lunes, 28 de enero de 2013

A Cinco Metros Bajo Tierra (II)

Estamos ya en la segunda parte de esta entrada y aún no os he explicado el porqué del título, aunque algunos ya os habréis percatado de que juego con la expresión “A Dos Metros Bajo Tierra”, solo que en este caso no estamos hablando (todavía) de personas muertas, sino de una ciudad que sigue muy viva hoy. No hay más que ver el ambientillo que se disfruta cualquier día y casi a cualquier hora en la Plaza de la Virgen, uno de mis lugares favoritos de la ciudad, con una amalgama de gente de muy distinta procedencia y condición disfrutando junta del espacio público, como tiene que ser. ¡La ciudad para los peatones!
A poca distancia de allí y más o menos cinco metros por debajo están los restos más antiguos del yacimiento de l’Almoina, cita ineludible para todo amante de la arqueología que viva en Valencia o que esté de paso. Lo bueno del Centro Arqueológico es que todos los elementos arquitectónicos están in situ, es decir, no han sido trasladados allí sino que se han dejado tal cual en el lugar en que se han encontrado. Para complementar los restos de los edificios, hay expuestos objetos correspondientes a las distintas épocas y se han instalado pantallas que proyectan vídeos y recreaciones infográficas explicativas de los contenidos del Museo. En mi opinión, tanto la intervención para añadir la cubierta de cristal como la planificación del itinerario se han hecho con muy buen criterio. Como otros muchos museos de la ciudad, l’Almoina abre de martes a sábado todo el día y los domingos por la mañana. Hay visitas guiadas y visitas libres, y creo recordar que hay turnos con aforo limitado cada media hora, de modo que en los días de mucha afluencia es necesario reservar con antelación. Si no me equivoco, las visitas libres en sábados y domingos son gratuitas, y en el resto de casos la entrada es de 2€, o 1€ con descuento.
 
 
Al estar el Museo en la zona más antigua de la ciudad, la densidad y la diversidad de los hallazgos es tal que se puede percibir claramente la diferencia de altura entre los estratos de las distintas épocas, se puede ver cómo va subiendo la cota con el paso de los siglos. Lógicamente, en otros lugares de la ciudad pueden ser diferentes las profundidades correspondientes a las distintas etapas históricas, pero tiene especial interés (y es más romántico) centrarnos en el punto donde nació Valencia. ¿Cómo se consigue que una ciudad (o al menos su zona centro) suba de nivel unos cinco metros en dos milenios? En lugares donde la sedimentación se debe a causas naturales, exclusivamente geológicas, el ritmo de estratificación es mucho más lento, sobre todo si hay poca agua cerca… Veamos pues cuáles han sido los factores principales que han hecho que esta entrada pueda perfectamente titularse Amunt València!
Partamos de la cota más baja, en la época de la fundación: si en nuestra visita al Museo nos fijamos en el nivel de las Termas y el Cardo Máximo de la etapa romana republicana (alrededor del 100 a.C.) y lo comparamos con el nivel de la calle en la Valentia imperial (en torno al 100 d.C.) veremos que hay una diferencia de altura de 1’5 metros entre la República y el Imperio. ¿A qué se debe tal aumento de la cota? Troya no es la única ciudad que ha sido escenario de sangrientos conflictos bélicos: en el año 75 a.C. Valentia se vio envuelta en una guerra civil en el seno de la República de Roma, que en nuestro caso enfrentó a los ejércitos de Pompeyo y Sertorio. La ciudad era fiel a Sertorio, gobernador de Hispania, pero estando éste en las tierras del sur Pompeyo aprovechó para atacar y venció a sus lugartenientes bajo las murallas de Valentia, causando diez mil bajas a los defensores de la ciudad. Como escarmiento, muchos de los prisioneros fueron torturados y ejecutados en el Foro y, con la única excepción del Santuario dedicado al dios Asklepios, Valentia fue completamente arrasada e incendiada, convirtiéndose en una ciudad fantasma y en ruinas durante más de cincuenta años, hasta el momento de su segunda fundación, aunque realmente no volvió a ser la ciudad que había sido hasta finales del S.I d.C.. Estos hechos han sido confirmados por el hallazgo en el yacimiento de l’Almoina de los restos mutilados de catorce hombres, cubiertos por una capa de ceniza. Los historiadores y arqueólogos conocen los conjuros necesarios para hacer que las ascuas apagadas se enciendan de nuevo y los esqueletos sin piernas les susurren al oído, en voz muy baja, estas historias de los Tiempos Antiguos.
 
