Ya hemos
hablado de las cinco extinciones masivas
ocurridas en la Tierra desde la diversificación de las especies hace
seiscientos millones de años, de las cuales la quinta fue la que acabó con los dinosaurios, y ahora es el momento de considerar los posibles candidatos a
generar la Sexta Extinción. Está claro que al menos para otras especies la sangría ha comenzado ya: estamos
inmersos en la Gran Extinción Holocena, que hoy día, en el pico de mayor
intensidad, ha alcanzado la espeluznante cifra de ciento cuarenta mil especies
extintas cada año (si incluimos las de insectos y otras similares, con poca
visibilidad mediática). Y está claro también que nosotros somos los
responsables: es la primera vez en la historia del planeta que una especie
determinada es la causa principal de una extinción tan rápida y masiva (o, en el mejor de los casos, de tantos cambios en la genética y el comportamiento) de otras
muchas.
Por nuestra culpa han desaparecido el mamut,
el tigre dientes de sable, el oso de las cavernas, el megaterio
o incluso algunos homínidos, primos muy cercanos nuestros, como el Homo Erectus
y el Neanderthal… En el inicio del Holoceno hace diez mil años, con la
aparición de la agricultura y las primeras ciudades, se aceleró el desarrollo de
la civilización del Homo Sapiens y con ello creció la amenaza para la Biosfera.
La defaunación de los últimos trescientos años
ha sido terrible, con cientos de especies de vertebrados desaparecidas para
siempre. Con la Revolución Industrial se dispara el aumento de la población
mundial, la sobreexplotación de los recursos y los niveles de contaminación,
todo lo cual afecta profundamente a la fauna y flora del planeta.
¿Y qué pasa con nosotros? ¿Está próxima la extinción que nos incluya en la
lista de bajas? Aparte de las causas de origen
humano, de las que seguiremos hablando enseguida, hay otras de origen natural
que en gran medida no podemos controlar y que a bien seguro nos afectarían. Por
ejemplo, puede que en una región cercana del espacio se produzca la explosión
de una supernova o algún otro fenómeno cósmico violento que dé lugar a una
lluvia mortal de rayos gamma sobre el planeta. Tampoco se descarta el impacto
de un meteorito lo suficientemente grande que no pueda ser detectado a tiempo
para enviar una misión a desviarlo, o un aumento inusual de la actividad
geológica, con fuertes terremotos y erupciones volcánicas, o la expansión de una pandemia por todo el globo…
Pero hablemos de los peligros que tienen su origen en nuestra
propia especie, de los que en muchos casos ya ha habido muestras evidentes y
que se podrían evitar con sólo proponérnoslo. El consumismo descontrolado
de las últimas décadas lleva aparejado un agotamiento de los recursos naturales
cuyos efectos se están haciendo notar ya. Las reticencias de muchos gobiernos a
favorecer las energías renovables o a hacer un uso más moderado de los
combustibles fósiles no sólo incrementa la posibilidad de futuros conflictos por el poco petróleo que quede
sino que además empeoran el problema del actual calentamiento global por
emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono y
otros gases de efecto invernadero como el metano.
Es ya un hecho probado que la actividad humana ha cambiado el clima terrestre. En los últimos años se
han estrenado varios documentales que tratan este tema, como por ejemplo Una Verdad Incómoda, conducido por el
exvicepresidente de los Estados Unidos Al Gore; o Home,
con la estupenda cinematografía de Yann Arthus-Bertrand; o el muy reciente Antes de la Inundación, presentado por
el actor y embajador de las Naciones Unidas Leonardo DiCaprio. El deshielo de
los polos observado claramente de unos años a esta parte podría ser a medio y
largo plazo la menor de nuestras preocupaciones: el aumento de temperatura en
tan sólo unos pocos grados podría iniciar una reacción en cadena de
consecuencias impredecibles. Podrían fundirse los depósitos de clatrato de metano bajo
los océanos, o generarse en éstos una inversión termo-química que volviera
irrespirables para los peces las aguas superficiales, o producirse gases que
afectasen a la capa de ozono, acelerándose así los cambios aún más.
