martes, 10 de diciembre de 2019

Humanos (V)


En La Belleza y el Tiempo ya hemos explorado con anterioridad el tema de si la condición humana es aplicable a robots, inteligencias artificiales, replicantes o clones, llegando a la conclusión de que nos hace Humanos lo que hacemos, no lo que somos… En esta especie de apéndice a la entrada sobre los Homínidos, después de haber visto cómo los últimos doce mil años nos han traído un gran desarrollo pero también nuevos problemas, vamos a comparar a los Sapiens con el resto de especies animales actuales y a explorar qué es exactamente lo que nos hace Humanos. ¿Qué nos diferencia de chimpancés, delfines o elefantes a nivel cualitativo y no solo cuantitativamente? Si repasamos la lista de nuestras hazañas (bipedismo, herramientas, fuego, gran cerebro, lenguaje, pensamiento abstracto, autoconsciencia, cooperación…), ¿hay alguna de ellas de la que ninguna otra especie haya dado muestras a menor escala?

Centrémonos primero en las cosas en las que no somos demasiado especiales. Ya en su día el propio Darwin dijo que Hombre y animales solo difieren en grado, no en cualidades… Por ejemplo, tenemos evidencias de que los chimpancés usan herramientas: con la ayuda de pequeñas ramitas sacan a las termitas del termitero para comérselas, o usan un palo largo para comprobar si las aguas turbias son muy profundas. Los orangutanes usan hojas grandes como sombrero cuando llueve. Y otras especies más sencillas (algunos expertos dicen que hasta el 1% del total), incluyendo insectos, arañas, pulpos o peces, utilizan herramientas en mayor o menor medida. Incluso hay bonobos en cautividad que entienden lo que es el fuego y pueden manejarlo; eso sí, ayudados siempre por un humano.


Chimpancé sacando termitas de un agujero en un árbol con la ayuda de una ramita


Algunos simios superiores, entrenados adecuadamente, pueden comunicarse con nosotros; no con sonidos complejos, porque carecen de un aparato fonador con la laringe más baja como el nuestro, pero sí utilizando el lenguaje de signos o seleccionando símbolos en una pantalla, con un vocabulario que puede llegar a constar de varios cientos de palabras (Hablando de pantallas, algunos chimpancés son incluso mejores que los humanos en determinadas tareas de retentiva visual y memorización de números). Y ni siquiera necesitan la ayuda de Sapiens para tener un lenguaje: los chimpancés salvajes disponen de un amplio rango de gestos y expresiones faciales con los que se comunican entre ellos y ponen de manifiesto sus emociones.

Especialmente reseñable es el caso de la gorila Koko, nacida en el zoo de San Francisco en 1971 y fallecida el año pasado. La psicóloga animal estadounidense Penny Patterson le enseñó a hablar lengua de signos cuando tenía un año, y llegó a aprender y utilizar unos mil signos distintos. Aparte de esto, entendía unas dos mil palabras del inglés hablado solo con oírlas. Veía películas y hasta tenía sus escenas favoritas, y a lo largo de su vida tuvo varios gatos como mascotas, expresando su pena en lengua de signos cuando estos morían de viejos… Hasta qué grado Koko realmente dominaba el lenguaje y se comunicaba ha sido motivo de controversia, ya que a menudo era Patterson la que interpretaba sus signos y reacciones frente a la cámara poniendo un poco de su cosecha y completando los razonamientos; pero está claro que la gorila tenía un vocabulario propio de un niño humano de tres años.


