lunes, 26 de enero de 2015

Pequeñas Flores Magenta


Cada vez que vuelco en el disco duro de mi ordenador las fotos que acabo de hacer en mis paseos por la ciudad selecciono las que me parecen especialmente bonitas o las que transmiten un mensaje interesante y guardo duplicados en la carpeta de archivos de La Belleza y el Tiempo, clasificándolos en subcarpetas con los nombres de las etiquetas del blog. Hace poco me di cuenta de una cosa muy curiosa: ojeando las fotos que me reservo para entradas sobre Belleza, vi que casualmente la mayoría de motivos seleccionados tenían en común (además de ser especialmente hermosos y transmitir una sensación de paz y tranquilidad) una paleta cromática muy concreta, con abundancia de púrpuras, violetas, lavandas, lilas, malvas, fucsias, morados, rosas, magentas… No me pidáis que os explique la diferencia entre los distintos nombres de esta lista, porque no sabría hacerlo; la nomenclatura no es mi fuerte, aunque sí sé algo sobre la Ciencia de los colores. A lo mejor lo que me resulta atractivo de esos tonos es que la mayoría de ellos no pertenecen al espectro visible, y por tanto no aparecen en el arco iris; se generan al mezclarse los dos extremos del espectro, el rojo y el violeta, y son las proporciones entre estos dos, así como las anchuras de los intervalos de longitud de onda que contribuyen a la mezcla, las que determinan la tonalidad y el colorido resultantes.

Muchas de estas fotos, como podréis ver en la selección de diez que he preparado para la entrada de hoy, son de las flores que les salen a los árboles del cauce del río y de la Alameda, o de flores terrestres de la playa de la Malvarrosa… Por cierto: malva y rosa, ¡ni hecho adrede para la entrada! Me ha picado la curiosidad y he investigado un poco, descubriendo que este lugar debe su nombre a un jardinero del siglo XIX. En cuanto a las distintas especies de las flores, tampoco me preguntéis sobre ello; de Botánica y nombres de plantas sé aún menos que de nombres de colores… Lo que más me gusta de estas flores cuando me las encuentro en mis paseos es que, debido a su intenso colorido y por algún extraño mecanismo de nuestro sistema visual, parece que brillen más que su entorno, como si tuvieran luz propia, lo cual se nota sobre todo en los días nublados.

Dándole vueltas en mi cabeza a esta idea he llegado a la conclusión de que algunas de las personas que nos encontramos en nuestro camino son como esas flores: positivas y llenas de energía, por mal que vaya la cosa cogen siempre lo que hay de bueno a su alrededor y lo potencian al máximo, contagiando su alegría hasta el punto que parece que brillen con luz propia, iluminando también a los que les rodean. A veces dar con una de estas personas es casi tan difícil como encontrar el magenta en el arco iris, y si tenemos esa suerte deberíamos cuidar de esta amistad, mimarla y regarla como si fuera una planta muy delicada; sin duda necesitamos tener gente así en nuestra Vida, y siempre resulta agradable disfrutar de su compañía, del mismo modo que nos sienta bien y nos alegra el corazón contemplar, en medio de una tarde nublada y gris, el brillante colorido de esas pequeñas flores magenta.












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