 
También tenemos noticias de conflictos ocurridos durante la época imperial: por ejemplo, hacia el año 260 Valentia es destruida y reconstruida rápidamente en el transcurso de otra guerra. Sin embargo, no hay diferencia de nivel entre la etapa imperial y la visigoda porque la decadencia del Imperio Romano y la oleada de inmigración de pueblos germánicos como los Suevos y los Visigodos, hacia el S.V, fue un proceso de transición lento y pacífico. A partir del 711 se produce la llegada de los Musulmanes a la península, aunque Valentia no sufre una verdadera guerra sino que, tras unas cuantas escaramuzas sin importancia, Agrescio, señor de la ciudad, y Tariq, caudillo de los atacantes, pactan una rendición ventajosa, de manera que (aunque cambian los que están en el poder) a gran parte de los anteriores pobladores de la ciudad se les permite seguir viviendo allí junto con los nuevos ocupantes. Es por esta razón, entre otras, que en el Centro de l’Almoina hay una diferencia de sólo medio metro entre el nivel imperial-visigodo y el nivel islámico.
El resto hasta la superficie actual, unos tres metros, corresponde a los distintos estratos a partir de 1238, es decir, del periodo medieval en adelante. Esto depende, como decíamos antes, del punto de la ciudad en que te encuentres, pero por ejemplo en el lienzo de muralla árabe visitable en la Plaza del Tossal también se aprecia claramente esta diferencia de tres metros. En el caso del Museo Arqueológico, el Alcázar Islámico es la parte más alta de todo lo expuesto hoy en día. El resto de hallazgos de época árabe y prácticamente todos los de época medieval, incluido el edificio de la institución benéfica de l’Almoina (significa “limosna” en árabe y en valenciano) que da nombre al Museo, han tenido que retirarse, con un proceso previo de rigurosa documentación y catalogación, para poder dejar al descubierto los restos más antiguos.
 
 
De manera similar a lo ocurrido quinientos años antes con Agrescio y Tariq, en 1238 el rey Zayyan llegó a un acuerdo con Jaume I para que la ocupación de Balansiya se realizase de manera pacífica, respetando a los musulmanes que quisieran pagar un impuesto para seguir viviendo allí. En aquella época las cosas eran bastante más complejas de lo que nos hacen creer en las películas: antes de que el rey Jaume hiciera su desfile oficial de entrada en la ciudad, el nueve de octubre, vivían ya en Balansiya unos 65.000 cristianos, prácticamente un tercio de la población, y se realizaban todos los años procesiones de Semana Santa que eran toleradas por los gobernantes musulmanes; tengamos en cuenta que siglo y medio antes, entre 1094 y 1099, la ciudad había sido gobernada por Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, hasta su muerte, y muchos cristianos se habían trasladado a vivir allí entonces. Seguramente el Cid tiene también su parte de responsabilidad en la subida del nivel de la ciudad, porque al parecer el grado de destrucción durante su asedio a Balansiya fue considerable. Y no sólo eso: su viuda Jimena resistió en la ciudad hasta 1102, y cuando vieron que no serían capaces de defenderla frente a los atacantes almorávides la abandonaron, no sin antes prenderle fuego…
Pero no nos desviemos del tema, volvamos a 1238, la fecha oficial de la Reconquista: gracias al pacto alcanzado, la ciudad no sufrió muchos daños materiales durante el conflicto propiamente dicho, pero lógicamente a largo plazo se remodeló su fisonomía, demoliéndose una parte importante de sus edificaciones. Los valencianos musulmanes acabarían teniendo que mudarse al barrio de la Morería, y muchas iglesias cristianas se edificaron sobre los escombros de las mezquitas, con la consiguiente subida del nivel del suelo. La Catedral de València se edificó, como en muchas otras ciudades reconquistadas, sobre la Aljama o Mezquita Mayor, que a su vez había sido construida casi en el mismo lugar donde en su día estuvo la Catedral Visigoda. La Aljama fue bendecida por el rito cristiano en 1238 y utilizada a modo de catedral hasta 1262, fecha en la que se puso la primera piedra del edificio románico que ha llegado hasta nuestros días.
 
