lunes, 30 de julio de 2018

Amanecer, Atardecer, Anochecer (IV)


Seguimos hablando de experimentos cinematográficos relacionados con el paso del Tiempo dentro y fuera de la pantalla… Que el transcurso de los años haya afectado físicamente al actor y no solo al personaje aporta a la historia cierta Verdad que no se puede fingir, de modo que si el relato está además bien construido nos sentiremos doblemente conmovidos por aquello que se cuenta… No se trata de hacer un mero time lapse que refleje el crecimiento o envejecimiento de una persona en formato vídeo o fotográfico; la verdadera gracia está en tratar de ordenar toda esa información y contar con ella una historia que tenga un sentido más profundo, destilar la esencia de lo que conlleva ese paso del Tiempo… Esto es lo que tranforma la obra en cuestión en Arte con mayúsculas.




Ya hemos visto que la trilogía de Jesse y Céline responde a la necesidad de Richard Linklater de contar historias auténticas sobre personas de verdad, pero este no es el único experimento con el Tiempo que el director tejano ha hecho en su carrera. Boyhood fue otro fascinante proyecto que abarcó doce años de su carrera, de 2002 a 2013, en los que estuvo trabajando de forma intermitente con los mismos actores (entre ellos Ethan Hawke) a razón de unos pocos días cada año, en las fechas en las que podían coordinar sus agendas. La historia está contada desde el punto de vista de Mason, interpretado por Ellar Coltrane, desde los seis hasta los dieciocho años, narrando su niñez y adolescencia en Tejas hasta independizarse e ingresar en la Universidad. Los otros actores principales son Patricia Arquette, que interpreta a su madre, la hija del director Lorelei Linklater, que interpreta a una hermana algo mayor, y Hawke en el papel de padre separado que los visita de vez en cuando.

Durante el primer par de años solo se había esbozado un esquema básico para la evolución de cada uno de los personajes, y el director ya tenía clara cuál sería la escena final (que por cierto incluye unas miradas furtivas muy en la línea de la trilogía “Antes de…”), pero los detalles del guión se fueron cambiando sobre la marcha, dejando que los propios actores incorporasen experiencias de su vida real a la historia. En muchas ocasiones los procesos de escritura (del siguiente episodio) y montaje (del anterior) fueron simultáneos. En este lapso de doce años hubo un total de solo treinta y nueve días de rodaje, y sin embargo unos dos años de montaje, un periodo muy largo para lo que suele ser habitual. Pese a lo que cabría pensar, no se rodaron muchas escenas que quedaran luego fuera del montaje final, de dos horas y cuarenta y cinco minutos. Linklater rodó en 35mm y no en digital porque sabía que este formato mantendría los mismos estándares a lo largo de todo ese tiempo, de manera que el aspecto visual de las diferentes partes de la historia fuese uniforme.




Boyhood es en definitiva una película sobre el hecho de crecer en la que no hay acontecimientos especialmente espectaculares o traumáticos, se basa sencillamente en el paso del Tiempo. Es una historia sencilla pero te llega muy adentro porque te resulta fácil identificarte con estos personajes. Se estrenó en 2014, un año después de la tercera parte de la trilogía, y tuvo muy buena acogida por parte de la crítica y del público, ganando varios premios en festivales internacionales. Los productores hubieron de ser muy pacientes pero al final se vieron recompensados con una muy buena recaudación.

Con esta valiente propuesta Linklater nos hace ver el envejecimiento como algo natural, nos invita a aceptar a los personajes (y a los actores y actrices) tal y como son, sin tratar de disimular su edad real, mostrando abiertamente las canas de Hawke o las arrugas de Arquette a medida que van apareciendo… Algo así es muy de agradecer en esta época en la que sobre todo las actrices sienten una constante presión al respecto, teniendo que estar siempre perfectas. Como curiosidad, comentar que a mitad de proyecto el director se enteró de que Stanley Kubrick había pensado en hacer su película sobre Napoleón rodando a Al Pacino a lo largo de un periodo de precisamente doce años… No se llegó a realizar, así que nunca sabremos cómo habría sido el resultado.




