martes, 31 de marzo de 2020

Pandemonium (II)


La semana pasada estuvimos hablando de la pandemia que nos asola y de las normas que hay que cumplir para aplanar la curva de contagios, reduciendo el contacto social al mínimo. Hoy os voy a dar algunos detalles sobre mi experiencia personal confinado solo en casa. He de confersar que esta situación temporal no me está afectando demasiado porque soy bastante casero y llevo una vida sencilla, sin lujos y sin una agenda frenética o una vida social de infarto. La verdad es que al menos durante los primeros cuatro o cinco días no se diferenciaban mucho mis rutinas diarias del confinamiento de las de las vacaciones o de un fin de semana de puente.

Después de una semana de estado de alarma sí se perciben algunos cambios… Por ejemplo empecé a realizar diariamente una sencilla tabla de estiramientos porque comenzaba a notar una ligera contractura en la espalda, por estar todo el rato inactivo, sentado frente a mi portátil. Y días después, en cuanto se hizo público que el confinamiento se prolongaría una quincena más, me confeccioné una tablita semanal con los menús de comidas y cenas de cada día para no tener que pensar mucho, intentando que fuese una dieta equilibrada, repartiendo bien los hidratos de carbono y las proteínas, e incluyendo todos los días algo de fibra… Otra cosa de la que te das cuenta al cabo de unos días es que no es saludable llevar el pijama puesto de seguido, aunque sea más cómodo; hay que echarlo a lavar o al menos cambiarse y dejar que se airee de vez en cuando.


Graffiti en una pared de ladrillo con la palabra "Alone"


Muchas familias, parejas o pisos compartidos están poniendo a prueba estos días la fortaleza de su relación; no debe ser fácil tener que convivir juntos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana… En ese sentido me alegro de pasar estas semanas a mi aire, sin tener que rendir cuentas a nadie… Lo que no quiere decir que no esté teniendo algún pequeño roce, en este caso con mis vecinos. El edificio al que me mudé hará cosa de tres años está bastante bien, pero las paredes parecen de papel, se escucha todo… No me quejo de la familia de al lado: el único rato en que la tele se oye un poco más fuerte es durante la tarde, mientras la abuela de la casa se pone Amar es para Siempre y El Secreto de Puente Viejo. Los de abajo tampoco son demasiado molestos: son un matrimonio muy mayor y a menudo la señora hace bastante ruido con el andador para ir al lavabo en mitad de la noche, pero se puede aguantar.

Los que me están jorobando un poco son los vecinos de arriba, recién mudados justo antes de comenzar la epidemia. Son una pareja joven que por el acento parecen cubanos, con un niño pequeño y un bebé de pocas semanas. Los lloros del bebé en mitad de la noche son comprensibles, por supuesto. Las carreras arriba y abajo del niño, que tendrá unos cinco años, también son tolerables, teniendo en cuenta que el pobre no puede bajar a la calle a jugar… pero ya no tanto cuando se oyen a la una de la noche. Que la pareja vea películas en su portátil para pasar el aburrimiento: Ok… pero en su dormitorio (justo encima del mío) y algunos días hasta las dos y pico de la madrugada es otra cosa bien distinta. Y por supuesto el reguetón puesto durante mis vídeo-reuniones del teletrabajo que no falte, pero lo de patear el suelo al ritmo de la música ya sobra. A veces también ellos hacen una vídeo-llamada a familiares de América para contarles cómo está la cosa aquí, cosa totalmente razonable… pero es que hablan a grito pelado, como si no supieran que para que lleguen las frases a Cuba ya está la fibra de Internet. En resumen, que sintiéndolo mucho a mis nuevos vecinos ya les han caído en un par de ocasiones algunos golpes en la pared para que bajaran el volumen… el volumen de todo, en general. No es algo continuo, afortunadamente, pero no pasa un día sin que me den un rato o dos de suplicio…


Hombre joven sentado en la cama tapándose los oídos y protestando a los vecinos de arriba


Mi patio interior de manzana afortunadamente es muy tranquilo; no como los que salen en las noticias de la tele, que están llenos de hijos de puta que se montan una fiesta balconera con la música a tope sin encomendarse a Dios ni al Diablo, molestando a todo el mundo solo porque se aburren (hablaremos más de esto la semana que viene). Los primeros días de confinamiento sí se oyó de vez en cuando música de temática fallera un poco más fuerte desde algún balcón, pero nunca a altas horas de la noche: los pobres falleros necesitaban quitarse el mono después de quedarse sin su fiesta, es comprensible… Menos mal que las Fallas se han aplazado; las pérdidas económicas son lo de menos comparadas con el enorme riesgo de contagio que hubiese supuesto su celebración ahora.