 
¡Madre mía, qué tarde es! ¡Y qué oscuro está! Como suele ocurrir cuando me dejo llevar por mi entusiasmo, me he alargado más de la cuenta. Cuando veáis que me enrollo demasiado, vosotros decidme tranquilamente que pare, no tengáis vergüenza… Podríamos seguir hablando horas y horas de otros conflictos bélicos que han supuesto la destrucción de una parte de la ciudad: de la dos veces leal defensa contra los ejércitos de Castilla en 1363 y 1364; de la lucha contra los ejércitos de Napoleón en 1808, 1810 y 1812 y de cómo a la tercera va la vencida; de los crueles bombardeos de la aviación de Mussolini, y en menor medida también la de Hitler, durante la Guerra Civil… Pero no os preocupéis, que podemos hablar de todo esto y más cualquier otro día. Por de pronto, la próxima semana, en la apasionante conclusión de esta entrada, veremos que no es necesaria una guerra para subir la cota de la ciudad. Por cierto: parece que va a llover…

martes, 22 de enero de 2013

A Cinco Metros Bajo Tierra (I)

Homero nos narra en la Ilíada, epopeya griega del S.VIII antes de Cristo y el poema escrito más antiguo de la literatura occidental, los hechos ocurridos durante el sitio de la ciudad de Troya en el último de los diez años de la guerra entre griegos y troyanos, y las gestas protagonizadas por héroes como Aquiles, Héctor y Paris o dioses como Zeus, Atenea y Afrodita. La localización exacta de Troya, que había caído en el olvido con el paso de los siglos, ha sido descubierta en un lugar al noroeste de Turquía en el que se vienen realizando excavaciones arqueológicas cada cierto tiempo desde el S.XIX. Los esqueletos con signos de violencia y los restos calcinados desenterrados allí convierten a esta ciudad del pasado en la más firme candidata a ser el escenario de la Guerra de Troya, acaecida en algún momento entre los siglos XII y XIV a.C.… Sin embargo, los más de 3000 años que nos separan de aquellos hechos parecen pocos cuando descubrimos que la Troya de Homero no es más que la séptima de nueve ciudades enterradas una encima de otra.
 
 
Han sido los hallazgos e investigaciones realizados en los últimos veinte años los que han llevado a la mayoría de expertos a pensar que este estrato arqueológico, conocido como Troya VII, se corresponde con la ciudad de la leyenda. Al parecer, Troya VI, cuyos restos se hallan justo debajo, fue destruida por un terremoto en torno al 1250 a.C.. Conforme vamos excavando hacia abajo, vamos también hacia atrás en el tiempo, visitando las distintas Troyas que alguna vez han sido, hasta llegar a Troya II, que también fue incendiada y por tanto inicialmente confundida con la Troya de Homero, y finalmente a Troya I, fundada hace cinco milenios. Por encima de la Troya sitiada por los griegos encontramos Troya VIII, que data aproximadamente del 700 a.C., y Troya IX, que se corresponde al parecer con la nueva ciudad de Ilium, fundada por los romanos en el mismo lugar mucho tiempo después, quizás en la época del primer emperador, Octavio Augusto.
Cuenta la Eneida, escrita en el S.I a.C. por el poeta romano Virgilio, que el príncipe troyano Eneas, tras la destrucción de la ciudad a manos de los ejércitos griegos, huyó a Italia, y que fueron sus descendientes los que fundaron la ciudad de Roma, en el año 753 a.C. según los datos más fiables. Le debemos pues a Virgilio el que sólo haya dos grados de separación entre Troya y la ciudad de Valentia, fundada el 138 a.C. por dos mil soldados licenciados de las campañas contra Viriato en Lusitania, en una isla fluvial del Turia que les fue concedida por el cónsul romano Décimo Junio Bruto en recompensa a su valentía en el combate. Como cualquier otra ciudad romana, Valentia creció en torno a los dos ejes principales del Cardo, en dirección Norte-Sur, y el Decumano, en dirección Este-Oeste; el cruce de estas dos calles se encuentra en el que actualmente es el Centro Arqueológico de l’Almoina, sin duda uno de mis museos favoritos de la ciudad. Este entorno de l’Almoina, situado justo al lado de la Catedral y protegido por una cubierta de cristal con una fina lámina de agua, es el fruto de una serie de excavaciones realizadas entre 1985 y 2007 que han sacado a la luz un sinfín de pedazos de la Historia de Valencia, o de las distintas Valencias que alguna vez han sido.
 