Experimentos como los de Linklater ya se habían hecho antes en el Cine, por ejemplo en Francia. Antoine Doinel es el personaje protagonista de Los Cuatrocientos Golpes, film dirigido por François Truffaut y estrenado en 1959. Está interpretado por el actor Jean-Pierre Léaud, que en aquel momento tenía catorce años. Una especie de alter ego de Truffaut, Doinel es un chico que no se siente motivado en el colegio y que no se entiende con sus padres, lo que hará que cometa pequeños delitos que le llevarán a la comisaría y después al reformatorio. La película es uno de los mayores exponentes de la Nouvelle Vague, corriente basada en mostrar la vida tal y como es, en centrarse en lo cotidiano… Posteriormente se estrenaron un cortometraje y otros tres films de Truffaut con el mismo protagonista (y actor) a distintas edades, a lo largo de un periodo de veinte años. Esto no fue planeado desde el principio, las continuaciones fueron surgiendo sobre la marcha… Aparte de Antoine también hay otros personajes que aparecen de forma recurrente en las distintas entregas, aportando una mayor verosimilitud a este universo de ficción.

Antoine y Collete es uno de los cortos que componen El Amor a los Veinte Años, película de 1962 hecha por varios directores. En él vemos a Antoine independizado y trabajando en una tienda de discos, y conocemos a su primer interés romántico, Collete. En Besos Robados, de 1968, el protagonista va pasando por varios trabajos tras una experiencia desastrosa en el ejército, y su vida amorosa es también bastante caótica, aunque acaba estabilizándose un poco al conocer a Christine Darbon. En Domicilio Conyugal (1970) vemos a Antoine y Christine casados, y asistimos al deterioro de la relación, que conduce a una infidelidad por parte de Antoine. El Amor en Fuga (1979) se estrenó nueve años después, más tiempo que de costumbre; en esta entrega final se lleva la historia de Antoine Doinel a su conlusión, con múltiples referencias a las anteriores películas.




Centrémonos ahora en la no-ficción, y para ello nos vamos al Reino Unido… La Serie Up es un estudio sociológico iniciado en 1964 con un documental de cuarenta minutos en que se entrevistaba a catorce niños de siete años, la mayoría del área de Londres pero de distinta extracción social. Este primer documental fue dirigido por Paul Almond y no tenía prevista una continuación, simplemente pretendía hacer una radiografía de la sociedad londinense de la época. El encargado de la documentación fue Michael Apted, que por entonces tenía veintitrés y que posteriormente sería un prolífico director de cine y televisión; siete años más tarde Apted decidió repetir la ronda de entrevistas a los mismos niños, formulando a veces algunas preguntas exactamente de la misma forma. Quería comprobar si la situación y posición social de los niños a los siete determinaría en gran medida su Futuro, y cómo se desenvolverían en la edad adulta. Desde entonces el director ha entrevistado a este grupo de personas cada siete años, llegando por ahora a la cita de los cincuenta y seis.

Con cada nueva entrega de la serie se ha visto cómo algunos de los sujetos cambiaban inesperadamente de estilo de vida en un breve espacio de tiempo, mientras que otros seguían al pie de la letra lo que se había planificado para ellos desde pequeños, y otros tantos se esforzaban por llegar más lejos precisamente por la presión de tener que contarlo en estas entrevistas. Unos pocos han declinado aparecer en algunas de las entregas, a veces de forma intermitente. Más recientemente han surgido proyectos similares en Estados Unidos, Rusia y otros países. Estos documentales nos hablan de experiencias con las que todos nos podemos identificar: niñez, adolescencia, juventud, sueños que no se cumplen, altibajos económicos, matrimonios, hijos, divorcios, problemas de salud, la pérdida de los padres o incluso la cercanía de la propia Muerte. El siguiente documental, que debería retransmitirse en mayo de 2019, será el primero en el que una de las participantes haya fallecido; veremos si este hecho modifica su enfoque general. Michael Apted ya ha declarado que le gustaría seguir haciendo entregas de la serie mientras él mismo siga vivo.




Los tres ejemplos que hemos visto hoy corresponden a distintas combinaciones de distintos factores: Boyhood es ficción rodada durante muchos años pero con una sola película como resultado. Los filmes de Truffaut (como en cierto modo la trilogía de Jesse y Céline) son también ficción con el objetivo de mostrar el paso del protagonista a la edad adulta, pero en este caso en varias entregas. Los documentales de Apted son no-ficción por entregas con una periodicidad de siete años… Nos falta un ejemplo de no-ficción rodada a lo largo de mucho tiempo pero con una sola entrega como resultado; después de pasar por Estados Unidos, Francia e Inglaterra, este ejemplo lo podemos encontrar aquí, en España… Muchos Hijos, un Mono y un Castillo es un delirante documental realizado por el actor Gustavo Salmerón; se trata de un experimento similar al de Boyhood, aunque algo más casero e iniciado un año después que Linklater, y no es ficción, por más que nos cueste creerlo viendo los trailers.

