lunes, 22 de julio de 2019

Río Abajo (I)


Entre los recados atrasados de mi agenda hay uno que me propuse tachar a lo largo de estas semanas de verano, y que reza “Fotos zona este cauce río”, ya que todavía no he explorado de forma exhaustiva la parte del cauce más allá del Ágora, la que está todavía a medio urbanizar… Por eso me pareció una feliz coincidencia el recibir el pasado viernes 12 a mediodía un e-mail de Guiding Architects Valencia titulado “Open Luci Tour”, con una misteriosa y atractiva propuesta… Se trataba de una ruta guiada nocturna “del Río al Mar”, un paseo a través del antiguo cauce del Turia, desde el Parque de Cabecera hasta la Dársena del Puerto, en compañía del artista urbano LUCE. La cita era el sábado 13 a las 23:59, y nos recomendaban traer una linterna, calzado cómodo, agua y un tentempié, pero no se daba mucha más información… Y en realidad yo no la necesitaba; desde el minuto uno ya tenía decidido que iba a ir.




El sábado estuve cenando con unas amigas en el barrio de Zaidía, y a las 23:30 todavía estaba allí y no tenía muy claro qué autobuses pasarían a esas horas ni con qué frecuencia, así que decidí ir andando al Parque de Cabecera. Las doce menos un minuto es una hora muy concreta, y no quería retrasarme por si acaso me perdía algo importante, así que me di bastante prisa, incluso haciendo un par de pequeños sprints, y llegué a lo alto de la montañita del parque justo a las 23:59… resoplando y algo sudado, sí, pero lo conseguí. Hacía una noche espléndida y las vistas desde lo alto eran preciosas. Me reencontré con algunos buenos amigos y amigas de Desayuno con Viandantes y estuvimos un rato charlando muy a gusto.




La explicación inicial tuvo lugar a eso de las doce y cuarto. Al parecer no había habido rutas de Guiding Architects en unos dos años, y esta era una idea que tenían en la recámara desde hace tiempo. Ese día era el único en que los organizadores podían cuadrar sus agendas y por eso se avisó con tan poca antelación; fue una cuestión de “pensat i fet”. La ruta estaría a cargo de mi amigo Boris Strzelczyk, con Chema Segovia y el artista LUCE, cuya obra he fotografiado muchas veces por las calles de Valencia pero al que nunca había puesto cara. La convocatoria había tenido un éxito imprevisto, éramos unos 52, y para empezar hicimos una ronda de presentaciones en la que cada uno proponía una palabra que nos inspirase el pensar en el cauce del río; yo elegí “Historia”. Teníamos por delante 18 tramos con un recorrido total de unos 10 ó 12 kilómetros, y ni siquiera los organizadores sabían cuántas horas duraría el trayecto porque el día del ensayo no llegaron al final… Mientras bajábamos no pude evitar pensar en El Mago de Oz y el camino de baldosas amarillas que llevaba a la Ciudad Esmeralda, solo que en este caso en lugar de baldosas teníamos traviesas de madera.




Para quien no esté muy puesto en el tema, dejad que os resuma la historia del cauce antiguo… Después del desastre de la Riada de 1957 se aprobó desviar el paso del agua en lo que se llamó el Plan Sur, cuyas monumentales obras tuvieron lugar entre 1965 y 1973. Con respecto al cauce histórico, que se iba a quedar vacío, se barajó el proyecto de construir carriles para los coches, pero gracias a las protestas vecinales en los años 70, bajo el eslogan de “El río es nuestro y lo queremos verde”, se decidió convertirlo en una extensa zona ajardinada. Los primeros tramos del rebautizado Jardín del Turia se inauguran en 1986. Yo tenía mis dudas de que se hubiera comprobado alguna vez la eficacia del desvío del Plan Sur, así que se lo pregunté a Boris mientras bajábamos la montañita y me dejó más tranquilo cuando me aclaró que hace unos diez años el agua descendió por el cauce nuevo al 75% de su caudal máximo y no hubo avenidas importantes en la bifurcación entre el cauce antiguo y el nuevo (Hubo algunos edificios en o junto al Jardín del Turia cuyos sótanos se inundaron, pero fue por agua que bajaba desde la ciudad misma, no desde el interior de la provincia).




