Ya hemos
hablado de las murallas romana, árabe y cristiana de Valencia, que son como los anillos de crecimiento de un árbol
o como las capas de una cebolla, cada cual por fuera de la anterior, cada vez
más y más grandes… Incluso cuando el avance de la tecnología aplicada a la
guerra hizo que dejara de ser necesario proteger las ciudades con murallas, siguieron
apareciendo en el plano nuevas capas de la cebolla, esta vez correspondientes a
las grandes vías de comunicación asociadas a la expansión urbanística exponencial
de Valencia durante el último siglo y medio.
La siguiente
capa por fuera de la ronda interior vendría dada por el primer ensanche
de la ciudad, aprobado definitivamente en 1887, dando lugar a un anillo que
podría incluir las Grandes Vías y el lado norte del antiguo cauce del río, con
el siguiente trazado: Cronista Rivelles, Menéndez Pidal, Fernando el Católico,
Ramón y Cajal, Germanías, Marqués del Turia, Alameda y San Pío V. El segundo ensanche,
aprobado en 1912, dio lugar a la ronda de tránsitos, un cinturón que incluía
las siguientes avenidas: Peset Aleixandre, Campanar, Pérez Galdós, Giorgeta,
Peris y Valero, Eduard Boscá (este tramo no se abrió hasta después de la Guerra
Civil), Cardenal Benlloch y Primado Reig. Al igual que la muralla medieval en
1356, las grandes avenidas asociadas a los ensanches se abrían dejando huecos
en su interior para ir construyendo, aunque esta vez de manera mucho más
planificada, sobre todo en la zona en torno a las Grandes Vías, con inmensas
manzanas rectangulares con patio interior.
La ronda exterior, bastante
más reciente, está compuesta de las siguientes calles y avenidas: Hermanos
Machado, Levante Unión Deportiva, La Safor, Pío Baroja, Nou d’Octubre, Tres
Cruces, Doctor Tomás Sala, Fernando Abril Martorell, Antonio Ferrandis,
Menorca, Ibiza, Serrería, Lluís Peixó, Tarongers y Bulevar Norte. Podríamos
añadir la conjunción del Barranc del Carraixet al norte y el nuevo cauce del
Turia al sur como una séptima capa de la cebolla, si
bien algo incompleta… y a partir de ahí yo ya no distingo más anillos
claramente visibles en la zona metropolitana de Valencia.
Empezamos aquí
el grueso de esta entrega, que consistirá en describir los restos de las
murallas que quedan a la vista hoy en día, empezando por la cristiana. Las Torres de Serranos son, como ya dijimos, junto con las de Quart, las
únicas puertas que sobreviven al derribo de la muralla, por haber funcionado
como cárcel entre 1586 y 1888. Si se contemplan sus laterales se puede apreciar
claramente en la pared, con una textura distinta, la traza o huella de hasta
dónde llegaba el lienzo: aproximadamente un tercio de la altura total de las
torres. Podemos asomarnos a los accesos que daban a la parte superior del muro,
accesos que ahora se abren al vacío
y por tanto están clausurados con pesadas rejas… Y resulta emocionante usar la
imaginación, pensar en cuatro dimensiones
y tener la certeza de que si viajáramos a cualquier época entre 1398 y 1865
podríamos dar un paso adelante desde el umbral sin pegarnos un batacazo.
Cerca del
desaparecido portal de San José, en el túnel subterráneo que hay por debajo de donde
se planta la falla de Na Jordana, hay restos visibles al pasar con el coche que
corresponden a los cimientos de una de las torres que tenía esta entrada… No
conduzco, y hace mucho tiempo que no paso por ese túnel, así que me perdonaréis
si os digo que no he podido comprobar esto de primera mano. Siguiendo la ronda
en sentido antihorario (y en contradirección, por cierto, lo cual no es
problema para los peatones como yo) llegamos al museo de arte moderno: en la
llamada sala de la Muralla del IVAM, bajando unas escaleras por la parte
derecha, se puede recorrer un largo tramo de los cimientos del muro cristiano.
Antes la sala se utilizaba de continuo para exposiciones,
pero últimamente no estoy seguro de si se usa sólo de vez en cuando para
talleres y otras actividades del museo.
Las hoy
llamadas Torres de Quart son la otra puerta que sobrevivió a las demoliciones
del año 1868, y el lienzo de muralla que
queda a su izquierda, en la parte norte, es el único que ha llegado hasta
nuestros días, ya que la función de
las Torres como cárcel hasta bien entrado el S.XX justificó su conservación
para cerrar el pequeño patio de los reclusos. Paseando a lo largo desde la
calle se puede ver de primera mano cómo era
realmente la muralla en cuanto a altura, grosor y aspecto, y se pueden
contemplar las almenas y la zona superior por la que solían hacer la ronda los
vigías; es una lástima que el público no tenga acceso a esa parte cuando se
visitan las Torres.
