martes, 31 de marzo de 2020

Pandemonium (II)


La semana pasada estuvimos hablando de la pandemia que nos asola y de las normas que hay que cumplir para aplanar la curva de contagios, reduciendo el contacto social al mínimo. Hoy os voy a dar algunos detalles sobre mi experiencia personal confinado solo en casa. He de confersar que esta situación temporal no me está afectando demasiado porque soy bastante casero y llevo una vida sencilla, sin lujos y sin una agenda frenética o una vida social de infarto. La verdad es que al menos durante los primeros cuatro o cinco días no se diferenciaban mucho mis rutinas diarias del confinamiento de las de las vacaciones o de un fin de semana de puente.

Después de una semana de estado de alarma sí se perciben algunos cambios… Por ejemplo empecé a realizar diariamente una sencilla tabla de estiramientos porque comenzaba a notar una ligera contractura en la espalda, por estar todo el rato inactivo, sentado frente a mi portátil. Y días después, en cuanto se hizo público que el confinamiento se prolongaría una quincena más, me confeccioné una tablita semanal con los menús de comidas y cenas de cada día para no tener que pensar mucho, intentando que fuese una dieta equilibrada, repartiendo bien los hidratos de carbono y las proteínas, e incluyendo todos los días algo de fibra… Otra cosa de la que te das cuenta al cabo de unos días es que no es saludable llevar el pijama puesto de seguido, aunque sea más cómodo; hay que echarlo a lavar o al menos cambiarse y dejar que se airee de vez en cuando.


Graffiti en una pared de ladrillo con la palabra "Alone"


Muchas familias, parejas o pisos compartidos están poniendo a prueba estos días la fortaleza de su relación; no debe ser fácil tener que convivir juntos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana… En ese sentido me alegro de pasar estas semanas a mi aire, sin tener que rendir cuentas a nadie… Lo que no quiere decir que no esté teniendo algún pequeño roce, en este caso con mis vecinos. El edificio al que me mudé hará cosa de tres años está bastante bien, pero las paredes parecen de papel, se escucha todo… No me quejo de la familia de al lado: el único rato en que la tele se oye un poco más fuerte es durante la tarde, mientras la abuela de la casa se pone Amar es para Siempre y El Secreto de Puente Viejo. Los de abajo tampoco son demasiado molestos: son un matrimonio muy mayor y a menudo la señora hace bastante ruido con el andador para ir al lavabo en mitad de la noche, pero se puede aguantar.

Los que me están jorobando un poco son los vecinos de arriba, recién mudados justo antes de comenzar la epidemia. Son una pareja joven que por el acento parecen cubanos, con un niño pequeño y un bebé de pocas semanas. Los lloros del bebé en mitad de la noche son comprensibles, por supuesto. Las carreras arriba y abajo del niño, que tendrá unos cinco años, también son tolerables, teniendo en cuenta que el pobre no puede bajar a la calle a jugar… pero ya no tanto cuando se oyen a la una de la noche. Que la pareja vea películas en su portátil para pasar el aburrimiento: Ok… pero en su dormitorio (justo encima del mío) y algunos días hasta las dos y pico de la madrugada es otra cosa bien distinta. Y por supuesto el reguetón puesto durante mis vídeo-reuniones del teletrabajo que no falte, pero lo de patear el suelo al ritmo de la música ya sobra. A veces también ellos hacen una vídeo-llamada a familiares de América para contarles cómo está la cosa aquí, cosa totalmente razonable… pero es que hablan a grito pelado, como si no supieran que para que lleguen las frases a Cuba ya está la fibra de Internet. En resumen, que sintiéndolo mucho a mis nuevos vecinos ya les han caído en un par de ocasiones algunos golpes en la pared para que bajaran el volumen… el volumen de todo, en general. No es algo continuo, afortunadamente, pero no pasa un día sin que me den un rato o dos de suplicio…


Hombre joven sentado en la cama tapándose los oídos y protestando a los vecinos de arriba


Mi patio interior de manzana afortunadamente es muy tranquilo; no como los que salen en las noticias de la tele, que están llenos de hijos de puta que se montan una fiesta balconera con la música a tope sin encomendarse a Dios ni al Diablo, molestando a todo el mundo solo porque se aburren (hablaremos más de esto la semana que viene). Los primeros días de confinamiento sí se oyó de vez en cuando música de temática fallera un poco más fuerte desde algún balcón, pero nunca a altas horas de la noche: los pobres falleros necesitaban quitarse el mono después de quedarse sin su fiesta, es comprensible… Menos mal que las Fallas se han aplazado; las pérdidas económicas son lo de menos comparadas con el enorme riesgo de contagio que hubiese supuesto su celebración ahora.