El documental surge de un extenso metraje rodado por Salmerón a salto de mata durante catorce años (y montado durante los últimos dos) y está centrado en la estrambótica vida de Julita, madre del actor, y el resto de su familia. No puedo contaros demasiado acerca de él porque todavía no lo he visto, pero parece que narra la historia de cómo Julita tuvo seis hijos y, después de recibir una cuantiosa herencia, pudo cumplir su sueño de comprar un mono (que al crecer se volvió muy agresivo) y vivir en un castillo (donde acumulaba obsesivamente todo tipo de objetos inservibles)… El documental empieza con la matanza de un cerdo y creo que concluye con el hallazgo de unas vértebras de la abuela de Julita, asesinada en la Guerra Civil, que se habían perdido por la casa. Estrenado en 2017, ha ganado bastantes premios, y os aseguro que pienso verlo lo antes posible… La semana que viene, en la última entrega sobre Cine y Tiempo, veremos que algunos héroes de ficción, ya sea realista o fantástica, también envejecen delante de las cámaras, y que si este tema se trata de la manera adecuada puede aportar una gran profundidad y carga emocional a la obra en cuestión.



lunes, 23 de julio de 2018

Amanecer, Atardecer, Anochecer (III)


La trilogía “Antes de…” de Richard Linklater trata sobre la conexión profunda entre dos personas, y nosotros seguimos explorando aquí las conexiones formales y temáticas entre las tres películas que la integran. Ya hemos visto que el film original era acerca del amor a primera vista, el amor romántico, y que el segundo trataba sobre aprovechar la oportunidad perdida cuando se vuelve a presentar. Tras el estreno de Antes del Atardecer Linklater, Ethan Hawke y Julie Delpy eran ya conscientes de la posibilidad de que hubiese una tercera entrega más adelante, y así acabó sucediendo. A estas alturas los dos actores estaban tan familiarizados con la historia que proponían ideas no solo para su personaje, sino para el de su pareja, resultando un trabajo entre tres en el que hasta los más pequeños detalles se habían pulido en la etapa de escritura del guión.




Antes del Anochecer se estrenó en 2013 (también la vi en el cine, y creo que el primer día, cosa rara en mí) y retoma la historia nueve años después. En la primera escena Jesse está en un aeropuerto griego acompañando a Hank, su hijo adolescente, al avión que lo llevará de vuelta a casa. Al salir de la terminal la cámara le sigue desde atrás mientras llega a un coche en el que le espera apoyada en segundo plano, hablando por el móvil, Céline. Han sido nueve años de incertidumbre, así que el romántico que hay en mí (os hablé de él la semana pasada) no puede contener la alegría por la confirmación de que al final acabaran juntos; sin embargo, la música no sube de volumen ni hay un primer plano de ella porque para la pareja verse todos los días es algo ya habitual, rutinario. Aunque no se han casado tienen dos niñas preciosas, Ella y Nina, con el pelo rubio y ondulado como su madre, dormiditas en el asiento de atrás del coche. Es reconfortante ver que mientras Jesse conduce siguen charlando, filosofando y haciéndose bromas: él simula ser el típico macho mediterráneo y ella hace una imitación muy graciosa de una rubia tonta que se siente atraída por ese Don Juan… Esta imagen de ambos aprovechando para recuperar su conexión de antaño en los escasos minutos en que las niñas duermen en el asiento trasero fue de hecho el germen de la película.

Ahora mismo ambos tienen cuarenta y un años. Él lleva de nuevo el pelo más largo y está menos delgado, mejor de aspecto que en la segunda parte, como si realmente le hubiera sentado bien al personaje pasar la última década con una mujer a la que quiere de verdad. Ella sigue siendo muy guapa de cara aunque su precioso culo francés (como ella misma lo denomina) está algo más regordete, cosa por otra parte lógica teniendo en cuenta que ha parido gemelas. Nos enteramos de que tras su reencuentro estuvieron un par de años en América pero desde que nacieron las niñas viven en París. La ex de Jesse, una mujer al parecer un poco manipuladora, se mudó con su hijo a Chicago. La breve escena de Waking Life en la que Jesse y Céline charlan tumbados en una cama, en un alto edificio de apartamentos, podría entenderse, vista desde 2001, como un flash-forward a ese tiempo en que vivieron juntos en Nueva York, después de lo ocurrido en la segunda entrega.




En un fantástico juego de espejos con las propias películas, Jesse escribió la continuación de su primer libro, titulada “Esa Vez”, sobre su reencuentro en París, y después un tercero (que ya no tiene que ver directamente con ellos dos), y todos han tenido muy buenas ventas. Al menos de acuerdo con el segundo libro, lo que ocurrió después del final de la anterior película fue que se pasaron varios días en el apartamento de ella follando como locos… Me pregunto si entre polvo y polvo bajaron esa noche al patio a cenar con los vecinos, me hubiera gustado verlo; estos guiones son tan buenos y los dos actores lo hacen tan bien que es como si conocieras a estos personajes de verdad, como si fueran buenos amigos tuyos y quisieras pasar todo el tiempo posible con ellos.

