Continuamos esta crónica del Open Luci Tour, organizado por Guiding
Architects en la noche del sábado 13 al domingo 14, en el mismo lugar donde nos
quedamos, el Puente de la Peineta. Como os dije, a esas alturas llevábamos ya
más de tres horas triscando por el antiguo cauce del Turia y se empezaba a
notar cierto cansancio y cierto decaimiento en el entusiasmo de algunos de los
presentes (ojo, no de todos, y por supuesto no del que esto escribe), y cuando
Boris concluyó la explicación sobre la construcción de la parada de Metro a más
de uno le costó levantar el culo de su asiento improvisado. Seguimos paseando
en dirección sudeste, dejando atrás la noria de la feria (ya apagada a esas
horas), el Puente de las Flores
y el Puente del Mar. La noche estaba preciosa, con una Luna casi llena y Venus brillando
muy cerca de ella… Me había llevado una camisa de manga larga pero no me hizo
falta, la temperatura fue muy agradable toda la noche y ni siquiera al
acercarnos al Mar la brisa fue molesta. También he de decir que los mosquitos
me respetaron, aunque creo que otras personas no tuvieron tanta suerte.
Llegamos al Puente de Aragón, a uno de los primeros tramos que se
acondicionaron a mediados de los 80, con planificación del arquitecto Ricardo Bofill.
Aquí llaman la atención los dos escudos de la ciudad de Valencia formados por
los setos, que solo se ven bien desde lo alto del puente.
Creo que fue en este punto donde LUCE nos habló de los sintecho que
acondicionan los rincones entre las vigas bajo el puente, distribuyendo sus escasas
pertenencias e incluso pintándolos de otro color para hacerlos más suyos;
mientras nos lo explicaba había a escasos diez metros algunas personas
durmiendo en lo alto de las vigas, y tuvimos que ir con cuidado para no
molestarlos con las linternas al pasar… Esta es una triste realidad
que ignoran por completo muchos de los que corren o montan en bici por ahí a
diario.
Caminando por el Tramo 11 (de un total de 18, recordemos) identifiqué un banco
que tenía grabado en la memoria porque hace unos quince años nos sentamos en él
mi novia y yo para besarnos y abrazarnos, y al comentarlo a un par de amigos
estos respondieron con recuerdos similares asociados a distintos puntos del
cauce; la memoria afectiva
añade un estrato más a la percepción que cada uno tiene de los rincones de la
ciudad… Hablando de esto llegamos a la explanada frente al Palau de la Música,
dejando atrás el pequeño escenario que hay montado para las actividades de la Feria
de Julio, y con gran sorpresa nos encontramos el estanque vacío de agua, así
que ni cortos ni perezosos seguimos avanzando por dentro. Sentándonos en el
borde del estanque hicimos otra parada para explicar un par de cosas sobre el
Palau, cuya fachada asemeja dos grupos de corcheas con una ligadura encima. Se
habló de los problemas que causó al principio su diseño, por el efecto
invernadero que producían sus paredes de cristal, y yo recordé para mis adentros,
sin tener tiempo de mencionarlo, que el edificio “dialoga” en cierto modo con
las Naves de Ribes en el Parque Central,
ya que los conecta una larga calle en línea recta.
Más allá del Puente del Ángel Custodio dejamos atrás, a nuestra derecha, el
parque infantil Gulliver, y dos chicas extranjeras que se nos cruzaron montando
en bici se refirieron a nosotros como “walking dead”.
Llegamos al Puente del Reino de Valencia, con sus gárgolas a los lados; si no
me equivoco este era el lugar por donde hace más de un siglo atravesaba el río
el tren que iba al Puerto. En el Tramo 13
pasamos junto al Minigolf; a
partir de aquí el cauce se ensancha bastante, desapareciendo el pretil del lado
izquierdo. Recuerdo que en mi adolescencia, antes de que existiera la Ciudad de
las Artes y las Ciencias, esta zona era para mí como la última frontera de la
exploración: hacia el final de la calle Alcalde Reig el cauce dejaba de estar ajardinado
y domesticado para convertirse en un territorio salvaje, misterioso y
desconocido, con una senda de tierra que avanzaba entre densas matas de cañas muy altas, y
una o dos barracas un poco más allá… La ciudad dejaba de ser ciudad y te metías
en plena Huerta, lo que a esa edad daba un poco de miedo, sobre todo cuando el
Sol se acercaba al horizonte.
Hoy en día esa última frontera, aparte de despertar curiosidad en vez de
miedo, está un poco más hacia el este… Pero no adelantemos acontecimientos. Cruzamos
un pequeño riachuelo ornamental que baja por el cauce a esta altura y nos
dirigimos hacia el lado sur, hacia el Palau de les Arts. Yo iba delante,
hablando con Boris, cuando de repente, junto a una estrecha rampa de bajada
rodeada de setos de adelfas, sorprendimos a una pareja joven y bien trajeada
haciendo el amor al amparo de la penumbra; él creo que negro, ella no sé porque
estaba detrás, apoyada contra un murete. Los dos disimulamos como pudimos y
pasamos rápido y en silencio mirando a otro lado, pero claro, detrás venía el
resto de gente… No creo que a estos chicos, con los pantalones bajados y la
falda levantada, les hiciera mucha gracia que pasaran por su lado treinta espectadores, pero es a lo que te
arriesgas cuando haces estas cosas en el espacio público.
Bordeamos el estanque al nordeste del Palau e hicimos una parada bajo el Puente
de Monteolivete para hablar del proyecto de Ciudad de las Ciencias que se
inició en la época del PSOE con Santiago Calatrava y que después el propio
arquitecto (¡Qué cuco!) propuso cambiar al PP, sustituyendo la inmensa torre de
comunicaciones, cuyos cimientos ya estaban hechos, por el Palau de les Arts,
también con tres puntos de anclaje, cambiando el nombre del proyecto por Ciudad
de las Artes y las Ciencias para que pareciese suficientemente distinto
y el PP pudiese considerarlo como propio (aunque l’Hemisfèric y el Museo de
Ciencias ya estaban en el original). No tenía mucho sentido que hubiese dos Palacios
dedicados a la Música, pero la intención del PP era que el nuevo edificio se
asociara más a la Ópera y el del PSOE quedara para los conciertos de bandas, más
como de “segunda fila”.
