lunes, 18 de mayo de 2015

Una Noche en el Museo


Cada 18 de mayo (este año cae precisamente hoy lunes) se celebra el Día Internacional de los Museos, y la noche del sábado al domingo más próxima al 18 se celebra la Noche Europea de los Museos. Esto me hizo pensar hace poco que, a pesar de ser una de las etiquetas del blog, había por ahora muy pocas entradas sobre museos en La Belleza y el Tiempo, y que la celebración de este fin de semana era la mejor manera de remediar ese error. Así que me puse a buscar información al respecto en Internet, información que por cierto era escasa y difícil de localizar. Después de descartar opciones como el Museo de Historia de Valencia, el MuVIM o el Palacio del Marqués de Dos Aguas (bien por no ofrecer actividades especialmente interesantes o diferentes de lo habitual o bien por encontrarse demasiado lejos del centro) me tracé un itinerario que incluía al menos tres paradas distintas.




Por otra parte, hacía ya dos o tres semanas que me notaba la libido un poco más activa de lo habitual… No sé si es por el estrés, debido a que en mi trabajo estos meses son especialmente ajetreados, o por la proximidad del caloret del verano, que a las chicas les altera la longitud de las faldas y pantalones y a mí en consecuencia me altera un poco la cabeza. De modo que decidí incorporar este elemento a la noche del sábado y hacer un experimento sociológico: fijarme, además de en las exposiciones, en el público asistente para ver qué perfil de visitante hay en cada sitio y, con un poco de suerte, localizar entre la gente a alguna conocida mía de otros ámbitos con la que poder entablar conversación para conocerla mejor.

Tengo varias amigas muy majas que posiblemente vendrían conmigo si se lo pidiera, pero algunas de ellas ya tienen pareja y otras son compatibles conmigo en este aspecto pero no tanto en otros, así que por esta vez decidí empezar la noche estando solo. Por otra parte, hace tiempo que deseché la idea de ligar así, de golpe y a ciegas, con desconocidas, ya sea en un museo o en ningún otro sitio, así que la posibilidad de acabar la noche acompañado dependía de la suerte de encontrarme o no a gente conocida a lo largo de la velada… Como os podéis imaginar, el margen de éxito era realmente pequeño, pero cosas más raras se han visto; y la posibilidad, por remota que sea, de descubrir cuáles de tus amistades del sexo femenino son verdaderas amantes del Conocimiento bien vale la pena.




Es sábado y son las diez menos cuarto de la noche. Comienzo mi periplo museístico en el Centro Cultural Bancaja. La exposición del primer piso es una colección de grabados de pequeño tamaño de Picasso, y los múltiples (y muy explícitos, si bien poco realistas) desnudos de mujer que contienen las obras no me ayudan precisamente a centrar las ideas; se me está subiendo aún más el caloret a la cabeza. Los bocetos de Sorolla para sus cuadros de la Hispanic Society, en el segundo piso, me gustan bastante más desde el punto de vista estético, aparte de que la naturaleza más recatada de las pinturas junto con el frío glacial en las salas para su conservación hacen que se me baje un poco el caloret.

Aparte de las obras, observo también a la gente de forma disimulada. Lo primero que noto es que los vigilantes de los museos valencianos están cada vez más pendientes del Whatsapp y menos de hacer bien su trabajo. Me doy cuenta también de que hay mucha menos gente de la que me esperaba, no sé si por la deficiente publicidad o por la falta de interés de los valencianos por la Cultura. En la parte positiva, está claro que este sitio resulta de lo más cool dentro del circuito de museos, porque el porcentaje de chicas atractivas y con pinta interesante es relativamente elevado, pero eso sí, van casi todas con pareja, y en principio ninguna me resulta familiar. En la exposición de Picasso me cruzo primero con un amigo de mis padres, muy asiduo de los museos y actividades culturales de la ciudad, y después con un conocido mío que también ha decidido venir solo (le recuerdo únicamente de un par de ocasiones, pero parece que tiene bastantes ganas de hablar con alguien, así que me quedo un rato conversando con él). En la exposición de arriba, entre bocetos de Sorolla, me encuentro a dos amigos; hace relativamente poco tanto él como ella tenían pareja, pero me da la impresión de que ahora se han emparejado el uno con la otra, así que mejor no entro en detalles, por si acaso… ¡Parece que esto va bien! A ver si me sigo topando con gente conocida…