Hay que llegar
hasta la plaza de Los Pinazo para finalizar nuestro recorrido del muro medieval:
los restos del portal dels Jueus salieron a la luz (junto con algunos restos de enterramientos judíos) en torno a 1996, por
las obras de la futura estación de metro de Colón. En la
actualidad, y después de haber sido estudiados y documentados, se encuentran
integrados en la plaza los cimientos de la puerta y de los fragmentos de lienzo
a ambos lados. También se ha incluido en el suelo de la acera, un poco más
arriba, una silueta con una textura diferente para marcar la traza del antiguo
lienzo; de acuerdo con ésta, la muralla estaba justo a la altura de las fachadas
de la acera interior de la calle Colón, lo que quiere decir que el foso estaba
más o menos por donde ahora pasan los coches… Hablando de trazas: no estoy
seguro de si un pavimento de adoquines
que hay en la parada de metro de Xàtiva representa también la huella de la muralla
cristiana o es simplemente un motivo decorativo; normalmente los trabajadores
del metro y de los comercios aledaños a los que pregunto no suelen tener ni
idea de estos detalles (me pasa incluso con los vigilantes de los museos que
contienen hallazgos arqueológicos), pero seguiré investigando.
Retrocedamos
un poco más en el Tiempo… Los restos actuales de la muralla árabe
no están,
que digamos, en muy buenas condiciones; el plan de conservación prometido desde
2006 fue completamente ignorado por el anterior consistorio,
y aún hoy la cosa va muy despacio. Repasemos los vestigios
que quedan y en qué estado se encuentran, empezando de nuevo en las Torres de
Serranos y en sentido antihorario.
En la calle
Blanquerías número 2, en el interior de un edificio particular de 1892 que
ahora es una residencia de estudiantes americanos, podemos encontrar un lienzo
de la muralla muy bien rehabilitado. El muro es de tapial de hormigón de cal, y
se aprecian restos del lucido blanco que tenía en su parte exterior, que en su
día produciría un impacto visual considerable
al reflejarse en él la luz del sol. También se conserva un grupo de nueve almenas (de aproximadamente 0,95 por 0,95 metros cada una) que remataban
la parte superior. A esto hay que añadir una torre semicircular
maciza realizada en mampostería en su cara externa que, aunque probablemente no
estaba encalada de blanco en su día, presenta una fina decoración de guijarros
planos de color gris oscuro incrustados en los huecos entre piedras. Subiendo
al segundo piso de las vecinas Torres de Serranos se
puede observar la traza de este torreón en el tejado de la vivienda. En la
misma manzana se pueden contemplar también restos de la muralla árabe entrando
a un local de tatuajes que da a la plaza de los Fueros. Desde este punto los
distintos vestigios se van encontrando en una línea casi recta que se dirige
hacia el Tossal.
Muy cerca de
este lugar, en el horno Montaner
de la calle Roteros, encontramos otro fragmento de lienzo
integrado en el establecimiento y visible desde dentro. Como dato curioso, decir que en la descripción de los restos de
la muralla por parte de José Vicente Ortí en 1740 ya se menciona este horno. Desde
fuera, en la esquina con la calle Palomino, se aprecia una restauración pésima,
hecha a base de cemento; el muro original debe estar unos centímetros por
debajo. La muralla seguía el trazado de la calle Palomino, que era en aquel
entonces el paso de ronda, una zona justo por dentro del lienzo en la que
estaba prohibido construir viviendas.
Pasando por la
plaza del Ángel hasta la plaza de Beneyto y Coll podemos contemplar la torre
del Ángel, llamada así por haber formado parte de una antigua posada
ya desaparecida con ese nombre. Es una torre de planta semicircular, hoy parte
de un domicilio privado. A los propietarios de
viviendas con restos arqueológicos protegidos como éstos se les ponen ciertos
requisitos: por ejemplo, por ley deberían dejar visitarlos a todo aquel
que quiera hacerlo. Junto a la torre se ha conservado un fragmento de lienzo
en estado de abandono, con los vanos entre las deterioradas almenas cegados con
ladrillos. El lienzo apareció en 1963 al derribarse otra casa, y el conjunto
fue declarado en seguida Monumento Histórico Artístico Nacional. La torre ha sido muy maltratada con el paso de los siglos, incluso
con el hueco de una chimenea en un lateral, pero aun así es la más completa y
visible desde la calle a día de hoy, y nos permite apreciar la altura original
sin tener que usar la imaginación. El lienzo de la muralla, visible (pero no
muy reconocible) desde la plaza del Ángel, tiene aproximadamente la
mitad de altura que la torre: son 8 ó 9 metros de los muros construidos en el S.XI frente a los 13 ó 14
metros de las correspondientes torres semicirculares.