Habría sequías y hambrunas en algunos puntos del globo, e inundaciones de
las ciudades cercanas a la costa en otros, lo que daría lugar a grandes movimientos
migratorios en busca de un mejor clima y mejores condiciones de vida. Estas
sequías e inundaciones no sólo producirían un gran número de muertes en nuestra
especie y entre otras muchas (desapareciendo algunas de ellas), sino que las
migraciones asociadas, unidas a las tensiones por el control de los escasos
recursos naturales restantes de las que hablábamos antes, desembocarían en
conflictos armados que podrían poner en peligro la supervivencia del Homo
Sapiens a nivel global… Sólo en el Mundo Occidental
ha habido tantas guerras en los últimos siglos que se ha perdido la cuenta,
pero la ocurrida entre 1939 y 1945 acabó de una manera muy especial. Recordemos
que la única vez que se han usado armas nucleares en combate fue al final de la
Segunda Guerra Mundial, y que por entonces Japón no disponía de esa tecnología…
Pero desde entonces se ha investigado mucho la ciencia de las bombas de fisión
y fusión
y varias naciones han llevado a cabo en total unas dos mil pruebas nucleares en
muy diversos puntos del planeta.
Si hoy en día algún país llevara a cabo un ataque nuclear sobre otro,
seguramente habría una respuesta en los mismos términos y se iniciaría una
escalada de reacciones cuyas consecuencias últimas serían impredecibles. Una guerra termonuclear global no es algo para tomárselo
a broma, y ya os dije en una ocasión que la Tercera Guerra Mundial,
si se llega a producir, seguramente será también la última. Por eso da un poco
de miedo que durante los próximos cuatro años sea un tipo como Donald Trump el
que tenga el control sobre el botón de los misiles…
Para colmo, Trump dijo durante su campaña que quería anular, en lo que respecta
al compromiso adquirido por los Estados Unidos, el reciente acuerdo de París sobre el Cambio Climático;
esperemos que antes de hacerlo piense un poco en el futuro que dejará a sus
hijos y cambie de opinión.
Hay otras posibles amenazas para la supervivencia de la
especie asociadas a nuestro propio desarrollo que son algo más exóticas y menos
evidentes que las anteriores, pero no por ello deben ser descartadas. Por
ejemplo, los avances encaminados a generar una inteligencia artificial tienen sus riesgos, ya que esta inteligencia
podría llegar a la conclusión, tras analizar la información disponible, de que
su propio bienestar o el bienestar de la Vida en el planeta pasan por la eliminación de la civilización humana;
por eso hay científicos que están ya pensando en cómo conseguir que el avance
en lo ético vaya a la par con el tecnológico, y que los recién nacidos sistemas
con consciencia propia tengan también empatía por los humanos antes de llegar a
desarrollar plenamente su potencial.
Y ésta no es la única en la lista de amenazas emergentes: una pandemia de
diseño fruto de la biología sintética o un mal uso de determinadas herramientas
nanotecnológicas también podrían representar un serio riesgo para los humanos… Ya sé que todo esto suena un poco a película de ciencia ficción, pero recordad que la ciencia ficción de hoy será la
ciencia del mañana. Seguramente hay otros riesgos similares a éstos que
todavía desconocemos, pero eso es algo de lo que ahora mismo tienen que
preocuparse los científicos que trabajan en los correspondientes campos de
estudio, que ya bastante tenemos nosotros con la parte que nos toca…
Para acabar por hoy, una noticia que seguramente desconocíais, y que no os
va a gustar, por tratarse de un detalle que confirma lo hasta ahora comentado. Os habréis dado cuenta, leyendo la entrega de la semana pasada, que cada extinción masiva da lugar a
un cambio de las características de los estratos geológicos, ya sea por la
presencia o ausencia de determinados fósiles o por las variaciones en su
composición (acordaos de esa capa de Iridio
de un par de centímetros de espesor), cambio que a su vez da lugar a la entrada
en una nueva etapa geológica con un nombre nuevo. Es verdad que no todos los
cambios de etapa van asociados a grandes desastres, pero el hecho de que haya
un nuevo nombre aumenta la probabilidad de que sea debido a un cambio radical a
nivel global…
Pues bien, un conjunto de los más prestigiosos especialistas
en la materia decidieron oficialmente hace pocas semanas que el Holoceno
terminó en el año 1950, empezando una nueva época dentro del periodo
Cuaternario con el nombre de Antropoceno,
nombre derivado de la raíz griega para “Hombre”. La huella que identificará
claramente esta transición para los geólogos del Futuro serán los residuos
radiactivos de Plutonio en los correspondientes estratos del suelo, residuos debidos
a las pruebas nucleares realizadas a partir de esa década. Algunos expertos
habían propuesto una fecha en torno a 1800, con el inicio de la Revolución Industrial, pero se argumentó que sus
efectos no se habían hecho notar por igual en todos los puntos del globo, mientras
que la presencia de isótopos radiactivos, llevados por el viento y depositados
después, sí ha afectado a todo el planeta. De hecho, se ha comprobado que a la
hora de hacer dataciones por Carbono-14 hay que introducir correcciones en los
cálculos debidas a este cambio, producido concretamente entre 1952 y 1955.