Me doy un paseo cruzando el antiguo cauce del río hasta San Pío V, y me voy directamente a ver la exposición temporal, muy interesante, sobre la vida cotidiana en Valencia en torno al año 1750. Está basada en las detalladas notas que el miembro de la alta burguesía Ignacio Gilabert escribió en su dietario, referentes principalmente a gastos por compras, reparaciones o celebraciones, incluyendo también alguna que otra efeméride y cotilleo. Aparecen referencias a fiestas en las que se tomaba chocolate, así como la primera referencia de la Historia a la mocadorà y la primera receta de horchata conocida. Tal vez por ser más grande, este museo parece más vacío; apenas hay gente. Veo a unas cuantas chicas jóvenes y guapas en el taller de pintura, junto al vestíbulo de entrada, pero son todas extranjeras y además no las conozco. Dentro, en las salas permanentes de la pinacoteca, está prácticamente solo el grupo de la visita guiada, cuyo sector femenino consiste en un par de adolescentes y unas cuantas señoras ya mayores. El guía, por otra parte, no es demasiado bueno explicando, así que decido no quedarme y hago mutis por el foro.

Vuelvo a cruzar el cauce y subo por la calle del Salvador hasta el Almudín, que alberga la exposición sobre el Santo Cáliz (tenemos pendiente hablar de él otro día), para comprobar que no está abierta. Poco después descubro que también están cerrados el Museo de la Almoina y el Centro del Carmen. En la calle se ve mucha gente de mi edad o un poco más joven, que es la que más o menos me interesa para mi experimento sociológico: en la Plaza de la Virgen, en la calle Caballeros, en la Plaza del Carmen… Para ellos es sólo un sábado más, no tienen ni idea de que hoy es la Noche de los Museos. Me dirijo hacia el IVAM. De camino tomo algunas fotos de las piezas de arte urbano más recientes; en este sentido, se puede decir que algunas calles del casco antiguo son también como un museo, pero al aire libre. Llego a la explanada del IVAM a las 23:50 y me lo encuentro cerrado, para variar; parece ser que determinados centros no han participado de la iniciativa europea.




Justo a una manzana de distancia está la entrada de la Beneficencia. El Museo Etnográfico no celebra actividades, pero el Museo de Prehistoria ha montado un sarao tremendo y hay un auténtico ambientazo. La exposición temporal gira en torno al yacimiento arqueológico de La Lloma de Betxí, de unos 4.000 años de antigüedad, en la zona de La Cañada, cerca del río Turia. Consigo coger turno para la visita guiada de la 1:00, pero me comentan que hay gente que tendrá que esperar hasta la 1:40… La verdad es que para los trabajadores del museo debe ser una paliza estar currando hasta esas horas. Me dicen también que tengo derecho a una consumición gratuita (agua, coca-cola, cerveza…) en la carpa del patio interior, pero la cola es de unas diez o quince personas y en el patio hay una fuente de las de chorrito, así que declino amablemente la invitación y me voy a ver las actividades que se han montado.

Hay talleres muy chulos de cerámica, marfil, obtención de fuego por fricción, construcción de muros, manejo de un telar… Me llama la atención la monitora del taller de objetos de esparto, tiene unos rasgos faciales muy exóticos; no es la típica guapa, pero a mí me resulta muy atractiva, y además parece simpática y despierta y se maneja bien con los niños. En el lado opuesto del patio veo unos cuantos paneles de madera con ilustraciones a tamaño real para que la gente ponga las cabezas en los huecos y se haga fotos en plan familia prehistórica… Hablando de niños y de familias: hay muchísimos padres con niños, aproximadamente el 80% de la multitud congregada en el patio.

Muchas de las madres son bastante guapas, y me pasan por la cabeza tres posibles razones por las que puedan estar aquí ahora: la primera es que a los padres no les interese la Cultura, ni para ellos mismos ni para sus hijos, pero necesiten tener a los chavales entretenidos con algo, sin preocuparles mucho que luego les quede más o menos poso a nivel intelectual. La segunda (me inclino a pensar que ésta es la más probable) es que sinceramente quieran que sus hijos aprendan cosas pero consideren que a ellos mismos ya no les hace falta, que ellos más o menos ya saben todo lo que necesitan saber. Y la tercera es que hayan venido porque también a ellos les interesa, lo cual dudo mucho porque no veo aquí demasiadas mujeres atractivas sin niños; seguramente hace cinco o siete años estas mamás, que todavía no lo eran, habrían estado tomándose una copa en la calle Caballeros y ni siquiera sabrían lo que es la Beneficencia… Consolémonos pensando que la cosa podría ser aún peor: al menos han traído a los niños al museo y no se los han llevado de copas.