 
Aunque parezca un contrasentido, todo aquello que queda sepultado bajo tierra, a pesar de desaparecer para los hombres y mujeres de su tiempo, es lo que mejor se preserva para las generaciones venideras. El oscuro abrazo de las profundidades crea a veces auténticas cápsulas del tiempo que, con un poco de suerte, serán abiertas en el futuro para proporcionar a los que las encuentren un leve (pero emocionante) atisbo de otras épocas. Yo personalmente siempre he sentido una especial fascinación por los lugares bajo tierra, tanto más cuanto más antiguos sean. Son lugares más resistentes al cambio que los que hay sobre la superficie, y por tanto, como ya he dicho, puertas abiertas al pasado; por otra parte, al ser en cierta manera microcosmos aislados del exterior, me generan la extraña sensación de que mientras estoy dentro de ellos el resto del Mundo desaparece, deja de existir. Dicha combinación de factores envuelve estos lugares en un romántico halo de misterio y les confiere una peculiar Belleza que es tanto más fácil de percibir cuanto más conoces sobre ellos.
Es lógico, por consiguiente, que me guste la serie de documentales Cities of the Underworld, que en España se emite en Energy y que en cada episodio viaja a una ciudad o región distinta del mundo y nos muestra los secretos ocultos bajo su subsuelo, relacionándolos con los correspondientes datos históricos. Si bien es verdad que el acompañamiento musical de la serie es demasiado estridente y que el presentador de la primera temporada parece en todo momento necesitar un tranquilizante, los episodios me suelen resultar interesantes y los veo siempre que puedo. Lo que no sabía hasta hace poco es que el Canal Historia, que yo no sintonizo, tiene el equivalente hispano-luso de la serie, Ciudades Bajo Tierra, que después de producir reportajes similares sobre las ciudades de Lisboa, Oporto, Madrid, Barcelona y Granada, vino aquí a rodar una serie de seis píldoras cortas sobre el subsuelo de Valencia que se emitieron por primera vez en octubre de 2010.
 
 
Estos seis mini-episodios se centran en el yacimiento arqueológico de l’Almoina, del que seguiremos hablando la semana que viene; en la cripta de San Vicente Mártir, parte de la desaparecida catedral visigoda; en los fragmentos de la muralla árabe que han quedado enterrados en algunos puntos del casco histórico; en el antiguo depósito de agua en la frontera con Mislata, que acoge actualmente el Museo de Historia de Valencia, también muy recomendable; en la cripta de la Catedral, cuyo acceso está muy restringido al público en general; y finalmente en los refugios subterráneos de la Guerra Civil repartidos por toda la ciudad. He estado buscando estos fragmentos por Internet y, aunque he encontrado información acerca del rodaje, todavía no he tenido la suerte de poder verlos. Con cada uno de los lugares nombrados en esta lista (y varios otros que se me ocurren) podría hacerse una entrada entera para el blog, pero por ahora nos centraremos, como ya he comentado, en los distintos estratos arqueológicos de l’Almoina y las distintas ciudades que dichos hallazgos traen de nuevo al presente: las múltiples Valentias, las múltiples Balansiyas y las múltiples Valèncias que se han ido superponiendo a lo largo de 2150 años de Historia para configurar este apasionante puzzle que es la Valencia del presente. Os sigo hablando sobre ello, desde las profundidades, la próxima semana.