Parece ser que muchos monumentos se han guardado provisionalmente en la Feria de Muestras, y los que no podían desmontarse o trasladarse por su tamaño, como el de la Plaza del Ayuntamiento, se han destruido en Cremás a puerta cerrada y sin previo aviso, quedando solo para el recuerdo (y para las noticias del día siguiente) unas surrealistas imágenes grabadas de las llamas consumiendo los ninots con solo tres o cuatro personas de público… Y para sensación extraña la que tendremos en julio, fecha a la que se ha pospuesto la celebración (si el Covid-19 lo permite); este año sí que vamos a notar el caloret faller, el caloret del verano


Patio interior de manzana de la película de Hitchcock La Ventana Indiscreta


Creo que aún es pronto para que a alguna gente se le vaya claramente la olla (tiempo al tiempo), pero yo ya he oído un par de gritos sueltos dejados caer en medio del silencio, del estilo de ¡Me aburrooo! Dos grupos de vecinas veinteañeras, desde dos balcones distintos, se pusieron otro día a jugar al Veo-Veo durante un rato… Y más a lo lejos se oyó de vez en cuando durante los primeros días a una mujer con acento italiano que recriminaba educadamente con un megáfono desde su ventana a los paseantes que salieran a la calle; no sé si dejó de hacerlo porque empezó a haber más policía para encargarse de ello, porque se aburrió o porque alguien la insultó desde abajo. Aparte de esto, ha habido bastante tranquilidad en el vecindario, cosa que agradezco (Os aseguro que a mí no me está dando tiempo de aburrirme nada en absoluto; sigo, como siempre, con el petardo en el culo, que se suele decir).

Sí me parece bonita y pertinente la experiencia de salir a aplaudir a las ocho para agradecer su labor a los trabajadores de la sanidad pública, y de paso para darnos ánimos unos a otros… Durante estos últimos días, desde el cambio al horario de verano, ha sido también agradable salir aún con la luz del día y poner caras a lo que antes no eran más que siluetas recortadas contra la luz que salía de las ventanas. Este pasado sábado, justo tras el último aplauso en la oscuridad y poco antes de decretarse el cese de las actividades no esenciales, una vecina hizo una breve proclama a favor de Amancio Ortega y animando a una cacerolada para media hora después contra el Gobierno por su falta de previsión: la pobre se quedó sola, y después de veinte segundos aporreando una olla paró por pura vergüenza… Qué fácil es quejarse, me gustaría a mí verla a ella en el Gobierno ahora mismo… Y hablando de caceroladas: ¿os acordáis de aquella otra que hubo por lo de Juan Carlos I? Felipe VI ha hecho gala con la fecha de su anuncio de un timing perfecto: increíble sicronización del Coronavirus y el virus de la Corona.


Ninots de falla representando a Felipe Sexto y la familia real española


Desde el domingo 15 he roto mi aislamiento solo dos veces para hacer la compra de la semana, pero quiero relataros también brevemente mi visita al supermercado del viernes 13, cuando ya la histeria colectiva se había apoderado de la sociedad española. Yo siempre suelo ir a comprar los viernes por la tarde y os aseguro que ese día había en el Mercadona unas cinco veces más gente de lo normal, una aglomeración que no hacía sino favorecer los posibles contagios; en resumen, una panda de paranoicos de los que hacen más caso a los bulos sin contrastar que reciben en su WhatsApp que a lo que dicta el sentido común, y que creían que en lugar de una cuarentena organizada se nos venía encima la Tercera Guerra Mundial o un apocalipsis zombie. Ya en la larga cola para las cajas, intentando (sin éxito) mantener la distancia de seguridad, notaba claramente la ansiedad de algunas personas, hasta el punto de que decidí hacerle a una señora que estaba a mi lado un par de comentarios jocosos sobre que la cola más rápida es siempre la que no escoges, para relajar un poco el ambiente.

Las otras dos veces que he ido al súper son las únicas que he tenido oportunidad de comprobar lo vacías que estaban las calles (recordad que mis ventanas dan hacia un patio interior, amplio pero interior al fin y al cabo), y la verdad es que no noté tanta diferencia, porque tengo el Mercadona a una manzana y las aceras que recorro para llegar están llenas de pequeñas tiendas de alimentación cuyos dueños, de distintas nacionalidades, estaban sentados en los bancos o apoyados en la puerta, charlando entre ellos como de costumbre. En la primera de mis dos visitas tuve que hacer una cola de unos diez minutos (esta vez ya con distancia de seguridad) en la entrada del supermercado, y una vez dentro la cantidad de gente era razonable, aunque igual que el día 13 hubo algunos productos (leche, magdalenas…) que normalmente están en mi lista y que no pude encontrar… ¿El fin del mundo? No; nada que no se pueda arreglar comprando otra marca veinte céntimos más cara. En mi segunda y última incursión por ahora ya no tuve que hacer cola, a la entrada se había instalado un expendedor de gel desinfectante y una caja de guantes de los que se usan para la fruta, y pude encontrar todo lo que compro habitualmente. Me di cuenta de que ahora la gente saluda más efusivamente a las dependientas de las cajas, que se han convertido en auténticas heroínas… La verdad es que yo siempre lo hago.


Clientes de un supermercado haciendo cola con carros cargados y mascarillas en la cara


Una de las estupideces a las que se dedicó la gente durante unos días fue la compra compulsiva de papel higiénico en los supermercados… Bueno, mejor el papel de water que hacer una cola de cinco horas para agenciarse armas, como en los USA (otro tipo de estupidez bastante más peligroso). A mí no me ha hecho falta comprar rollos y además no voy a tener ningún problema al respecto… Tal vez algún día os explique mi técnica, refinada durante años, para limpiarme el trasero de forma eficiente y totalmente higiénica (valga la redundancia) para mis dedos utilizando tan solo (salvo casos de emergencia) tres rectángulos de papel (de doble capa, eso sí). No todo el mundo podría conseguirlo, lo sé, pero yo estoy bien entrenado… Se trata de un proceso en unos diez pasos, equiparable al del origami más exquisito, para aprovechar la mayor cantidad de superficie de forma segura… Es difícil de explicar con palabras, tendría que hacerlo con unos diagramas o con un videotutorial; quizás en otra ocasión. El caso es que con el rollo ya empezado y otros cuatro de reserva que tengo en casa calculo que me da perfectamente para subsistir dos o tres años… Lo que inicialmente se hace para no malgastar papel y cuidar del medio ambiente te puede ser muy útil luego en una “emergencia nacional” como esta… De saber vivir con pocos recursos os seguiré hablando la semana que viene.