En nuestro trayecto avanzábamos en zig-zag siguiendo a los guías, a veces por los senderos y otras a través del césped, y cada cierto tiempo hacíamos paradas en las que los tres se iban intercalando en las explicaciones sobre de qué época es cada tramo, qué partido ocupaba el Ayuntamiento por entonces, si se diseñó o no por un arquitecto y si se hizo pensando o no en los vecinos. LUCE era más parco en palabras, pero contaba cosas igualmente interesantes, aunque desde una perspectiva totalmente distinta; además, se había traído una escalera plegable y muy ligera, de unos dos metros, que llevaba al hombro y con la que podríamos llegar a algunos rincones normalmente inaccesibles… La primera parada después del Parque de Cabecera la hicimos bajo el doble puente del Nou d’Octubre, de Santiago Calatrava, y creo que fue allí donde Chema nos comentó que hace años su casa tenía vistas al Guadalquivir y que al venir aquí desde Andalucía pensó, confiando en el Google Maps básico, que también vería el río Turia desde su ventana, descubriendo con sorpresa que había un cauce pero no había río… ¡Qué chasco!




Atravesando el Tramo 1 con el pequeño circuito para bicis y patines llegamos al antiguo Azud de Rovella, con la pasarela peatonal de rejas amarillas y la Casa del Agua, antiguo retén de policía diseñado por Vetges Tu i Mediterrànea, hoy en día abandonado (aunque se oían desde abajo las voces y pasos de algunos okupas de sábado noche en el piso superior). Fue aquí donde nos encontramos, al pie del edificio, al primero de varios grupos de sudamericanos cenando o escuchando música a la fresca. Después dejamos atrás uno de los lavabos recientemente inaugurados, que se cierran por la noche, y nos acercamos a un pequeño acueducto que sale de la Casa del Agua y llega hasta las instalaciones de NaTuria, un poco más adelante. LUCE desplegó la escalera y la falcó para que pudiésemos subir al acueducto y echar un vistazo; yo y algunos más solo nos asomamos, pero hubo mucha gente que subió del todo y caminó bastantes metros por encima del canal, retrocediendo después o bajando por una estructura triangular de madera que daba un poco de vértigo solo de mirarla. Menos mal que hubo suerte y nadie perdió el equilibrio ni andando sobre el acueducto ni al bajar, porque en algunos trozos se trataba de cuatro o cinco metros de caída y habría sido un susto muy desagradable.




En el Tramo 3 hablamos un poco del estadio de atletismo y de cómo el cauce se ha ido llenando poco a poco de estas dotaciones semi-privadas, recorriendo después el paseo cubierto lateral al final del cual hicimos con el pirograbador de LUCE la comprobación de si unos enchufes que hay justo en la esquina de las gradas, encima de la verja metálica, funcionaban o no… Para regocijo general y entre aplausos se comprobó que sí, que podéis cargar allí vuestro móvil si tenéis una emergencia algún día. Llegamos después al Puente de las Glorias Valencianas, donde bajamos un poco la voz para no molestar a un par de personas que estaban durmiendo. Este fue el lugar donde llegaron a juntarse hace una década unos cien inmigrantes subsaharianos con sus colchones, situación que el Ayuntamiento del PP resolvió sin contemplaciones colocando un estanque bajo el puente para que se fueran con sus problemas a otra parte… También hablamos del fenómeno especulativo que se produjo en los 70 en la zona del Nuevo Centro: en un principio se iban a construir miles de viviendas de promoción pública y al final se quedaron en dieciséis; los propietarios se dieron cuenta de que esos terrenos estaban bastante cerca del centro de la ciudad y de que podían sacarles dinero fresco.




Los guías nos dijeron que para recorrer el siguiente tramo teníamos que hacer una performance: nos distribuimos a lo largo de una línea blanca que corría paralela al puente y peinamos el cauce, como si estuviéramos buscando al pequeño Jimmy que se ha perdido en el bosque, en líneas rectas paralelas a las que debíamos ceñirnos a pesar de los obstáculos. Observé dos cosas: que Boris y yo caminábamos a un ritmo más rápido que el resto, y que bastante gente hacía trampa respecto a lo de los obstáculos. Pasamos así de largo La Pechina, donde estaba en tiempos medievales el Quemadero para los condenados a la hoguera. Un poco antes del final del tramo Boris y Chema avisaron que había que desviarse hacia la derecha, pero la mitad de la gente no los oyó y se despistó; suerte que LUCE, que estaba en el extremo izquierdo, los reunió y los llevó de vuelta a la siguiente parada.




Boris nos enseñó las trazas de un tejado a dos aguas en el pretil derecho. Al parecer, hacia la mitad del siglo XX, tal vez como consecuencia de la Guerra Civil, mucha gente con pocos recursos había construido chabolas dentro del cauce sin ningún tipo de permiso (la mayoría del tiempo la corriente de agua ocupaba solo la parte central de la explanada, menos de un tercio de la anchura total). La riada de 1949 provocó unos cuarenta muertos (al menos oficialmente) en la ciudad y arrastró muchas de estas chabolas; y no hay mal que por bien no venga, ya que la Gran Riada de 1957 podría haber causado muchas más víctimas en el cauce de no haber habido este aviso unos años antes y de no haberse prohibido este tipo de construcciones… No sé por qué, pero la imagen mental de las chabolas me trajo a la cabeza otra mil quinientos años anterior, la de los visigodos reutilizando los bloques de piedra de monumentos y gradas y construyendo casas en plena pista del circo romano abandonado; cuando hay necesidad la gente no se para a pensar en detalles como las consideraciones estéticas, el glorioso pasado de la ciudad o la previsión del tiempo a diez años vista.