lunes, 14 de enero de 2013

El Ombligo del Universo

Cuanto más aprendo sobre cómo funcionan las cosas, más me doy cuenta de que la raza humana representa poco menos que un grano de arena en las playas del Cosmos y un suspiro en la inmensidad del Tiempo… Sin embargo, esta humildad, que como especie nos vendría muy bien para no autodestruirnos en un futuro próximo, suele brillar por su ausencia hoy en día, campando a sus anchas en su lugar la prepotencia, la chulería y el narcisismo más absolutos. Esta actitud se acentúa en los países del sur de Europa, donde, en lugar de mirar el mundo que nos rodea con la mente abierta y seguir los dictados del sentido común, nos limitamos a contemplarnos en el espejo y a seguir ciegamente la máxima (equivocada) de que lo nuestro siempre mola más, con consecuencias desastrosas la mayoría de las veces. En la entrada de hoy, sin embargo, consideraremos la Tierra en su conjunto, veremos cómo ha ido cambiando a lo largo de la Historia la concepción de su lugar en el Universo y trataremos de analizar de manera objetiva y a distintos niveles hasta qué punto somos o no el ombligo del Universo.
 
 
En el año 450 antes de Cristo, Filolao de Crotona fue el primero en proponer que la Tierra no era el centro del Cosmos y que, junto con la Luna y los planetas, se movía alrededor de un fuego central llamado Hestia, del cual el Sol era un reflejo. También Aristarco defendió posteriormente la idea de que la Tierra no estaba quieta en el centro del Universo. Lamentablemente, tuvieron más éxito y mayor difusión las ideas de Aristóteles, que hubo de inventar complicadas explicaciones para que los movimientos observados en el cielo nocturno pudiesen cuadrar con su teoría de que la Tierra era el centro de todo, con los demás cuerpos celestes girando alrededor de ella. El geocentrismo de Aristóteles, defendido después por Ptolomeo, fue abrazado por la Iglesia Católica, que no se apeó del burro oficialmente hasta 1922.
Afortunadamente, siempre ha habido a lo largo de la Historia personas que no creen ciegamente en lo que cuentan los libros y que se plantean respuestas alternativas a las grandes preguntas de la Existencia: en 1543, Copérnico publicó un tratado afirmando que el Sol era el centro del Universo y que la Tierra giraba alrededor suyo. A principios del S.XVII, Galileo Galilei, fundador de la ciencia moderna, descubrió con su telescopio que había objetos en el cielo que no giraban alrededor de la Tierra (en concreto descubrió cuatro lunas orbitando alrededor de Júpiter) y respaldó la hipótesis de Copérnico de que la Tierra se movía en torno al Sol. Estas ideas heliocéntricas, revolucionarias y contrarias a la doctrina de la Iglesia, le trajeron muchos problemas a Galileo, que vio cómo el Papa Urbano VIII le retiraba su apoyo y tuvo que retractarse de sus afirmaciones ante la Inquisición en 1633, prohibiéndose la publicación de su “Diálogo sobre los principales sistemas del mundo”, la obra origen del conflicto. La leyenda dice que justo después de retractarse murmuró para sí las palabras “Eppur si muove”: “Y sin embargo se mueve”. A pesar de que desde 1992 la Iglesia Católica ha tratado de reconciliarse de manera oficiosa con la figura de Galileo, a día de hoy todavía no se ha disculpado oficialmente por haber tenido al científico los últimos nueve años de su vida bajo arresto domiciliario. Hablando de chulería y prepotencia…
Para mayor humillación de la Iglesia, un tiempo después de que empezasen a ser aceptadas las ideas heliocéntricas de Galileo, Darwin destronó de nuevo al Hombre como rey de la creación y lo convirtió en un simple descendiente del mono. Y cuando parecía que el ser humano había perdido toda la seguridad que pudiera quedarle, llegó Einstein y demostró que casi todo es relativo, incluso el paso del Tiempo, y que ya no se podía confiar en nada. Resulta curioso que algunos de los más grandes científicos hayan pasado a la historia precisamente por bajarle los humos a la raza humana.
Ya que hablamos de relatividad: actualmente sabemos que el valor promedio de la velocidad relativa de la Tierra con respecto al Sol es de unos 30 kilómetros por segundo (es decir, 108.000 km/h). Por tanto, está más que demostrado que “sin embargo se mueve” y que no somos ni de lejos el cuerpo más importante del Sistema Solar. Pero ojo, que tampoco el Sol es el centro del Universo, ni mucho menos: el Sistema Solar se encuentra en lo que podríamos llamar las afueras de nuestra galaxia, la Vía Láctea, a unos 30.000 años luz del gigantesco agujero negro de su centro y a 20.000 años luz de su borde. El Sol se mueve en torno al centro de la Vía Láctea a unos 270 kilómetros por segundo y completa un giro alrededor del mismo cada 225 millones de años (esto quiere decir que no ha dado más que unas pocas decenas de vueltas desde que se formó el Sistema Solar).
 