Boris nos enseño dos fotos de presentaciones de maquetas con políticos y
arquitecto incluidos: una con el PSOE para el proyecto del Palau de la Música,
con la presencia de los vecinos por detrás, y otra años después con el PP para
la Ciutat de les Arts i les Ciències, con mucho fotógrafo pero de vecinos nada,
todo espectáculo de cara a la galería… y ¿de espaldas a la gente? Lo mejor del
asunto es que muchos ciudadanos han adoptado el lugar como suyo porque da muy bien para los selfies,
sin saber que los 120 millones de euros de presupuesto inicial se transformaron
en 1400 (más lo que falta para acondicionar el Ágora), con lo que hay otras
muchas cosas que se han dejado de hacer… En ese punto de la explicación yo aporté un dato que muchos valencianos ignoran: en 2014, con los últimos
coletazos de Rita Barberá y el PP, la deuda por habitante del Ayuntamiento de
Valencia era de 1000€, y tras solo cuatro años de Joan Ribó con Compromís, el
PSPV y València en Comú se ha reducido a la mitad; podéis buscarlo y
comprobarlo vosotros mismos.
Seguimos avanzando, y a estas alturas de la ruta yo ya estaba con el modo
poético On, como en trance, receptivo a cualquier pequeño detalle a nuestro
alrededor, y me daba cuenta de que siempre están pasando cosas, por muy tarde
que sea: gaviotas que nos sobrevolaban graznando, el paso de una ambulancia por
el puente, una pareja sentada en la orilla del estanque mojándose los pies y
haciendo ondas en el agua… Mientras nos acercábamos al Museo de Ciencias comenté
que las estructuras de Calatrava serán todo lo vistosas que quieras, pero que
por ejemplo dentro del Museo hay muchos salientes metálicos peligrosísimos para
las cabezas que deberían estar prohibidos por la normativa. En la parte norte del
edificio comprobé con otro de los asistentes lo bien que se transmite el sonido
de una punta a otra de la fachada,
sin necesidad de levantar la voz… Y hablando de volumen, nos íbamos acercando a
las dos discotecas que hay en el Umbracle y debajo de él, y el ruido de la
música y de la gente haciendo cola para entrar era cada vez más fuerte. Entramos
un momento a los aseos del parking del Umbracle, junto a las discotecas, y los
de seguridad se nos quedaron mirando, pensando que por nuestro aspecto no cuadrábamos
ahí a esa hora…
Pasamos por el lado izquierdo del Ágora y visitamos una pequeña y
encantadora edificación antigua, una casa de compuertas
para la distribución del agua, que fue restaurada durante la breve alcaldía de
Clementina Ródenas y que en comparación con las enormes estructuras
circundantes pasaba prácticamente desapercibida. La idea que LUCE tenía era la
de pirograbar los nombres de los valientes que aguantasen hasta el final en una
tablilla de madera y colocarla de manera simbólica en algún rincón discreto de
esta casita, más adelante… Desde aquí mismo Boris nos comentó algunos datos del
Puente del Azud del Oro, la estructura más alta de la ciudad, con un mástil de
125 metros. También nos habló del Ágora,
actualmente en rehabilitación para albergar el futuro espacio CaixaForum,
comentando que las enormes espinas móviles que se iban a poner arriba para
tapar los ventanales se van a quedar tiradas en un descampado muy cercano,
más allá del Oceanográfic y el Centro de Investigación Príncipe Felipe, porque
debido al viento y al actual estado de abandono de la estructura no solo serían
caras de colocar sino que muy probablemente no funcionarían.
Justo a partir del Ágora se distinguen claramente tres franjas paralelas en
el antiguo cauce. Por la izquierda sigue una estrecha zona de jardines bien
cuidados, pegada al último tramo de la Alameda, que se acaba al llegar a las
vías del tren que va al Cabanyal. En la franja derecha, que ocupa la mitad del
ancho total, desaparece también la diferencia de alturas entre el cauce y su
entorno y tenemos el Oceanográfic y el malogrado Príncipe Felipe.
La franja central, también estrecha, es la nueva terra incógnita de la que
hablaba antes, una zona poco urbanizada e incluso poco accesible, más parecida
a como era el cauce todo a lo largo antes del Plan Sur… Digo poco accesible
porque directamente está vallada con una malla metálica, no vaya a ser que se
pierda algún turista; pero la experiencia nos enseña que toda verja tiene un punto donde alguien ha abierto un hueco.
En esta zona llena de maleza se ve una lengua de agua tranquila en la que
de día nadan los patos y que en teoría no debería bajar del interior de la
provincia… ¿Es agua que entra desde el Mar? Probablemente. Boris nos comentó
que el trazado del antiguo cauce, al igual que el brazo sur desaparecido hace un milenio
o las acequias principales, ha pasado a integrarse en el sistema de
alcantarillado, constituyendo en este caso el Colector Norte.
¿Está esta lengua de agua conectada con el colector? La verdad es que lo
ignoro… Igual que en Apocalypse Now,
a medida que avanzamos las cosas se van tornando más extrañas, desconocidas y
surrealistas, con la diferencia de que Ben Willard iba río arriba en busca del
coronel Kurtz y nosotros nos dirigimos en dirección contraria, hacia la
desembocadura del Turia.
En lugar de seguir la lengua de agua,
menos transitable, dimos un pequeño rodeo por el sur del Oceanográfic, hablando
de lo caro que es el restaurante con vistas al acuario (con el nombre, muy bien
puesto, de Submarino) y
de las malas condiciones de algunos de los animales más grandes. Para poder llegar
al circuito de Fórmula 1, que era nuestra ruta de acceso al Mar, seguimos las
vías de la jamás inaugurada línea 2 de MetroValencia a Nazaret (de la que ya os
hablé cuando me di un paseo por La Punta),
cruzando el paso sobre las vías del tren en el que con Boris y algunos otros de
los presentes celebramos un Desayuno con Viandantes hace ya muchos años… Aquí la
gente iba algo más desperdigada, charlando en tres grupúsculos separados por treinta
metros unos de otros; yo en ese momento iba en el del medio. Dejamos el paso
elevado y seguimos la calle de la Alquería del Favero hacia el norte, atravesando
una zona bastante desangelada con un puñado de urbanizaciones desperdigadas y
otras a medio construir, y llegando a la pequeña pasarela peatonal
por la que se accede al circuito.
Esta parte de la ciudad no está apenas iluminada de noche, pero aun así me
pude hacer una idea, mientras cruzaba la pasarela sobre la lengua de agua,
de la pinta que tendría antiguamente el río Turia a su paso por Valencia. El
circuito está en principio cerrado al público, pero entramos por una abertura
de la reja y seguimos caminando por la pista. Hacia el oeste, no muy lejos, se
veían los muros del Cementerio del Grao, y hacia el norte debían estar Las Naves… Poco a poco iba juntando las
distintas piezas de mi mapa mental y haciéndome una mejor composición de lugar.