En cuanto al trabajo de ella, sigue estando relacionado con el medio ambiente, pero últimamente está muy estresada y descontenta y se está planteando si aceptar o no una oferta para otro puesto, en el gobierno francés. A menudo está pendiente de su teléfono y de las llamadas de trabajo; de hecho, los nueve años transcurridos desde la segunda película se notan en que a los cinco minutos del inicio ya vuelve a sonar el móvil, interrumpiendo la conversación que mantenían los dos en el coche… Cada vez somos todos más y más dependientes de las tecnologías de la comunicación, con los problemas que ello conlleva; esto tendrá una influencia decisiva en la segunda mitad de la peli, como veremos después.




La familia ha estado pasando unas semanas en el Peloponeso, en la casa de campo de un compañero de profesión de Jesse, un escritor ya anciano, junto con una amiga de este y otras dos parejas, una de ellas más joven (que la mayor parte del tiempo mantienen su relación a través de Skype, otro signo de los tiempos modernos). Estos secundarios intervienen bastante en el primer tercio de la película (la duración total es de hora y media), y es interesante ver a la pareja protagonista charlar con ellos durante tanto tiempo. Jesse les comenta que está escribiendo su cuarto libro, con varios personajes que tienen distintas particularidades a la hora de percibir el paso del Tiempo: por ejemplo una es una mujer con una constante sensación de dejà-vu, y hay otro que no puede evitar ver todo lo que le rodea bajo el prisma de lo efímero de la Existencia, la continua transformación, el Futuro a largo plazo…

En estas charlas vuelven a salir temas que ya se habían tocado en las otras películas; en un momento dado hablan de que es mejor concentrarse en las amistades y en el trabajo que en el amor romántico… Cuando Jesse y Céline interaccionan con otras personas queda patente lo bien que se conocen ya: a veces completan las frases del otro (igual que los actores contribuían a los diálogos del otro en la escritura del guión), pero también en ocasiones hacen bromas con temas personales que al otro no le acaban de sentar muy bien, porque tienen un trasfondo de queja real.




Después de este primer acto, el resto de la película volverá a ser de nuevo exclusivamente para ellos dos: justo antes de su regreso a París sus amigos han insistido en regalarles una noche solos en un lujoso hotel. De camino hacia allá les parece raro poder pasear y charlar tranquilos tanto tiempo, sin las niñas correteando a su alrededor… En lo que queda del film hay varias escenas increíbles, en las que vemos a dos actores en estado de gracia; podría decirse que, más que interpretarlos, se convierten en los personajes, son realmente Jesse y Céline. Es una delicia prestar atención no solo a lo que dicen sino también a cómo lo dicen, y a las cosas que se quedan sin decir.

Mientras caminan comentan que cuando te haces adulto tus mejores referencias para llevar la cuenta de los años son tus parejas y tus empleos (eso lo puedo confirmar), y más adelante tus hijos. La abuela de Jesse acaba de morir, poco tiempo después que su marido; estuvieron casados durante setenta y cuatro años, lo que quiere decir que, tomando su primer encuentro como punto de partida, Jesse y Céline todavía podrían seguir juntos cincuenta y seis años más. Esto da para muchas otras películas… Por ahora parece que no habrá cuarta parte en 2022, pero no se descarta que al final la haya; Linklater, Hawke y Delpy decidirán seguramente a lo largo de 2018 si ponerse a trabajar en un nuevo guión.




Tras una visita rápida a la milenaria capilla bizantina de Santa Odilia, se sientan junto a la orilla (él pasa su brazo derecho por detrás de ella, como en el tranvía de Viena o el banco del jardín de París) y contemplan la puesta de Sol: “Aún está ahí… Aún está ahí… Se fue.” Todo acaba tarde o temprano y el día no es una excepción, pero esta película no termina aquí sino antes de la medianoche, y aún queda una parte bien distinta, de la que desaparecerá por completo el romanticismo. Hay que tener en cuenta que los nueve años transcurridos entre la primera y segunda entregas Jesse y Céline estuvieron separados, pero los siguientes nueve han estado juntos, y ese tiempo es más que suficiente para que surjan tensiones que pongan a prueba su relación. ¿Recordáis que a medianoche la carroza de la Cenicienta se transformaba en una calabaza? Ellos mismos lo comentaban al final de la primera película. El tercer acto del film dejará bien patente que la Vida real no es un cuento de hadas con un “Vivieron felices para siempre”…




