A veces, cuando me dirijo a pie a uno de mis destinos habituales en la ciudad,
intento aprovechar el tiempo del trayecto reflexionando sobre alguna de esas
cuestiones importantes pero no urgentes que se nos van presentando en la vida
(sentimentales, laborales, de salud…), sopesando pros y contras y tratando de
aclarar mis ideas. El noventa y nueve por ciento de esas veces no llego a
ninguna conclusión porque acabo distrayéndome con los minúsculos detalles del
entorno y las pequeñas cosas que suceden a mi alrededor: el color vivo de los árboles florecidos,
interesantes edificios antiguos en los que no había reparado antes
o alguna mujer hermosa que se cruza en mi camino…
No puedo evitarlo, ya os he dicho otras veces que soy una persona muy
sensorial, que me dejo llevar enseguida por lo que perciben mis sentidos. Para
reflexionar de verdad y poder tomar decisiones importantes sin perder el hilo
de mis razonamientos necesito hacerlo en casa, dando vueltas por el comedor y
sin distracciones de ningún tipo.
Esto me pasa también cuando intento poner mis pensamientos por escrito en
el blog. A menudo intento acometer alguna de las entradas más difíciles, con
más carga filosófica, pero se me echa el tiempo encima y al final las dejo
aparcadas para más adelante. Entre semana me absorbe mi trabajo hasta el punto
de que prácticamente no me dedico a otra cosa (aquí sí consigo que no me
afecten las distracciones por la cuenta que me trae, ya que recibo feedback
tanto de lo bueno como de lo malo); me quedan tan solo un par de horas libres
por la noche para desconectar con una película de la tele
o con vídeos de YouTube
y así poder dormir a gusto y relajado. El fin de semana tengo algo más de
tiempo, pero gran parte del mismo lo dedico a pasear por Valencia,
asistir a eventos culturales
o visitar las exposiciones más recientes de los museos de la ciudad,
o (si hay suerte y surge algún plan) a quedar con uno de mis grupos de amigos.
Prefiero esto a pasarme los dos días encerrado en casa documentándome y
escribiendo, sobre todo habida cuenta de que el número de comentarios en el blog
tiende a cero últimamente.
Hace poco os
propuse varias posibles ideas para entradas,
algunas de las cuales son costosas de preparar, pero no he recibido ningún feedback, así que me vais a permitir que hoy
recurra a este texto más corto y sencillo. Teniendo en cuenta que la semana
pasada escribí dos mil seiscientas palabras que podría haber partido
perfectamente en dos para cubrir hoy el expediente, supongo que sabréis perdonarme.
El número de visitas al blog nunca había sido tan alto como ahora, así que es
de suponer que hay bastantes personas (como mínimo una docena) que leen las
entradas regularmente; a vosotros, lectores y lectoras habituales, os vuelvo a
pedir por favor que participéis de forma un poco más activa y no tengáis miedo
de darme vuestra opinión en los comentarios,
aunque sea tan solo con un par de líneas… Los contenidos serán más interesantes
si me confirmáis que el blog realmente os interesa. El fin de semana próximo
tendré algo más de tiempo por las vacaciones de Fallas, así que intentaré
publicar un texto un poco más elaborado… siempre y cuando el ruido de los
petardos desde la calle no me distraiga demasiado.
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