Parece ser que muchos monumentos se han guardado provisionalmente en la Feria de Muestras, y los que no podían desmontarse o trasladarse por su tamaño, como el de la Plaza del Ayuntamiento, se han destruido en Cremás a puerta cerrada y sin previo aviso, quedando solo para el recuerdo (y para las noticias del día siguiente) unas surrealistas imágenes grabadas de las llamas consumiendo los ninots con solo tres o cuatro personas de público… Y para sensación extraña la que tendremos en julio, fecha a la que se ha pospuesto la celebración (si el Covid-19 lo permite); este año sí que vamos a notar el caloret faller, el caloret del verano


Patio interior de manzana de la película de Hitchcock La Ventana Indiscreta


Creo que aún es pronto para que a alguna gente se le vaya claramente la olla (tiempo al tiempo), pero yo ya he oído un par de gritos sueltos dejados caer en medio del silencio, del estilo de ¡Me aburrooo! Dos grupos de vecinas veinteañeras, desde dos balcones distintos, se pusieron otro día a jugar al Veo-Veo durante un rato… Y más a lo lejos se oyó de vez en cuando durante los primeros días a una mujer con acento italiano que recriminaba educadamente con un megáfono desde su ventana a los paseantes que salieran a la calle; no sé si dejó de hacerlo porque empezó a haber más policía para encargarse de ello, porque se aburrió o porque alguien la insultó desde abajo. Aparte de esto, ha habido bastante tranquilidad en el vecindario, cosa que agradezco (Os aseguro que a mí no me está dando tiempo de aburrirme nada en absoluto; sigo, como siempre, con el petardo en el culo, que se suele decir).

Sí me parece bonita y pertinente la experiencia de salir a aplaudir a las ocho para agradecer su labor a los trabajadores de la sanidad pública, y de paso para darnos ánimos unos a otros… Durante estos últimos días, desde el cambio al horario de verano, ha sido también agradable salir aún con la luz del día y poner caras a lo que antes no eran más que siluetas recortadas contra la luz que salía de las ventanas. Este pasado sábado, justo tras el último aplauso en la oscuridad y poco antes de decretarse el cese de las actividades no esenciales, una vecina hizo una breve proclama a favor de Amancio Ortega y animando a una cacerolada para media hora después contra el Gobierno por su falta de previsión: la pobre se quedó sola, y después de veinte segundos aporreando una olla paró por pura vergüenza… Qué fácil es quejarse, me gustaría a mí verla a ella en el Gobierno ahora mismo… Y hablando de caceroladas: ¿os acordáis de aquella otra que hubo por lo de Juan Carlos I? Felipe VI ha hecho gala con la fecha de su anuncio de un timing perfecto: increíble sicronización del Coronavirus y el virus de la Corona.


Ninots de falla representando a Felipe Sexto y la familia real española


Desde el domingo 15 he roto mi aislamiento solo dos veces para hacer la compra de la semana, pero quiero relataros también brevemente mi visita al supermercado del viernes 13, cuando ya la histeria colectiva se había apoderado de la sociedad española. Yo siempre suelo ir a comprar los viernes por la tarde y os aseguro que ese día había en el Mercadona unas cinco veces más gente de lo normal, una aglomeración que no hacía sino favorecer los posibles contagios; en resumen, una panda de paranoicos de los que hacen más caso a los bulos sin contrastar que reciben en su WhatsApp que a lo que dicta el sentido común, y que creían que en lugar de una cuarentena organizada se nos venía encima la Tercera Guerra Mundial o un apocalipsis zombie. Ya en la larga cola para las cajas, intentando (sin éxito) mantener la distancia de seguridad, notaba claramente la ansiedad de algunas personas, hasta el punto de que decidí hacerle a una señora que estaba a mi lado un par de comentarios jocosos sobre que la cola más rápida es siempre la que no escoges, para relajar un poco el ambiente.

