Una vez vista
la cronología de los demás Homínidos durante los últimos siete millones de años llega el momento de hablar con detenimiento de Homo Sapiens
(“Hombre Sabio”), es decir, de nosotros. Empezamos a evolucionar como especie
diferenciada hace entre 300.000 y 200.000 años, en el nordeste africano, el
llamado Cuerno de África; seguramente procedemos del Homo Heidelbergensis, y
antes de él del Erectus. Los Sapiens de esta época son anatómicamente muy
similares a los actuales, aunque hasta hace unos 70.000 años no desarrollamos
un lenguaje moderno y un pensamiento abstracto, gracias a una serie de
mutaciones genéticas afortunadas. Los humanos de hace 200.000 años son de complexión
más ligera que sus ancestros, con un cráneo de 1500 cm3, menos
achatado y con la frente más vertical, y el arco ciliar menos sobresaliente. En
esta época ni los Sapiens ni los demás Homos teníamos un impacto relevante
sobre el Planeta, éramos tan solo un puñado de especies más.
Como ya he comentado, controlábamos el fuego,
y con el paso del Tiempo iríamos sofisticando poco a poco nuestras técnicas. Hace 170.000 años usamos por
primera vez prendas para vestir. No somos los únicos en usar herramientas y
armas, pero sí los que las hemos sofisticado al máximo. Hace 165.000 años hay
evidencias de que los Sapiens de Sudáfrica recogen y cocinan marisco, y hace 130.000
años hay pruebas de intercambio de productos entre distintos grupos a largas
distancias en el norte del continente. De hace 100.000 años son las primeras
estructuras constructivas, con unos bloques de arenisca en forma de
semicírculo, en Egipto; y hacia la misma época aparecen en Israel pruebas de un
ritual de enterramiento, con quince cuerpos junto a los cuales se colocó diversos
objetos. También se conservan arpones para pescar y agujas para perforar de
80.000 años de edad; y una roca de 77.000 años, procedente de Sudáfrica, con una
serie de marcas claramente organizadas
que podrían ser una primera muestra de arte abstracto o tal vez, cosa aún más extraordinaria,
algún tipo de registro de información.
Hace alrededor de 75.000 años se produce la erupción de un supervolcán en Sumatra
y las cenizas en suspensión, al bloquear la luz solar, dan lugar a un invierno
de diez años, con más hielo en los polos, una bajada del nivel de las aguas, un
aumento del tamaño del Sáhara hasta el doble del anterior y una temporada de
fuertes sequías. Estos cambios casi acaban con los Sapiens, quedando solo unos
pocos miles de individuos en el litoral de África; es lo que se conoce como
cuello de botella evolutivo. Todos nosotros descendemos de estos pocos
supervivientes, y por eso nuestra diversidad genética incluso hoy en día es mucho
menor que la de los chimpancés.
Hace 50.000 años se acelera el ritmo de las innovaciones: tenemos unas herramientas
y una Cultura más sofisticadas y la habilidad de transmitir conocimientos
complejos a la siguiente generación. Nuestra principal ventaja radica en la
capacidad de trabajar en equipo en grandes números, incluso con desconocidos (cosa
que pueden hacer por ejemplo las abejas pero no los chimpancés) y a la vez en
tareas complejas y flexibles (cosa que pueden hacer los chimpancés pero no las
abejas). También hay que recalcar que los hombres y mujeres de hace 50.000 años
eran supervivientes natos, con
cuerpos de atleta, mentes alertas y grandes conocimientos sobre su entorno, y
aunque actualmente sabemos mucho más en conjunto como especie, ellos eran
mejores que nosotros a nivel individual, e incluso tenían un poco más de
capacidad craneal.
Desde hace unos 130.000 años algunos grupos de Sapiens pasan a la península
arábiga y comienzan a expandirse fuera de África, como ya antes lo habían hecho
otras especies del género Homo (Erectus, por ejemplo), aunque la oleada más
importante se produce hace 70.000 años. Una de las posibles razones para estas
migraciones serían los cambios en el clima del Planeta… A esta teoría de que
todos nosotros procedemos del continente africano, la más aceptada actualmente
por los expertos, se la conoce como la hipótesis Out of Africa.