La gorila Koko y su cuidadora Penny Patterson enseñándole un gatito


Algunos experimentos han mostrado que los simios tienen moralidad, sentido de la equidad y la justicia: a veces reparten las recompensas en partes iguales, ayudan a los demás y adoptan bebés huérfanos (Se ha visto que hasta las ratas se ayudan unas a otras aunque esto las perjudique un poco… Así que tal vez nuestros ancestros comunes los Purgatorius también lo hacían hace sesenta y seis millones de años). Los chimpancés tienen una Cultura muy básica, transmiten conocimientos y costumbres a la siguiente generación… Los macacos japoneses aprendieron hacia 1963 a meterse en las piscinas termales para combatir las bajas temperaturas del invierno nipón, y han ido transmitiendo la costumbre a las nuevas generaciones desde entonces (hasta han aprendido a cocer algunos alimentos en el agua caliente)… Volviendo a los chimpancés, estos juegan igual que los humanos, y se ríen cuando les haces cosquillas, algo de lo que ya se había percatado Darwin en su día. Y en cuanto a llorar, ¿somos los únicos que lo hacemos? Pues no, parece que otros animales como los elefantes o los gorilas lo hacen también.

Los simios superiores saben ponerse en la mente del otro, lo que significa que tienen cierta autoconsciencia… Prueba de ello es que saben reconocerse en un espejo, como la gorila Koko; esta prueba del espejo fue ideada en 1970 por Gordon Gallup Jr. y consiste en colocar una pegatina o marca en el cuerpo del animal y comprobar si al verla en el reflejo este se mueve para observarla mejor o se toca a sí mismo para intentar quitársela… Por ahora la han superado bonobos, orangutanes, delfines, orcas, elefantes, urracas y tal vez palomas. Ahí no queda la cosa: algunos monos tienen una forma muy sencilla y primitiva de comercio, y por otro lado los bonobos tienen sexo por placer (aunque no continuamente, como piensan algunos), y se han observado conductas masturbatorias en machos de ochenta especies distintas y hembras de cincuenta, así como conductas homosexuales en varios casos. Algunas de estas especies también se nos parecen en lo malo: los chimpancés pueden ser manipuladores o mentirosos si les conviene, e incluso asesinar o llevar a cabo guerras, a menor escala que nosotros, eso sí… De acuerdo con todo esto, parece que no somos tan diferentes de otros primates, quizá solo a nivel cuantitativo.


Elefante mirándose en un espejo grande colocado en medio de la selva


Veamos ahora qué tenemos de especial, empezando por nuestro cerebro… Ya dijimos que en la actualidad pesa algo menos de kilo y medio, mientras que los de los elefantes tienen unos cinco kilos y los de las ballenas unos nueve kilos, así que no se trata de una cuestión de tamaño. Todos los grandes primates tienen una gran densidad de neuronas comparados con otras especies, de modo que tampoco en eso somos únicos. Lo que sí nos hace especiales es que nuestro cerebro alcanzó un mayor tamaño porque Erectus y Sapiens empezaron a cocinar la comida, consiguiendo la misma energía sin tener que dedicar tanto tiempo a lo largo del día a tener que alimentarse… Un gorila, por ejemplo, es tres veces más grande que un humano pero su cerebro es tres veces más pequeño. Tenemos en promedio un total de 86.000 millones de neuronas, de las cuales 16.000 millones están localizadas en la corteza cerebral, más que en ninguna otra especie: esta última cifra es la que realmente nos convierte en campeones indiscutibles.

Si nos referimos al ADN, los cambios y mutaciones que nos han hecho diferentes y únicos empezaron a ocurrir hace unos 70.000 u 80.000 años (Abro un breve paréntesis para romper un mito: el porcentaje de genes que nos diferencia de los chimpancés es bastante superior al 1% que se cita erróneamente en algunas fuentes mal documentadas). Una de nuestras principales ventajas es la mayor capacidad para procesar información abstracta y simbólica en nuestra cabeza, incluso antes de que surgiera el lenguaje hablado: pensando podemos hacer referencia a algo que no está ahí en ese momento, y hablando podemos compartirlo con los demás para facilitar el trabajo en equipo. Gracias al pensamiento abstracto y el habla podemos recordar el Pasado o tomar precauciones para el Futuro; por tanto nos permiten “viajar en el Tiempo”, ya sea de forma individual o colectiva, para sopesar las consecuencias de nuestras acciones y tratar de tomar las decisiones adecuadas.