Entran a la moderna y elegante habitación de hotel y después de un par de minutos de conversación se sientan en la cama. Empiezan poco a poco a desnudarse y él le besa los pechos con delicadeza. Ella le sigue ofreciendo su lengua de esa forma tan sensual cuando se besan, igual que hace dieciocho años, aunque también se da cuenta de que su barba ya no tiene aquellos tonos rojizos que le llamaron la atención en Viena… De repente suena de nuevo el móvil de ella. Por un segundo se me encoge el corazón pensando que puede haberle pasado algo a sus hijas, pero no; es Hank, el hijo de él, para avisar de que ha llegado bien, y por segunda vez en la película ella no le pasa a él el teléfono antes de colgar, lo que le molesta un poco. Empiezan a hablar de lo mal que se siente Jesse por vivir tan lejos de Hank y de lo despreciable que es su exmujer, y lo que iba a ser una noche romántica empieza poco a poco a torcerse.

Durante los primeros cinco minutos de la discusión ella sigue con los pechos al aire, pero apenas me doy cuenta, preocupado como estoy por las posibles repercusiones de la riña; sin duda es una decisión muy valiente por parte de Julie Delpy que le aporta mucha Verdad a la escena, esto podría pasar perfectamente con una pareja real (es como seguir hablando mientras estás en la taza del wáter)… En cuanto él ve que la cosa empieza a caldearse, coge el teléfono de ella y lo silencia, para evitar nuevas interrupciones; de nuevo queda patente la falta de intimidad que tenemos hoy en día con los malditos móviles, aunque también es cierto que haber podido contactar con ella en su segunda visita a Viena le habría cambiado la Vida a Jesse por completo (las herramientas no son en sí buenas ni malas, depende de cómo se usen).




Discuten sobre la posibilidad de mudarse o no a Chicago y empiezan a salir poco a poco todas las frustraciones que tienen acumuladas dentro por no poder conciliar sus responsabilidades y sus anhelos. Seguramente no es la primera vez que tienen una discusión similar, pero esta parece ser especialmente virulenta. La que se siente más herida es Céline, que le recrimina el dedicar mucho tiempo a escribir mientras ella abandonó hace años pasiones como su música para ocuparse más de las niñas. Él le responde que escribir es su trabajo, y que puso su Vida patas arriba, separándose de su hijo, por oírla cantar un vals a la guitarra nueve años atrás. El tono de la discusión se va elevando, y mientras hablan en la habitación del hotel me recuerdan a aquella pareja que gritaba en alemán mientras su tren llegaba a Viena, la pareja gracias a la cual ella se sentó a su lado, comenzando su historia… ¿Está esa misma historia a punto de terminar? Vistas las puyas que se van lanzando, no sería descabellado pensarlo.

El hecho de conocerse tan bien el uno al otro después de tantos años (recordad cómo terminaba el poema que les escribió aquel chico en Viena: “¿Acaso no me conoces a estas alturas?”) puede ser utilizado por ambos para herirse más eficazmente, pero aunque a veces recurren a golpes bajos por lo general discuten de manera racional. Los espectadores también los conocemos bien y sabemos que ninguno de los dos es estúpido o una mala persona; se escuchan el uno al otro, no han desarrollado esa sordera selectiva de la que hablaba Céline en el tren. Ella está más nerviosa, y va sacando a relucir todas las espinitas que lleva clavadas dentro; él parece más tranquilo e intenta poner paz. Ella está a punto de marcharse de la habitación, pero vuelve a entrar y siguen discutiendo. Tras acusarse mutuamente de supuestas infidelidades, ella le dice “Creo que ya no te quiero” y se marcha por segunda vez. Él se queda sentado, triste y en silencio… Os juro que cuando escuché esta frase la primera vez que vi la película me quedé helado.




Ella se ha sentado en una mesa del muelle, en el sitio donde antes habían contemplado el atardecer. Él sale a buscarla, la ve y se sienta junto a ella, simulando ser un desconocido, a lo que ella responde que no tiene ninguna gracia y que basta ya de juegos. Entonces él se inventa una historia (no muy distinta a la que utilizó dos décadas atrás para que ella bajara del tren con él) y le dice que es un viajero del Tiempo que viene a entregarle una carta (en realidad es una servilleta) que ella escribió a los 80 años para sí misma a los 40. Ella no participa del juego pero él sigue hablando, poniéndose más serio e intentando hacerle entender que la Vida no es un cuento de hadas, que el amor verdadero conlleva una parte de sufrimiento, y que ambos tienen que aprender a convivir con lo bueno y también con lo malo de ese compromiso a largo plazo. En ese momento ella no puede evitar ponerse a llorar, y durante medio minuto ambos guardan silencio, alternando miradas al vacío con miradas furtivas el uno al otro, igual que en la tienda de discos de Viena dieciocho años antes, o subiendo la escalera del apartamento en París nueve años atrás, solo que ahora ya no hay deseo en esas miradas sino tristeza. Una vez más, un maravilloso juego de espejos entre los tres filmes.