La cronología de las distintas fases migratorias se consigue gracias a la
datación de los fósiles y utensilios encontrados y al análisis del ADN tanto antiguo como actual
en los distintos puntos del Planeta (En relación con esto, otra prueba a favor
de la hipótesis Out of Africa radica en que la mayor diversidad genética humana
se encuentra actualmente en este continente).
Centrándonos en
la oleada más relevante, hace 70.000 años los Sapiens llegan al sudoeste y
después al sudeste de Asia, hace 50.000 años pasan a Australia y hace 40.000 años
llegan a Europa. Recordemos que más o menos en esta época pasamos a ser la
última especie humana sobre la faz de la Tierra, al extinguirse los
Neanderthales y Denisovanos precisamente en las zonas a las que habíamos
migrado… ¿Coincidencia? No lo creo.
Hace 30.000 años llegamos a Nueva Guinea y hace 25.000 a Siberia. Hace unos 15.000
años pasamos a Norteamérica, entrando por Alaska gracias a las masas de hielo
sólido que había por entonces en el estrecho de Bering. Desde allí nos
desplazamos hacia el sur; 12.000 años es la edad del cráneo humano más antiguo
encontrado en Sudamérica, más concretamente en Brasil. Con el paso del Tiempo hemos conseguido colonizar
todos los rincones de la Tierra y
sobrevivir en todos los climas, del más cálido al más frío; en la actualidad
más del 80% de la tierra firme del Planeta ha sido directamente afectada por
Sapiens.
Pero volvamos un poco atrás para hablar de otros aspectos… De entre hace 60.000
y 40.000 años son las pinturas más antiguas encontradas por ahora, dibujos de animales
en placas de piedra descubiertas en Namibia. Posteriormente aparece el primer
arte rupestre, realizado en las paredes de las cuevas; una de las muestras más
antiguas se encontró en las cuevas de Chauvet, al sur de Francia, hace un
cuarto de siglo, y data de hace 32.000 años.
Algunas de las pinturas que se solapan en una misma pared de estas cuevas difieren
hasta en 5.000 años en el Tiempo; resulta muy difícil para nosotros, en nuestro
mundo actual cambiante y acelerado, hacernos a la idea de ocupaciones de un
lugar tan prolongadas y periodos de Tiempo tan vastos en los que no había prácticamente
ningún cambio en el entorno ni en el estilo de vida…
Hace 40.000 años, y sin salir por ejemplo de Alemania, tenemos muestras de
instrumentos musicales (una flauta de marfil de tres agujeros y cinco notas) y del
primer arte escultórico figurativo
tanto humano (la figura tallada de una mujer, una Venus) como zoomorfo (una figura
hecha de marfil de mamut que representa a un ser mitad gato mitad hombre). Todo
hace pensar que por entonces los Sapiens ya tenían un pensamiento mítico,
complejo. Y a esto se añade la comunicación simbólica, el expresarnos a través
de nuestros objetos: collares, pendientes, tatuajes… Hace 30.000 ó 20.000 años
se produce la domesticación de los primeros lobos,
con individuos especialmente dóciles que se convertirían en los antepasados del
perro, y hace 15.000 años se domestica el cerdo a partir del jabalí. De hace 17.000
años son los recipientes de arcilla más antiguos conocidos, aunque las primeras
figuras hechas de este material tienen una edad de unos 25.000 años. Hace 14.000
años la población mundial de Sapiens ronda entre los 100.000 y los 300.000
individuos.
Ya desde hace 100.000 años se había ido produciendo, dependiendo del lugar
geográfico, una gradación en los tonos de piel de los distintos grupos de
Sapiens (inicialmente todos negros, recordemos); si el clima no varía mucho, se
tarda unos pocos miles de años
en ajustar el color de la piel a las características de un lugar determinado. Hace
30.000 años un cambio en la inclinación del eje de rotación terrestre genera
una bajada general de temperaturas, una era glacial, que
dura hasta hace 15.000 años. Un tercio de la Tierra queda cubierto por el hielo,
y los humanos de Europa y el norte de Asia tienen que adaptarse a vivir entre glaciares
así que, como ya no necesitan la protección de la melanina contra el Sol, se
van volviendo blancos y rubios poco a poco. Los primeros europeos de piel muy clara aparecen
hace unos 13.000 años.