Por tanto, no sólo estamos cambiando la Vida sobre la
Tierra y su clima; en estos últimos sesenta y cinco años, esta última fracción de segundo del Calendario Cósmico, hemos cambiado la misma composición
de la corteza terrestre. Es un dudoso honor el de haber dejado nuestra firma
radiactiva en los milímetros más superficiales de todo el planeta… Que incluso
a nivel geológico haya evidencias de nuestra patente incompetencia como especie
supuestamente inteligente es algo para tomárselo muy en serio.
Pues nada, lo dicho: bienvenidos a la Edad del Hombre. Ya
habéis visto que hace una semana hablamos de extinciones del Pasado y hoy hemos
explicado cómo están las cosas en la actualidad. En la tercera y última entrega
veremos qué posibles desenlaces puede tener en el Futuro la Extinción del
Holoceno-Antropoceno, haremos un breve resumen de las posibles soluciones a
este complejo problema en el que nos hemos metido nosotros solos, y sacaremos
algunas conclusiones intentando ser constructivos; a ver si así aprendemos de una vez a hacer las cosas bien.
3 comentarios:
Pues claro que nos extinguiremos. Incluso especies "triunfadoras" en la evolución, es decir, que han estado en la Tierra alguna decena de millones de años, dinosaurios por ejemplo, han terminado por extinguirse (aunque en el caso de ciertos grupos de dinosaurios, se dio una evolución a aves).
Aunque, si nos ponemos en modo ciencia ficción, quien sabe. Tenemos la tecnología para hacernos sobrevivir y a la vez para destruirnos. También tenemos (o tendremos) maneras de aprovechar nuevos e impensables (o no tan impensables) recursos. Podemos hacer hasta mejoras de nosotros mismos si incluimos la tecnología en nuestra fisiología (Homo digitalis o algo así). Hawkings hablaba que nuestro futuro ha de estar necesariamente fuera de la Tierra. Supongo que empezaremos por la Luna o Marte....no sé...
De todas maneras una cosa está clara: me hace gracia cuando hablan del cambio climático, contaminación, etc, en plan "hay que salvar la Tierra. Salvemos la Tierra". La Tierra ha estado 4500 millones de años sin nosotros. Y puede estar otros tantos o más sin nosotros. En términos geológicos acabamos de llegar y no estamos aquí casi nada,....por favor....un punto de vista muy antropocéntrico, como casi siempre....La Humanidad tiene que "cuidar la Tierra" para que ésta nos permita seguir estando en ella....
Espero la siguiente entrega,
Un saludo....
¡Hola! :-)
Como siempre, vas muy bien encaminado en tus observaciones, Rojo... Algunas de las cosas que comentas tengo pensado desarrollarlas un poco en la última entrega. Por ejemplo, que la Ciencia y la Tecnología son herramientas poderosísimas que pueden ayudarnos a sobrevivir pero del mismo pueden significar nuestra destrucción, si no van de la mano del sentido común; no son ni buenas ni malas en sí, eso depende de cómo se usen. También hablaré de los viajes a otros planetas habitables como garantía de supervivencia de la especie, en caso de que superemos esta adolescencia tecnológica en la que estamos ahora.
Totalmente de acuerdo contigo en que nuestra misión no es salvar la Tierra; ni siquiera salvar la Vida sobre el planeta, ya que a estas alturas está demasiado diversificada y extendida como para que podamos cargárnosla toda nosotros solos... El reto está en salvar a nuestra propia especie y a otras muchas que se ven afectadas por nuestro desarrollo descontrolado. Incluso en el caso en que lo hagamos todo mal, la Tierra y la Vida (distinta seguramente de como es ahora) seguirán adelante cuando ya no estemos nosotros aquí... También hablaré de esto el próximo lunes.
Me alegro de que te esté gustando por ahora, Rojo; intentaré que la conclusión esté a la altura.
¡Un abrazo!
Por cierto, y ya que estamos hablando del tema: aquí tenéis una petición de Avaaz sobre Trump y el Acuerdo del Cambio Climático de París que me acaba de llegar y que podéis firmar si queréis:
https://secure.avaaz.org/campaign/es/paris_protection_loc/
A ver si le paramos los pies a este tío...
Un saludo
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