sino cómo ves tú… Personalmente, no creo que una mujer con gafas tenga que quitárselas para ser sexy; querer ver bien, no querer perderse ni un ápice de Verdad o de Belleza de este Mundo maravilloso que nos rodea, me parece la opción más inteligente. Y que no os quepa la menor duda: la inteligencia es sexy.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Un Paseo por Brick Lane (II)

Os subo, como prometí, más imágenes tomadas entre los barrios de Shoreditch y Whitechapel, en esta selección ofrecida por partes, al más puro estilo de Jack. Quiero aprovechar para hacer una puntualización sobre las imágenes que ilustran las entradas de este blog: aunque en un principio me propuse utilizar sólo fotos hechas por mí mismo, y así os lo hice saber, conforme pasaron las semanas me fui dando cuenta de que encontrar la imagen adecuada mirando sólo en mis archivos era algunas veces muy costoso y otras prácticamente imposible. El porcentaje de fotos e ilustraciones sacadas de Internet, por tanto, ha ido aumentando, lo cual se ha traducido en mi opinión en un incremento de la calidad de las entradas, ya que ahora puedo elegir sin restricciones las imágenes que complementan el texto a la perfección. De todos modos, siempre que pueda seguiré utilizando mis fotos, y en los casos de entradas como ésta, basadas en fotografías, todas ellas serán sacadas por mí, por supuesto, en Valencia o en alguno de mis viajes. De lo que también podéis estar seguros es de que, ya sea en imágenes o por medio de texto, volveréis a oír hablar en el blog de estos gloriosos días pasados en Londres.
 









 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Un Paseo por Brick Lane (I)

Ya os he comentado alguna vez que no suelo viajar mucho, pero todos los veranos me reservo unos días para visitar otra ciudad y conocerla a fondo. Hace muy poco he estado en Londres, empapándome de su historia y de sus calles, y comiendo cocos. Entre otras cosas, me he dado una vuelta por los alrededores de Brick Lane, una zona del East End londinense muy conocida por su arte urbano, y he sacado un montón de buenas fotografías, de modo que he decidido compartir las más interesantes con vosotros. Era tan difícil hacer una selección de las diez mejores obras que al final he decidido coger veinte y subirlas en dos entregas: aquí tenéis las primeras diez. Más adelante dedicaré alguna entrada del blog al arte urbano de Valencia, que también lo hay, y muy bueno.