Y a adaptarnos a estos cambios y sobrevivir nos ayuda no solo la genética sino
también nuestra propia inteligencia: nos confeccionamos ropa con pieles y
agujas de hueso para protegernos del frío.
Durante esta última glaciación había en Europa tigres dientes de sable, mamuts, rinocerontes lanudos, caballos, ciervos (y sus parientes gigantes, los
megaloceros), renos, bisontes, antílopes, leones, lobos, osos de las cavernas…
Hace entre 15.000 y 10.000 años se extinguen varias especies de megafauna de
entre las aquí citadas (Lo que me recuerda que he de hacer una aclaración para
los muy despistados: los dinosaurios se extinguieron hace 66 millones de años,
cuando nosotros no éramos más que un pequeño roedor,
y por tanto no pueden haber coexistido con los humanos…
Cierro paréntesis). Hace 12.000 años ya no hace tanto frío y la población
mundial de Sapiens es más o menos de un millón… Será entonces cuando se
producirá un descubrimiento extraordinario que hará que el progreso de la
Humanidad alcance un ritmo exponencial… pero de eso hablaremos la semana que
viene.
Seguimos en esta segunda entrega con la historia de la evolución humana…
Hace unos 2 Ma va surgiendo Homo Ergaster, más adaptado a caminatas largas; los
huesos de su cadera indican claramente que ya no suele trepar a los árboles. Presenta
un aparato digestivo más corto, y por tanto los recursos se destinan a formar un
cerebro y un cuerpo más grandes. Al ser más alto y esbelto que sus ancestros
está adaptado para disipar mejor el calor, y tiene menos pelo en la piel. Sus herramientas
son algo más sofisticadas. Ergaster es el eslabón que lleva desde Habilis a
Erectus.
Homo Erectus
(“Hombre Erguido”) es nuestro siguiente ancestro más probable, y el primer Homo
en salir de África. A él pertenece el cráneo de Homínido más antiguo fuera del
continente, encontrado en Georgia y de 1,8 Ma de antigüedad. Acabará ocupando casi
toda África y diversas zonas de Oriente Próximo, Europa y Asia; los restos más
antiguos encontrados en China tienen 1,7 Ma. Incluyendo a Ergaster, esta
especie caminó sobre la Tierra entre hace 1,9 Ma y 140.000 años; casi dos
millones de años, diez veces más que nosotros por ahora, lo que la convierte en
una superviviente nata. Hace 1,2 Ma los cambios en el clima y la vegetación
hacen que su piel se oscurezca con melanina para defenderse del exceso de rayos
ultravioleta, siendo como la de los actuales subsaharianos (en otras palabras:
que por entonces éramos todos negros).
Por centrarnos en un momento concreto, el Homo Erectus europeo de hace
500.000 años tenía 1,60 metros de altura y era robusto, ancho de caderas y
hombros, de frente retraída y cejas abultadas. Ya no tiene tanto pelo y ha
aprendido a sudar para regular su temperatura corporal cuando corre largas
distancias. Ha dejado de ser carroñero, caza en equipo y presenta algo más de
especialización en las tareas. Su lenguaje es algo más complejo, y el concepto
de familia ha adquirido más importancia para él: cuida de los ancianos y de los
débiles de su grupo (se han encontrado cráneos de aquella época cuyos dientes
cayeron mucho tiempo antes de la muerte, siendo por tanto individuos que necesitaron
ayuda para alimentarse). Por entonces se descubre el percutor blando de madera
o cuero, para crear herramientas con más precisión. Los utensilios tienen usos muy
específicos: raspadores, percutores, cuchillos, bifaces… Hace entre 1,8 y 1,5
Ma aparecen herramientas hechas de hueso. Las hachas de piedra de mano del
periodo entre hace 1,6 Ma y 250.000 años corresponden a la llamada tecnología
achelense, más sofisticada que la
olduvayense.
