La semana pasada, narrando la historia del Homo Sapiens, habíamos llegado
al final de la última glaciación, hace 12.000 años, lo que equivale a unas cuatrocientas generaciones.
Por entonces nuestra especie da un paso de gigante en su evolución al descubrir
la agricultura en distintos
puntos del Planeta. De nuevo algún miembro curioso del clan será el
responsable, al darse cuenta de que nuevas plantas surgen en el lugar donde
meses atrás cayeron por accidente algunas semillas, probando a plantar más
semillas a propósito para disponer de alimento fácil de recolectar. Poco
después se iniciará un proceso de modificación genética
mediante la selección de las mejores semillas, las de las plantas que dan más
grano, para la siguiente cosecha. En algunos yacimientos se han encontrado
hoces rudimentarias para segar pertenecientes a esta época.
En Afroeurasia
este avance surgirá de forma independiente en cuatro focos distintos…
Por un lado tenemos la zona de Sumeria y Mesopotamia, donde se cultiva trigo y
cebada. En el norte del río Nilo los vientos que soplan hacia el interior, permitiendo
su navegación en ambos sentidos dependiendo del uso de las velas, convertirán con
el tiempo a Egipto en un imperio muy estable y duradero… A la zona en forma de
media luna que incluye a los ríos Nilo, Tigris y Éufrates se le conoce con el
nombre de Creciente Fértil.
El tercer foco de desarrollo aparece en la actual zona de Afganistán e India, y
el cuarto un poco más lejos, al este de China, con el cultivo de arroz.
También
aparecen focos de futuras civilizaciones en América, con lo que luego serían
los Aztecas y Mayas en Méjico, donde predomina el maíz, y más al sur los Incas
en Perú. Como ya comentamos en otra ocasión,
el hecho de que las cuatro regiones de Afroeurasia estuviesen mejor comunicadas
entre sí y en latitudes similares favoreció que progresaran más rápidamente que
las de América, distribuidas a lo largo de un eje norte-sur, ya que las
primeras podían intercambiar ideas y productos, aplicando los descubrimientos
de las otras y compartiendo cultivos y animales domésticos que funcionaban bien
por tener todas climas parecidos.
También hace 12.000 años se generalizan las actividades ganaderas, y se
produce la domesticación de la cabra y la oveja. Esto presenta claras ventajas,
como el suministro regular y abundante de carne y tal vez el consumo de leche,
pero aparecen también algunos inconvenientes: el vivir en contacto íntimo con
otras especies da lugar a la aparición de nuevas enfermedades. El paso de cazadores-recolectores nómadas a agricultores-ganaderos
hace que no tengamos que pasar la mayor parte del día buscando alimento, o
movernos a otras zonas cuando este escasea, así que los Sapiens nos volvemos
sedentarios y nos establecemos en un lugar concreto. Los excedentes de grano
permiten la especialización de los individuos en una tarea determinada y por
tanto se suceden los descubrimientos y avances a más velocidad.
Precisamente debido a este grano y este ganado que hay que cuidar aparece
un sentido de la propiedad más marcado… Seguramente había habido luchas entre
grupos de vez en cuando, tal vez por el dominio de territorios con mejor caza y
más alimentos, desde el mismo amanecer de la Humanidad,
pero ahora los grupos son más grandes, están más organizados y tienen un líder,
y unas malas cosechas derivadas de la sequía o la pérdida de ganado a manos de
una epidemia pueden empujar a una de estas tribus a saquear otros poblados de
forma sistemática. Uno de cada diez esqueletos encontrados pertenecientes a
esta época muestra signos de violencia, y se ha concluido a partir del análisis
de los huesos que estos granjeros vivían en promedio cinco años menos que sus ancestros
cazadores. Igual que ocurre con las consecuencias positivas del desarrollo,
también las guerras se producirán a una escala cada vez mayor…
Un gran cerebro implica una gran responsabilidad, y no está muy claro que los Sapiens seamos realmente tan sabios
como nuestro nombre indica.
Aparecen las primeras ciudades,
necesarias para proteger los rebaños y las reservas de grano de manera
eficiente, con una jerarquización más clara de la población y un comercio cada
vez más intenso. Las ciudades dan paso a los reinos y estos a su vez a los
imperios: es el nacimiento de la Civilización actual. El progreso se vuelve
exponencial, y construimos edificios, monumentos, palacios y fortalezas cada
vez más grandes. También pensamos en el Más Allá y nos preocupamos por lo que
hay después de la Muerte, con rituales de enterramiento más elaborados que
darán paso a las grandes religiones organizadas.
Hace 12.000 años termina el Paleolítico (la Edad de Piedra Antigua) y
comienza el Mesolítico, un periodo de transición que desemboca hace 10.000 años
en el Neolítico, una Nueva Edad
de Piedra caracterizada por el uso de herramientas pulimentadas. Aparecen las
primeras construcciones de ladrillo,
y hace 8.500 años empieza la Edad de los Metales,
con la fabricación de utensilios, armas y adornos de cobre y después de bronce.
Hace unos 7.500 años aparecen los tornos de alfarero, en los que se utiliza por
primera vez el giro de una rueda alrededor de un eje; más adelante se ampliará
su uso al transporte más fácil de cargas y personas. Hace 6.000 años se produce
la domesticación del caballo y de las gallinas.