El buen estado del asfalto contrastaba con la gran cantidad de muebles rotos y
otros objetos tirados por el suelo
aquí y allá. En aquel momento no me di cuenta, pero a unos veinte metros a
nuestra izquierda había varias chabolas construidas con las vallas móviles del
circuito, tal vez con gente dentro durmiendo.
A lo lejos, por delante, se veían las gigantescas grúas de los muelles y un
par de cruceros anclados en el Puerto. El cielo iba clareando poco a poco. Los
organizadores no pudieron llegar aquí el día que hicieron el recorrido de
prueba, así que era todo un poco más improvisado, pero aun así iban saliendo
datos y temas de conversación muy interesantes. Hablamos, mientras andábamos, del despilfarro que
supuso este circuito urbano de Fórmula 1,
de la nueva ampliación del Puerto
y sus consecuencias medioambientales
y del posible relanzamiento de la ZAL. Pasamos junto a un cuartel de la Guardia
Civil y llegamos al Puente de Astilleros; recuerdo que hace muchos años, en una
aventura similar a esta pero de día y en solitario, di un paseo desde Pont de
Fusta hasta Pinedo y de vuelta, y crucé por este puente.
Salimos del recinto por otro hueco de la verja, giramos a la izquierda y en
un par de minutos llegamos a los tinglados de la parte sur de la Dársena antigua.
Después de doblar un par de esquinas fuimos a dar directamente a la orilla de
la Marina, con una
fabulosa vista de los yates atracados, el edificio Veles e Vents al otro
extremo y, justo por detrás, un horizonte cada vez más rojizo pero con una
línea de densas nubes bajas que nos impedía ver si el Sol había salido ya o no. Lo
mejor de todo es que (no sé si los organizadores lo tenían preparado) había
allí un par de bancos hermosísimos de hormigón en los que la mitad de nosotros
nos sentamos exhaustos, tumbándose el resto en el suelo alrededor. Eran las
seis y cuarto, habían pasado unas seis horas desde que salimos de la montañita
del Parque de Cabecera. Aquí se daba por concluida la caminata pero no la
actividad, y sentados, descansando, seguimos comentando más cosas sobre el Puerto
y sobre exploración urbana en general. LUCE nos habló de otras rutas que se
podrían hacer, como por ejemplo ir andando desde Valencia al Aeropuerto de
Manises.
Nos fuimos pasando una hoja donde la gente que había conseguido acabar (27
de los 52 iniciales) escribía su nombre para la placa conmemorativa pirograbada
y, si no estaban en la lista de distribución de Guiding Architects
y deseaban recibir información, también su e-mail. Boris invitó a la gente a
compartir sus fotos del evento y me animó a mí en concreto a escribir algún
texto al respecto (misión cumplida). Algunos de los asistentes se iban yendo y
otros se resistían a marcharse, por miedo a que se rompiera el hechizo que se
había obrado aquella noche. Las gaviotas planeaban sobre nuestras cabezas, los
peces saltaban de vez en cuando en el agua, el horizonte estaba cada vez más
rojizo… Al final quedamos los organizadores, un par de personas más y yo, casi como de costumbre.
Vimos un trocito de Sol asomando por entre las nubes y lo consideramos como una
señal de que habíamos cumplido, que ya nos podíamos ir tranquilos, así que me despedí de Boris, Chema,
LUCE y Lebrel.
Le eché un vistazo a la pantalla de la parada de buses junto a la Casa del
Reloj, pero aún faltaban 26 minutos para que pasara el que me interesaba, de
modo que anduve unas manzanas hasta la zona de Serrería, pero allí la otra
posible combinación a mi casa también tardaría en pasar… Ni corto ni perezoso
emprendí el camino de vuelta hacia Russafa
a pie, así que calculo que en total hice casi veinte kilómetros más o menos del
tirón (Aquel día no tuve demasiada suerte con los buses de la EMT: para la ida
era demasiado tarde para usarlos y para la vuelta demasiado pronto). A pesar
del cansancio, resultaba muy bonito pasear por la ciudad con esa luz de la primera
hora, contemplando los reflejos del Sol naciente en el vidrio de los edificios de la Avenida
de Francia y la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Todo se veía nítido y
luminoso pero a la vez la temperatura era fresca y agradable, y mis ojos, que
antes habían hecho un esfuerzo por percibir los pequeños detalles a la luz de
las linternas, quedaban saturados de la Belleza de lo cotidiano que me rodeaba
por todas partes… Lo primero que hice al llegar a casa, antes de
meterme en la cama, fue desayunar y pegarme una ducha con agua fría
que me supo a gloria bendita.
La ruta me gustó tanto que, para poder complementar esta crónica, la he
repetido a la luz del día para sacar las fotos de los rincones más interesantes
(en dos mañanas distintas, una para la zona oeste y otra para la este, saliendo
prontito). Investigando en Internet a posteriori para estas entradas he tenido
algunas sorpresas más; por ejemplo, he descubierto con Google Maps Satélite que
la lengua de agua que aparece de la nada después del Ágora sigue un poco más
desde el Puente de Astilleros pero no llega al Mar.
¿Conecta tal vez con él por medio de conductos subterráneos? Los misterios nunca cesan…
Por mucho que conozcas una ciudad, por muchos años que te la hayas recorrido de
arriba abajo, siempre quedan sitios por explorar y detalles que te habían
pasado inadvertidos, es imposible agotarla por completo; basta con aguzar la vista y
mirar sin prejuicios… Y cuando crees que no puedes afilar más la mirada es
bueno ver las cosas a través de otros ojos para encontrar nueva Belleza
en los lugares más inesperados. A mí me ha pasado con el cauce, ya no podré
pasear por algunos de sus rincones sin esbozar una media sonrisa recordando
aquella noche tan especial… Como reza la placa pirograbada por LUCE, para mí “ahora el Río es diferente”.
Entre los recados atrasados de mi agenda hay uno que me propuse tachar a lo
largo de estas semanas de verano, y que reza “Fotos zona este cauce río”, ya
que todavía no he explorado de forma exhaustiva la parte del cauce más allá del
Ágora, la que está todavía a medio urbanizar… Por eso me pareció una feliz
coincidencia el recibir el pasado viernes 12 a mediodía un e-mail de Guiding Architects Valencia titulado “Open Luci Tour”, con
una misteriosa y atractiva propuesta… Se trataba de una ruta guiada nocturna “del Río al Mar”,
un paseo a través del antiguo cauce del Turia, desde el Parque de Cabecera
hasta la Dársena del Puerto, en compañía del artista urbano LUCE.
