La semana pasada enumeré una serie de grandes títulos del Cine de terror,
pero me he dejado para la última entrega los mejores
films, los que me siguen dando miedo incluso hoy en día, después de varios
visionados… Y, cosa curiosa, todos ellos tienen un aspecto en común en el que
no había reparado hasta redactar esta entrada: una parte importante del
recuerdo que dejan está ligada a los efectos de sonido y la banda sonora.
M. Night Shyamalan ya sabía esto cuando estrenó El Sexto Sentido, y por eso
añadió en algunas escenas sonidos imperceptibles de respiración y gruñidos de
animales a velocidad más lenta de lo normal, para generar inquietud en el
espectador a nivel subconsciente; pero yo me centraré en casos en los que el
papel que juega el sonido es bastante más obvio (aunque no tan obvio como cuando te pegan un bocinazo de la orquesta a traición y sin venir a cuento,
cosa que considero, salvo honrosas excepciones, un truco sucio, vil y rastrero).
La primera de
las películas de esta selección final es Alien, el Octavo Pasajero.
Es verdad que ahora, tras haberla visto muchas veces, me sigue encantando pero
ya no me da tanto miedo; sin embargo, jamás olvidaré mi primer acercamiento a
ella y la impresión que me causó. La estaban pasando por la tele, de noche, y
yo aún era muy niño y a esas horas me tocaba ya estar en la cama, pero (no sé
si por los anuncios o por boca de algún amigo) me había llamado la atención y
me asomé a escondidas al comedor, aprovechando que mi madre estaba en la cocina
y mi padre lavándose los dientes… Durante los primeros minutos los sonidos de
las computadoras y máquinas de la Nostromo
me resultaron extraños e inquietantes, pero lo peor vino poco después, cuando
algunos de los tripulantes bajan a la superficie del planeta, con el retumbar
de la tormenta y el aullido del viento,
y con una música misteriosa a base de ataques de una flauta dulce que hacía preveer la amenaza que
se aproximaba… Ya no quise ver (ni oír) más, me volví corriendo a la cama sin
que nadie tuviera que decírmelo y no ví la película entera hasta mucho tiempo
después.
También
hablamos hace poco de El Exorcista
y de por qué la mezcla de elementos realistas y fantásticos funciona muy bien
en este tipo de películas a la hora de causar desazón… A esta ecuación hay que
añadir los fugaces planos de la cara del Demonio que se intercalan aquí y allá
en el metraje (al menos en la versión actualizada) y el fantástico maquillaje,
pero también lo bien hechos que están los efectos de la respiración, los sonidos guturales y la voz de Regan cuando está poseída…
Magnífico film, en resumen, que además consigue emocionarme, cada vez que lo
veo, con su escena final, en la que el padre Karras se sacrifica para salvar el
alma de la niña.
Algo que
todavía no he comentado es que las condiciones en las cuales se ve la película también
influyen mucho en la sensación de inquietud que te genera; no es lo mismo verla
solo que acompañado, o de día que de noche, o después de una jornada agradable
que de una para olvidar, o con las luces encendidas o apagadas… En estos últimos párrafos os hablaré de un par de películas con
las que, aun siendo adulto, no he podido evitar mirar de reojo hacia la puerta
del cuarto mientras las veía, o que me han hecho encender más luces de lo
normal o recorrer el pasillo de mi casa bastante más rápido de lo habitual esa
noche.
Recuerdo como
si fuese ayer el visionado de Ringu, película de 1998 dirigida por Hideo
Nakata. Fue con varios amigos una noche de invierno, en una casa de campo
relativamente aislada, y la configuración de los muebles no invitaba mucho a la
tranquilidad; el sofá en el que nos sentábamos no estaba situado contra la
pared sino en el centro de la habitación: delante, el televisor, y detrás, una
puerta corredera de cristal que daba directamente a la oscuridad del exterior.