Hasta este momento el lenguaje hablado nos había ayudado a trabajar en
equipo y compartir conocimientos, aumentándolos y refinándolos de generación en
generación, pero esto requería una transmisión de boca a oreja y a veces la
línea de maestros y aprendices quedaba truncada por accidente, produciéndose un
salto hacia atrás; la memoria de los individuos es un soporte efímero ya que
todos hemos de morir algún día,
llevándonos tal vez nuestros secretos a la tumba. Esto cambiará sin embargo hace
unos 5.500 años con la aparición en Mesopotamia de la escritura cuneiforme,
realizada con un punzón sobre una tabla de arcilla fresca
y usada inicialmente como sistema de contabilidad del grano y el ganado.
La escritura es un
modo de comunicación exclusivo de los Sapiens que consiste en una colección de
símbolos gráficos para representar conceptos generales o palabras y sonidos de
un idioma (por aquel entonces, lógicamente, los distintos grupos separados
geográficamente habían desarrollado idiomas diferentes hacía ya mucho). Esto permite que la información perdure más en el Tiempo
que con la transmisión oral y pueda ser consultada por otras personas incluso
después de la muerte del que la registró… Por tanto, los documentos escritos
acerca de nuestras actividades, en distintos soportes más o menos duraderos
(arcilla, papiro, pergamino, papel), se añaden a los fósiles, utensilios,
construcciones y restos hallados bajo tierra en la lista de las herramientas que
nos permiten descifrar nuestro propio Pasado: aquí acaba la Prehistoria y
comienza la Historia propiamente dicha.
Llegados a este punto, dejadme hacer un par de puntualizaciones acerca de
nuestro cerebro. La zona frontal, que es la que se desarrolló más en los Homo
Sapiens, es la encargada de la atención a largo plazo y el pensamiento
abstracto y simbólico, que nos permite reflexionar sobre el Pasado y hacer
planes para el Futuro. El cerebro supone el 2% de nuestro peso y sin embargo consume el 25% de nuestra energía,
quinientas de las dos mil calorías ingeridas diariamente, pero este gasto vale
la pena porque nos ha proporcionado la flexibilidad y la capacidad de
adaptación que nos han llevado hasta donde estamos ahora… Paradójicamente, en
los últimos 10.000 ó 20.000 años nuestro cerebro ha reducido un poco su tamaño, pasando en promedio de 1500
a 1350 cm3, tal vez en proporción a un cuerpo también más pequeño
(por las temperaturas más cálidas), o porque se ha hecho más eficiente, o
porque parte de la información que necesitamos está ahora almacenada
externamente (en tablillas, rollos o libros, y posteriormente en computadoras,
o en el cerebro de otras personas con las que cooperamos).
En lo que respecta a nuestro ADN, no cabe duda de que hoy en día seguimos
evolucionando; el proceso no se ha detenido y siguen dándose mutaciones
beneficiosas, como la ocurrida hace entre 5.000 y 10.000 años, y que presenta
un tercio de la población actual, de poder digerir la leche siendo ya adultos.
Como dijimos hace un par de semanas, una pequeña parte de nuestros genes
actuales procede de nuestra conviviencia con otras especies de Homínidos en los
últimos 200.000 años: en concreto, los europeos y asiáticos tienen en torno a
un 2% de genes Neanderthales, mientras los africanos presentan un 0%. Por otro
lado, los habitantes del sudeste asiático y las islas del Pacífico tienen un
porcentaje similar de material genético heredado de los Denisovanos, alcanzando en algunos casos concretos el 4% o el 6%.
Habiendo llegado al descubrimiento de la escritura, doy por concluida esta
cronología de los homínidos, no
sin antes recalcar que el conocimiento que de ella tenemos es en cierto modo provisional:
siempre puede aparecer una muestra más antigua que las hasta ahora conocidas de
una determinada actividad o cambio entre los muchos comentados aquí, lo que nos
obligaría a modificar nuestras teorías… En cuanto al descubrimiento de la agricultura
con el que comenzábamos esta entrega, hizo que la población total de Sapiens,
de tal vez un millón de individuos, empezase a aumentar hasta llegar a unos 170
millones hace 2.000 años. Habría que esperar a la Revolución Industrial y los
dos últimos siglos para observar un aumento tan acelerado de la población,
hasta los 7700 millones actuales.
Hoy en día hemos crecido tanto en número que hemos puesto en peligro o
extinguido a incontables variedades de animales y plantas, y nuestro propio
Futuro afronta importantes retos en relación con la escasez de alimentos y
combustibles fósiles, el cambio climático
y el deterioro de la Biosfera, pero este es un tema que ya hemos tratado en el blog
y no toca hablar de ello ahora… La semana que viene, en la quinta y última
entrega de esta entrada múltiple, nos esforzaremos por averiguar si hay algo
que los Sapiens sepamos hacer que ninguna otra especie animal sepa, ni siquiera
a pequeña escala; trataremos de ver por tanto qué es lo que nos hace Humanos, y
si somos o no tan especiales como nos creemos.
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