Pero una de las contribuciones más importantes de Erectus al desarrollo
humano será sin duda el control del fuego. Debe haber sido una experiencia muy
extraña para estos Homínidos primitivos encontrarse con un incendio forestal:
para ellos la llama es una especie de animal amarillo
que te muerde si acercas demasiado la mano, y es de suponer que la mayoría huyen
asustados… Pero unos pocos, los más curiosos y valientes del clan, hacen más
pruebas teniendo cuidado y descubren que puedes acorralar al animal amarillo en
la punta de una lanza, porque se mueve hacia arriba. Si acercas la mano pero no demasiado, se nota un
calorcito muy agradable. Y si le das de comer más madera, el animal amarillo crece
de tamaño… Igual que debió ocurrir con las
herramientas de piedra, es gracias a estos pioneros, estos curiosos, los primeros científicos e inventoresde la Prehistoria, que la Civilización actual existe tal y como la
conocemos.
Hace en torno a 1,5 Ma hay evidencias arqueológicas del uso de fuegos generados
de manera fortuita por relámpagos o incendios, tratando de conservarlos encendidos
todo lo posible y proteger las ascuas
a toda costa. Hace alrededor de 1 Ma los Erectus africanos son los primeros en crear fuego desde cero por fricción y utilizarlo
de forma sistemática (se han encontrado en el subsuelo huesos y plantas
quemados de esta época). Es difícil datar la transición de forma más precisa
porque los restos fósiles son escasos, al llevarse casi siempre el viento y el
agua las cenizas de las hogueras; todavía queda mucha investigación que hacer,
pero sabemos con seguridad que hace 500.000 años ya cocinamos regularmente y se
domina el fuego en múltiples rincones de Eurasia y África (Es curioso: muchas
veces los avances se producen de forma independiente y simultánea en distintas
zonas del Planeta, si bien tal vez a ritmos distintos).
Y ya que hablamos de cocinar… En todos estos lugares llega un momento en el
que un pedazo de carne se cae por primera vez en el fuego, quizá por un accidente afortunado, y hay un
miembro curioso del grupo que lo recupera y lo prueba, descubriendo que sabe,
se mastica y se digiere mejor. El fuego contribuye a romper las proteínas, es
como si cocinar la carne ayudase a empezar a digerirla aún fuera de nuestro
cuerpo. Con el uso de herramientas más afiladas y del fuego para la comida, las
muelas del juicio dejan de salirnos (aunque hoy en día hay bastantes Sapiens
que todavía las tienen)
y los músculos de la mandíbula se nos aflojan de nuevo, creciendo aún más el
cerebro hasta un tamaño de 1100 cm3. Esto nos viene muy bien, porque
hace 800.000 años las fluctuaciones en el clima empiezan a ser más
pronunciadas, y un cerebro grande nos ayuda a adaptarnos a los cambios rápidos para
sobrevivir. En definitiva, las ventajas del fuego
son innumerables: mata a los parásitos de la comida, nos quita el frío en las
noches de invierno, permite que nuestras jornadas sean más largas gracias a la
luz, mantiene alejados a los depredadores, sirve para cazar presas, nos permite
endurecer las puntas de las lanzas, favorece la socialización (y tal vez, más
adelante, incluso la narración de las primeras historias) alrededor de la
hoguera…
Del Homo Erectus descienden los Neanderthales en Europa, los
Pithecanthropus en Java y los Sapiens en África, pero cómo exactamente aún no
está muy claro… Hacia el final del periodo correspondiente a los hallazgos de
Erectus aparecen otras posibles especies cuyo encaje en nuestro árbol de
familia evolutivo aún presenta muchas incógnitas, como el Homo Heidelbergensis
o el Homo Antecessor. A menudo
la Naturaleza es complicada por mucho que te empeñes en simplificarla: el Árbol
de la Vida no solo se va ramificando a medida que pasa el Tiempo, sino que a
veces dos ramas separadas genéticamente se vuelven a encontrar geográficamente
y a recombinar, haciendo muy difícil describir todo lo que ha pasado tan solo a
partir de un puñado de hallazgos aleatorios realizados aquí y allá…
En el yacimiento arqueológico de Atapuerca,
cerca de Burgos, han trabajado los mejores paleoantropólogos españoles y se han encontrado en los últimos
cuarenta años algunos de los restos humanos más antiguos de Europa. Los de la
Sima del Elefante, de una especie aún por determinar, tienen una edad de 1,2 Ma;
y en la Gran Dolina los había de Homo Antecessor, de hace 800.000 años, que en
ocasiones practicaba el canibalismo.