Representación de la radiografía de una calavera con el cerebro visible dentro


La habilidad de transmitir nuestros conocimientos a la siguiente generación para que esta los acumule, complete y perfeccione es lo que constituye nuestra Cultura, y el hecho de tener una infancia inusualmente larga nos permite aprender una gran cantidad de cosas antes de tener que valernos por nosotros mismos. No dependemos solo de nuestro genotipo para sobrevivir y prosperar; la Cultura nos proporciona ese fenotipo extendido del que ya hablamos en la primera entrega, ampliando nuestra gama de recursos. Es la diferencia entre la selección natural y la selección cultural, entre que el entorno nos cambie a nosotros o que nosotros cambiemos el entorno… Esta transmisión de Conocimiento, primero oral y después escrita, nos permitió elaborar herramientas y llevar a cabo técnicas que constaban de multitud de pasos y por tanto presentaban una mayor complejidad, inalcanzable por cualquier otra especie… Y el abanico de herramientas (tanto físicas como intelectuales) a nuestra disposición se ampliará hasta límites insospechados cuando empecemos a aplicar el método científico.


Diagrama en varios pasos con las complejas instrucciones para montar un mueble de Ikea


Hace dos semanas os hablé un poco de la forma de cooperar que tienen las abejas y los chimpancés… Las abejas pueden colaborar en grandes números pero cada una tiene asignadas unas tareas fijas que no pueden cambiar. Por otra parte, los chimpancés pueden adaptarse a los cambios y realizar muy distintos tipos de tareas en equipo, pero nunca con individuos a los que no conozcan directamente, lo que limita el número de colaboradores a no más de cien… Cooperar flexiblemente y a la vez en masa, con gente a la que no hemos visto nunca, es lo que nos hace a los Sapiens peculiares como especie y nos ha permitido controlar el Planeta… De hecho, nuestro altruismo incluso hacia desconocidos y nuestra capacidad para leer la mente del otro son mucho mayores que las de otros primates.

Este tipo de cooperación es posible gracias a que podemos crear relatos ficticios en nuestro cerebro, con conceptos abstractos como la religión, los derechos humanos, las grandes corporaciones, las nacionalidades, el dinero… Hemos superpuesto a nuestra realidad objetiva una segunda capa de realidad imaginaria, hecha de convenciones, que solo está en nuestras mentes… Estas son las ideas defendidas por el historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, que aun teniendo sus detractores se ha convertido en un auténtico best seller con su libro Sapiens y la continuación, Homo Deus.


Portada del libro Sapiens de Yuval Noah Harari


En resumen, lo que nos hace especiales es que podemos contar historias y podemos pensar en el Pasado y en el Futuro, preguntarnos a nosotros mismos de dónde venimos y a dónde vamos, e intentar averiguarlo… Hay dos maneras complementarias, igualmente lícitas y a la vez radicalmente opuestas, de buscar estas respuestas: el Arte y la Ciencia. En cuanto al primero, puede que los Neanderthales crearan sus propias representaciones artísticas, pero aún no lo sabemos con seguridad y en cualquier caso eran bastante más simples que las de Sapiens; desaparecidos nuestros primos evolutivos, actualmente somos los únicos artistas sobre la faz de la Tierra.

Por otro lado, el Hombre es el único animal que hace Ciencia; como ya he dicho en otras ocasiones, los Sapiens somos la manera que ha encontrado el Universo de pensar acerca de sí mismo… Más adelante efectuaremos en el blog otro salto temporal, más allá de la escritura, las bibliotecas y la imprenta, pasando del sílex de las primeras herramientas al silicio de los microchips, y hablaremos por orden cronológico de los avances científicos y tecnológicos ocurridos en los últimos cuatro siglos, que nos han llevado un poco más cerca de conocer nuestro lugar en el Mundo (como muestra, esta misma entrada) y de intentar desentrañar, en caso de que lo tenga, el sentido de la Vida.


Viñeta cómica acerca de un científico prehistórico que examina una sustancia viscosa con una rama

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