La cita era el sábado 13 a las 23:59, y nos recomendaban traer una linterna,
calzado cómodo, agua y un tentempié, pero no se daba mucha más información… Y
en realidad yo no la necesitaba; desde el minuto uno ya tenía decidido que iba
a ir.
El sábado estuve cenando con unas amigas en el barrio de Zaidía, y a las 23:30 todavía
estaba allí y no tenía muy claro qué autobuses pasarían a esas horas ni con qué
frecuencia, así que decidí ir andando al Parque de Cabecera. Las doce menos un
minuto es una hora muy concreta, y no quería retrasarme por si acaso me perdía
algo importante, así que me di bastante prisa, incluso haciendo un par de pequeños sprints, y llegué a lo alto de la
montañita del parque justo a las 23:59… resoplando y algo sudado, sí, pero lo
conseguí. Hacía una noche espléndida y las vistas desde lo alto eran preciosas.
Me reencontré con algunos buenos amigos y amigas de Desayuno con Viandantes
y estuvimos un rato charlando muy a gusto.
La explicación inicial tuvo lugar a eso de las doce y cuarto. Al parecer no
había habido rutas de Guiding Architects en unos dos años, y esta era una idea
que tenían en la recámara desde hace tiempo. Ese día era el único en que los
organizadores podían cuadrar sus agendas y por eso se avisó con tan poca
antelación; fue una cuestión de “pensat i fet”. La ruta estaría a cargo de mi
amigo Boris Strzelczyk,con Chema Segovia y el artista
LUCE, cuya obra he fotografiado muchas veces por las calles de Valencia pero al
que nunca había puesto cara. La convocatoria había tenido un éxito imprevisto,
éramos unos 52, y para empezar hicimos una ronda de presentaciones en la que
cada uno proponía una palabra que nos inspirase el pensar en el cauce del río;
yo elegí “Historia”. Teníamos por delante 18 tramos con un recorrido total de
unos 10 ó 12 kilómetros, y ni siquiera los organizadores sabían cuántas horas
duraría el trayecto porque el día del ensayo no llegaron al final… Mientras
bajábamos no pude evitar pensar en El Mago de Oz y el camino de baldosas amarillas que llevaba a la Ciudad
Esmeralda, solo que en este caso en lugar de baldosas teníamos traviesas de
madera.
Para quien no esté muy puesto en el tema, dejad que os resuma la historia
del cauce antiguo… Después del desastre de la Riada de 1957
se aprobó desviar el paso del agua en lo que se llamó el Plan Sur, cuyas
monumentales obras tuvieron lugar entre 1965 y 1973. Con respecto al cauce
histórico, que se iba a quedar vacío, se barajó el proyecto de construir
carriles para los coches, pero gracias a las protestas vecinales
en los años 70, bajo el eslogan de “El río es nuestro y lo queremos verde”, se
decidió convertirlo en una extensa zona ajardinada. Los primeros tramos del rebautizado
Jardín del Turia se
inauguran en 1986. Yo tenía mis dudas de que se hubiera comprobado alguna vez
la eficacia del desvío del Plan Sur, así que se lo pregunté a Boris mientras
bajábamos la montañita y me dejó más tranquilo cuando me aclaró que hace unos
diez años el agua descendió por el cauce nuevo al 75% de su caudal máximo y no hubo
avenidas importantes en la bifurcación entre el cauce antiguo y el nuevo (Hubo algunos
edificios en o junto al Jardín del Turia cuyos sótanos se inundaron, pero fue
por agua que bajaba desde la ciudad misma, no desde el interior de la
provincia).
En nuestro trayecto avanzábamos en zig-zag siguiendo a los guías, a veces
por los senderos y otras a través del césped, y cada cierto tiempo hacíamos
paradas en las que los tres se iban intercalando en las explicaciones sobre de qué
época es cada tramo, qué partido ocupaba el Ayuntamiento por entonces, si se
diseñó o no por un arquitecto y si se hizo pensando o no en los vecinos. LUCE era
más parco en palabras, pero contaba cosas igualmente interesantes, aunque desde
una perspectiva totalmente distinta; además, se había traído una escalera plegable y muy ligera, de unos
dos metros, que llevaba al hombro y con la que podríamos llegar a algunos
rincones normalmente inaccesibles… La primera parada después del Parque de
Cabecera la hicimos bajo el doble puente del Nou d’Octubre,
de Santiago Calatrava, y creo que fue allí donde Chema nos comentó que hace
años su casa tenía vistas al Guadalquivir y que al venir aquí desde Andalucía pensó,
confiando en el Google Maps
básico, que también vería el río Turia desde su ventana, descubriendo con
sorpresa que había un cauce pero no había río… ¡Qué chasco!
Atravesando el Tramo 1 con el pequeño circuito para bicis y patines
llegamos al antiguo Azud de Rovella, con la pasarela peatonal de rejas
amarillas y la Casa del Agua,
antiguo retén de policía diseñado por Vetges Tu i Mediterrànea, hoy en día abandonado
(aunque se oían desde abajo las voces y pasos de algunos okupas de sábado noche
en el piso superior). Fue aquí donde nos encontramos, al pie del edificio, al primero
de varios grupos de sudamericanos cenando o escuchando música a la fresca.
Después dejamos atrás uno de los lavabos recientemente inaugurados, que se
cierran por la noche, y nos acercamos a un pequeño acueducto que sale de la
Casa del Agua y llega hasta las instalaciones de NaTuria,
un poco más adelante. LUCE desplegó la escalera y la falcó para que pudiésemos
subir al acueducto y echar un vistazo; yo y algunos más solo nos asomamos, pero
hubo mucha gente que subió del todo y caminó bastantes metros por encima del
canal, retrocediendo después o bajando por una estructura triangular de madera
que daba un poco de vértigo solo de mirarla. Menos mal que hubo suerte y nadie
perdió el equilibrio ni andando sobre el acueducto ni al bajar, porque en
algunos trozos se trataba de cuatro o cinco metros de caída y habría sido un
susto muy desagradable.
