Aprovechando el estreno este pasado viernes de la quinta película de Indiana Jones me dispongo a relataros mi visita del 11 de mayo a las dependencias del SIAM. Este año se cumple el 75 aniversario de la Sección de Arqueología Municipal de Valencia y para celebrarlo se realizó una jornada de puertas abiertas en sus almacenes de la calle Traginers, en el polígono de Vara de Quart, por la zona de Sant Isidre. Tuve la agradable sorpresa de coincidir allí con mi amigo David Estal y su familia, que se habían apuntado también. Nos hicieron de guías en la visita dos de los trabajadores del SIAM, Tomás y Carmen, muy simpáticos y apasionados de su trabajo; nos explicaron muchas cosas y nosotros les hicimos también numerosas preguntas y comentarios, que recibieron con interés.
Empezaron enseñándonos la Biblioteca y el Archivo, y nos explicaron que lo que antiguamente eran fotos físicas ahora se almacena en pendrives, aunque pronto se subirá a una nube. También nos enseñaron varias piezas arqueológicas que en su día se habían expuesto en distintos museos de la ciudad, haciendo énfasis en los métodos que los restauradores usan para diferenciar las partes restauradas de las originales. En una de las salas de trabajo pudimos tocar cerámica de distintas épocas, y yo me hice una foto sujetando una preciosa vasija islámica de mil años de antigüedad (con bastante cuidado de que no se me cayese, lógicamente).
Hablamos de métodos de datación, de la resonancia magnética aplicada al análisis de urnas funerarias y de cómo se añade el código identificativo a cada pieza de cerámica, normalmente en la base y sobre una capa de laca. Los guías también nos dieron algunos datos sobre un esqueleto (muy alto) del siglo XI que había sobre una de las mesas, y yo les hablé del susto que me pegué en mi juventud cuando, espiando a través de una rendija en los muros del solar de la futura Almoina, vi varios esqueletos desenterrados pensando horrorizado que se trataba de la escena de un crimen reciente.
Pasamos después a los almacenes del subsuelo de la nave industrial, donde nos esperaban 30.000 cajas azules de plástico, apiladas en estantes hasta el techo y llenas de los materiales que se han ido desenterrando en todas estas décadas. Fue un momento emocionante, que me recordó a la última escena de la película original de Indiana Jones, en la que unos operarios esconden entre los pasillos de un enorme hangar la caja de madera que contiene el Arca de la Alianza… En un edificio con cuatro secciones, los almacenes del SIAM ocupan por ahora el subsuelo de la Nave A y parte del de la B, aunque les empieza a faltar espacio.
A medida que avanzábamos
por los pasillos Tomás y Carmen nos iban explicando a qué excavación correspondían
algunos de los códigos usados en las cajas; por ejemplo, los restos de las ruinas
en la Plaza del Ángel se designan con el código PANGE. También vimos las cajas del desaparecido Palacio Real
redescubierto en los Viveros dos siglos después, y estuvimos charlando de sus planos encontrados
en un archivo francés y de cómo en este caso la X sí marcaba el lugar.
Además aprendí otro dato muy curioso: las lápidas romanas solían indicar la edad del difunto redondeada a múltiplos de cinco años porque
los parientes no la sabían con seguridad, ya que por entonces había un índice
de analfabetismo del 85%.
Entramos entonces en la Sección de Orgánicos, una parte del almacén con temperatura y humedad controladas y con un olor muy agradable a madera. En ella había por ejemplo una pequeña escalera de caracol procedente de los antiguos puestos de la Plaza Redonda, pero lo que más me llamó la atención fueron las ennegrecidas vigas de madera del puerto fluvial romano encontrado cerca de las Torres de Serranos… Y cuando me dijeron que podía tocarlas me sentí como un peregrino al tener entre sus manos una reliquia sagrada. Pasamos después a otra pequeña sala en la que estaba, envuelta en plástico de burbujas, la réplica de la estatua de San Martín montado a caballo que se realizó como parte de las intervenciones de La Luz de las Imágenes hace dos décadas, y que al final no llegó a sustituir al original de la iglesia situada en la calle San Vicente.
De vuelta en
el almacén principal continuó durante un buen rato una agradable charla sobre
mapas de Valencia, el campamento púnico de la calle Ruaya, el Centro de
la Almoina o el Palau de Cervelló, y yo hablé a los guías y asistentes de mi entrada
sobre las muescas en la puerta de la Catedral,
aprovechando así para meter una sutil cuña “publicitaria” del blog. Estábamos
todos tan a gusto conversando de esto y aquello que, sin darnos cuenta, la hora
que tendría que haber durado la visita se convirtió en dos horas veinte… Una
vez resumida la información más interesante, aquí tenéis mi selección de quince
fotos de entre las que saqué aquella tarde; espero que sirvan como un buen
complemento al texto.
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