Recuerdo que al ser una película japonesa, con códigos visuales y narrativos distintos
a los del Cine occidental, nos parecía todavía más extraña y misteriosa, lo que
ayudaba a entrar en situación; el mantener oculto el rostro de Sadako,
el espíritu maligno, la hacía todavía más terrorífica que si lo hubieran
mostrado; y el detalle de que la maldición se transmitiese contemplando un
vídeo (un vídeo que por cierto te enseñaban íntegro también a ti, como parte de
la película) hacía bastante incómodo el momento de apagar después la
televisión, por miedo a encontrarse al hacerlo a Sadako reflejada en el espejo negro de la pantalla, o a que el
aparato volviera a encenderse y saliera de él a rastras el espíritu para
devorar tu alma.
También en este film el sonido jugaba un papel importante: durante la
reproducción del vídeo maldito se oían unos desagradables chirridos
que aumentaban la tensión del momento. Recuerdo que en la época en que vi Ringu
estaba en la Universidad, y algunos días me quedaba hasta tarde y salía de la
Facultad cuando ya era de noche y había poca gente en el Campus… y recuerdo que
las puertas de salida estaban mal engrasadas y emitían un chirrido exactamente
igual al de la película, con lo que más de una vez me cagué un poco de miedo,
de camino al autobús.
La última peli de la que quiero hablaros es El Resplandor,
de Stanley Kubrick. Está, junto con El Exorcista, en muchos Top 5 de los mejores films de terror,
y la verdad es que no me extraña. El guion, la localización en que se rodó y la
planificación de las tomas hacen que el ambiente, ya inquietante desde el
principio, se vaya enrareciendo cada vez más. La sensación de aislamiento se
vuelve cada vez más opresora, y Jack Nicholson borda su papel de psicópata…
Pero el sonido y la música es lo que marca una vez más la diferencia. Corramos
un tupido velo sobre la elección personal de Kubrick para los actores de
doblaje al español, que fue pésima: a Nicholson lo dobla un tal Joaquín
Hinojosa, que resulta soso e inexpresivo a más no poder, y a Shelley Duvall
nada menos que Verónica Forqué… así que de aquí en adelante supongamos que
hablamos de la versión original.
El sonido de la peli es genial: por resaltar un detalle, pensad en las ruedas del coche a pedales del niño
mientras atraviesa los distintos salones y pasillos, pasando por tramos de
moqueta y alfombras en los que el sonido queda más amortiguado que en el
parqué. También me viene a la mente el eco del sonido de la pelota de béisbol
rebotando contra las paredes del salón… En cuanto a la actuación de Nicholson,
me acuerdo de los gruñidos infrahumanos que profiere hacia el final del relato,
en el laberinto del jardín…
escalofriantes. Si bien la música de Mike Oldfield para El Exorcista no da
mucho miedo, en este caso en particular sí podemos afirmar que la banda sonora
contribuye a aumentar la inquietud del espectador. Ya comentamos en el blog en
otra ocasión que Kubrick solía utilizar piezas ya existentes
en lugar de grabar una banda sonora a propósito para las películas; en este
caso recurrió a la música de György Ligeti, Krzysztof
Penderecki y Bela Bartók,
que es realmente terrorífica y hace que el todo sea más que la suma de las
partes.
Tan buena es
la película generando malestar en el espectador que a mí me hizo efecto incluso
bien cumplida la treintena, y habiéndola visto ya antes varias veces… Era una
noche de agosto y yo estaba en el apartamento de El Perelló del que os hablé la
semana pasada; no recuerdo bien por qué razón, mis padres se habían ido con mi
abuela a una cena y yo me había quedado solo, y pasaban El Resplandor por la
tele, así que me puse a verla. A medida que avanzaba la noche el cielo se fue
nublando, el viento soplaba más fuerte y empezaron a oírse truenos en la distancia. La combinación de todos los factores hizo efecto y os juro que
estuve a punto de cambiar de canal un par de veces. Sé que es solo una película,
y que un hombre hecho y derecho no debería mirar por encima de su hombro cada
dos minutos mientras la ve, como un imbécil; pero hay ocasiones en las que un
cineasta lo suficientemente hábil puede sortear la parte racional de tu cerebro
y acceder directamente a tu amígdala, manipulando tus emociones y haciéndote creer que realmente estás en peligro…
Espero haber dejado clara mi teoría de que el sonido juega un papel importante
entre las técnicas subliminales empleadas para esto. En otras palabras: el miedo no solo entra por los ojos… también por
los oídos.
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