Se llama cíclico a un proceso que se repite regularmente cada cierto
tiempo, denominándose periodo a la duración de cada ciclo. Es periódico por
ejemplo el movimiento de un péndulo, al que técnicamente se llama oscilador,
y también tienen una doble periodicidad espacial y temporal las ondas, que se
pueden entender como un conjunto de muchos osciladores conectados entre sí. En
las ondas mecánicas, como las
que se propagan por la superficie del agua o las sonoras, son las partículas del
medio (sólido, líquido o gaseoso) las que oscilan y se van pasando la energía
de unas a otras. En las ondas electromagnéticas,
como la luz visible o las ondas de radio, son los campos eléctricos y
magnéticos los que oscilan propagando la perturbación. En el caso de las ondas gravitacionales es el propio Espacio-Tiempo
el que oscila, y la gran dificultad para detectarlas estriba en su minúscula
amplitud cuando llegan a la Tierra, pero de eso ya hemos comentado algo anteriormente en el blog.
Algunos de estos fenómenos muestran su carácter periódico de manera
evidente, pero en otros casos el proceso es tan lento o tan rápido que resulta
difícil detectar el patrón repetitivo. También hemos hablado antes en el blog
de lo pequeño, lo grande, lo simple y lo complejo,
así que me he propuesto para la entrada múltiple que comienza hoy reflexionar
sobre lo lento: analizaremos distintos procesos naturales cíclicos de larga
duración, partiendo de una escala de Tiempo biológica (al nivel de los individuos)
y pasando después a la geológica (con los cambios en las montañas y continentes,
de orden de magnitud similar al de la escala evolutiva y los cambios en las
especies) y a la cosmológica (con la evolución de las estrellas y galaxias). Ya
hablamos de estas escalas temporales en la entrada en la que resumimos todo
nuestro Pasado en una sola cronología logarítmica…
Tal vez más adelante dediquemos otra entrada a hablar de los procesos más rápidos
conocidos en el Universo.
No nos
pararemos mucho a analizar el ciclo natural más familiar para nosotros, que es
la sucesión de los días y las noches debida a la rotación de la Tierra, con la
correspondiente variación en la luz y la temperatura ambiente que determina los
ritmos circadianos
de animales, plantas y bacterias. En humanos son muchas las variables que se
ajustan a estos cambios diarios, como la fase de sueño, sensación de hambre, temperatura
corporal, presión arterial, secreción de hormonas, actividad intestinal… También
tienen periodos de veinticuatro horas las mareas
en algunas zonas del planeta, aunque hay otras que presentan dos subidas y
bajadas cada día.
Las estaciones y el clima siguen ciclos de un año de
duración, debidos a que el eje de rotación de la Tierra no es perpendicular al
plano de su trayectoria alrededor del Sol, lo que hace que la inclinación de los rayos de luz visible e infrarroja cambie según la zona del planeta
y la época del año. Pese a lo que pueda parecer, es la inclinación y no la
cercanía o lejanía lo que determina que haga más frío o más calor, ya que en nuestro
invierno estamos algo más cerca de nuestra estrella; esto explica también por
qué cuando en un hemisferio es invierno en el otro es verano y viceversa. El
ángulo de incidencia de la radiación junto con la distinta absorción del calor
por parte de las masas de tierra y las de agua es lo que genera los cambios de
los que se ocupa la meteorología: variaciones de temperatura y
humedad, lluvias, monzones, huracanes… Esto determina a su vez el
comportamiento de muchos animales y plantas y el ciclo de las cosechas. Y de
las actividades ganaderas y agrícolas deriva el calendario laboral anual y las
vacaciones, junto con las festividades, que en su día fueron paganas y después
se reconvirtieron a religiosas.
Dentro del campo de la Biología me voy a parar solo en un ejemplo de los
muchos posibles, el del ciclo migratorio de las mariposas monarca
en Norteamérica. Lo curioso del caso es que hacen falta unas cuatro generaciones para completar un ciclo completo.
Las tres primeras generaciones (a veces son cuatro) viven unas seis semanas
cada una y van migrando poco a poco, a partir de la primavera y durante el
verano (marzo, mayo, julio), hacia el norte de Estados Unidos y el sur de
Canadá. La generación de invierno, nacida hacia septiembre, puede vivir bastante
más, entre seis y ocho meses: con ayuda de una misteriosa brújula interna migra
miles de kilómetros al sur, hacia climas más cálidos en México y California, de
donde salieron sus bisabuelas o tatarabuelas, e hiberna durante los meses más
fríos para ahorrar energía, buscando pareja al llegar la primavera e iniciando
el ciclo de nuevo.
Centrémonos ya en los procesos cíclicos (o cuasi-cíclicos) de más larga
duración… Algunos fenómenos como ciclones especialmente destructivos o
inundaciones se repiten a veces de forma regular, haciendo más fácil el
predecir la fecha aproximada del próximo evento aunque no se conozcan
exactamente los mecanismos que lo desencadenan. En lo referente a erupciones
volcánicas y terremotos, la presión acumulada en las cuencas volcánicas
o en los puntos de contacto entre placas tectónicas se va liberando de
forma más o menos periódica. Sin embargo, en muchas ocasiones la Naturaleza es
más compleja de lo que nos pensamos y las predicciones no funcionan. Es famoso
el caso del segmento de Parkfield en la Falla de San Andrés,
que había experimentado corrimientos en los años 1857, 1881, 1901, 1922, 1934 y
1966, es decir, cada veintidós años con un margen de error de tres.
Este patrón indicaba que el siguiente terremoto se produciría probablemente en
1988, y en cualquier caso no más tarde de 1993, y sin embargo no tuvo lugar
hasta 2004.