Nos detuvimos junto a lo que en principio parecía una cabaña en ruinas hecha de ladrillo y nos explicaron que en realidad es una escultura contemporánea del artista danés Per Kirkeby, inaugurada en 1989. En aquella época este artista era lo más de lo más, pero con los años las pintadas, el vandalismo y la orina de los perros (y de alguna que otra persona) han obligado a clausurar la obra con verjas y a plantar setos por detrás. Con el gigantesco Puente de las Artes construido posteriormente casi encima y con un transformador eléctrico justo delante, la estructura ha perdido cualquier posible impacto estético que pudiera quedarle; a lo mejor es trasladada en un futuro no muy lejano a la parte trasera del IVAM, al jardín de esculturas, aunque no está del todo claro todavía.




De vez en cuando LUCE nos iba señalando algunas de sus intervenciones y dando más detalles sobre su trabajo; me pareció muy ingenioso por ejemplo el uso de plantillas imantadas para colocar rápidamente sobre las farolas y dejar su característica firma con el spray. Al parecer es una de las personas que más se ha pateado hasta el último rincón de Valencia, por poco glamour que este tenga… Y para muestra, un botón: minutos después llegamos a una extraña caseta pegada al pretil derecho, y nos explicó que es la salida de emergencia del túnel al otro lado del muro, con manilla para abrir desde dentro pero no desde fuera. Nos dijo que uno de los pocos días en que se puede explorar esta salida es durante la Ofrenda de las Fallas, cuando no pasan coches por el túnel… Creía que mi obsesión por recorrer en mis paseos cada calle y callejón de la ciudad (lo que yo llamo comer cocos) era grave, pero ya veo que hay gente que está aún peor que yo.




La siguiente performance consistía en caminar en fila india pegados al mismo pretil derecho e iluminando el muro con las linternas (una de las cuales, por cierto, dio un susto de muerte a un gecko que salió corriendo hacia arriba). Mientras avanzábamos yo le explicaba a una chica colombiana muy simpática que había conocido esa noche lo que era la Junta de Murs i Valls y por qué se distinguían varios tipos de piedras, varias fases constructivas a distintas alturas, en el pretil… Por esta zona no vimos a nadie haciendo cruising (era una de las palabras que habían surgido en la ronda inicial de presentaciones) pero sí a un hombre joven con un albornoz blanco y montado en un patinete eléctrico, junto al puente de San José, si mal no recuerdo… Supongo que pensó que a esas horas de la madrugada solo lo verían con esas pintas dos o tres personas, no cuarenta. También hubo unos jóvenes que nos confundieron algo después con turistas, con el correspondiente choteo por su parte; la verdad es que debíamos resultar una estampa curiosa.




Casi en el Puente de Serranos llegamos a una zona cerrada al público y llena de vegetación y flores que alguna vez he fotografiado en mis salidas diurnas… Entramos por un pequeño agujero que había en la verja (por cierto, yo perdí un poco el equilibrio al agacharme y casi me descalabro) y caminamos por una senda despejada hasta el centro, donde nos sentamos en unos bordillos que formaban un círculo. Boris nos explicó que según un biólogo amigo suyo se trataba de un espacio reservado para realizar distintas pruebas de biodiversidad vegetal. Al ser de noche no podíamos ver bien los colores de las flores (que en verano tampoco son ninguna maravilla), pero podíamos oler la intensa y agradable fragancia de las plantas que nos rodeaban… Se produjo un momento realmente mágico cuando vimos una lechuza enorme que volaba por sobre las matas y que pasó un par de veces realmente cerca de nosotros, posándose luego entre las ramas de un árbol cercano. Después salimos del recinto por otra abertura, esta vez más grande, en el extremo contrario.




