Terminábamos la primera parte de esta entrada llegando a la conclusión de
que en todas las épocas desde los albores de la Humanidad hemos intentado
encontrar respuesta a las mismas grandes preguntas: ¿Cuál es la naturaleza del
Universo y cómo se formó? ¿De dónde venimos y a dónde vamos? ¿Cuál es el
sentido de nuestra Vida? Los filósofos griegos
presocráticos, en torno al S.V a.C., fueron los primeros en intentar responder
a estas preguntas ciñéndose estrictamente a la observación de la Naturaleza a
través de sus sentidos y al razonamiento crítico. Las explicaciones dadas hasta
ese momento, basadas en relatos míticos y leyendas llenas de seres
sobrenaturales, debieron parecerles atajos, salidas demasiado fáciles,
pretextos más que explicaciones, capaces de satisfacer sólo a los menos
exigentes, que no buscan la Verdad sino la falsa seguridad de un sustituto que parezca
mínimamente coherente. Estos pensadores fueron los primeros en distinguir claramente lo que creemos de lo que sabemos.
Su humildad a la hora de dar preferencia al Mundo físico por
delante de su propia imaginación sentó las bases del Método Científico.
En una ocasión le preguntaron al físico Richard Feynman cuál era según él
la afirmación con mayor relevancia científica en el menor número posible de
palabras, a lo que respondió que era “Todas las cosas están compuestas de átomos”…
Pues bien: esta noción de un Universo hecho de átomos, pequeñas partículas (invisibles
a nuestros ojos pero intuibles por la Razón) que se mueven sin cesar,
agrupándose y disgregándose constantemente en el vacío, ya estaba presente hace
dos mil años en De Rerum Natura,
el poema que nos ocupa hoy, y también tres siglos antes en Peri Physeos (Sobre
la Naturaleza), la obra original perdida del griego Epicuro, uno de los más
grandes pensadores de la Historia, en la que se basan los versos de Lucrecio.
Y no es éste el único concepto científico de importancia que se toca en el
poema: hay explicaciones de cómo funcionan nuestros sentidos, los espejos, los
imanes y algunos fenómenos meteorológicos, junto con refutaciones de otras
teorías rivales al respecto de estos temas. También se menciona la idea de que
existen entre los astros de la bóveda celeste
otros muchos mundos como el nuestro, idea que sería abrazada por Giordano Bruno
siglos después. El poema hace además un resumen de la Historia de la
Civilización e incluso una descripción de la evolución de la Vida primitiva,
sugiriendo que las distintas formas de Vida, al igual que los átomos, están en
constante movimiento… Vemos por tanto que Demócrito, Epicuro y Lucrecio no sólo
influyeron a Galileo y a Newton sino que se anticiparon a la Teoría de la
Evolución de las Especies e incluso a los más modernos tratados de Física Atómica
del S.XX.
Aunque Lucrecio se muestra apasionado a la hora de describir las maravillas
de la Naturaleza, sus versos dejan traslucir un profundo pesimismo, melancolía
e Inconformismo respecto a las intrigas e injusticias de la Roma de su tiempo, manifestándose
contrario a los vacuos oropeles de la riqueza, la fama o el poder. El poeta sufre
por los males de su patria y desea curarlos, encontrando un remedio eficaz en
el uso de la Razón y en la Ciencia y Filosofía de Epicuro, que trata de inculcar
en los demás para ayudarles a entender la clave de la verdadera Felicidad. Un
requisito primordial para ser feliz consiste según él en comprender que todos los
fenómenos observables tienen causas naturales, librarse de toda superstición y
perder el miedo a lo sobrenatural.
Los dioses, si existen, no participan en los asuntos de los hombres mortales, y
además no fueron ellos quienes crearon el Universo… Con todo esto se ponen las
bases del escepticismo y el ateísmo
actuales.
Otra clave para ser feliz y evitar el sufrimiento es la de librarse del
miedo a la muerte. El inicio y el final del poema contrastan claramente entre
sí, de manera deliberada: empieza con una invocación a la Naturaleza,
personificada en Venus como fuente inagotable de fecundidad, y acaba hablando
de la enfermedad, con una descripción de los estragos de la peste en Atenas. (Dejadme
hacer un inciso para recalcar que el contraste entre la Vida y la muerte es precisamente
uno de los temas principales de este blog, y de hecho lo dejé bien claro desde
la primera frase de la primera entrada.
Llamadlo Vida y muerte, llamadlo orden y caos, llamadlo Belleza y Tiempo…)
Según Epicuro, el alma humana está hecha de un tipo de átomos más sutiles, pero
átomos al fin y al cabo, de forma que al ser materia también es mortal y se
dispersa con la muerte del cuerpo. Por otro lado, la materia es cambiante pero los
átomos son eternos: nada dura para siempre, y todo lo que nace ha de morir,
pero esa muerte da lugar a otros nacimientos en un ciclo sin fin. Como decíamos
hace una semana, cuando morimos podemos pasar a formar parte de las flores, las
rocas, el agua, algún animal… o incluso, quién sabe, una reencarnación de
Montaigne. Así que en cierto modo nada muere, simplemente todo cambia.