Poco a poco ella se va calmando y al final hace un esfuerzo por seguirle la broma, recurriendo a su imitación de la rubia tonta y preguntándole por eso de los viajes en el Tiempo… Parece que lo peor ya ha pasado. La cámara se aleja, el sonido se va apagando y hay un fundido a negro. Suena una melodía cantada en griego y empiezan a aparecer los títulos de crédito… ¡Peliculón! De nuevo el final resulta ambiguo, desconocemos cuál será el alcance de la reconciliación y qué decisiones tomarán ambos. ¿Seguirán viviendo en París? ¿Se mudarán a Chicago? ¿Se separarán? En la Vida real las situaciones quedan muchas veces abiertas, no hay resoluciones claras y ordenadas de los conflictos; precisamente por eso esta trilogía rezuma Verdad por los cuatro costados.




Aunque el romanticismo desaparece por completo en el tercer acto de esta película, yo no la calificaría de pesimista, más bien al contrario. Jesse y Céline han compartido sus dudas y contradicciones internas, han sido valientes y han verbalizado la parte menos bonita de su relación y, lo que es más importante, han sido capaces de escucharse el uno al otro (recordad que el hombre del tren en Viena seguía leyendo el periódico mientras su mujer le gritaba, sentada a su lado). Céline misma le dijo a Jesse, dieciocho años atrás en la orilla del Danubio, mientras les escribían un poema, que de los conflictos también salen a veces cosas buenas. Es posible, solo posible, que su relación salga todavía más fortalecida de este mal momento; el final deja una puerta abierta a la esperanza.

Las tres películas nos hablan, por este orden, de las cosas como podrían llegar a ser, como deberían ser y como son en realidad. Cada entrega de la trilogía es más agridulce que la anterior y a la vez mejor que la anterior, porque la Vida real no es perfecta, la Vida real consiste en lidiar con la rutina, la tristeza y los problemas que van surgiendo, y conseguir superar estos obstáculos es precisamente lo que la convierte en algo maravilloso… La semana que viene seguiremos hablando un poco más de Richard Linklater y de las continuaciones de películas en las que ha transcurrido un periodo largo de Tiempo no solo para los personajes sino también para los actores, y el poso de Verdad inherente a las mismas.



lunes, 16 de julio de 2018

Amanecer, Atardecer, Anochecer (II)


Seguimos con el análisis de la trilogía de Richard Linklater, que se pone más y más interesante con cada nueva entrega. Os lo recuerdo otra vez: hoy intentaré no desvelar demasiados detalles de la tercera peli, por si no la habéis visto todavía, pero habrá un montón de spoilers de la segunda… En principio Antes del Amanecer era una película sobre la (muy remota) posibilidad de conectar muy profundamente con otra persona, y no pretendía explorar el tema del paso del Tiempo ni se hizo con una secuela en mente, pero tanto el director como los dos actores quedaron muy satisfechos con el resultado… Tanto que los personajes de Jesse y Céline vuelven a aparecer brevemente en el film de Linklater Waking Life, estrenado en 2001, que utilizaba una técnica rotoscópica pero estaba rodado inicialmente en imagen real. El hecho de que en este breve episodio ambos estén juntos en una cama, en un alto edificio de apartamentos, podría ser simplemente parte de una ensoñación, sin relación con lo narrado en Antes del Amanecer. A partir de este punto Linklater, Hawke y Delpy empezaron a plantearse en serio una posible continuación, más por razones artísticas que monetarias, porque ya dijimos que la recaudación en 1995 había sido bastante discreta. Esta vez los actores colaboraron con el director en la escritura del guión desde el principio.




Antes del Atardecer se estrenó en 2004, nueve años después que la primera parte (en este caso fui a verla al cine, a los Babel o tal vez a los Albatros, no recuerdo bien). La acción transcurre en París, y los rincones de la ciudad por los que los protagonistas pasarán después aparecen vacíos uno por uno justo al principio del film, en vez de al final como en la anterior entrega. También en la ficción han pasado nueve años. A medida que avanza la película nos vamos enterando de lo que ocurrió en todo este tiempo. Céline no acudió a la cita en Viena porque murió su abuela y el funeral era precisamente ese día, el 16 de diciembre. Jesse sí acudió desde Estados Unidos, inundó la estación de carteles con su teléfono y sus datos, y se marchó destrozado un par de días después.

