lunes, 22 de octubre de 2012

Como una Magdalena (II)

Termino hoy la lista que empecé la semana pasada con ejemplos de películas que me hacen soltar alguna lagrimilla de vez en cuando; a continuación veremos los dos últimos grupos de los cuatro en los que pude clasificar estos ejemplos. Si bien no soy nada dado al almíbar y a la sensiblería barata, muchas veces lloro por el Afecto perdido; por los Amores truncados, o no consumados, o demasiado breves en el Tiempo: tremenda la escena de Antes del Atardecer, dentro del coche, cuando él, mirando por la ventanilla, le cuenta a ella los sueños que tiene de manera recurrente, mientras ella alarga su mano hacia él para tocarle, sin llegar a hacerlo. Grandiosa y emocionante también la parte final de El Paciente Inglés (¡Pero si me hace llorar hasta la promo de dos minutos que pasan de vez en cuando en Paramount Channel!). ¿Y qué me decís de Lo que queda del día? Lloro con Miss Kenton (para mí nunca será Mrs. Benn) cada vez que la veo subirse al autobús, en esa escena que me recuerda bastante a otra de Doctor Zhivago. También lloro con Moulin Rouge, pero curiosamente, más que con los personajes principales (que también), me estremezco sobre todo con las contadas y breves intervenciones dramáticas del personaje de Toulouse-Lautrec, interpretado por John Leguizamo: es mejor haber tenido y haber perdido, pero hay algunos que no han podido tener nunca.
Como este último, muchos son los ejemplos en los que, bien por su apariencia, o por las circunstancias, o por enfermedad, o directamente por la llegada de la muerte, los personajes de las historias que nos conmueven se ven privados de la Belleza del mundo (y a veces nosotros nos vemos privados de la Belleza que había en ellos): me acuerdo del principio de Despertares, cuando el niño que más tarde será uno de los protagonistas empieza a notar que la mano le tiembla al escribir en el colegio. Tenemos El Padrino, con la escena final de la puerta que se cierra en las narices de Kay, mientras Michael Corleone vende su alma al diablo (ésta es otra en la que me emociono hasta con las promos); o El Padrino III, en la que Michael paga por sus pecados con la muerte de su hija (otro día hablaremos de los gritos silenciosos en el cine). También me acuerdo de Ed Wood, con la muerte de Bela Lugosi y la música de El Lago de los Cisnes. ¡Y qué decir de El Hombre Elefante, de David Lynch! Son tantos los momentos en los que me hace llorar… Sólo con ver lo bueno y dulce que es John Merrick y cómo da las gracias por todo, cuánto aprecia hasta los detalles más sencillos de la vida; o cuando le aplauden todos después de ver la obra de teatro; o cómo, mirando su maqueta de la iglesia (sólo veía la punta de la torre desde su ventana, pero se las apañó para construir el resto), pronuncia tranquilo las palabras “Se acabó” y se acuesta en su cama como una persona normal.
 
 
Para finalizar pondré un ejemplo de llanto cinéfilo que me sorprendió incluso a mí, ya que no soy una persona religiosa: Jesucristo Superstar es una película con una música fantástica y unas canciones estupendas (he notado que muchas veces una banda sonora hermosa es determinante para que una película me haga llorar); sin embargo, jamás hubiera pensado que se me pondría un nudo en la garganta en la escena de la crucifixión, al ver la cara de sufrimiento de María Magdalena arrodillada junto a la cruz… Cuestión de empatía, supongo.
No sé qué me pasa, que últimamente estoy muy sensible.

7 comentarios:

yo, la reina roja dijo...

¿Y qué me dices de cuando Spike se sacrifica por amor a Buffy Cazavampiros? (Te juro que lloré!).

Anónimo dijo...

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Kalonauta dijo...


No, si ya te digo que cuando nos coge el día tonto... :-)

Kalonauta dijo...


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Anónimo dijo...

a mi me encantan Antes del Amanecer y Antes del Atardecer. Hay escenas realmente especiales en esa película. Y Ay con "El paciente inglés". Me pone los pelos como escarpias! preciosa, oiga!
Susana

Anónimo dijo...

por cierto, me encantan tus publicaciones!
Susana

Kalonauta dijo...


¡Gracias por los halagos, Susana!

Las dos películas de Linklater son estupendas, románticas pero a la vez muy inteligentes, y el hecho de que sean los mismos actores nueve años después les confiere una sensación de verosimilitud muy especial.

En cuanto a El Paciente Inglés, me encanta, aunque me gusta más la parte de antes del accidente, con Kristin Scott Thomas. A pesar de ser más o menos reciente, tiene ese regustillo a clásico que me recuerda a las películas del gran David Lean: Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia...

Sin duda volveremos a oir hablar de todas estas películas en próximas entradas. ¡Un besete!