Varios paquetes de rollos de papel higiénico amontonados


Y hablando de reciclar… Desde las pasadas vacaciones (que no Fallas) yo y mis compañeros de faena nos estuvimos reciclando para el teletrabajo que se avecinaba (así que tampoco fueron muy vacaciones). Después de dos semanas encerrado en casa tengo los ojos hechos polvo de tanto mirar a mis cuatro pantallas (Portátil del trabajo, portátil personal, televisión y móvil)… Un consejo para todo el mundo: de vez en cuando hay que asomarse por la ventana y fijarse en algún detalle pequeño que esté lejos, para relajar la vista; esto es especialmente importante en niños de menos de seis años, que todavía tienen el sistema visual bastante maleable y se pueden hacer más miopes (a ellos sí que les conviene jugar al Veo-Veo por la ventana). Otro consejo optométrico: para evitar la sequedad de ojos por el menor ritmo de parpadeo asociado al uso de pantallas conviene de vez en cuando parpadear activamente, abrir y cerrar los ojos con rapidez para segregar más lágrima.


Graffiti de una mujer encerrada en una burbuja con una corona y mirándose en un espejo


A lo largo de estas dos semanas he chateado por WhatsApp, aparte de con mi familia, con muchos de mis amigos y amigas; resulta bastante agradable saber que ellos también se encuentran bien y compartir unos minutos de buena conversación… Y luego están los presentadores y colaboradores de los programas de entretenimiento que suelo ver, que por el cambio de formato forzado por el confinamiento se han convertido como en otro grupo de amigos cuya charla escuchas de forma casual mientras comes o cenas… Apoyándose en el uso de vídeo-conferencias, algunos programas como Late Motiv han sabido reinventarse con éxito. Otros espacios de formato más radiofónico, como Todopoderosos o La Vida Moderna, han cambiado menos, y simplemente se siguen haciendo desde casa y sin público (últimamente, por cierto, estamos teniendo la oportunidad de ver el mobiliario de todo el mundo que trabaja en medios de comunicación).

…Y La Resistencia, que trabajaba con pocos recursos, ha conseguido sobrevivir tan divertida como siempre o más, mientras que El Hormiguero ha tenido que cerrar unos días para recalibrar la situación… Ya solo el equipo de los diez cámaras que se apelotonan en torno a la mesa de Pablo Motos podría haberse considerado como reunión no autorizada incluso antes del día 15, y en La Resistencia sin embargo se están apañando para hacerlo todo entre cinco o seis personas. En estos tiempos de precariedad prima el fondo sobre la forma, el contenido sobre la apariencia, la sencillez y espontaneidad sobre el espectáculo… De todos modos el virus es el tema que lo inunda todo, pongas lo que pongas las referencias son continuas; pero al menos en estos canales de YouTube se trata desde un enfoque más ligero y desenfadado, lo cual se agradece… En estos días extraños el entretenimiento se hace más necesario que nunca para que algunos no pierdan la cabeza. Parece ser que hay también bastante efervescencia creativa en Instagram o Twitter, pero esos campos yo no los domino, así que no entraré en detalles.


David Broncano en una videoconferencia con su casa de fondo


¿Y qué pasa con La Belleza y el Tiempo? ¿He notado un aumento de visitas al blog durante el confinamiento? Pues no de manera significativa… Sin embargo sí ha habido más comentarios (Corrijo: Sí ha habido comentarios, punto): dos en la entrada sobre las experiencias de mi abuela en la Guerra Civil y tres en la de la semana pasada, sobre los aspectos sanitarios de esta epidemia. ¿Casualidad? Creo que no, supongo que hay gente que ahora tiene un poco más de tiempo libre para visitar estas páginas… Por cierto, lectores y lectoras con menos faena en estos días: si queréis que os envíe una selección de recomendaciones de entradas sobre algún tema en concreto que os interese no tenéis más que pedirmelas, estaré encantado de ayudaros.

Lo dejamos por hoy… La próxima semana me permitiréis que haga un poco de crítica de esta sociedad occidental nuestra, llena de individuos egoistas y mimados, y veremos cómo a muchos, incluso sin sufrir directamente la enfermedad en su familia o círculo de amigos o los paros en su empleo, el confinamiento les ha pillado con la guardia baja y les ha caído como un jarro de agua fría, dándose cuenta de que esta sensación que teníamos en las últimas décadas de ser los reyes del Mundo y estar por encima de todo era un poco de mírame y no me toques, que no era más que una ilusión pasajera… Y también veremos cómo algunos de esos zoquetes, lejos de aceptar esta cura de humildad por parte de la Naturaleza, han emprendido una huida hacia delante y en vez de replantearse el sentido de su Vida han seguido con sus chorradas con ímpetu redoblado… Digamos que si tuviera que resumir de forma sintética cada entrega de esta trilogía sobre el Covid-19, los títulos serían claramente Enfermedad, Aislamiento y Estupidez.