 
Hemos visto pues que ni nuestro planeta ni nuestra estrella pintan mucho en su entorno más inmediato… ¿Y nuestra galaxia? La Vía Láctea, Andrómeda y el Sistema del Triángulo son las tres galaxias más importantes de las treinta que conforman el llamado Grupo Local, así que a este nivel sí que podemos estar satisfechos… y aún más lo estaremos dentro de 5.000 millones de años, cuando la Vía Láctea y Andrómeda colisionen formando una nueva galaxia más grande que se llamará Lactómeda. Esta colisión de galaxias será un proceso realmente lento y las estrellas no llegarán a tocarse, sólo se desviarán de sus trayectorias debido a la atracción gravitatoria, aunque de todos modos no necesitamos consolarnos pensando esto porque seguramente para entonces ya no estaremos aquí…
Pero volvamos al presente. ¿Qué pasa ahora mismo con El Grupo Local? Está siendo atraído hacia el Cúmulo de Virgo, que es mucho más grande y el más importante de los cien grupos y cúmulos que conforman el Supercúmulo de Virgo… Vamos, traduciendo al cristiano: dentro de nuestro supercúmulo volvemos a ser unos piltrafillas. El Supercúmulo de Virgo forma junto con el Supercúmulo Hidra-Centauro una cadena, una de las cinco partes que integran el Hipercúmulo o Filamento Galáctico de Piscis-Cetus, con sesenta supercúmulos en total. Por tanto, nuestro supercúmulo tampoco destaca demasiado dentro de su correspondiente filamento… una vez más nuestro orgullo por los suelos. A esta escala, el Universo empieza a parecerse bastante mires donde mires; todos los filamentos galácticos son similares en aspecto unos a otros, así que el nuestro tampoco es nada especial comparado con los demás… En el Universo conocido hay millones de supercúmulos agrupados en filamentos, con vastísimas zonas vacías entre ellos. ¿No empezáis a sentiros realmente pequeños?
 
 
Llegados a este punto se plantea una ironía terrible, una gigantesca broma cósmica originada por el hecho de que hasta ahora la Humanidad ha mirado en todas direcciones por igual buscando los límites del Universo, pero no los ha encontrado aún en ninguna de ellas… Por tanto, tal vez no estamos en el centro del Universo; o tal vez el Universo no tiene centro, así que no tiene sentido plantearse esta pregunta; pero mientras no se demuestre alguna de estas dos hipótesis, podemos decir que estamos en el centro del Universo conocido… ¡Arrrgh, paradoja cruel! Aquellos a los que les gusta mirarse el ombligo pueden seguir satisfechos recurriendo a este tecnicismo, agarrándose a este clavo ardiendo… por ahora. En otras palabras: el Scattergories es nuestro y si queremos nos lo llevamos a casa, así que habrá que aceptar pulpo como animal de compañía.
Como ya hemos engrasado bastante las neuronas hoy, dejadme aprovechar para plantearos una última pregunta difícil: ¿es esto que hemos hecho en los últimos párrafos un viaje por el Espacio? Yo diría que sí y no… Es difícil decirlo, porque aunque en todo momento hemos mantenido el centro de atención sobre nosotros mismos, también hemos necesitado dar un par de pasos hacia atrás para ver las cosas con perspectiva y sacar una imagen de conjunto, con gran angular, de nuestro lugar en el Universo… Es decir, que aunque hemos cambiado la escala de lo más pequeño (la Tierra) a lo más grande (el Universo conocido), siempre había en el centro del mapa un letrero que decía “Usted está aquí”… Digamos pues, simplemente, que hemos viajado sin movernos.