En el Tramo 3 hablamos un poco del estadio de atletismo y de cómo el cauce
se ha ido llenando poco a poco de estas dotaciones semi-privadas, recorriendo
después el paseo cubierto lateral al final del cual hicimos con el pirograbador
de LUCE la comprobación de si unos enchufes que hay justo en la esquina de las
gradas, encima de la verja metálica, funcionaban o no… Para regocijo general y
entre aplausos se comprobó que sí, que podéis cargar allí vuestro móvil si
tenéis una emergencia algún día. Llegamos después al Puente de las Glorias Valencianas,
donde bajamos un poco la voz para no molestar a un par de personas que estaban
durmiendo. Este fue el lugar donde llegaron a juntarse hace una década unos
cien inmigrantes subsaharianos con sus colchones, situación que el Ayuntamiento
del PP resolvió sin contemplaciones colocando un estanque bajo el puente
para que se fueran con sus problemas a otra parte… También hablamos del fenómeno especulativo
que se produjo en los 70 en la zona del Nuevo Centro: en un principio se iban a
construir miles de viviendas de promoción pública y al final se quedaron en dieciséis;
los propietarios se dieron cuenta de que esos terrenos estaban bastante cerca
del centro de la ciudad y de que podían sacarles dinero fresco.
Los guías nos dijeron que para recorrer el siguiente tramo teníamos que
hacer una performance: nos distribuimos a lo largo de una línea blanca que corría
paralela al puente y peinamos el cauce,
como si estuviéramos buscando al pequeño Jimmy que se ha perdido en el bosque,
en líneas rectas paralelas a las que debíamos ceñirnos a pesar de los
obstáculos. Observé dos cosas: que Boris y yo caminábamos a un ritmo más rápido
que el resto, y que bastante gente hacía trampa respecto a lo de los
obstáculos. Pasamos así de largo La Pechina,
donde estaba en tiempos medievales el Quemadero para los condenados a la hoguera. Un
poco antes del final del tramo Boris y Chema avisaron que había que desviarse
hacia la derecha, pero la mitad de la gente no los oyó y se despistó; suerte
que LUCE, que estaba en el extremo izquierdo, los reunió y los llevó de vuelta a
la siguiente parada.
Boris nos enseñó las trazas de un tejado a dos aguas en el pretil derecho. Al
parecer, hacia la mitad del siglo XX, tal vez como consecuencia de la Guerra
Civil, mucha gente con pocos recursos había construido chabolas dentro del
cauce sin ningún tipo de permiso (la mayoría del tiempo la corriente de agua
ocupaba solo la parte central de la explanada, menos de un tercio de la anchura
total). La riada de 1949
provocó unos cuarenta muertos (al menos oficialmente) en la ciudad y arrastró muchas
de estas chabolas; y no hay mal que por bien no venga, ya que la Gran Riada de
1957 podría haber causado muchas más víctimas en el cauce de no haber habido
este aviso unos años antes y de no haberse prohibido este tipo de
construcciones… No sé por qué, pero la imagen mental de las chabolas me trajo a
la cabeza otra mil quinientos años anterior, la de los visigodos reutilizando los bloques de piedra
de monumentos y gradas y construyendo casas en plena pista del circo romano abandonado; cuando hay
necesidad la gente no se para a pensar en detalles como las consideraciones
estéticas, el glorioso pasado de la ciudad o la previsión del tiempo a diez
años vista.
Nos detuvimos junto a lo que en principio parecía una cabaña en ruinas
hecha de ladrillo y nos explicaron que en realidad es una escultura
contemporánea del artista danés Per Kirkeby,
inaugurada en 1989. En aquella época este artista era lo más de lo más, pero
con los años las pintadas, el vandalismo y la orina de los perros (y de alguna
que otra persona) han obligado a clausurar la obra con verjas y a plantar setos por
detrás. Con el gigantesco Puente de las Artes construido posteriormente casi
encima y con un transformador eléctrico justo delante, la estructura ha perdido
cualquier posible impacto estético que pudiera quedarle; a lo mejor es trasladada
en un futuro no muy lejano a la parte trasera del IVAM,
al jardín de esculturas, aunque no está del todo claro todavía.
De vez en cuando LUCE nos iba señalando algunas de sus intervenciones y
dando más detalles sobre su trabajo; me pareció muy ingenioso por ejemplo el uso
de plantillas imantadas para
colocar rápidamente sobre las farolas y dejar su característica firma con el
spray. Al parecer es una de las personas que más se ha pateado hasta el último
rincón de Valencia, por poco glamour que este tenga… Y para muestra, un botón: minutos
después llegamos a una extraña caseta pegada al pretil derecho, y nos explicó
que es la salida de emergencia del túnel al otro lado del muro, con manilla para
abrir desde dentro pero no desde fuera. Nos dijo que uno de los pocos días en
que se puede explorar esta salida es durante la Ofrenda de las Fallas, cuando
no pasan coches por el túnel… Creía que mi obsesión por recorrer en mis paseos cada
calle y callejón de la ciudad (lo que yo llamo comer cocos)
era grave, pero ya veo que hay gente que está aún peor que yo.
La siguiente performance consistía en caminar en fila india pegados al
mismo pretil derecho e iluminando el muro con las linternas (una de las cuales,
por cierto, dio un susto de muerte a un gecko que salió corriendo hacia
arriba). Mientras avanzábamos yo le explicaba a una chica colombiana muy
simpática que había conocido esa noche lo que era la Junta de Murs i Valls
y por qué se distinguían varios tipos de piedras, varias fases constructivas a
distintas alturas, en el pretil… Por esta zona no vimos a nadie haciendo cruising (era una de las palabras
que habían surgido en la ronda inicial de presentaciones) pero sí a un hombre
joven con un albornoz blanco y montado en un patinete eléctrico, junto al
puente de San José, si mal no recuerdo… Supongo que pensó que a esas horas de
la madrugada solo lo verían con esas pintas dos o tres personas, no cuarenta.
También hubo unos jóvenes que nos confundieron algo después con turistas, con
el correspondiente choteo por su parte; la verdad es que debíamos resultar una estampa curiosa.
Casi en el Puente de Serranos llegamos a una zona cerrada al público y
llena de vegetación y flores que alguna vez he fotografiado en mis salidas
diurnas… Entramos por un pequeño agujero que había en la verja (por cierto, yo
perdí un poco el equilibrio al agacharme y casi me descalabro) y caminamos por
una senda despejada hasta el centro, donde nos sentamos en unos bordillos que
formaban un círculo. Boris nos explicó que según un biólogo amigo suyo se
trataba de un espacio reservado para realizar distintas pruebas de
biodiversidad
vegetal. Al ser de noche no podíamos ver bien los colores de las flores (que en
verano tampoco son ninguna maravilla), pero podíamos oler la intensa y
agradable fragancia de las plantas que nos rodeaban… Se produjo un momento
realmente mágico cuando vimos una lechuza enorme
que volaba por sobre las matas y que pasó un par de veces realmente cerca de
nosotros, posándose luego entre las ramas de un árbol cercano. Después salimos
del recinto por otra abertura, esta vez más grande, en el extremo contrario.