Aquí el cauce empezaba a girar hacia el sudeste. Pasamos bajo el Pont de Fusta y llegamos a un edificio que ignoro si es de mantenimiento o de vestuarios para los campos de fútbol que hay al lado. LUCE desplegó de nuevo su escalera y la apoyó en la pared, pero desde el último peldaño aún quedaban dos metros hasta lo alto de la estructura. Afortunadamente, su amigo Fernando Lebrel es al parecer muy buen escalador, y trepó ese par de metros que faltaban con la ayuda de un ventanuco, desapareciendo en lo alto de la fachada. Segundos después empezaron a caer entre nosotros las tres o cuatro pelotas de fútbol (y alguna de tenis) que se habían ido encalando con el paso del tiempo… “¡Que son buenas, peña!”, decía LUCE emocionado como un niño al comprobar que los balones eran de reglamento. Estas pelotas nos acompañaron un buen trecho a lo largo del cauce, pasando de unos pies a otros; no sé si al final se quedaron perdidas por el camino o se las llevó a casa alguno de los que no acabaron la ruta.




Unos metros más allá nos acercamos al pretil izquierdo y contemplamos un entrante en el muro con un arco de aspecto muy antiguo, tapiado con ladrillos, a la altura del Monasterio de la Trinidad. Se especula con que fuese un acceso subterráneo al convento que permitía que entrasen o saliesen por la noche, sin ser vistas, aquellas personas cuyas intenciones no eran del todo honestas, o que querían deshacerse de los bebés no deseados de las religiosas. Creo que fue poco después, bajo el Puente de la Trinidad, donde nos paramos a observar los huecos cuadrados que hay en los pilares, y que corresponden a los puntos donde se anclaban los andamios de madera durante su construcción, hace siglos. En la zona de las Torres de Serranos los sudamericanos utilizaban estos huecos para guardar las mesas y sillas plegables y demás material hasta el fin de semana siguiente, pero la policía les pegó un toque al respecto. Al llegar al Puente del Real Boris nos explicó que solo el tercio noroeste corresponde a la estructura original; en la década de 1960 se hicieron obras para triplicar su anchura todo a lo largo, moviendo la fachada del lateral sudeste a su nueva posición… La verdad es que oír esto me dejó de piedra (nunca mejor dicho).




Seguimos caminando y llegamos al Puente de la Exposición (vulgo de la Peineta); debían ser alrededor de las 3:30 y ya solo quedábamos poco más de treinta de los cincuenta y pico que habíamos empezado. Sentados junto al acceso sudoeste de la parada de Alameda, Boris y Chema nos explicaron la cantidad de dinero que hubo que gastar para construir el puente y la estación de Metro que hay debajo, y poder así competir con los grandes proyectos de Madrid, Barcelona o Sevilla en la época en torno a 1992… En Valencia el nivel freático está casi a ras de suelo, así que tuvieron que congelar el agua que iba apareciendo y echar no se sabe cuántos metros cúbicos de hormigón (blanco, que es de los más caros) para construir los túneles y los cimientos…




La gigantesca estructura del puente, con solo dos puntos de apoyo en todo el ancho del cauce, se montó a doscientos metros de su ubicación definitiva y luego se trasladó y colocó en su sitio en una operación de proporciones faraónicas de la que yo mismo tengo vagos recuerdos, de cuando era joven, en 1995… A Santiago Calatrava le gusta incluir siempre piezas móviles en sus obras, y en este caso son las marquesinas de entrada a la estación las que se cierran plegándose mediante un mecanismo hidráulico. Se activan manualmente, pulsando un botón en el exterior, pero a esas horas todavía pasaban los últimos metros, al ser sábado, así que no tuvimos la suerte de ver a ningún empleado de MetroValencia salir y cerrarlas, como quien baja la persiana de su negocio… Nosotros sí vamos a cerrar la paraeta por ahora; continuaremos avanzando río abajo la próxima semana.



4 comentarios:

Vicent RoTa dijo...

Estic encissat amb aquesta preciosa activitat, al igual que tú d'haver-ho sabut hagués acudit segur. Esperaré una propera cita a vorer si puc assabentar-me'n a temps i de moment em contentaré esperant la propera publicació teua

Vicent de Russafa

Kalonauta dijo...


Hola, Vicent

Estoy seguro de que si mandas un correo a info@ga-valencia.es Boris estará encantado de incluirte en la lista de distribución y mantenerte al corriente de futuras actividades de Guiding Architects Valencia... No temas, que no te bombardearán con spam; no suelen superar el par de mensajes al año, te envían solo las convocatorias. ¡Altamente recomendable! Pero eso ya lo estás viendo, después de leer esta primera entrega... Espero que la segunda te parezca también interesante.

Una abraçada i gràcies per comentar!

Susana Mar dijo...

Me ha encantado leer tu "diario de viaje", en este caso en tu propia ciudad y con nocturnidad... Gracias por contarlo tan bien y con tanto gusto!!!!

Kalonauta dijo...


Muchas gracias a ti por leerme y por comentar... A ver si podemos quedar uno de estos días y nos damos otro paseíllo por la ciudad (aunque no sea tan largo como este).

¡Un abrazo, Su! :-)