En una fría
noche que duró tres días, a partir del 16 de junio de 1816, llegaron hasta la Villa
Diodati, una casa a orillas del lago Lemán de Ginebra, dos mujeres y tres
hombres jóvenes que, sin conocerse todos entre sí, fraguaron alrededor de la chimenea
dos de los mitos más perturbadores de la modernidad. El clima estaba siendo
frío y siniestro en toda Europa debido a la oscuridad creada por una nube de
ceniza, emitida meses atrás por la terrible erupción del volcán Tambora,
en Indonesia. Quedaron recluidos en el caserón por el mal tiempo tres nuevos
amigos, Lord Byron,
su médico John Polidori y el poeta Percy Shelley, y dos hermanastras, Claire
Clairmont (amante de Byron) y Mary Wollstonecraft (luego Mary Shelley). En un
auténtico rompecabezas de pasiones, adicción y desencuentros sentimentales, Byron había dejado a su esposa y abandonado Londres para ir con
Polidori (que tenía con él una extraña relación de sumisión) a Ginebra, donde el
Lord se había citado con su amante Claire. Pero ella no llegó sola, lo hizo con
su hermanastra Mary y el amante de esta, el poeta Shelley, de quien Claire a su
vez había estado enamorada.
Aquel domingo
el Lord anfitrión propuso ahuyentar el miedo con más miedo y leer en voz alta
relatos de fantasmas
junto a la chimenea. Byron propuso a cada uno de los presentes escribir un
cuento de terror, y las ideas que surgieron se fueron exponiendo a lo largo de
los días siguientes. Los dos famosos poetas no estuvieron a la altura del reto,
pero los relatos de dos de los escritores aficionados (Claire estaba demasiado
ocupada emborrachándose y fumando opio) pasarían a la Historia. Por un lado Mary,
iluminada por los relámpagos que caían sin cesar fuera de la casa, mezcló
algunos de sus miedos personales relacionados con la Muerte y una historia que
había oído sobre un médico alemán para dar vida a lo que acabaría siendo Frankenstein, obra rompedora que plantearía
interesantes preguntas sobre la Ciencia, la Existencia y el Alma. Por otra
parte, Polidori mezcló una antigua idea de su “amo” Byron con su secreta pasión
por él y la transmutó en El Vampiro, obra clave que con
su metáfora de Amor y Muerte, de posesión y liberación en el secuestro, reencarnaría
después en el Drácula
literario de Bram Stoker y más tarde en el Nosferatu
cinematográfico de Murnau. De esta noche de tres días
surgió una nueva idea de la Belleza, de la Libertad y de la pasión; gran parte
del arte moderno deriva de esta tensión, de esta rebelión que encontró Belleza
donde otros decían que no la había, de la fascinación por el abismo, del hechizo de
lo monstruoso.
Después de haber hecho la semana pasada una breve reflexión acerca del
miedo, su base fisiológica, cuándo está o no justificado y cómo el Conocimiento
sirve para combatirlo, en esta segunda entrega empezaremos a hablar
precisamente de la Belleza inherente al miedo, de por qué las novelas y películas
de terror nos asustan pero también nos divierten.
Un elemento
determinante en la manera en que experimentamos el miedo es el contexto. La
amígdala, responsable de la respuesta inicial de lucha o huída de la que ya
hemos hablado, está estrechamente conectada con otra parte del cerebro llamada
hipocampo, que junto con el córtex prefrontal participa en el procesamiento del
contexto a un nivel superior, ayudando al cerebro a evaluar si la amenaza
percibida es real. Si no lo es, las vías inhibitorias reducen la respuesta de
miedo de la amígdala y sus consecuencias en los procesos posteriores.
Básicamente, nuestras áreas pensantes del cerebro tranquilizan a nuestras áreas emocionales y las convencen de que estamos en un entorno seguro.
Esa sensación
de control es fundamental en la manera en que experimentamos el estímulo del miedo
y respondemos ante él. Cuando racionalizamos la situación y superamos el
impulso inicial de huída, ese estado de excitación puede convertirse
rápidamente no solo en tranquilidad sino incluso en una emoción positiva, en
satisfacción y alegría. Además el
miedo crea distracción, lo que puede ser también positivo: mientras algo nos
causa miedo, aunque sea en un entorno seguro, estamos muy pendientes de ello y
no nos preocupamos por otros asuntos que de lo contrario podrían monopolizar
nuestro pensamiento (tener problemas en el trabajo o un examen importante a la vista),
lo que hace que estemos concentrados en el presente y podamos desconectar un
poco… En otras palabras, disfrutamos de las novelas y películas de terror
porque sabemos que son mentira y que nos ayudan a evadirnos por un rato de los auténticos problemas,
para poder hacerles frente después con fuerzas renovadas y mayor confianza en
nosotros mismos.
Como ya
sabéis, yo soy más de películas que de novelas, así que a partir de aquí me
centraré sobre todo en el Cine de terror. Aunque los relatos nos sirvan para
evadirnos de los problemas reales, también podría afirmarse que los subgéneros
de terror más de moda en cada momento tienen sus raíces en las correspondientes
inquietudes de la gente en esa época. Así, por ejemplo, las películas de monstruos gigantes de los años 50
están claramente relacionadas con el temor a la bomba atómica.
A lo largo de la historia del Cine los distintos estilos han ido reflejando los cambios en la sociedad,
siendo bien larga la lista de temas: tenemos el miedo al mal uso de la Ciencia,
al que es diferente, a las catástrofes naturales, a los rincones oscuros de
nuestra propia psique o al mismísimo demonio encarnado, pasando por las películas
de terror adolescente de los 70 y los 80 hasta llegar al “torture porn” de los
últimos años, que muestra la violencia de la forma más gráfica y desagradable posible. Hay incluso quien
defiende la teoría de que la mayor preocupación por el terrorismo desde el atentado
de las Torres Gemelas está relacionada con el auge de las películas sobre
apocalipsis zombies.
Una de las
mayores necesidades de la especie humana es la creación de mitos
que, como Drácula o el monstruo del Doctor Frankenstein, nos plantean a través
de un relato fantástico preguntas enraizadas en la realidad de nuestro propio
tiempo. Estos mitos no son fruto de la voluntad de nadie en particular sino que
los va moldeando la sociedad en su conjunto, y en este mismo momento se tiene
que estar forjando alguno que todavía desconocemos… La Humanidad actual se
encuentra controlada por el ojo electrónico, atrofiada por el exceso de consumo y amenazada
por el cambio climático:
es muy probable que alguno de estos temas acabe generando mitos nuevos, pero es
impredecible saber cuál de ellos, ni cómo serán esos mitos… y la gracia está
precisamente en no saberlo. La semana que viene, como conclusión de esta
entrada, os haré un resumen de las películas que más miedo me han dado a lo largo de los años, desde
que era un niño hasta hace bien poco.
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