Las otras dos veces que he ido al súper son las únicas que he tenido oportunidad de comprobar lo vacías que estaban las calles (recordad que mis ventanas dan hacia un patio interior, amplio pero interior al fin y al cabo), y la verdad es que no noté tanta diferencia, porque tengo el Mercadona a una manzana y las aceras que recorro para llegar están llenas de pequeñas tiendas de alimentación cuyos dueños, de distintas nacionalidades, estaban sentados en los bancos o apoyados en la puerta, charlando entre ellos como de costumbre. En la primera de mis dos visitas tuve que hacer una cola de unos diez minutos (esta vez ya con distancia de seguridad) en la entrada del supermercado, y una vez dentro la cantidad de gente era razonable, aunque igual que el día 13 hubo algunos productos (leche, magdalenas…) que normalmente están en mi lista y que no pude encontrar… ¿El fin del mundo? No; nada que no se pueda arreglar comprando otra marca veinte céntimos más cara. En mi segunda y última incursión por ahora ya no tuve que hacer cola, a la entrada se había instalado un expendedor de gel desinfectante y una caja de guantes de los que se usan para la fruta, y pude encontrar todo lo que compro habitualmente. Me di cuenta de que ahora la gente saluda más efusivamente a las dependientas de las cajas, que se han convertido en auténticas heroínas… La verdad es que yo siempre lo hago.


Clientes de un supermercado haciendo cola con carros cargados y mascarillas en la cara


Una de las estupideces a las que se dedicó la gente durante unos días fue la compra compulsiva de papel higiénico en los supermercados… Bueno, mejor el papel de water que hacer una cola de cinco horas para agenciarse armas, como en los USA (otro tipo de estupidez bastante más peligroso). A mí no me ha hecho falta comprar rollos y además no voy a tener ningún problema al respecto… Tal vez algún día os explique mi técnica, refinada durante años, para limpiarme el trasero de forma eficiente y totalmente higiénica (valga la redundancia) para mis dedos utilizando tan solo (salvo casos de emergencia) tres rectángulos de papel (de doble capa, eso sí). No todo el mundo podría conseguirlo, lo sé, pero yo estoy bien entrenado… Se trata de un proceso en unos diez pasos, equiparable al del origami más exquisito, para aprovechar la mayor cantidad de superficie de forma segura… Es difícil de explicar con palabras, tendría que hacerlo con unos diagramas o con un videotutorial; quizás en otra ocasión. El caso es que con el rollo ya empezado y otros cuatro de reserva que tengo en casa calculo que me da perfectamente para subsistir dos o tres años… Lo que inicialmente se hace para no malgastar papel y cuidar del medio ambiente te puede ser muy útil luego en una “emergencia nacional” como esta… De saber vivir con pocos recursos os seguiré hablando la semana que viene.


Varios paquetes de rollos de papel higiénico amontonados


Y hablando de reciclar… Desde las pasadas vacaciones (que no Fallas) yo y mis compañeros de faena nos estuvimos reciclando para el teletrabajo que se avecinaba (así que tampoco fueron muy vacaciones). Después de dos semanas encerrado en casa tengo los ojos hechos polvo de tanto mirar a mis cuatro pantallas (Portátil del trabajo, portátil personal, televisión y móvil)… Un consejo para todo el mundo: de vez en cuando hay que asomarse por la ventana y fijarse en algún detalle pequeño que esté lejos, para relajar la vista; esto es especialmente importante en niños de menos de seis años, que todavía tienen el sistema visual bastante maleable y se pueden hacer más miopes (a ellos sí que les conviene jugar al Veo-Veo por la ventana). Otro consejo optométrico: para evitar la sequedad de ojos por el menor ritmo de parpadeo asociado al uso de pantallas conviene de vez en cuando parpadear activamente, abrir y cerrar los ojos con rapidez para segregar más lágrima.