Aquí el cauce empezaba a girar hacia el sudeste. Pasamos bajo el Pont de
Fusta y llegamos a un edificio que ignoro si es de mantenimiento o de
vestuarios para los campos de fútbol que hay al lado. LUCE desplegó de nuevo su
escalera y la apoyó en la pared, pero desde el último peldaño aún quedaban dos
metros hasta lo alto de la estructura. Afortunadamente, su amigo Fernando Lebrel
es al parecer muy buen escalador, y trepó ese par de metros que faltaban con la
ayuda de un ventanuco, desapareciendo en lo alto de la fachada. Segundos
después empezaron a caer entre nosotros las tres o cuatro pelotas de fútbol (y
alguna de tenis) que se habían ido encalando con el paso del tiempo… “¡Que son
buenas, peña!”, decía LUCE emocionado como un niño al comprobar que los balones
eran de reglamento. Estas pelotas nos acompañaron un buen trecho a lo largo del
cauce, pasando de unos pies a otros; no sé si al final se quedaron perdidas por
el camino o se las llevó a casa alguno de los que no acabaron la ruta.
Unos metros más allá nos acercamos al pretil izquierdo y contemplamos un
entrante en el muro con un arco de aspecto muy antiguo, tapiado con ladrillos, a
la altura del Monasterio de la Trinidad. Se
especula con que fuese un acceso subterráneo al convento que permitía que
entrasen o saliesen por la noche, sin ser vistas, aquellas personas cuyas
intenciones no eran del todo honestas, o que querían deshacerse de los bebés no
deseados de las religiosas. Creo que fue poco después, bajo el Puente de la Trinidad,
donde nos paramos a observar los huecos cuadrados que hay en los pilares, y que
corresponden a los puntos donde se anclaban los andamios de madera durante su
construcción, hace siglos. En la zona de las Torres de Serranos los
sudamericanos utilizaban estos huecos para guardar las mesas y sillas plegables
y demás material hasta el fin de semana siguiente, pero la policía les pegó un
toque al respecto. Al llegar al Puente del Real Boris nos explicó que solo el
tercio noroeste corresponde a la estructura original; en la década de 1960 se
hicieron obras para triplicar su anchura todo a lo largo, moviendo la
fachada del lateral sudeste a su nueva posición… La verdad es que oír esto me
dejó de piedra (nunca mejor dicho).
Seguimos caminando y llegamos al Puente de la Exposición
(vulgo de la Peineta); debían ser alrededor de las 3:30 y ya solo quedábamos poco
más de treinta de los cincuenta y pico que habíamos empezado. Sentados junto al
acceso sudoeste de la parada de Alameda,
Boris y Chema nos explicaron la cantidad de dinero que hubo que gastar para
construir el puente y la estación de Metro que hay debajo, y poder así competir
con los grandes proyectos de Madrid, Barcelona o Sevilla en la época en torno a 1992… En Valencia el nivel freático está casi a ras de suelo, así que tuvieron
que congelar el agua que iba apareciendo y echar no se sabe cuántos metros
cúbicos de hormigón (blanco, que es de los más caros) para construir los
túneles y los cimientos…
La gigantesca estructura del puente, con solo dos puntos de apoyo en todo
el ancho del cauce, se montó a doscientos metros de su ubicación definitiva y
luego se trasladó y colocó en su sitio en una operación de proporciones
faraónicas de la que yo mismo tengo vagos recuerdos, de cuando era joven, en
1995… A Santiago Calatrava le gusta incluir siempre piezas móviles en sus
obras, y en este caso son las marquesinas de entrada a la estación las que se
cierran plegándose mediante un mecanismo hidráulico. Se activan manualmente, pulsando
un botón en el exterior, pero a esas horas todavía pasaban los últimos metros,
al ser sábado, así que no tuvimos la suerte de ver a ningún empleado de
MetroValencia salir y cerrarlas, como quien baja la persiana de su negocio… Nosotros sí vamos a cerrar la paraeta por
ahora; continuaremos avanzando río abajo la
próxima semana.
Volvamos al
Primer Mundo para hablar de los aspectos sociológicos y psicológicos de la adicción a las nuevas tecnologías,
y para despejar la incógnita de si al final me voy a cambiar de móvil y de
portátil, y por qué. Ya en la segunda mitad de la primera entrega
hablamos de cómo muchas personas recurren a las redes sociales como una forma
de obtener fácilmente una gratificación instantánea,
en un constante zapping de un tema a otro y sin profundizar en nada, dando
prioridad a lo superficial frente a lo sustancial. También adelantamos que,
frente al amplio abanico de canales y formatos que revisar, la gente se centra
más en el WhatsApp y ya no lee los e-mails… La consecuencia de que todo el
mundo disponga de tarifa plana para comunicarse desde el móvil es que ya casi no
se concretan planes ni con un día de antelación; la inmediatez en la recepción
de los mensajes es la excusa que muchos utilizan para cambiar de opinión en el
último momento, y por tanto ya nadie se compromete a nada ni con nadie.
Da pena ver
por la calle a grupos de amigos que miran cada uno su pantallita, como zombies,
porque en realidad no tienen nada interesante que decirse, o porque tienen
miedo de salir de su zona de confort y hablar con los demás cara a cara… Y me
duele todavía más cuando son parejas, hipnotizado cada cual con su móvil,
o padres con niños en carritos que los ignoran por completo
porque están mirando Internet… También llama la atención ver a adolescentes y a
jóvenes con móviles de última generación que parecen demasiado caros para su
extracto social, y se pregunta uno qué sacrificios habrán tenido que hacer
ellos o sus padres solo para poder estar a la moda, gastando un dinero que
podrían haber utilizado para cosas más importantes (en la misma línea, más
adelante podemos hablar de los tatuajes). Otro hecho chocante es la gran
cantidad de pantallas rajadas y sin reparar que se ven por ahí… Un ejemplo más
de la diferencia abismal que hay entre los anuncios de móviles y la cruda
realidad.
