Cada 18 de mayo (este año cae precisamente hoy lunes) se celebra el Día Internacional de los Museos, y
la noche del sábado al domingo más próxima al 18 se celebra la Noche Europea de
los Museos. Esto me hizo pensar hace poco que, a pesar de ser una de las
etiquetas del blog, había por ahora muy pocas entradas sobre museos en La
Belleza y el Tiempo, y que la celebración de este fin de semana era la mejor
manera de remediar ese error. Así que me puse a buscar información al respecto
en Internet, información que por cierto era escasa y difícil de localizar.
Después de descartar opciones como el Museo de Historia de Valencia, el MuVIM o
el Palacio del Marqués de Dos Aguas (bien por no ofrecer actividades
especialmente interesantes o diferentes de lo habitual o bien por encontrarse
demasiado lejos del centro) me tracé un itinerario que incluía al menos tres
paradas distintas.
Por otra parte, hacía ya dos o tres semanas que me notaba la libido
un poco más activa de lo habitual… No sé si es por el estrés, debido a que en mi
trabajo estos meses son especialmente ajetreados, o por la proximidad del caloret del verano, que a las chicas les
altera la longitud de las faldas y pantalones y a mí en consecuencia me altera
un poco la cabeza. De modo que decidí incorporar este elemento a la noche del sábado y hacer un experimento
sociológico: fijarme, además de en las exposiciones, en el público asistente
para ver qué perfil de visitante hay en cada sitio y, con un poco de suerte,
localizar entre la gente a alguna conocida mía de otros ámbitos con la que poder
entablar conversación para conocerla mejor.
Tengo varias amigas muy majas que posiblemente vendrían conmigo si se lo
pidiera, pero algunas de ellas ya tienen pareja y otras son compatibles conmigo
en este aspecto pero no tanto en otros, así que por esta vez decidí empezar la
noche estando solo. Por otra parte, hace tiempo que deseché la idea de ligar
así, de golpe y a ciegas,
con desconocidas, ya sea en un museo o en ningún otro sitio, así que la
posibilidad de acabar la noche acompañado dependía de la suerte de encontrarme
o no a gente conocida a lo largo de la velada… Como os podéis imaginar, el
margen de éxito era realmente pequeño, pero cosas más raras se han visto; y la
posibilidad, por remota que sea, de descubrir cuáles de tus amistades del sexo
femenino son verdaderas amantes del Conocimiento bien vale la pena.
Es sábado y son las diez menos cuarto de la noche. Comienzo mi periplo
museístico en el Centro Cultural Bancaja.
La exposición del primer piso es una colección de grabados de pequeño tamaño de
Picasso, y los múltiples (y muy explícitos,
si bien poco realistas) desnudos de mujer
que contienen las obras no me ayudan precisamente a centrar las ideas; se me
está subiendo aún más el caloret a la cabeza. Los bocetos de Sorolla para sus
cuadros de la Hispanic Society, en el segundo piso, me gustan bastante más
desde el punto de vista estético, aparte de que la naturaleza más recatada de
las pinturas junto con el frío glacial en las salas para su conservación hacen
que se me baje un poco el caloret.
Aparte de las obras, observo también a la gente de forma disimulada. Lo
primero que noto es que los vigilantes de los museos
valencianos están cada vez más pendientes del Whatsapp y menos de hacer bien su
trabajo. Me doy cuenta también de que hay mucha menos gente de la que me esperaba,
no sé si por la deficiente publicidad o por la falta de interés de los
valencianos por la Cultura. En la parte positiva, está claro que este sitio resulta
de lo más cool dentro del circuito de museos, porque el porcentaje de chicas
atractivas y con pinta interesante es relativamente elevado, pero eso sí, van casi
todas con pareja, y en principio ninguna me resulta familiar. En la exposición
de Picasso me cruzo primero con un amigo de mis padres, muy asiduo de los
museos y actividades culturales de la ciudad, y después con un conocido mío que
también ha decidido venir solo (le recuerdo únicamente de un par de ocasiones,
pero parece que tiene bastantes ganas de hablar con alguien, así que me quedo
un rato conversando con él). En la exposición de arriba, entre bocetos de Sorolla,
me encuentro a dos amigos; hace relativamente poco tanto él como ella tenían
pareja, pero me da la impresión de que ahora se han emparejado el uno con la
otra, así que mejor no entro en detalles, por si acaso… ¡Parece que esto va
bien! A ver si me sigo topando con gente conocida…
Me doy un paseo cruzando el antiguo cauce del río hasta San Pío V,
y me voy directamente a ver la exposición temporal, muy interesante, sobre la
vida cotidiana en Valencia en torno al año 1750. Está basada en las detalladas notas
que el miembro de la alta burguesía Ignacio Gilabert escribió en su dietario,
referentes principalmente a gastos por compras, reparaciones o celebraciones,
incluyendo también alguna que otra efeméride y cotilleo. Aparecen referencias a
fiestas en las que se tomaba chocolate, así como la primera referencia de la
Historia a la mocadorà
y la primera receta de horchata
conocida. Tal vez por ser más grande, este museo parece más vacío; apenas hay
gente. Veo a unas cuantas chicas jóvenes y guapas en el taller de pintura,
junto al vestíbulo de entrada, pero son todas extranjeras y además no las
conozco. Dentro, en las salas permanentes de la pinacoteca, está prácticamente
solo el grupo de la visita guiada, cuyo sector femenino consiste en un par de
adolescentes y unas cuantas señoras ya mayores. El guía, por otra parte, no es demasiado
bueno explicando, así que decido no quedarme y hago mutis por el foro.