En la actualidad él está casado y tiene un hijo de cuatro años, pero la chispa de su relación hace tiempo que se apagó (En la vida real Hawke se acababa de separar de Uma Thurman cuando esta peli se estrenó, así que puede haber algún paralelismo con la ficción). Ella trabaja en temas medioambientales y ha tenido varias parejas con el paso de los años; actualmente está con un fotógrafo que pasa mucho tiempo fuera de la ciudad, de lo que ella casi se alegra. Sin saberlo, ambos vivieron simultáneamente en Nueva York durante un tiempo, y de hecho él creyó verla en la calle, cerrando un paraguas, desde el coche que lo llevaba a su propia boda.




Jesse escribió un libro titulado “Esta Vez”, inspirado en el breve encuentro de los dos en Viena, y consiguió triunfar con él, iniciando una gira de presentación por Europa que concluye en París. Ella oyó hablar del libro por casualidad y se dio cuenta de que lo había escrito Jesse, así que se presenta en la librería Shakespeare and Company, a orillas del Sena, mientras él está dando la rueda de prensa. Los críticos literarios de esta escena son los únicos secundarios importantes de la película; el resto del metraje consistirá básicamente en ellos dos paseando y hablando. Es gracioso, estos críticos están divididos como los espectadores de Antes del Amanecer: los más románticos creen que sí se reencontraron seis meses después, otros son más pesimistas y hay alguno que no está seguro… Mientras él responde a sus preguntas hay unos fugaces flashbacks con imágenes de la primera parte, pero cuando gira su cabeza hacia un lado y ve a Céline sonriente en un rincón, escuchando entre estantes de libros, es un momento realmente mágico (y no solo para Jesse, también lo fue para el romántico que hay en mí).

Vuelvo a incidir en que los nueve años entre un estreno y el siguiente han transcurrido también en la ficción, y ahora ya no tienen veintipocos sino treinta y pico. Para mí tener en pantalla a los mismos actores casi una década después es uno de los puntos fuertes de la propuesta, porque le da un gran realismo a la historia, la hace más creíble. Él tiene el pelo más corto y está algo más delgado y desmejorado, ya no tiene cara de niño; ella sin embargo está casi igual que hace nueve años, realmente preciosa… Terminada la presentación, abandonan la librería y deciden pasar juntos la hora y pico que le queda a él antes del atardecer, hasta ir al aeropuerto, así que se dirigen a una cafetería para tomar algo. De nuevo tienen un tiempo limitado en esta segunda oportunidad que les brinda el destino, y esta vez es incluso más corto que en su primer encuentro. La segunda es la única de las tres películas que ocurre en tiempo real, sin saltos temporales; las otras dos transcurren en un lapso de uno o dos días, pero esta, que además es la más corta de todas, ocurre en tan solo hora y cuarto. En uno de los diálogos ambos bromean diciendo que al parecer solo se les dan bien los encuentros breves en ciudades europeas bajo un sol templado (y de hecho la tercera peli también transcurre en Europa y con un clima agradable… pero no adelantemos acontecimientos).




Como ya he dicho antes, la mayor parte del film consiste básicamente en ellos dos charlando en distintos escenarios: el café, unos jardines, el Bateau Mouche (el barco que recorre el Sena), el coche con chófer que tiene que llevar a Jesse al aeropuerto y finalmente el apartamento de Céline. Ambos siguen hablando de temas filosóficos muy interesantes, pero la política, la ecología y la situación actual del Planeta tienen ahora más peso en su conversación que la vez anterior; las circunstancias y sus experiencias vitales desde entonces les han vuelto menos románticos. Por ejemplo, los dos fuman, lo que nos hace pensar que no están del todo satisfechos con su vida.

Sin embargo, a lo largo de toda la trilogía se hace referencia varias veces al hecho de que los detalles básicos de nuestra personalidad, una vez formada en la adolescencia, cambian muy poco con el paso del Tiempo. A pesar de encontrarse en un momento vital diferente, en el fondo Jesse y Céline siguen siendo los mismos y siguen notando una conexión muy especial; poco a poco van recuperando la confianza de su primer encuentro y se van sintiendo más cómodos el uno con el otro. Se sientan en un banco de los jardines y mientras charlan él pasa su brazo derecho por detrás de ella, de manera muy similar a como lo hizo nueve años antes en la parte trasera del tranvía en Viena (Este tipo de resonancias entre escenas solo pueden apreciarse bien si se ven las tres películas en un corto espacio de tiempo, como hice yo hace un par de semanas). Nos enteramos de que al final sí hicieron el amor (dos veces) en el parque de Viena, aunque en un primer momento ella intenta hacerse la despistada diciendo que no lo recuerda. Él le confiesa que con su actual pareja pueden pasar meses sin que hagan el amor, y que si alguien lo abrazase en ese mismo instante seguramente se descompondría en moléculas por la tensión sexual acumulada.