El mismo contraste entre la teoría y la realidad se produce con el uso de
las redes sociales:
ante la multitud de opciones la gente está más confusa que nunca y va saltando de formato en formato, siguiendo la moda y sin
aprender la lección, echando pestes de la penúltima plataforma
y pensando siempre que la siguiente será la que solucione sus problemas y su
soledad por arte de magia, sin darse cuenta de que la clave no está en las
formas sino en el fondo, que lo importante no es poder compartir chorradas de
forma instantánea y en cualquier momento, sino transmitir ideas con contenido,
ideas más meditadas bajo una perspectiva más amplia, centrándose en la verdadera
conexión con los demás y no en una búsqueda de atención narcisista, guiándose antes
por el Todos-Mejor-Siempre que por el Yo-Más-Ahora.
Es posible que
teniendo hoy en día más medios de comunicación que nunca nos estemos comunicando menos que nunca
con los demás, al perdernos en los detalles… En otras palabras, los árboles no
nos dejan ver el bosque. Cuando desaparece momentáneamente la imagen de la
pantalla del móvil o del portátil nos quedamos sorprendidos mirando a esa cabecita que se refleja en el espejo negro
y nos damos cuenta de que somos nosotros mismos, y que a pesar de la falsa
ilusión de estar conectados seguimos estando solos.
Volviendo al uso de las redes para algo útil como es quedar en persona con
tus amigos, me saca de mis casillas esta tendencia a
la modernidad líquida,
esta cultura de lo instantáneo… ¿Qué hay de malo en intentar planificar tu
agenda con al menos un par de días de antelación? Cada año que pasa me resulta
más difícil hacerlo con algunos de mis conocidos. Yo no soy de esas personas
que, no importa a dónde vayan, cada cinco minutos están ojeando su pantalla,
por si acaso se están perdiendo alguna otra actividad mejor que se está
desarrollando al mismo tiempo en otro lugar; yo me olvido de mi móvil y disfruto del momento,
vivo el Presente… A lo largo del año hay docenas de interesantes actividades
socioculturales a las que he podido acudir sin tener datos en el móvil y sin
necesidad de enterarme media hora antes, simplemente planificándome un poco…
A saber: exposiciones
en museos y charlas de la Academia de Bellas Artes; conferencias del Colegio de Arquitectos, actividades de las Semanas
de la Arquitectura y del Urbanismo, un curso sobre Historia de la Ciudad y visitas
guiadas dentro y fuera del casco antiguo (a veces en calidad de asistente y
otras en calidad de guía informal, con amigos míos); ferias científicas y conferencias
en el Museo de Ciencias;
charlas de Escépticos en el Pub,
coloquios del Grupo Humanista y actividades de la Plataforma per Russafa; conciertos
de música (normalmente de grupos de amigos) y veladas de karaoke; proyecciones
de películas en Cinema Jove, la explanada del MuVIM,
Nits de Cinema
en el claustro de La Nau o la Filmo d’Estiu;
y otros festivales como el Photon, Intramurs o el Russafart… Y mis viajes de
verano los hago siempre con el móvil apagado durante una semana, y nunca he
tenido un problema ni un imprevisto porque me los organizo con cuidado antes de viajar,
me basta con mis dos o tres hojitas-resumen con la información básica… Creo que
es la mejor manera de desconectar realmente de la rutina diaria y volver a casa
descansado y renovado por dentro.
Muchas de las
actividades que he citado en el párrafo anterior me las he podido planificar
porque, al ser auspiciadas por entidades serias y profesionales, se proporciona
la información con antelación suficiente, meses a veces… Pero ¡ojo! Empiezo a
notar un peligroso cambio en la tendencia. Recuerdo al menos dos ejemplos este
último año (Open House y Vociferio) en los que la web anunciando el evento, con una maquetación exquisita y unas fotos estupendas,
está disponible mucho tiempo antes, pero completamente vacía de contenido,
anunciándose los detalles de la programación tan solo a dos o tres días de la fecha
de inicio, con el consiguiente caos posterior en cuanto a reserva de plazas, planificación,
etc. ¿Se está propagando la falta de seriedad del nivel de lo personal al de lo
profesional? ¿Ya no podemos confiar ni en las empresas supuestamente serias con
subvenciones importantes? Si es la sociedad entera la que se está
WhatsAppizando y no sabe organizarse a largo plazo, nos dirigimos a un Futuro
distópico realmente deprimente.
Ya sé, algunos
pensaréis que soy demasiado negativo, pero me limito a destacar algunas
tendencias que observo para aportar mi granito de arena y evitar, en la medida
de lo posible, que estas actitudes se generalicen cada vez más. Ya sé que hay
gente que está pendiente de las nuevas tecnologías y a la vez son competentes y
dignos de confianza, pero también hay un número creciente de personas que no lo
son. Los móviles, por supuesto, tienen muchas cosas buenas
pero hay que aprender a utilizarlos sabiamente; una herramienta tecnológica tan
potente como Internet y las redes sociales conlleva una gran responsabilidad
que en muchas ocasiones no estamos teniendo. La tecnología se ha democratizado
y está al alcance de todos, lo cual está muy bien, pero si estos avances no van
de la mano de una buena educación con respecto a la importancia del esfuerzo y
al compromiso de ofrecer siempre lo mejor de ti, a la toma de decisiones
razonadas y a intentar mantenerse fiel a esas decisiones, nos convertiremos en un
Mundo lleno de aficionados, de tarugos incompetentes
en los que no se podrá confiar, y de ahí al desastre hay un paso.
Ya en la recta
final de esta entrada múltiple, volvamos a hablar un poco de mí y de este blog
personal… Muchas veces me he quejado de que el número de comentarios en La
Belleza y el Tiempo ha ido cayendo poco a poco
con los años, y tenía mis sospechas acerca de la razón para ello, pero las he
visto confirmadas al documentarme estas semanas… WhatsApp se lanzó en 2009 y su crecimiento ha sido imparable
estos últimos años. Las siguientes cifras describen la evolución de los
millones de usuarios en todo el Mundo entre 2013 y 2018: 200, 400, 700, 1000,
1200 y 1500. La Belleza y el Tiempo comenzó a funcionar a mediados de agosto de
2012, y en los primeros cinco meses hubo un total de 67 comentarios. Esta es la
evolución en el número de comentarios entre 2013 y 2018: 120, 122, 84, 69, 52 y
35… La correlación es clara. Os aseguro que este descenso no se debe a que la
calidad de las entradas haya ido decayendo; algunas de las más interesantes y
trabajadas se han publicado cuando ya se notaba esta tendencia a la baja, y
todavía me quedan muchas ideas interesantes por usar.