Si seguimos
andando por la calle En Borrás y llegamos a la verja
de entrada a un parking privado, podremos ver al otro extremo la llamada torre
Mare Vella 19, que toma el nombre y número de la calle desde la que se puede
acceder a la misma. No está muy bien conservada, mostrando en el exterior
varias reformas a base de azulejos y ladrillos modernos, y su parte superior se
ha convertido en una segunda terracita (sin barandilla, seguramente para seguir la
normativa de conservación) que forma parte de uno de los pisos del edificio… Yo
mismo he estado en esa terraza, sobre la torre, hace unos cuantos años, cuando
unos amigos míos vivían allí de alquiler.
Caminando hacia
el sudoeste, dejando atrás el portal de Valldigna
hasta llegar a la calle Salinas, veremos que a la altura del número 17 hay a
nuestra derecha un enorme bloque en equilibrio aparentemente inestable que
formaba parte originalmente de la muralla. Aunque en teoría esté protegido
legalmente, no lo está en absoluto desde el punto de vista físico (es decir, no
está apuntalado), y por no tener, no tiene ni un mísero rotulo que nos indique
su origen, que se remonta a mil años atrás. Podemos comprobar que tiene efectivamente
un espesor de más de dos metros. Su parte superior está maltrecha por el paso
del Tiempo, con hierbas y arbustos; en su día hubo hasta un pequeño arbolito
que fue arrancado por el viento, desprendiéndose algunos cascotes.
Hace tiempo que amenaza ruina, y de hecho ahora tiene
una malla que lo cubre, por si se desprende algún fragmento más… La línea recta que
seguía la muralla desde Blanquerías hacía aquí una suave curva que
aún se aprecia en el trazado de la calle.
En esta misma calle Salinas, en el número 5, se está llevando
a cabo actualmente una importante intervención de un fragmento de la muralla
para dejarlo en buen estado de conservación. El año pasado comenzaron las obras
de saneamiento y desescombro de este solar en el que se hallan, además de la
denominada torre de Caballeros,
los restos de la puerta de Bab Al-Hanax;
tengo ganas de que este patio interior se abra pronto al público para poder visitarlo.
Por el otro lado de la manzana están las puertas de acceso de un pequeño centro comercial
alternativo que se ha montado entre las ruinas, a la altura de la calle Caballeros
números 36 y 38, que incluye además un pavimento medieval. Entrando a dar un
paseo por las tiendas se pueden contemplar múltiples elementos arquitectónicos
antiguos. En la esquina que da a la plaza de Sant Jaume hay incluso un
escaparate con bolsos a la venta clavados al lienzo árabe, lo cual está
prohibidísimo, por supuesto… Espero que en la próxima inspección les metan un
buen paquete.
Bajando a la Galería Municipal del Tossal
en la plaza del mismo nombre podemos ver, en un entorno muy bien restaurado y
con ilustraciones y textos explicativos, un trozo de lienzo de unos 20 metros
de longitud y una torre de planta cuadrada de la etapa almohade construida en tapial de hormigón. Cerca de
este punto hubo una puerta en recodo llamada de la Calderería, que probablemente sustituyó a la de la Culebra (o Bab Al-Hanax) en el
S.XII, tapiándose esta última; así, la puerta en recodo se convertiría más
adelante en el acceso a la Morería.
También podemos contemplar en la galería parte
del foso exterior de la muralla. En época cristiana este foso se llenó
parcialmente con tierra para poder edificar, y la zona central, de unos 4 metros
de ancho, se convirtió en acequias; concretamente en esta zona constituye la
acequia de Rovella, que inicialmente estaba abierta y más adelante quedó bajo
tierra, pasando a formar parte del sistema de alcantarillado… En el Tossal la
muralla empezaba a hacer una curva más cerrada hacia la izquierda; bajando a la
sala de la Muralla del Colegio Mayor Rector Peset,
en la vecina plaza del Horno de San Nicolás, podremos ver otro fragmento
bastante amplio de sus cimientos.
