No cejamos en nuestro empeño de intentar
comprenderlo todo acerca de todo y de garabatear un mapa del Tiempo encadenando
los hechos más relevantes que nos han permitido llegar hasta donde estamos hoy.
Ya hemos hablado de los orígenes del Cosmos y de nuestro Planeta,
de la aparición de la Vida y su Evolución
y de cómo en nuestro caso esta Evolución nos regaló un gran cerebro
capaz de elaborar pensamientos complejos de tipo abstracto y simbólico. De cómo
el Homo Sapiens descubrió, entre otras cosas, las herramientas y el lenguaje hablaremos
con más calma en otra ocasión; nuestro punto de partida para esta entrada es
posterior y coincide con la aparición de la escritura.
El lenguaje hablado nos permite compartir con otros lo que
aprendemos, facilitando el trabajo en equipo y haciendo que el cuerpo de
conocimientos de un determinado grupo humano pueda pasarse de generación en
generación e incrementarse poco a poco, al añadírsele los nuevos descubrimientos.
Sin embargo, la tradición oral
y la memoria biológica dependen de la persona que narra o que recuerda, y por
tanto tienen un soporte efímero, ya que todos hemos de desaparecer algún día;
no sólo eso, sino que además para producirse la comunicación hablada es
necesario que el emisor y el receptor coincidan en el mismo lugar y en el mismo
momento, lo que hace que a veces el Conocimiento se pierda, al no haber nadie que reciba el testigo.
La escritura,
por otra parte, es un sistema de representación gráfica de un idioma por medio
de signos trazados o grabados sobre un determinado soporte físico. Es un modo
de transmisión de Conocimiento exclusivo de los humanos cuya aparición supuso
una nueva revolución en el proceso de llegar a comprender qué somos y cómo
hemos llegado aquí, ya que es para nosotros como una segunda memoria, más
fiable que la memoria biológica
que radica en nuestro cerebro. La comunicación escrita permite que el mensaje
sea recibido por una persona en otro lugar, en ausencia del que lo escribió, e
incluso mucho tiempo después, lo que facilita que la información no desaparezca
en el olvido.
En la presente entrada múltiple nos centraremos sobre todo en las
muestras portátiles de escritura, es decir, los libros, que han presentado distintos materiales y formatos
a lo largo de los milenios. Aparte de la piedra, uno de los primeros soportes
para la escritura fueron las tablillas
de arcilla de las antiguas Sumeria y Mesopotamia, en las que con ayuda de un
punzón de madera se hacían marcas en forma de cuña (de ahí el nombre de
escritura cuneiforme), dejando luego que se secaran. Más adelante surge el
papiro, característico del delta del Nilo, en Egipto, cuyas hojas están
formadas por dos capas de finas tiras de junco dispuestas perpendicularmente y
prensadas para darles cohesión. Sobre estas hojas podía escribirse con ayuda de
tinta y una pluma, y varias de ellas podían pegarse unas a otras por ambos
lados, resultando piezas de hasta seis metros de longitud que se guardaban en forma de rollo: este formato de
libro fue el más utilizado durante siglos antes de la era cristiana.
Hace dos mil años apareció otro tipo de soporte
que empezó a competir con el papiro; se le llamó pergamino porque al parecer se
originó en Pérgamo, en la actual Turquía, y consistía en piel curtida de distintos
animales (sobre todo becerro), más duradera, resistente a la humedad y flexible
que la invención egipcia. Al mismo tiempo apareció un nuevo formato, el del
códice, que es lo que hoy en día entendemos por un libro normal y corriente… Consiste
en varias hojas sujetas entre sí por el mismo lado, y es más fácil de manejar
para localizar o referenciar un pasaje concreto; por ejemplo, si queremos ir de
la página cinco a la veinte no es necesario pasar forzosamente por todas las
páginas que están entre una y otra. En otras palabras: el códice es al rollo lo que el CD al cassette o el DVD al VHS.
El cristianismo adoptó este formato bastante pronto, tal vez para diferenciarse
del judaísmo, que usaba rollos para su Torá.
Aunque el pergamino y el códice aparecieron más o menos en la misma época,
material y formato no estaban necesariamente ligados entre sí, de modo que se
podía encontrar tanto rollos de pergamino como códices con hojas de papiro.
También en los albores de la era cristiana se
descubre el papel, aunque no en Oriente Medio o en Europa, sino en China, y
pasarán siglos antes de que llegue a la civilización occidental. Las primeras
hojas de papel estaban hechas de pulpa vegetal procedente de residuos de seda,
arroz, cáñamo o algodón; la pulpa húmeda se deposita en un molde en forma de
fina lámina y después se deja secar. Más adelante veremos que la principal
materia prima usada para la pulpa en Europa fue la planta del lino… pero cada
cosa a su tiempo, no adelantemos acontecimientos.
Tan importante es la aparición de la escritura que
da lugar a la división entre Prehistoria e Historia: mientras que en la primera
la preservación del Conocimiento en el Tiempo se hacía sólo por medio de la
tradición oral, en la segunda se empieza a disponer también de registros
escritos, lo que permite manejar eficientemente problemas más difíciles y
alcanzar niveles de organización más complejos. Lógicamente, nuestro
Conocimiento actual sobre las distintas etapas históricas es mayor que el que
tenemos sobre la Prehistoria porque en estos casos podemos analizar no sólo los
restos humanos, objetos y edificios que han quedado, sino también los textos que entonces se escribieron,
algunos de los cuales nos dan pistas valiosísimas sobre la vida cotidiana o los
grandes acontecimientos de la época.
De todas formas, la comunicación escrita también
puede manipularse: del mismo modo que decimos mentiras también podemos
escribirlas, y éstas son mentiras más peligrosas, por ser más duraderas… Mirando
la parte positiva, también es más fácil comprobar a posteriori que alguien
mintió si dejó la mentira por escrito; un posible método para detectarla consiste
en contrastar los distintos textos disponibles acerca de un tema determinado y
ver cuál de ellos no es coherente con los demás. Otra desventaja de la
escritura radica en que permite preservar en el
Tiempo tanto las ideas geniales como las chorradas, pero tengo la impresión de que antiguamente era
más difícil y costoso dejar registros escritos, así que los pocos que sabían
hacerlo se tomaban este asunto bastante más en serio que nosotros ahora.
Un tema aparte es el de aquellos que intentan
eliminar sistemáticamente toda referencia escrita a algo o a alguien para
borrar su recuerdo de la faz de la Tierra… pero no nos dispersemos más de la cuenta, quizás
en otra ocasión hablemos de ello. Después de esta breve introducción, en la
próxima entrega empezaremos por el principio y, por orden cronológico,
trataremos de sintetizar una pequeña historia del libro
y de las colecciones de libros, o sea, las bibliotecas, desde la aparición de
la escritura hasta la actualidad.
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