Ilustración de una mano dibujando con un lápiz miles de círculos diminutos

lunes, 23 de marzo de 2020

Pandemonium (I)


En lo referente a este tema, no se ha hablado de otra cosa en semanas; la cantidad de información es abrumadora, y los enfoques pueden ser tan diversos… Así que ¿por dónde empezar? Después de darle algunas vueltas he decidido que haré una primera entrega acerca de las posibles consecuencias sanitarias del virus SARS-CoV-2 (con consejos útiles que pueden ser más urgentes) y más adelante hablaré de mi propia experiencia personal y de las observaciones que he hecho a nivel sociológico (aquí me permitiréis que despotrique un poco acerca de lo cazurra que es a veces la gente)… Os aviso de que no soy un especialista en virus ni en pandemias, pero tengo amigos que saben bastante y me han ido pasando información y fuentes fiables para poder hacerme una composición de lugar. La enfermedad del Coronavirus, o Covid-19, es una afección respiratoria que puede cursar con fiebre, tos y dificultad para respirar, desembocando en los casos más graves en una neumonía (Aquí os dejo un link a un resumen de la información que tenemos a día de hoy, con subtítulos en español).

Se trata de una enfermedad nueva para los humanos, un virus zoonótico que nos ha llegado mutando desde los murciélagos, muy posiblemente a través de otra especie intermedia (pangolín, creo); esta es una razón de peso por la que no hay que comer carne de caza que no esté debidamente controlada y regulada, ni en China, ni en África, ni aquí… Como especie nos iremos acostumbrando a la enfermedad con el paso del tiempo, generando resistencia y anticuerpos, pero el problema radica en los primeros meses. Hay personas que tienen el virus y son asintomáticas, y en caso de aparecer síntomas ocurre tras unos diez días. Esto hace que, siendo menos agresivo que otros virus como el Ébola, se contagie sin embargo más fácilmente, ya que da tiempo a los portadores a que tengan contacto con otros muchos individuos, incluso de otras ciudades y países, en un Planeta tan conectado como el de hoy día. La gente más vulnerable a sus efectos son los ancianos o las personas con problemas previos de tipo respiratorio, cardiaco o inmunitario.


Representación realista del Coronavirus del Covid-19


Como decía antes, al no estar todavía preparados nuestros organismos, el problema ha sido el crecimiento exponencial del número de casos simultáneos y la saturación de los sistemas sanitarios de los países afectados, que obliga a los médicos a hacer triaje, es decir, a decidir quién recibe atención y quién se abandona a su suerte… Se hace por tanto necesario un aislamiento social y la toma de precauciones para evitar nuevos contagios, con la finalidad de “aplanar la curva” y ralentizar la expansión del virus todo lo posible… Ya hace casi tres años publiqué una entrada doble acerca de virus y bacterias en la que daba consejos sobre cómo no pillar un constipado o una gripe común, consejos que se pueden extender perfectamente al Covid-19. Os copio aquí íntegro el párrafo más interesante:

¿Qué consejos hay que seguir para evitar contagios y mantenerse lo más sano posible? En primer lugar, evitar toquetear demasiado objetos de uso comunitario tales como pomos de puertas, pasamanos de escaleras, asideros de autobuses o metros, teclados en salas de ordenadores… Y en caso de haberlo hecho, intentar no tocarse mucho la boca o la nariz después, ya que en las mucosas la temperatura es más apropiada para que los microbios campen a sus anchas y empiecen a multiplicarse. Recuerdo que alguna vez hemos hablado ya de aprender a estornudar bien, colocando delante de la boca el antebrazo o el puño de la camisa en lugar de la palma de la mano, ya que en la manga los gérmenes se mueren al cabo de un tiempo mientras que en la mano aumenta la posibilidad de tocar los objetos antes mencionados y contagiar a otras personas. Por supuesto, es muy aconsejable lavarse las manos con cierta frecuencia: el frotárselas separa los microbios de nuestra piel y la presencia de moléculas de jabón ayuda a que se unan más fácilmente al agua, que se los lleva desagüe abajo… Yo sigo estos consejos a rajatabla y casi nunca me pongo enfermo; ya os dije una vez que no he faltado ni un solo día al trabajo desde que me contrataron en el 2009.


Ala de hospital con camas vacías y enfermeros con máscaras y trajes de protección


Como podréis suponer, sigo cumpliendo estas sencillas normas y sigo sin haber perdido un día de trabajo en toda una década. Los consejos básicos se reducen por tanto a estornudarse y toserse en el codo, lavarse las manos a menudo con jabón, tocarse poco la cara, no ir a zonas o celebraciones con mucha gente y no viajar, pero dejadme que añada algunos trucos y consejos extra, y que os revele mis secretos para evitar contagios… Una cosa que suelo hacer en épocas de gripe es coger los pomos de las puertas muy utilizadas o el asa de los carritos del supermercado por donde no se suelen agarrar; resulta un poco más incómodo pero vale la pena. Para entrar o salir del metro, justo antes de adoptarse las medidas de contención, esperé a que alguien pulsara primero la apertura de puertas. Y también hago un “reparto de tareas” entre las distintas partes de mi mano, usando los nudillos para pulsar el botón del ascensor y la punta de los dedos para rascarme la nariz o frotarme el ojo si no tengo más remedio; cuesta un poco pero al final te acostumbras a no mezclar (Esto me recuerda a esa sabia costumbre tradicional musulmana y de muchas sociedades actuales en vías de desarrollo de comer con la mano derecha para poder limpiarse el trasero con la izquierda… Pero de papel higiénico ya hablaremos más adelante).