En las entradas de 2019 hay solo 8 comentarios (y la mitad son míos; es decir,
solo cuatro personas han participado en los últimos seis meses).
Varios
lectores me han comentado en persona que los temas tratados son a veces
demasiado elevados como para poder contestar al mismo nivel. Yo no os pido que
dediquéis tanto tiempo como yo a documentaros, o que escribáis un ensayo para
responderme, pero un par de líneas dándome vuestra opinión aunque sea por encima se agradecerían mucho… Está claro
que si la gente no participa es porque hay otras alternativas de intercambio
social online que son más rápidas, fáciles y atractivas, si bien más
superficiales… Reconozcámoslo: los blogs ya no están de moda,
el grueso del rebaño se ha movido hacia otros pastos más verdes. La gente se ha
vuelto perezosa para escribir, sobre todo teniendo en cuenta que el teclado pequeño
e incómodo de un móvil es apropiado para frases cortas y emojis, pero no para
mandar un e-mail (y mucho menos para escribir entradas de dos mil palabras como
esta, no quiero ni imaginármelo…). Muchos de mis amigos me recriminan, medio en
serio medio en broma, que en cuanto a tecnologías me he quedado estancado en el
siglo XX, y tienen razón; me he quedado atrás y los demás han seguido hacia
delante (no sé si en la dirección correcta, pero digamos que hacia delante), lo
que hace que a veces me sienta un poco solo.
Mi intención
es seguir expresando ideas complejas en el blog para tratar de entender por mí
mismo el Mundo que nos rodea, pero a la vez quiero sentirme un poco más conectado
con mis amigos, con lo que me gustaría tener WhatsApp… Por otra parte, he
estado investigando y he averiguado que la versión de Android en mi móvil es la
2.3.6, y que la aplicación de mensajería dejará de funcionar en todas las versiones anteriores a la 2.3.7
en febrero del próximo año. A esto se añade que la batería del móvil, aunque todavía
funciona bien, ya está dando los primeros signos de fatiga y haciendo alguna
cosa rara (solo se deja cargar con el móvil apagado, y a veces la pantalla
muestra carga casi completa cuando en realidad está solo a mitad).
Para más inri,
mi cámara digital compacta (de la que no hemos hablado aquí, pero que también
tiene su tiempo, al menos una década) también está empezando a mostrar
achaques, así que cuando se rompa necesitaré otro aparato que haga fotos
decentes… Ya sabéis que soy bastante meticuloso y cuadriculado,
así que en caso de haber cambios en mis dispositivos electrónicos, para mí es
mejor hacerlos en los meses de verano porque tengo más tiempo libre para
informarme bien, tomar las decisiones correctas y acostumbrarme a las
novedades. Y tengamos también en cuenta que la vida media de un portátil oscila
entre tres y cinco años y la de un móvil ronda los dos, así que yo ya he
cumplido más que de sobra, con mis ocho años en ambos casos (heredando además
de segunda mano el móvil de mi padre).
Por tanto he
tomado la decisión de hacer caso a mi hermano (y a varios de mis amigos) y he
empezado las gestiones para adquirir un móvil nuevo… He cambiado mi tarifa de
fibra de 20 a 100 megas haciendo una portabilidad de mi número e incluyendo los
datos del móvil, y básicamente por la misma cuota mensual que pagaba antes. En
cuanto al terminal, he escogido uno bastante reciente pero de gama media, sin
pijadas, que tras el conveniente regateo no me ha salido mal de precio. Si todo
va bien, en algún momento a lo largo de esta semana me llegarán el terminal y
la nueva SIM, y me pondré manos a la obra con la configuración (intentando proteger mi privacidad
dentro de lo posible) y las aplicaciones. Me instalaré WhatsApp pero trataré de usarlo con cabeza
y no meterme en demasiados grupos, sobre todo si tienen mucho spam y fotos de
gatitos en vez de información útil… Pero ¿quién sabe? La voluntad es débil, y a
lo mejor le cojo el gustillo a eso de intercambiar chorradas y dejo de escribir en el blog…
Al fin y al cabo, ¿cuánta gente queda que lo siga de verdad? Los lectores que
me echéis de menos podéis iniciar un chat conmigo y nos intercambiamos emojis
de cuando en cuando, para no perder el contacto.
En cuanto al
ordenador portátil, por ahora no me voy a comprar uno nuevo, voy a aguantar con
el que tengo. Está por ver si el cambio de 20 a 100 megas le sienta bien o mal
al hardware al entrar en Internet; espero que sea lo primero… Por de pronto le
he hecho una revisión a fondo (hasta donde yo llego, que no es mucho) para
limpiar basurilla y aumentar el rendimiento,
reduciendo el número de programas que se ejecutan al iniciarse Windows,
eliminando archivos temporales, defragmentando el disco… Voy a ver si le puedo
hacer un par de apaños adicionales o si le pido a algún amigo informático que
le eche un vistazo y me diga qué más se puede cambiar para que me dure más
tiempo. Me parece que al Windows 7 no le queda mucho de seguir recibiendo actualizaciones,
pero ahora mismo no quiero pensar en eso, las cosas una detrás de otra…
A veces me
entra una ligera sensación de culpa a fin de mes cuando miro mi cuota de la
fibra óptica y pienso que tengo suerte por disfrutar de estos lujos del Primer
Mundo… Afortunadamente, esa sensación se disipa en parte cuando recuerdo que,
como ya os comenté una vez,
también dedico un pequeño porcentaje de mi sueldo a colaborar con Oxfam
Intermón, porcentaje que haciendo la división sale más o menos a 1,20€ cada
día. Uno de los países en los que trabaja Oxfam es precisamente la República Democrática del Congo,
de cuya crisis os hablé la semana pasada… A lo largo de los últimos años han
ayudado allí proporcionando agua segura a la población, difundiendo información
básica sobre higiene para detener el brote de ébola,
construyendo cien puntos de lavado de manos que son utilizados por 120.000
personas y colaborando en la mejora de las instalaciones hospitalarias… Más adelante,
si todo va bien y veo estabilidad en mi futuro laboral, tengo el propósito de aumentar
mi cuota de Oxfam para que sea mayor que mi cuota de Internet y móvil, que
ronda los 1,50€ diarios; tal vez no sea suficiente, pero yo al menos habré
hecho mi parte… Al ritmo que vamos, no sé cómo estará este mundo de locosdentro de cincuenta años, pero una cosa es segura: pienso
irme de aquí con la conciencia tranquila y la cabeza bien alta.