Graffiti de una mujer encerrada en una burbuja con una corona y mirándose en un espejo


A lo largo de estas dos semanas he chateado por WhatsApp, aparte de con mi familia, con muchos de mis amigos y amigas; resulta bastante agradable saber que ellos también se encuentran bien y compartir unos minutos de buena conversación… Y luego están los presentadores y colaboradores de los programas de entretenimiento que suelo ver, que por el cambio de formato forzado por el confinamiento se han convertido como en otro grupo de amigos cuya charla escuchas de forma casual mientras comes o cenas… Apoyándose en el uso de vídeo-conferencias, algunos programas como Late Motiv han sabido reinventarse con éxito. Otros espacios de formato más radiofónico, como Todopoderosos o La Vida Moderna, han cambiado menos, y simplemente se siguen haciendo desde casa y sin público (últimamente, por cierto, estamos teniendo la oportunidad de ver el mobiliario de todo el mundo que trabaja en medios de comunicación).

…Y La Resistencia, que trabajaba con pocos recursos, ha conseguido sobrevivir tan divertida como siempre o más, mientras que El Hormiguero ha tenido que cerrar unos días para recalibrar la situación… Ya solo el equipo de los diez cámaras que se apelotonan en torno a la mesa de Pablo Motos podría haberse considerado como reunión no autorizada incluso antes del día 15, y en La Resistencia sin embargo se están apañando para hacerlo todo entre cinco o seis personas. En estos tiempos de precariedad prima el fondo sobre la forma, el contenido sobre la apariencia, la sencillez y espontaneidad sobre el espectáculo… De todos modos el virus es el tema que lo inunda todo, pongas lo que pongas las referencias son continuas; pero al menos en estos canales de YouTube se trata desde un enfoque más ligero y desenfadado, lo cual se agradece… En estos días extraños el entretenimiento se hace más necesario que nunca para que algunos no pierdan la cabeza. Parece ser que hay también bastante efervescencia creativa en Instagram o Twitter, pero esos campos yo no los domino, así que no entraré en detalles.


David Broncano en una videoconferencia con su casa de fondo


¿Y qué pasa con La Belleza y el Tiempo? ¿He notado un aumento de visitas al blog durante el confinamiento? Pues no de manera significativa… Sin embargo sí ha habido más comentarios (Corrijo: Sí ha habido comentarios, punto): dos en la entrada sobre las experiencias de mi abuela en la Guerra Civil y tres en la de la semana pasada, sobre los aspectos sanitarios de esta epidemia. ¿Casualidad? Creo que no, supongo que hay gente que ahora tiene un poco más de tiempo libre para visitar estas páginas… Por cierto, lectores y lectoras con menos faena en estos días: si queréis que os envíe una selección de recomendaciones de entradas sobre algún tema en concreto que os interese no tenéis más que pedirmelas, estaré encantado de ayudaros.

Lo dejamos por hoy… La próxima semana me permitiréis que haga un poco de crítica de esta sociedad occidental nuestra, llena de individuos egoistas y mimados, y veremos cómo a muchos, incluso sin sufrir directamente la enfermedad en su familia o círculo de amigos o los paros en su empleo, el confinamiento les ha pillado con la guardia baja y les ha caído como un jarro de agua fría, dándose cuenta de que esta sensación que teníamos en las últimas décadas de ser los reyes del Mundo y estar por encima de todo era un poco de mírame y no me toques, que no era más que una ilusión pasajera… Y también veremos cómo algunos de esos zoquetes, lejos de aceptar esta cura de humildad por parte de la Naturaleza, han emprendido una huida hacia delante y en vez de replantearse el sentido de su Vida han seguido con sus chorradas con ímpetu redoblado… Digamos que si tuviera que resumir de forma sintética cada entrega de esta trilogía sobre el Covid-19, los títulos serían claramente Enfermedad, Aislamiento y Estupidez.


Ilustración de una mano dibujando con un lápiz miles de círculos diminutos

2 comentarios:

Susana Mar dijo...

Me gusta leer cómo nos cuentas la realidad que vives. Coincido casi casi al 100%, la verdad. Casi nunca puedo ponerme al día con la lectura de tu blog, pero aunque vaya igual de liada que de costumbre, por lo menos he sacado tiempo para leer 3 entradas seguidas!!!

Kalonauta dijo...


¡Qué bien que hayas podido sacar un rato, Susana! Me alegro mucho de que te estén gustando los contenidos. ¡Un besazo! 😘