Estante de supermercado vacío con solo un bote de gel desinfectante


Hay que tener presente que el virus puede llegar a nuestra boca, nariz u ojos desde otra persona de varias posibles formas: transmisión boca-boca (por eso está mal dar besos en la mejilla o toser o estornudar sin taparse), boca-mano-mano-boca (de ahí que esté mal toser en la mano y estrecharla) o boca-mano-objeto-mano-boca (lo que desaconseja toserse en la mano y después tocar cosas con ella). Y por supuesto, totalmente prohibido sacarse los mocos con el dedo, ahora más que nunca… Es increíblemente difícil evitar el contagio al 100%, y además la gente comete errores de diversos tipos: por ejemplo, ¿es recomendable saludarse con los codos si luego todo el mundo va a acercarse su propio codo al toser? ¿Y por qué hay tanta gente que se pone guantes pero luego no sabe usarlos? Todo objeto que se coja con el guante puesto no debería tocarse luego sin él. ¿Y por qué no entendemos que las mascarillas son sobre todo para los enfermos? El otro día en el metro había una chica con una mascarilla increíblemente aparatosa que sin embargo iba tocando todas las barras con la mano desnuda… Los últimos días antes del confinamiento había gente que le enseñaba a los amigos noticias alarmantes sobre el virus pasando un móvil de mano en mano, algo totalmente contraindicado en estos casos… Y a no ser que acostumbres a besar a menudo la suela de tus zapatos, no debes temer un contagio por esa vía, no hace falta que los dejes fuera de casa.


Gráfico mostrando cómo aplanar la curva del Covid-19


En un caso como este, con billones de enemigos microscópicos e invisibles a nuestro alrededor, la probabilidad de contagio nunca es cero pero hay que intentar reducirla al máximo… Una manera de afrontar el problema es haciendo uso de la Teoría de Redes y considerar a la población mundial como un conjunto de agrupamientos que nunca son estancos, que se comunican entre sí mediante una serie de nodos en los que radica la clave del asunto. Hasta la declaración del estado de alarma en España, el sábado 14 de marzo por la noche, los criterios más razonables a tener en cuenta eran estos: cuanto menos frecuente sea para ti una actividad, más lejos tengas que desplazarte para realizarla y más gente se congregue en ese sitio, menos recomendable es hacerla a efectos de contagio (tuyo o de los demás). También había otras consideraciones de carácter no sanitario a tener en cuenta, como ¿Se trata de una actividad importante para mí, es lo que me da de comer? o incluso ¿Aguantaré bien psicológicamente a largo plazo sin realizarla? A partir del sábado 14, que un determinado trayecto forme o no parte de tu rutina semanal queda supeditado, por encima de todo lo anterior, a las nuevas ordenanzas establecidas por el Gobierno. Si todo el Mundo (los 7.700 millones) siguiera a rajatabla los consejos contra el contagio durante unos quince días, la enfermedad simplemente desaparecería. El problema, como ya os he dicho, es que eso es imposible: siempre hay alguien que por casualidad, despiste o negligencia se acaba contagiando, con lo que el virus va saltando de unos a otros y no nos lo acabamos de quitar de encima.


Cuatro murciélagos colgados boca abajo de una rama en el bosque


No es la primera vez que una enfermedad pasa al Homo Sapiens desde otra especie, ya en otras ocasiones ha habido epidemias y pandemias de gripe aviar o de gripe porcina. Hacia 1920 el retrovirus del VIH se transmitió de chimpancés a hombres en la República Democrática del Congo, tal vez por contacto de la sangre de los animales con heridas de los cazadores, y no se expandió por todo el globo hasta la década de los 80; entre la transmisión de este virus y la aparición de la enfermedad (el Sida) pueden pasar años (Por cierto, hoy en día tenemos ya medicamentos que lo mantienen bajo control, y continuamente se están realizando nuevos avances). También está la mal llamada gripe española de 1918, que apareció inicialmente en los USA y mutó después a una variedad letal, matando en todo el Planeta a más gente que las dos Guerras Mundiales juntas.


Fragmento del cuadro El Triunfo de la Muerte mostrando una epidemia de peste


Si no nos restringimos a los virus, es famosa la epidemia de peste negra que asoló Asia y después Europa a mediados del S.XIV, llegando vía Italia a través de la Ruta de la Seda (curiosamente, un camino muy similar al que ha hecho el Covid-19, solo que este ha utilizado aviones en lugar de barcos). La bacteria de la peste es trasportada por las pulgas de las ratas, y fue la responsable por aquella época de la muerte de un tercio de la población europea… La historia se ha repetido una y otra vez durante los últimos 10.000 años, desde que empezamos a ser ganaderos, debido a la cercanía con los animales domésticos.