lunes, 7 de enero de 2013

Sin Aditivos ni Colorantes (III)

Llegamos hoy a la conclusión de la trilogía sobre la Belleza real y aparente de las mujeres (intentaré que en cuanto a nivel de calidad en comparación con las entregas anteriores se acerque más a El Señor de los Anillos que a The Matrix, por ejemplo). Tras haber hablado de maquillaje, depilación, tatuajes e implantes mamarios, nos centraremos ahora en lo relacionado con la ropa y el calzado. No entraré a hablar de la obsesión de algunas mujeres (y también, no es la primera vez que lo digo, de cada vez más hombres) por comprar ropa de manera compulsiva para intentar llenar (sin éxito, por supuesto) el vacío existencial que sienten en su vida; otro día hablaremos un poco más del consumismo desmedido, sus posibles causas y sus terribles consecuencias.
En coherencia con la línea de las dos entregas anteriores, soy partidario ante todo de una forma de vestir cómoda y práctica (no desees para los demás lo que no quieras para ti mismo). Permitidme dejar bien clara una cosa: esto no significa que me atraigan las mujeres que van por ahí vestidas como un adefesio… vestir de manera práctica y sin perder mucho tiempo no está reñido con tener estilo; una vez más, todo es cuestión de alcanzar el equilibrio justo. Este punto de la funcionalidad enlaza directamente con la disyuntiva entre pantalón y falda: aunque las dos opciones me parecen bien, a mí personalmente me parece más cómodo para ellas el pantalón. Hay quien piensa que puede resultar poco femenino, pero yo creo que, bien utilizado, aporta un toque de personalidad que puede ser muy atractivo. Uno de los looks que personalmente más me gustan es el de pantalones vaqueros combinados con blusa blanca, cazadora y botas de tacón bajo (¿Os he hablado alguna vez de aquella compañera mía de clase de cuando tenía trece años?).
En cuanto a la falda, algunas amigas comentan que es más fresquita para los meses de verano, pero yo sigo opinando que tiene desventajas: tienes que depilarte las piernas más a menudo (a la entrega anterior me remito) y sobre todo has de tener más cuidado con cómo te sientas, o con esas ráfagas de viento traicioneras… Por ejemplo, un look faldero que me gusta bastante es el look 15M (pero 15M de gama alta, en equilibrio a medio camino entre lo hippijo y lo perroflauta), aunque la verdad es que las compañeras con falda tienen que estar muy atentas para sentarse en el suelo sin que se les vean las braguitas (si tienes un bolso para tapar estratégicamente la zona no hay problema, pero si no lo tienes estás perdida).


Hablemos ahora de las tallas de la ropa en general: una chica inteligente elegirá prendas ligeramente holgadas, o de la talla justa para realzar su figura sin dejar de ser cómodas, pero no ropa demasiado ajustada que pueda incluso resultar dolorosa y cortar la circulación (a la larga aparecerán varices y otras complicaciones; éste es un ejemplo más en el que lo que parecía una solución se convierte en parte del problema). Volviendo una vez más al tema de las mujeres que no tienen ni idea y creen que más apretado siempre es mejor, alguien que las quisiera bien debería decirles que a veces en vez de realzar su figura lo que hace esta ropa es generar en su cuerpo dos (y a veces incluso tres) cinturas artificiales, asemejándolas más bien a una ristra de morcillas. Y, por último, pocas cosas me parecen más chabacanas y poligoneras que unos pantalones demasiado ajustados que prácticamente no dejan lugar a la imaginación en según qué zonas: es lo que mis amigos del grupete de música llaman “pantalones de sordomuda”… no entro en detalles, ya me entendéis. Muy en sintonía con lo anterior, soy también partidario de un calzado cómodo y con poco tacón, y nunca he podido entender a las mujeres que estrenan zapatos para ir a una fiesta y se pasan la noche quejándose de lo que les duelen los pies o de haberse torcido un tobillo en lugar de bailar y divertirse. En mi opinión, las personas que están más pendientes de lo que los demás piensen de ellas que de vivir sin duda han perdido el rumbo; la falta de sentido común no es sexy.