Está además la Sima de los Huesos, con restos posiblemente de Homo
Heidelbergensis, aunque no está del todo claro (este es el ADN más antiguo que
se ha conseguido analizar nunca, de hace 430.000 años).
Por último, se han encontrado también restos de Neanderthal y Homo Sapiens, y
todo esto en una zona relativamente pequeña.
Según ciertas teorías los Heidelbergensis (entre hace 700.000 y 200.000
años) fueron los primeros en llegar a las latitudes más frías de Europa,
construyendo cabañas rudimentarias (en Francia se han encontrado estructuras
hechas con postes de madera de 400.000 años de edad) y cazando mamuts en equipo con lanzas arrojadizas (en
Inglaterra se ha encontrado un omoplato de caballo de 500.000 años con un
agujero perfectamente circular). En Europa podrían ser el eslabón entre Erectus
y Neanderthal, aunque también podría serlo el Antecessor; y en África podrían
haber derivado en los Sapiens, es decir, en nosotros, aunque hay
descubrimientos de Atapuerca de 2016 que apuntan de nuevo al Antecessor… Como
digo, esta parte de nuestra Prehistoria está ahora mismo algo confusa, a falta de nuevos hallazgos
y estudios.
Hace medio millón de años llega un periodo de glaciaciones y en Europa los
Erectus están geográficamente aislados, ya sea por los glaciares o por la
subida del nivel de las aguas en las épocas menos frías: para adaptarse a las
bajas temperaturas de las tundras y las estepas evolucionan poco a poco a
Neanderthales.
Esta especie habitó en Europa y el sudoeste y centro de Asia, y su cronología
va desde hace 400.000 años hasta hace 40.000 años, aunque según algunos estudiosos
los últimos Neanderthales podrían haber vivido en Gibraltar
hace 30.000 o incluso 25.000 años. No son nuestros ancestros, sino nuestros primos
evolutivamente hablando: Sapiens no desciende de ellos. Muy robustos y fuertes,
presentan una osamenta maciza y unas paredes del cráneo gruesas, la frente
hacia atrás, la nariz grande y los pómulos prominentes. De 1,65 metros, con cuerpos
anchos y miembros cortos para adaptarse al frío, tienen la piel más clara que
Erectus y usan por primera vez pieles de otros animales para abrigarse.
Como decíamos de los Heidelbergensis, Neanderthal caza presas grandes y
pone trampas. Conoce el pedernal (piritas para producir chispas) y la yesca
(que prende muy bien) para encender fuego,
y usa plantas medicinales. El desarrollo craneal llega hasta los 1500 cm3,
similar al de Sapiens, aunque la forma de la cabeza es achatada en vez de
redondeada como la nuestra. En el clan no hay división del trabajo por sexos,
los niños trabajan desde muy jóvenes y la esperanza de vida es de unos cuarenta
años. Al poseer la misma variante del gen del habla que nosotros, podrían ser
los primeros en haber tenido un lenguaje elaborado, pero no sabemos cómo de
complejo era porque las partes blandas, como la laringe, no se conservan en los
fósiles… Aunque los expertos no se ponen de acuerdo,
algunos les atribuyen pensamiento simbólico, realización de pinturas rupestres,
uso de adornos y el tener creencias religiosas, ayudando a sus muertos a “pasar
al Otro Mundo”. Los Sapiens convivimos con ellos en Europa durante un tiempo e
incluso tuvimos descendencia en algunos casos.