Los avances médicos y científicos nos han ido ayudando a resolver estos problemas: sin ir más lejos, a lo largo del S.XIX conseguimos vencer a muchos tipos de bacterias nocivas con algo tan sencillo como la higiene, el lavarnos las manos de vez en cuando. También fue muy importante el descubrimiento de los antibióticos, aunque hoy en día algunas bacterias se están convirtiendo en superresistentes porque la gente los usa sin control… Contra los virus, además de los propios anticuerpos que cada uno genera, tenemos las vacunas, cuya eficacia varía porque (al menos en el caso de la gripe) se hacen a partir de la cepa del año pasado y los virus van mutando cuando se replican. En el caso de la viruela, el acuerdo a finales de los años 50 sobre una campaña coordinada de vacunación a nivel mundial permitió dar por erradicado oficialmente el virus en 1980.


Investigador en un laboratorio manejando una pipeta múltiple


Los expertos ya sabían que tarde o temprano aparecería una pandemia de este tipo, que solo era cuestión de tiempo, pero aun así no se tomaron suficientes precauciones. Ya desde mediados de enero, en cuanto las noticias de Wuhan empezaron a ser alarmantes, los investigadores españoles se pusieron a trabajar en la obtención de una vacuna (yo mismo recibí a través de la lista de correo de la Universitat de València un par de convocatorias). Se han facilitado en todo el Mundo dinero y medios suficientes para acelerar el proceso, así que si todo va bien la vacuna estará lista y testada hacia abril de 2021, con lo que tendremos el problema resuelto… dejándonos lamentablemente a algunos de los más débiles por el camino.

Por cierto, queridos amigos antivacunas: así es como se comporta una enfermedad cuando no existe remedio… o cuando se rechaza este remedio por pura ignorancia y estupidez. Una de las principales conclusiones que deberíamos sacar de todo este asunto es que no hay que hacer caso a los científicos solo cuando ya es demasiado tarde; hay que darles fondos para investigar y reducirles las trabas burocráticas antes de verle las orejas al lobo… y sobre todo hay que usar el sentido común, que a veces brilla por su ausencia. El Conocimiento es Poder, y los problemas aparecen siempre cuando la gente decide ignorar voluntariamente ese Conocimiento… Lo dejamos aquí por ahora; la semana que viene os cuento qué tal me está yendo encerrado solo en casa.


Mapamundi mostrando en tonos de rojo la incidencia del Covid-19 en los distintos países

lunes, 16 de marzo de 2020

Tormenta de Hierro (II)


La semana pasada os hice una breve crónica de los bombardeos sufridos por Valencia durante la Guerra Civil Española y una descripción de los refugios antiaéreos que se pueden visitar en la actualidad. Además de la nuestra también sufrieron bombardeos y episodios terribles otras ciudades de la región como Alicante, Sagunto, Castellón, Carcaixent o Xátiva… El objetivo de hoy es el de relataros las vivencias de mi abuela materna Ana Luisa Rodríguez, su madre, sus hermanos y su primo Hostilio en las calles de Valencia durante la guerra, un relato que ella misma me trasladó para que lo pusiera por escrito y que os dejé pendiente hace ya unos años en el blog.


Foto de mi abuela Ana Luisa Rodríguez en 1941


Diversas circunstancias de la vida llevaron a mi abuela, siendo aún niña, de Canarias a la península (en concreto Madrid y después Bilbao) con su madre Micaela y su padrastro Isidoro, que falleció en 1929. Tras estallar la guerra Micaela y ella pasaron una corta temporada con familiares en Inglaterra, aunque luego volvieron a España. En un breve relato autobiográfico que escribió sobre aquella época y que todavía conservo, titulado Las Joyas Perdidas, mi abuela hablaba, refiriéndose a la situación en Bilbao (y supongo que después la cosa sería parecida en algún momento en Valencia), de la escasez de víveres, las colas interminables para comprar comida, los registros, los tiroteos en las calles, las explosiones en la distancia… Ana Luisa adelgazó mucho en Bilbao y aparece demacrada y ojerosa en las pocas fotos suyas que conservamos de aquella época. Sus hermanos Lorenzo, Miguel y Emilio fueron saltando de ciudad en ciudad por las vicisitudes de la guerra. Al mayor, Lorenzo, oficial de correos y afiliado al partido socialista, lo habían hecho capitán; Emilio, el más joven de los cuatro, murió de tuberculosis en La Habana en 1938.


Foto de mi tío-abuelo Hostilio Rodríguez cuando era joven


En su día ya os hablé de mi tío bisabuelo Luis Rodríguez Figueroa, personaje ilustre de Tenerife, y de algunos de sus hijos, entre los cuales estaba Hostilio, segundo protagonista principal de esta historia, republicano y masón como su padre. Hostilio estudió Derecho en la Universidad de La Laguna y se especializó en Derecho Internacional en Londres, alojándose con su primo Tomás Bartlett (el familiar del que os hablaba antes), siendo militarizado durante la guerra y convirtiéndose en fiscal de la República, llegando a estar en algún momento en combate en el frente de Viver y Teruel como comandante del Batallón Canarias. Llegó a Valencia desde Madrid con el traslado del Gobierno de la República. Cuando Ana Luisa regresó con su madre desde Inglaterra a Valencia en octubre de 1937, Hostilio vivía en la segunda planta de la calle Guillem de Castro nº48, entre las calles Guillem Sorolla y En Bany, no muy lejos de las Torres de Quart. En un principio el piso estaba alquilado a unos partidarios del bando nacional que se habían ido a Barcelona por miedo, y el Gobierno de la República lo incautó y se lo cedió a Hostilio; esto lo solían hacer a menudo para realojar a los republicanos que vinieron de Madrid. A la llegada de mi abuela Hostilio compartía el piso con su hermano Elio y con un amigo llamado Raúl Montesdeoca, maestro, que más tarde se marchó a Argentina. Elio también se marchó poco después.