Para hacer tiempo hasta la una, me subo un rato a ver la exposición permanente del primer piso. Sin duda esta parte del museo necesita una remodelación, porque francamente resulta muy aburrida. La presentación de los objetos (básicamente una colección interminable de trozos de hueso y de piedras talladas que parecen casi todas iguales) no invita a interesarse por el tema, que en sí es apasionante. Hay alguna que otra chica maja, pero todas con novio, igual que ocurría en Bancaja (mucha niña mona pero ninguna sola, como decían los de Mecano). Venir al museo con tu pareja tiene más mérito que venir con tus hijos, porque con tu pareja sí puedes irte de copas… Y de hecho se nota que tiene más mérito porque, en comparación con la tropa de mamás de los talleres, en las salas del museo hay muy poquitas mujeres jóvenes sin hijos. Cuando veas a una chica de aspecto interesante mirando sola las vitrinas, antes de hacerte ilusiones espera un par de minutos, porque tarde o temprano aparecerá su maromo, que estaba algo adelantado o algo atrasado con respecto a ella. Lo he comprobado en multitud de ocasiones, y es tanto más probable cuanto más atractiva sea la chica… Como se suele decir: piensa mal y acertarás.

Por fin se hace la hora y entro a la exposición temporal junto con otras veinte o treinta personas, entre las cuales vuelvo a ver al amigo de mis padres, abrazado a su mujer mientras escucha la explicación. Parece ser que la casa prehistórica enterrada en La Lloma de Betxí sufrió en su día un incendio en el que se hundió el techo, con lo que muchos de los objetos del interior se conservaron hasta nuestros días, estando algunos de ellos expuestos en las vitrinas. La presentación es en este caso más amena e interactiva: en la primera parte van conduciendo la visita dos actores bastante graciosos que interpretan a los antiguos habitantes de la casa. En la segunda parte son dos guías, ya con ropa moderna, los que nos hablan de las distintas campañas de excavación en el yacimiento y los objetos hallados. Este turno de la visita es en valenciano, pero uno de los guías nos pide disculpas y nos dice que va a hablar en castellano para no trabarse… Después de más de veinte turnos seguidos sin parar, es comprensible. Oyéndole se nota que este chico sabe de qué está hablando, y la visita resulta al final muy interesante, aunque la media hora se nos hace corta y tenemos que salir porque el grupo siguiente viene por detrás… Será cuestión de pasarme otro día con más tiempo para verlo todo más despacio por mi cuenta.




La salida de la exposición da al patio interior, y compruebo que éste se ha vaciado de niños y padres como por arte de magia y que ya sólo quedan los monitores, así que aprovecho para entablar conversación con la chica del taller de esparto y ella me cuenta por encima cómo ha sido el día, cuántas horas seguidas han trabajado y qué tal ha salido al final la cosa. Me despido agradeciéndoles a todos el esfuerzo y dándoles la enhorabuena por el resultado, y le deseo a la chica del esparto que duerma bien, que se lo ha ganado, a lo que ella me responde con una preciosa sonrisa de oreja a oreja que me termina de enamorar… Me encanta esta tía. No me extrañaría que el monitor que estaba con ella en la mesa fuera su novio.

Justo antes de salir a la calle me piden que rellene una encuesta de satisfacción de la actividad, lo que me pongo a hacer con gusto. Uno de los apartados me pregunta cómo he venido al museo y me pide que marque la casilla correspondiente: las opciones que veo son “en pareja”, “con amigos” o “en familia”… Por un par de segundos me quedo con los ojos como platos y la sangre a punto de ebullición. ¡No puede ser! ¡No hay opción de venir solo! ¡Como si aprender fuese lo de menos y la gente sólo necesitase venir en manada cuando ya no saben de qué hablar con su pareja, con sus amigos o con sus hijos! ¡Como si venir solo fuese la excepción a la regla, algo propio de bichos raros! Al cabo de estos dos segundos de estupefacción, miro mejor y me doy cuenta de que mi opción también está disponible, pero no cabía arriba así que la han puesto en la siguiente línea… Debe ser sencillamente que son casi las dos de la madrugada y yo, igual que los guías y los monitores, necesito irme ya a la cama.




Pues nada, lo dejo aquí, que sin darme cuenta me ha vuelto a salir una entrada más larga que un día sin pan; más adelante os seguiré contando cosas interesantes sobre los museos de Valencia. La conclusión de la entrada de hoy ni siquiera yo la tengo muy clara (será el caloret, que no me deja pensar), pero podríamos decir que es ésta: las búsquedas de pareja y de enriquecimiento intelectual deberían ir en paralelo; no dejéis que la primera os haga posponer o renunciar a la segunda. Yo, personalmente, no renuncio a encontrar a alguien con quien la conexión sea completa, alguien que excite no sólo a mi cuerpo sino también a mi mente, aunque ya veis que la cosa está difícil… No pierdo la esperanza, y por supuesto, respecto a la Noche de los Museos, que me quiten lo aprendío; pero está claro que el marcador final del sábado fue el mismo que de costumbre: Conocimiento 1 – Afecto 0.

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