Vuelvo a cruzar el cauce y subo por la calle del Salvador hasta el Almudín,
que alberga la exposición sobre el Santo Cáliz (tenemos pendiente hablar de él
otro día), para comprobar que no está abierta. Poco después descubro que
también están cerrados el Museo de la Almoina
y el Centro del Carmen. En la calle se ve mucha gente de mi edad o un poco más
joven, que es la que más o menos me interesa para mi experimento sociológico:
en la Plaza de la Virgen, en la calle Caballeros, en la Plaza del Carmen… Para
ellos es sólo un sábado más, no tienen ni idea de que hoy es la Noche de los
Museos. Me dirijo hacia el IVAM. De camino tomo algunas fotos de las piezas de
arte urbano más recientes; en este sentido, se puede decir que algunas calles
del casco antiguo son también como un museo, pero al aire libre. Llego a la
explanada del IVAM a las 23:50 y me lo encuentro cerrado, para variar; parece
ser que determinados centros no han participado de la iniciativa europea.
Justo a una manzana de distancia está la entrada de la Beneficencia. El
Museo Etnográfico no celebra actividades, pero el Museo de Prehistoria
ha montado un sarao tremendo y hay un auténtico ambientazo. La exposición
temporal gira en torno al yacimiento arqueológico de La Lloma de Betxí, de unos
4.000 años de antigüedad, en la zona de La Cañada, cerca del río Turia. Consigo
coger turno para la visita guiada de la 1:00, pero me comentan que hay gente
que tendrá que esperar hasta la 1:40… La verdad es que para los trabajadores
del museo debe ser una paliza estar currando hasta esas horas. Me dicen también
que tengo derecho a una consumición gratuita (agua, coca-cola, cerveza…) en la
carpa del patio interior, pero la cola es de unas diez o quince personas y en
el patio hay una fuente de las de chorrito, así que declino amablemente la
invitación y me voy a ver las actividades que se han montado.
Hay talleres muy chulos de cerámica, marfil, obtención de fuego por
fricción, construcción de muros, manejo de un telar… Me llama la atención la
monitora del taller de objetos de esparto, tiene unos rasgos faciales muy
exóticos; no es la típica guapa, pero a mí me resulta muy atractiva, y además
parece simpática y despierta y se maneja bien con los niños. En el lado opuesto
del patio veo unos cuantos paneles de madera con ilustraciones a tamaño real
para que la gente ponga las cabezas en los huecos y se haga fotos en plan familia
prehistórica… Hablando de niños y de familias: hay muchísimos padres con niños,
aproximadamente el 80% de la multitud congregada en el patio.
Muchas de las madres son bastante guapas, y me pasan por la cabeza tres
posibles razones por las que puedan estar aquí ahora: la primera es que a los
padres no les interese la Cultura, ni para ellos mismos ni para sus hijos, pero
necesiten tener a los chavales entretenidos con algo,
sin preocuparles mucho que luego les quede más o menos poso a nivel
intelectual. La segunda (me inclino a pensar que ésta es la más probable) es
que sinceramente quieran que sus hijos aprendan cosas pero consideren que a
ellos mismos ya no les hace falta, que ellos más o menos ya saben todo lo que
necesitan saber. Y la tercera es que hayan venido porque también a ellos les
interesa, lo cual dudo mucho porque no veo aquí demasiadas mujeres atractivas
sin niños; seguramente hace cinco o siete años estas mamás, que todavía no lo
eran, habrían estado tomándose una copa en la calle Caballeros y ni siquiera sabrían lo que es la Beneficencia…
Consolémonos pensando que la cosa podría ser aún peor: al menos han traído a
los niños al museo y no se los han llevado de copas.
Para hacer tiempo hasta la una, me subo un rato a ver la exposición
permanente del primer piso. Sin duda esta parte del museo necesita una
remodelación, porque francamente resulta muy aburrida.
La presentación de los objetos (básicamente una colección interminable de
trozos de hueso y de piedras talladas que parecen casi todas iguales) no invita
a interesarse por el tema, que en sí es apasionante. Hay alguna que otra chica
maja, pero todas con novio, igual que ocurría en Bancaja (mucha niña mona pero
ninguna sola, como decían los de Mecano).