La conversación en el coche del chófer, mientras la acercan a su casa, se vuelve más cruda, triste, personal y sincera por un momento, cuando ella admite que no es feliz en sus relaciones y que no cree que lo vaya a ser nunca, y él le confiesa que su matrimonio es un fracaso, que todo este tiempo la ha echado de menos y que las cosas hubieran sido muy diferentes si se hubiesen reencontrado seis meses después de su noche en Viena. Es muy bonito el momento en que ella está a punto de acariciar su pelo para consolarle, mientras él habla mirando hacia el otro lado, pero al final se contiene… Cuando llegan a su dirección y bajan del coche, ella le abraza para comprobar si se descompone o no en moléculas. Es un momento de catarsis, como el del primer beso en la noria, nueve años atrás, si bien este es mucho más contenido, lo cual no le quita ni una pizca de impacto emocional. Ambos están deseando comerse a besos pero desgraciadamente tienen pareja, más responsabilidades y menos libertad que en su primer encuentro…

Quieren seguir juntos lo máximo posible y no intentan disimularlo, así que él le recuerda que ella le había prometido antes que le cantaría una de sus canciones con la guitarra. Le pide al chófer que espere y pasan al patio interior del edificio donde ella vive. Los vecinos están preparando una cena comunal que van a celebrar esa noche. Ella se encuentra a su gato y lo coge al brazo, y ambos suben la estrecha escalera hacia su piso; igual que en la sala de escucha de la tienda de discos en Viena, hay un momento mágico en el que no hablan pero se lanzan miradas furtivas el uno al otro mientras suben los escalones… Me encanta, se masca la tensión romántica entre ellos.




Al final ella le canta con su guitarra (en la peli se usaron varias canciones compuestas e interpretadas por Delpy) una melodía a ritmo de vals (vals, Viena… ¿lo pilláis?) que resulta estar basada (¡oh, qué casualidad!) en su encuentro de hace una década. Mientras ella prepara una infusión (pero cinco minutos y te vas, ¿eh?) él pone en el reproductor de CD “Justo a Tiempo”, de Nina Simone, y contempla en la pared fotos de ella cuando era bebé, niña y adolescente (son claramente fotos reales de Julie Delpy, lo que contribuye a reforzar aún más si cabe el hechizo temporal con el que Linklater nos tiene atrapados). Ella le dice, mientras imita a la Simone paseando por el escenario: “Pequeño, creo que vas a perder ese avión…” El contesta, contemplándola sentado, sonriendo de oreja a oreja: “Lo sé”… Y fundido a negro. Magistral.

Aquí el final también es abierto, como en la primera, y nos quedamos con unas ganas enormes de ver lo que ocurrirá después, pero aun así el regusto es muy agradable porque han tenido la gran suerte de volver a encontrarse para poder enmendar su error de nueve años atrás. Solo ahora, después de las idas y venidas a las que les ha sometido el destino, se dan cuenta de lo difícil que es encontrar a alguien con ese tipo de conexión. Esta vez sabemos con mayor seguridad que acabarán juntos, aunque no exactamente cómo… Y os recuerdo un detalle muy importante: ambos tienen pareja, y Jesse además tiene un hijo (mientras dice “Lo sé” acaricia sin darse cuenta su anillo de casado con el pulgar)… No debería sentirme alegre ante una infidelidad o una separación, pero lo estoy: estas dos personas se merecen ser felices en la Vida.




No me extraña en absoluto que este film tuviera de nuevo excelentes críticas… Los personajes de Jesse y Céline están tan bien perfilados, son tan creíbles, y sus diálogos suenan tan espontáneos, que parecen personas reales, como buenos amigos nuestros, y por eso nos preocupamos por lo que les pase. Esta es una película más agridulce porque habla de conexión, como la primera, pero también de oportunidades perdidas y de las promesas que no cumplimos o que el Tiempo nos hace romper, lo que la hace más real, más Verdad, más cercana a nuestra experiencia diaria de la edad adulta… Por esta razón para mí es mucho más interesante que la primera. Este nivel de calidad es ya imposible de mejorar… ¿O tal vez sí se puede? Lo averiguaremos dentro de siete días.