Seguimos
nuestro recorrido hasta la calle San Fernando y el Centro Cultural Octubre,
que ocupa el edificio donde antiguamente estaban los almacenes comerciales El
Siglo Valenciano. En la sala de exposiciones que hay en el sótano podremos
contemplar bien señalizados bajo un suelo de metacrilato restos de la muralla, la barbacana y el foso cubierto,
así como de un aljibe y una alcantarilla… A partir de este punto entramos en la
parte del casco antiguo con edificaciones relativamente más recientes, con lo
que los hallazgos están más espaciados entre sí y además casi todos a nivel del
suelo o en el subsuelo, como en el Octubre… Así, tenemos fragmentos visibles en
el restaurante vasco Orio
de la calle San Vicente número 23, en la papelería Sena Alós
de la calle Tránsits y también en la acera de enfrente, en el Coffee Corner.
Llegando al edificio
de La Nau, perteneciente a la Universitat de València, podemos contemplar más
restos de la muralla (que aquí era más delgada, de 1,90 metros, como corresponde a la ampliación del S.XII) en el
vestíbulo de entrada y en la sala Academia
de exposiciones, la más cercana a la calle Universidad. La cubierta de
metacrilato del vestíbulo, lamentablemente, está muy deteriorada por el
continuo paso de gente y no permite ver bien los hallazgos. En el suelo de la
sala Academia se pueden ver perfectamente, además del lienzo, los restos de varias
escaleras, estancias y pavimentos cercanos al mismo y posteriores a la época
musulmana. Una amiga que trabaja allí y que sabe mucho de estas cosas me explicó
que debían ser casas pertenecientes a la Judería
que después se reciclaron a dependencias de la Universidad en sus primeros
tiempos, antes de las múltiples reformas y la construcción del claustro… Ojalá
los trabajadores de otros edificios públicos que contienen hallazgos arqueológicos
conocieran tan bien como ella lo que son y a qué época pertenecen.
Para ver el
último lienzo visitable de la muralla árabe, junto con los vestigios de una
torre cuadrada del S.XII, debemos ir casi hasta el edificio del Temple,
en la esquina de las calles Almirante y Maestres. Allí se encuentra el hotel Marqués de Caro, abierto no hace
mucho en un antiguo palacete del S.XIX. Durante las obras de restauración del
edificio se encontraron multitud de restos de diversas épocas, que se han
incorporado de manera muy armoniosa a las habitaciones, al vestíbulo y el bar
de la planta baja y al restaurante del subsuelo.
Os recomiendo que vayáis un día a echarles un vistazo; si pedís por favor en
recepción que os dejen pasar a las zonas comunes no os pondrán ningún problema
(ya hemos dicho antes que están obligados por ley, pero además es muy buena
publicidad para ellos). Podréis contemplar elementos neoclásicos, góticos, árabes,
romanos imperiales (las metas,
tres grandes piedras que marcaban el punto de llegada en la pista del circo)
y romanos republicanos (con un mosaico que se remonta al S.I a.C., casi a la misma fundación de la ciudad)… una
auténtica gozada. Completando nuestro recorrido, comprobamos que entre el
Temple y las Torres de Serranos ya no quedan restos visibles, ni de la muralla
árabe ni de la cristiana.
¿Y qué hay de
las murallas romanas? ¿Queda hoy en día algún fragmento visitable? En el caso
de la muralla republicana lamentablemente la respuesta es no, pero sí hay un
lugar donde se puede ver el muro oriental del circo de época imperial, que
durante varios siglos actuó como barrera defensiva de la ciudad: se trata del restaurante El Soho del Mar, en la calle del Mar número 34, junto
a la plaza de Sant Vicent Ferrer. El circo romano,
cuya existencia se empezó a barajar como hipótesis en 1987 y quedó confirmada en 1995
gracias a las excavaciones del SIAM,
sólo presenta otros dos puntos con restos accesibles, aunque no para el
público: bajo el patio norte de San Juan del Hospital
hay vestigios del muro de la grada occidental, y en el patio sur de la misma
iglesia, bajando unas escaleras de mano desde la cripta de Santa Bárbara, se pueden observar unos cuatro metros de
la espina central. En ambos puntos unas finas líneas de bronce añadidas al pavimento
indican la posición de los restos, descubiertos en 1997.
Como podéis
comprobar, hoy hemos hablado de diversas trazas de las murallas que han quedado visibles (o se han indicado ex profeso) en suelos,
paredes, aceras y tejados, pero ¿qué pasa a gran escala? ¿Quedará por ejemplo huella
de la Valentia romana de hace dos mil años en el callejero actual de la ciudad?
La semana que viene, en la conclusión de esta entrada, lo averiguaremos, y hablaremos también
de la Paradoja de Teseo.
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