Venir al museo con tu pareja tiene más mérito que venir con tus hijos, porque
con tu pareja sí puedes irte de copas… Y de hecho se nota que tiene más mérito
porque, en comparación con la tropa de mamás de los talleres, en las salas del
museo hay muy poquitas mujeres jóvenes sin hijos. Cuando veas a una chica de
aspecto interesante mirando sola las vitrinas, antes de hacerte ilusiones
espera un par de minutos, porque tarde o temprano aparecerá su maromo, que
estaba algo adelantado o algo atrasado con respecto a ella. Lo he comprobado en
multitud de ocasiones, y es tanto más probable cuanto más atractiva sea la
chica… Como se suele decir: piensa mal y acertarás.
Por fin se hace la hora y entro a la exposición temporal junto con otras
veinte o treinta personas, entre las cuales vuelvo a ver al amigo de mis padres,
abrazado a su mujer mientras escucha la explicación. Parece ser que la casa
prehistórica enterrada en La Lloma de Betxí
sufrió en su día un incendio en el que se hundió el techo, con lo que muchos de
los objetos del interior se conservaron hasta nuestros días, estando algunos de
ellos expuestos en las vitrinas. La presentación es en este caso más amena e
interactiva: en la primera parte van conduciendo la visita dos actores bastante
graciosos que interpretan a los antiguos habitantes de la casa. En la segunda
parte son dos guías, ya con ropa moderna, los que nos hablan de las distintas
campañas de excavación en el yacimiento y los objetos hallados. Este turno de
la visita es en valenciano, pero uno de los guías nos pide disculpas y nos dice
que va a hablar en castellano para no trabarse… Después de más de veinte turnos
seguidos sin parar, es comprensible. Oyéndole se nota que este chico sabe de
qué está hablando, y la visita resulta al final muy interesante, aunque la
media hora se nos hace corta y tenemos que salir porque el grupo siguiente
viene por detrás… Será cuestión de pasarme otro día con más tiempo para verlo
todo más despacio por mi cuenta.
La salida de la exposición da al patio interior, y compruebo que éste se ha
vaciado de niños y padres como por arte de magia y que ya sólo quedan los
monitores, así que aprovecho para entablar conversación con la chica del taller
de esparto y ella me cuenta por encima cómo ha sido el día, cuántas horas
seguidas han trabajado y qué tal ha salido al final la cosa. Me despido agradeciéndoles
a todos el esfuerzo y dándoles la enhorabuena por el resultado, y le deseo a la
chica del esparto que duerma bien, que se lo ha ganado, a lo que ella me
responde con una preciosa sonrisa de oreja a oreja que me termina de enamorar…
Me encanta esta tía. No me extrañaría que el monitor que estaba con ella en la
mesa fuera su novio.
Justo antes de salir a la calle me piden que rellene una encuesta de
satisfacción de la actividad, lo que me pongo a hacer con gusto. Uno de los apartados
me pregunta cómo he venido al museo y me pide que marque la casilla
correspondiente: las opciones que veo son “en pareja”, “con amigos” o “en
familia”… Por un par de segundos me quedo con los ojos como platos y la sangre
a punto de ebullición. ¡No puede ser! ¡No hay opción de venir solo! ¡Como si
aprender fuese lo de menos y la gente sólo necesitase venir en manada cuando ya
no saben de qué hablar con su pareja, con sus amigos o con sus hijos! ¡Como si venir
solo fuese la excepción a la regla, algo propio de bichos raros! Al cabo de estos
dos segundos de estupefacción, miro mejor y me doy cuenta de que mi opción
también está disponible, pero no cabía arriba así que la han puesto en la siguiente
línea… Debe ser sencillamente que son casi las dos de la madrugada y yo, igual
que los guías y los monitores, necesito irme ya a la cama.
Pues nada, lo dejo aquí, que sin darme cuenta me ha vuelto a salir una
entrada más larga que un día sin pan; más adelante os seguiré contando cosas
interesantes sobre los museos de Valencia. La conclusión de la entrada de hoy
ni siquiera yo la tengo muy clara (será el caloret, que no me deja pensar),
pero podríamos decir que es ésta: las búsquedas de pareja y de enriquecimiento
intelectual deberían ir en paralelo; no dejéis que la primera os haga posponer
o renunciar a la segunda. Yo, personalmente, no renuncio a encontrar a alguien con
quien la conexión sea completa, alguien que excite no sólo a mi cuerpo sino también
a mi mente, aunque ya veis que la cosa está difícil… No pierdo la esperanza, y
por supuesto, respecto a la Noche de los Museos, que me quiten lo aprendío;
pero está claro que el marcador final del sábado fue el mismo que de costumbre:
Conocimiento 1 – Afecto 0.
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