Plano esquemático del piso de Guillem de Castro 48 donde vivió mi abuela durante la Guerra Civil


El edificio tenía dos puertas por planta, sin ascensor. El piso tenía un comedor y un dormitorio con salida a los balcones de la calle, y otros dos dormitorios interiores, una cocina pequeña y una galería que daba al patio de luces dentro de la manzana. La galería tenía en un rincón un sencillo retrete de madera, pero no había nada que pudiera llamarse cuarto de baño. Micaela compró una bañera de madera forrada de zinc que se colocó en un pequeño cuartito cercano a la cocina; para usarla se iba calentando agua del grifo en cacerolas y se llenaba poco a poco. La cocina funcionaba con carbón, que se compraba en la carbonería en caso de que hubiera existencias. Micaela y Ana Luisa también hervían agua de vez en cuando para rociar con una cafetera los somieres metálicos de las camas, con un cubo debajo, y matar así a las chinches, que por la noche producían unos molestos picotazos. Mi abuela recordaba con claridad cuando me lo contaba que las chinches trepaban por la pared en fila india, y que Hostilio, Elio y Raúl las iban achicharrando una a una con una vela, dejando las paredes llenas de manchas de humo.

Hostilio, Ana Luisa y Micaela convivieron en la calle Guillem de Castro entre octubre del 37 y agosto del 38. Ana Luisa encontró un trabajo como secretaria en una empresa de barnices y esmaltes en la calle Cirilo Amorós, y por la tarde iba a un par de academias, de mecanografía y de idiomas, pero normalmente comía y cenaba con su madre en el piso. Hostilio iba allí a dormir, pero por lo general pasaba todo el día fuera. Ana y sus amigas, así como su futuro marido Ricardo y los suyos, frecuentaban una cafetería de la calle Paz esquina con la calle Comedias llamada Ideal Room en la que se respiraba un ambiente intelectual de izquierdas, con escritores, periodistas, gente del Gobierno… Hostilio también pasaba por allí de vez en cuando.


Varios aviones bombarderos en formación de V vistos desde abajo


Como ya hemos dicho, los aviones italianos y alemanes sobrevolaban a menudo la ciudad y bombardeaban los puntos clave; las explosiones más cercanas que vivió Ana Luisa en Valencia fueron las de la Estación del Norte. Frecuentemente sonaban las sirenas y la gente acudía al refugio, que estaba a la vuelta de la esquina, muy cercano al piso. Micaela bajaba siempre, pero al cabo de un tiempo Ana Luisa ya no lo hacía tan a menudo (había gente que incluso subía a las azoteas, a ver el “espectáculo”). A medida que se fueron sucediendo las semanas las noticias en prensa sobre los bombardeos iban siendo más escuetas, por haberse convertido en costumbre y también para que no cundiese el desánimo entre la población.

Cuando los aviones sobrevolaban la zona de noche todo el mundo tenía que apagar las luces para no proporcionar a los pilotos pistas sobre la posición exacta de los objetivos, pero algunos quintacolumnistas partidarios de Franco dejaban las luces encendidas a propósito. Unos vecinos de un piso superior, al otro lado del patio de luces, hacían esto a menudo, y Hostilio se asomaba furioso a la ventana de la galería gritando con su característico acento canario: “¡Fascistas! ¡Apagad ahora mismo las luces o subo y os pego un tiro!”. Mientras, su tía Micaela le agarraba de la camisa por detrás intentando que se calmara y les evitara un disgusto. Algunas noches los vecinos acababan apagando las luces y otras no.


Detalle del cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco mostrando una ciudad en llamas de noche


Mi tío abuelo Lorenzo regresó del frente de Teruel y llegó a Valencia al piso de Hostilio, donde estuvo un breve periodo de tiempo conviviendo con su primo, hermana y madre. En aquella época Ana Luisa conoció a mi abuelo Ricardo y poco tiempo después este pidió su mano a Micaela, no sin antes coger el trenet a Tavernes Blanques y comprar dos kilos de carne para regalárselos a su futura suegra y así congraciarse con ella. Hostilio pudo asistir a la boda civil, el 8 de agosto de 1938, pero poco tiempo después tuvo que marcharse de la ciudad porque las tropas de Franco habían cortado la carretera Valencia-Barcelona. Lorenzo no había tenido más remedio que irse también la víspera de la boda de su hermana. Con el paso de los meses tanto Lorenzo como Hostilio acabaron exiliándose a Francia; Hostilio le comunicó a su primo sus planes de navegar a América, pero Lorenzo no quería tomar ese camino. Micaela también acabó marchándose a Francia, pero Ana Luisa se quedó en Valencia por Ricardo.