También en Estados Unidos, y más concretamente en Wyoming, está la Caldera de Yellowstone, reserva
natural bajo la que duerme uno de los treinta supervolcanes del
planeta, con un tamaño de 55 por 72 kilómetros, del que se conoce que entra en
erupción cada 600.000 a 800.000 años (lo ha hecho tres veces en el último par
de millones de años). Si esto volviese a ocurrir, aparte de las posibles
víctimas directas por la lava o las nubes piroclásticas, la erupción cubriría
de ceniza la mitad de América y cambiaría el clima en todo el Mundo. Las
pérdidas económicas por las infraestructuras dañadas, las ciudades incomunicadas y las cosechas y ganado perdidos serían
incalculables, por no hablar del daño medioambiental de un invierno volcánico
que podría durar años… Seguramente no sería el principio del fin de nuestra
especie, como tal vez ocurrió con los Neandertales hace 39.000 años por la erupción de los Campos Flégreos en Nápoles, pero sí cambiaría nuestra
civilización radicalmente y supondría una extinción masiva de otras especies. Hace 640.000 años que Yellowstone está tranquilo:
es una bomba de relojería de mecha muy, muy lenta. Y os recuerdo que hay otros tres
o cuatro volcanes latentes tan peligrosos como este en América, Indonesia o Nueva Zelanda, y que no podremos hacer nada por evitar la catástrofe cuando
ocurra, tan solo huir a tiempo de sus consecuencias más inmediatas.
Pasemos ahora a hablar de intervalos de tiempo algo mayores. Hace 12
millones de años (Ma, para abreviar) Europa era una zona de clima tropical,
pero a partir de ese momento se produjeron una serie de lentos cambios que
dieron lugar a un clima más árido. Hace 6 Ma unos corrimientos de placas
produjeron una elevación en el Estrecho del Rif, cerrando este punto por el que
se conectaban el Atlántico y el Mediterráneo, y poco después se cerró una
segunda entrada que había más al norte, en la actual Cordillera Bética, con lo
que el Mediterráneo quedó aislado.
La evaporación de agua era mayor que los aportes de los ríos, así que el Mar se secó poco a poco,
bajando más de un kilómetro en algunos puntos en tan solo dos mil años.
Debido al depósito de sales aparecieron muchas zonas de marismas salinas en
la cuenca mediterránea, y también hubo grandes intercambios de fauna terrestre entre
África y Europa. Por otra parte, al disminuir la presión sobre el fondo marino por
la desaparición del agua aumentó la actividad volcánica
en la cuenca. A este periodo se le conoce como la Crisis Salina del Messiniense. Poco a
poco el Atlántico erosionó desde el otro lado una cresta rocosa en el punto
donde actualmente está Gibraltar y al final, hace unos 5,3 Ma, el agua irrumpió
de nuevo dentro de la cuenca seca, que se llenó en unos pocos meses, un instante en términos geológicos: sin
duda debieron ser unas cataratas impresionantes… La deriva continental,
que mueve a España hacia el sudoeste a razón de un par de centímetros anuales,
hará que tarde o temprano se vuelva a cerrar el Estrecho de Gibraltar y esta historia
se repita de nuevo.
Y seguimos hablando de deriva continental, pero esta vez a más largo plazo,
si cabe. Aunque las placas se desplacen unos pocos centímetros por año, de forma
prácticamente imperceptible, al cabo de decenas de millones de años las
distancias recorridas pueden ser enormes. Creo que ya antes os he hablado del
subcontinente de la India, que se separó de África Oriental hace unos 160 Ma y
chocó con Eurasia hace unos 55 Ma. Fruto de esta colisión a cámara superlenta (que
se sigue produciendo ahora mismo) es la elevación de la cordillera del Himalaya, que antes era el fondo marino entre Eurasia e India, como prueban los
fósiles de ammonites encontrados en las cimas.
Considerando en su conjunto la deriva de todas las placas continentales se
ha hipotetizado un comportamiento cíclico según el cual las masas de tierra
emergidas se concentran en un supercontinente, fragmentándose después con la
formación de nuevas cuencas oceánicas y continentes distintos a los del ciclo
anterior. ¿Cuántas veces se han juntado y separado estas masas de tierra seca en
su deriva? Todos los expertos coinciden en que hace 600 Ma había un
supercontinente llamado Pannotia, que se dispersó en varios fragmentos que hace
300 Ma colisionaron de nuevo formando el supercontinente de Pangea, el
cual a su vez se separó hace 200 Ma en Laurasia y Gondwana y más tarde en los continentes
actuales, aún en fase de dispersión, con un océano Atlántico cada vez más
grande.
Una de las teorías para lo que ocurrió en épocas anteriores afirma que
antes de Pannotia hubo otros varios supercontinentes: Vaalbara (bastante
pequeño, de entre 3.600 y 2.800 Ma de antigüedad), Ur (hace unos 3.000 Ma),
Kenorland (2.700-2.100 Ma), Columbia (1.800-1.500 Ma) y Rodinia (1.250-750 Ma).
Esto da como resultado un Ciclo Supercontinental
de entre 300 y 500 Ma de duración, en el que los continentes se juntan y se
separan muy despacito, en un lentísimo efecto rebote. Hay varias
teorías acerca de cuál será el próximo supercontinente que se forme, una de las
cuales es la de Pangea Próxima o Neopangea,
bastante similar en forma a Pangea, que se formaría dentro de unos 250 Ma… Lo
dejamos aquí por hoy. Hasta ahora nos hemos centrado en las dinámicas internas
del Planeta, hasta remontarnos casi a su formación; la próxima semana buscaremos
patrones repetitivos de puertas afuera, relativos a los cambios de posición de
la Tierra dentro del Sistema Solar y de la Vía Láctea, o incluso anteriores a
su existencia.
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