Más o menos de esta misma época son los Denisovanos, otros primos
evolutivos nuestros de Asia. El primer descubrimiento se realizó en 2010 en las
cuevas de Denísova en Siberia, y consistía en una pequeña falange, de la que
sin embargo se sacó bastante información mediante un análisis de ADN. Posteriormente
hubo otros hallazgos en Siberia y en el Tibet, pero siguen siendo muy pocas
muestras, y de pequeño tamaño. Los Denisovanos habitaron el sudeste de Asia,
llegando hasta Nueva Guinea. Sabemos por el ADN que la rama común de
Neanderthales y Denisovanos se separó de la nuestra hace unos 600.000 años, y
estos últimos existieron hasta hace 40.000 años o tal vez menos. La especie no
tiene aún nombre oficial porque todavía se está estudiando y porque falta un
especimen completo. También tuvieron relación con Sapiens, porque los asiáticos
actuales presentan genes en común con ellos.
El último de nuestros primos evolutivos del que hablaremos hoy, y quizá el
más sorprendente, es el Homo Floresiensis.
Encontrado en la zona de Indonesia, su pequeña estatura, de un metro diez y 25
kilos, y sus grandes pies, junto con la coincidencia de que el hallazgo se
realizara en 2003, en plena efervescencia de las películas de Peter Jackson,
hicieron que los arqueólogos le pusieran el sobrenombre de “Hobbit”.
Tenía poca capacidad craneal, unos 400 cm3, pero utilizaba
herramientas, cazaba y controlaba el fuego. Tal vez se hizo pequeño después de
llegar a la isla de Flores, igual que los elefantes en ese mismo entorno,
debido a la escasez de alimentos. Exisitió entre hace 100.000 años (aunque las
herramientas encontradas en la zona son algo más antiguas) y 50.000 años. Su
desaparición coincidió más o menos con la llegada de Sapiens a esa parte del
Mundo.
Al Homo Sapiens se le llamó en Europa Hombre de Cromagnon, refiriéndose
sobre todo a los habitantes de las cuevas
con pinturas rupestres, pero este es un término actualmente en desuso. El
nacimiento de los humanos modernos, más evolucionados, se remonta unos 200.000 años atrás, así que cuando
aparecimos había en el Mundo otras tres o cuatro especies humanas que, igual
que nosotros, vivían en grupos de cazadores-recolectores, con fuego,
herramientas de madera y piedra, enterramiento a los muertos y una Cultura y
lenguaje rudimentarios. Puede que alguno de estos grupos no se cruzara en la
vida con seres de otra especie, mientras que otros sí tendrían contacto e
incluso una convivencia continuada… Más o menos lo que ocurre con las distintas
especies ficticias que habitan la Tierra Media de John Ronald Tolkien, aunque con un nivel de desarrollo algo más primitivo.
Otras especies de Homínidos salieron de África antes que nosotros y se
adaptaron durante decenas o cientos de miles de años al clima frío de Eurasia. Posteriormente
hubo sexo entre especies y cierta mezcla genética, gracias a la cual los
Sapiens adquirimos algunas de estas adaptaciones beneficiosas
de los Denisovanos y los Neanderthales (Además de los análisis de ADN de los
restos encontrados y su comparación con el ADN actual, otra prueba de que hubo
mezclas es el hallazgo de cráneos de Sapiens con los pómulos propios de los
Neanderthales). Resulta extraño pensar que somos los únicos humanos sobre la
Tierra desde hace solo treinta o cuarenta mil años, un suspiro en términos
evolutivos… No sabemos si los Neanderthales, Denisovanos y Floresiensis
desaparecieron por competencia directa con los Sapiens, por cambios climáticos
o por una combinación de ambos factores, pero sabemos que al menos una parte de
ellos sigue viva en nuestros genes… ¿Y cómo pudimos nosotros sobrevivir a las
adversidades y ellos no? La próxima semana continuaremos narrando la odisea de la especie y responderemos a esa
pregunta.