Foto tomada desde los aviones italianos de un bombardeo sobre Russafa, en Valencia


Hostilio les cedió el piso de la calle Guillem de Castro a los recién casados, y en 1939 estos lo intercambiaron con el propietario por otro piso en la calle Buenos Aires en el que todavía estaba alquilada mi abuela cuando falleció, siendo por entonces la propietaria del edificio la nieta del propietario original. Poco antes de mudarse al piso de Russafa había tenido lugar un suceso escalofriante en el edificio de al lado: una bomba cayó por el hueco de la escalera, destrozando a su paso los retretes de todas las plantas, pero afortunadamente no llegó a explotar. Valencia cayó en manos de los franquistas el 29 de marzo de 1939. La última semana la situación fue dramática, con miles de personas huyendo, saqueos, venganzas de última hora… Hasta el mismo día 25 se sufrieron bombardeos, ya sin necesidad, meramente a modo de represalia. El 31 de marzo marchaban las tropas de Franco por las calles de Valencia y el 1 de abril terminaba oficialmente la guerra.


Desfile de los tanques de Franco por la Plaza del Ayuntamiento de Valencia en 1939


Después de escapar de un campo de concentración en Burdeos, Hostilio se reencontró con sus hermanos Manlio, Elio y Layo, este último capitán mercante. Un canario rico les consiguió un barco para ir a América, y finalmente acabaron en Colombia, después de pasar por Venezuela. Los hechos de esta travesía marítima se relatan en el libro La Odisea del Capitán Miranda, de Félix Santos, aunque en opinión del propio Hostilio esta narración contenía bastantes imprecisiones. Una vez en Sudamérica Hostilio y sus hermanos siguieron viviendo aventuras más propias de una película que de la vida real, pero de esas tengo ya menos detalles.

A pesar de las conexiones familiares de mi abuela, mi abuelo Ricardo había mantenido un perfil más bajo durante la guerra y por eso no necesitaron huir de Valencia, pero sí tuvieron por ejemplo que deshacerse de muchos libros comprometedores, entre ellos los de García Lorca, para no tener problemas con los franquistas. Por sus ideas de izquierdas, a mi abuelo lo bajaron cuarenta puestos en el escalafón del Banco Hispano Americano donde trabajaba y le ofrecieron sin alternativa posible un traslado a Alcoi, ante lo cual él mismo decidió prejubilarse a los 36 años aduciendo motivos de salud, por sus problemas cardiacos, para montar su propio negocio: un almacén de suministros de material industrial para astilleros, tranvías, trenes y hornos, en la propia calle Buenos Aires, que funcionó bastante bien, proporcionando estabilidad económica a su familia. Tal vez recordaréis que yo mismo viví en el piso de la calle Buenos Aires unos años tras fallecer mi abuela, y que ahora se ha convertido en un apartamento para turistas en el barrio de moda. En cuanto al nº48 de la calle Guillem de Castro, en la actualidad es un solar; creo que en algún momento se utilizó como aparcamiento para coches.


Foto del solar de Guillem de Castro 48 hoy en día


Tras la muerte de Franco y la transición a un régimen democrático, Hostilio, ya con mujer e hijos en América, pudo viajar de vuelta a España de vez en cuando y visitar a su prima y a otros familiares y amigos. De hecho algunas de sus aventuras me las contó él directamente, ya mayor, durante sus estancias en Valencia. Murió en 2007 con 98 años de edad: se quedó dormido plácidamente en un vuelo intercontinental, creo recordar que desde Barcelona a Bogotá, y no se volvió a despertar. La mayor parte de los detalles referentes a él que he dado en esta entrada me los contó mi abuela hace más de una década, cuando me empecé a interesar por mi árbol genealógico y por la historia de mi familia. El archivo que me ha servido como punto de partida para escribir estas líneas está fechado en junio de 2009, tan solo un mes antes de fallecer Ana Luisa a los 94 años. Por aquel entonces ya llevaba unos meses delicada de salud, y estos momentos en los que la entrevistaba y la animaba a recordar detalles eran para ella muy agradables, no solo por pasar el rato charlando con su nieto sino también por la tranquilidad de saber que las historias del pasado quedarían en negro sobre blanco y no se perderían para las futuras generaciones de la familia.


Figuritas de plástico idénticas y bien alineadas de un soldado cayendo en combate


Es curioso ver cómo las personas de esta generación, a medida que se van acercando al final de su vida, tienden a retrotraerse cada vez más a menudo a sus recuerdos de juventud, incluso aunque estos pertenezcan a una época tan oscura como aquella… Debe ser sencillamente porque a esa edad se vive todo de forma más intensa, y no tuvieron más remedio que adaptarse al caos y al horror que les rodeaba, no permitieron que las penurias les impidieran experimentar emociones como el amor que trajo a mi madre a este Mundo… Cada vez van quedando menos supervivientes de aquella época, supervivientes cuyos testimonios son especialmente valiosos porque su visión de los acontecimientos se ha reposado con el paso de las décadas y la perspectiva que da la experiencia vital. Hay que conservar estos relatos a toda costa, mantener la memoria histórica para no repetir los mismos errores y también para ser bien conscientes de la suerte que tenemos de vivir en tiempos de Paz, incluso en estos días de incertidumbre sanitaria y reclusión forzosa… La próxima semana, muy probablemente, compartiré con vosotros mis impresiones sobre el comportamiento de los valencianos del siglo XXI durante la presente epidemia de Covid-19.


Graffiti en un muro de ladrillo con una niña, un cubo de pintura y la frase "Goodbye Blue Sky"