Comprender que formas parte de algo más grande y más hermoso que tú que
seguirá existiendo cuando ya no estés supone un cierto consuelo… Hay quien dice
que filosofar consiste en aprender a morir dignamente y en paz,
así que en ese sentido estamos hablando aquí de Filosofía al más alto nivel.
Lucrecio defiende por tanto una existencia placentera y feliz, sin miedo por lo
que pueda venir después: sólo tenemos una Vida, así que gocemos de ella y saquémosle
todo el jugo posible, disfrutando con mesura de los pequeños placeres y la contemplación
de la Belleza que nos rodea… En definitiva, el poema sabe captar con maestría
la fragilidad del Hombre y a la
vez aporta razones para que éste pueda sobrellevarla y convivir con ella. Es un
canto a la Vida, a una Vida que es despiadada y horrible pero a la vez
terriblemente bella.
Resulta asombroso que un poema escrito hace dos mil años contenga tan gran cantidad de ideas,
en tan diversos campos, que sigan plenamente vigentes hoy en día. Lucrecio es
quizá uno de los primeros divulgadores científicos, una especie de Carl Sagan
de la antigüedad, ya que sabe contagiar su entusiasmo y transmitir el sentido
de la maravilla que él mismo experimenta. Además, recurre a muchos ejemplos de
la vida diaria para que los conceptos más abstractos no resulten tan áridos
para el lector. Asombra la claridad con que se expresa, la increíble Coherencia
del conjunto y la Belleza no sólo del contenido sino también del continente: el
gran mérito de Lucrecio sobre Epicuro consiste seguramente en añadirle a las
ideas la emoción y la fuerza de los versos.
Todavía no conocía De Rerum Natura cuando confeccioné mi Mapa conceptual
del Mundo y empecé a escribir en el blog. Posteriormente, hace tal vez un par
de años, tropecé por casualidad (creo que fue en el Babelia,
el suplemento literario de El País) con un artículo sobre la obra de Lucrecio
que me impactó profundamente. Me sorprendió comprobar que, a pesar de los dos
milenios transcurridos, muchos de los temas que trata coinciden con los que
toco yo en La Belleza y el Tiempo. Un gran número de las ideas clave del poema
coinciden con etiquetas del blog (a veces con sinónimos, pero en la mayoría de casos
de forma literal): Coherencia, Sencillez, Justicia, Inconformismo, Autenticidad,
Libertad, Historia… De la dualidad entre Belleza y Tiempo
ya hemos hablado más arriba. Y si tuviéramos que describir el poema en pocas
palabras relacionándolo con algunas de las etiquetas más importantes, diríamos
que Lucrecio trata de explicar por qué la Realidad es hermosa tal y como es (búsqueda
de la Verdad por medio de la Ciencia), adoptando una visión general de las
cosas y planteándose las grandes preguntas (Filosofía, entendida actualmente
como la parte del Conocimiento que no puede ser abordada con la Ciencia), y
utilizando un lenguaje preciso, creativo y también hermoso, acorde con el contenido (Poesía, o lo que es lo
mismo, Belleza).
De niños todos tenemos un poco de científico, de filósofo y de poeta, pero
la compartimentación artificial que se ha hecho hoy en día de estas tres
facetas, cuyas fronteras eran borrosas en la Grecia antigua, ha motivado que la
mayoría de personas al crecer se centren más en una (con suerte dos, y en el peor de los casos ninguna)
de ellas, quedando las otras aletargadas. La similitud entre el blog y De Rerum
Natura que más me llamó la atención fue que ambos proyectos comparten (salvando
las distancias, como ya dije; estamos hablando de Lucrecio y de Epicuro, no
seré yo quien se ponga siquiera al nivel de la suela de sus sandalias) el mismo
enfoque integrador e interdisciplinar, aunando Ciencia, Filosofía y Poesía en
una sola visión unitaria de la Realidad. Esto, que antes era lo normal, se ha
convertido, en el Mundo hiperespecializado en que vivimos, en la excepción a la
regla; precisamente en la reivindicación de esa vuelta a los orígenes radica la
Autenticidad
y (valga la redundancia) la originalidad de La Belleza y el Tiempo.
Como conclusión podemos parafrasear a Virgilio, que refiriéndose a Lucrecio
en las Geórgicas llamaba
afortunado a aquél que comprende las causas de las cosas, que está libre de
supersticiones y que no teme a la muerte. Me gustaría que este blog me acercase
a mí y también a los que lo leen a la consecución de tan nobles objetivos; al
menos es a eso a lo que aspiro. Olvidemos pues nuestros miedos y vayamos, como
muchos otros han hecho antes, en busca de la Felicidad,
guiando para ello nuestros pasos en función de todo aquello que es verdadero,
relevante y hermoso.
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