Para acabar, un ejemplo bastante ilustrativo (aunque, afortunadamente, ya casi parte del pasado) de las tonterías que se pueden llegar a hacer por seguir las modas es el corsé: muchas mujeres lo utilizaron entre los siglos XVII y XX para lucir una cintura de avispa, sin importarles el hecho de que empujaba los pulmones hacia arriba y los intestinos hacia abajo, produciendo a la larga problemas de salud para ellas… y en algunos casos consecuencias incluso peores. Podréis pensar que es un ejemplo un poco extremo, pero estoy seguro de que hoy en día se hacen cosas más estúpidas que ésta. Como cierre al tema de los corsés, quisiera citar el inicio de la peli Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton, en la que una Alicia ya de 19 años y con dos dedos de frente trata de explicarle a su madre por qué no se ha puesto el corsé ni las medias: “¿Quién dicta lo que es apropiado? ¿Si se pusiera de moda colocarse un besugo en la cabeza te lo pondrías? Para mí un corsé es como un besugo”.
Creo que con esto ya tenemos información suficiente para ir directos a las conclusiones finales de esta entrada triple. Ya sabéis que a mí me gusta fijarme en los detalles, hallar correlaciones y buscar patrones que me permitan sacar conclusiones fiables acerca del Mundo: pues bien, he notado que las mujeres que van muy arregladas por regla general también suelen fumar… y la verdad es que no me extraña, aunque todavía no sé cuál es la causa principal del stress que necesitan eliminar. Podría ser por los moscones que tienen que quitarse de encima con frecuencia, pero también por la responsabilidad adquirida de tener que estar siempre perfectas, o porque el tiempo perdido en estar bien arregladas hace que luego tengan que correr más para hacer otras cosas necesarias en el día a día. Me da pena que tal vez la obsesión por un exterior atractivo, alimentada por una publicidad, televisión y cine irresponsables que no ofrecen modelos cercanos a la realidad, sea culpable de esos pulmones negros, por no hablar de otros desórdenes de tipo digestivo relacionados con las dietas: tenemos por tanto cada vez más mujeres hermosas por fuera y feas por dentro. Y no sólo feas por dentro desde el punto de vista fisiológico, de la salud, sino también en lo que respecta a la mente y al espíritu, ya que muchas veces el tiempo empleado en acicalarse se le roba a otras actividades más productivas a la larga como leer un libro, ver una buena película o cualquier otra que nos permita ampliar nuestros conocimientos o afianzar nuestra escala de valores y, en definitiva, hacernos personas más felices y seguras de nosotras mismas.


En resumen, tenemos que saber aceptarnos tal y como somos, tenemos que entender que el aspecto, la apariencia, no es lo único que importa, que la Belleza de una persona no sólo radica en lo visual sino que depende también de otros muchos factores. No está mal cuidarse y usar con moderación alguno de los trucos mencionados estas tres semanas, siempre y cuando sea para realzar los rasgos naturales y no para disfrazarlos… pero teniendo siempre claras las prioridades: la Belleza interior es lo que realmente importa. Si tienes una combinación de Belleza física natural y Belleza interior, pues miel sobre hojuelas; pero si no eres físicamente muy agraciada, no te obsesiones tratando de aparentar externamente ser lo que no eres, porque la belleza fingida no es auténtica Belleza… trata de potenciar tu atractivo interior y a la larga eso se reflejará también en cómo los demás perciben tu exterior. No es algo que funcione de manera instantánea, pero como en la mayoría de las cosas importantes en la vida, tenemos que ir despacio si queremos llegar lejos. Muchas veces me ha pasado que una mujer que inicialmente no me parecía nada del otro mundo me ha ido resultando físicamente más y más atractiva conforme la iba conociendo mejor, simplemente por su forma de ser, de actuar y de pensar… pero ésta ya es otra historia: de los pequeños (y no tan pequeños) detalles que le confieren Belleza interior a una mujer hablaremos en otra ocasión.