Hace casi siglo y medio, doce años después de El Origen de las Especies,
Charles Darwin publicó su libro El Origen del Hombre,
en el que exponía la polémica teoría de que no somos seres especiales en la
Naturaleza sino simplemente una versión modificada del mono… Hoy en día es de
sobra conocido que las muy ocasionales mutaciones accidentales del ADN que
resultan beneficiosas para un individuo concreto hacen que este tenga más
descendencia, transmitiendo la correspondiente mutación, hasta que ese rasgo es
prácticamente general para todos los individuos del entorno al cabo de muchas
generaciones; de ese modo se produce la lenta evolución de las especies. La
especiación se suele dar con grupos de individuos del mismo tipo que quedan
separados geográficamente y sometidos a distintas condiciones climatológicas, o
en general del entorno, pudiendo resultar al cabo de muchos miles de años dos
especies diferenciadas.
Ya relatamos en su día en La Belleza y el Tiempo la secuencia de
acontecimientos más importantes desde la formación del Universo
hasta la aparición de la primera Vida en la Tierra, y posteriormente explicamos
la evolución y diversificación de las formas de Vida terrestres,
pero estaba pendiente todavía hablar del tercer gran hito de nuestra Gran
Historia después del Universo y la Vida: el Cerebro humano y las habilidades únicas
que nos han permitido adaptarnos a muy distintos hábitats, expandirnos por todo
el Planeta y llegar a ser casi ocho mil millones.
Por tanto, durante las próximas semanas hablaré de la Prehistoria y de la
evolución de los Homínidos (u Homíninos; la verdad es que no tengo muy clara la
nomenclatura científica correcta de cada rama y subrama, y además esta difiere
según autores) desde nuestro ancestro común con el chimpancé, hace unos 6 ó 7 millones
de años (Ma), pasando por la aparición y expansión geográfica del Homo Sapiens,
y hasta el inicio de la Historia,
con la Escritura cuneiforme en Mesopotamia (Oriente Medio) hace unos seis mil
años. Ya hemos hablado brevemente de la Prehistoria en alguna otra entrada del blog,
y vimos también un resumen cuando hicimos una cronología logarítmica de la Gran Historia,
pero mi objetivo a partir de hoy es confeccionar una cronología mucho más detallada
de toda esta etapa.
Durante el S.XIX se hicieron varios descubrimientos de huesos fosilizados
de humanos primitivos en Europa, pero no fue hasta mediados del S.XX que los paleoantropólogos aceptaron la gran importancia de África en cuanto a
evolución del Hombre se refiere. Todavía hoy quedan muchos misterios por
resolver en lo que respecta a los eslabones perdidos entre nuestro antepasado
común con los chimpancés y el Hombre actual, así que algunas de las
afirmaciones que haré aquí no están confirmadas al 100% (intentaré indicarlo
siempre que pueda), y las fechas que aporte también pueden variar un poco según
la fuente porque en primer lugar se siguen realizando continuamente descubrimientos
que pueden modificar las teorías aceptadas (o incluso dar lugar a controversias),
y en segundo lugar los procesos evolutivos son muy lentos y los cambios muy
graduales (las distintas especies que llevan hacia nosotros no son compartimentos
estancos que digievolucionen de la noche al día),
con lo que es difícil trazar una frontera bien delimitada entre una etapa y la
siguiente. Si este conjunto de procesos era ya difícil de describir, algunos de
los últimos descubrimientos han complicado la situación en vez de
simplificarla; es como tratar de resolver un puzzle de cien mil piezas del que
nos faltan la mitad.
Antes de empezar con la cronología propiamente dicha, me parece interesante
dar algunos detalles sobre los diversos métodos de datación
que permiten respaldar con datos las teorías de las que vamos a hablar. Tenemos
por ejemplo la datación mediante elementos radioactivos como el Argón (para los
Homínidos más antiguos), el Uranio o el Carbono-14 (para fechas más recientes,
de decenas de miles de años, relativas al Homo Sapiens). También están la termoluminiscencia
o la resonancia electrónica, para rocas o dientes. Y el paleomagnetismo, que
asigna a cada estrato del suelo una edad concreta de acuerdo con la orientación
magnética de las partículas que hay en él. Otros estratos pueden ser datados y
usados como referencia gracias a propiedades específicas como la composición,
color, presencia de material volcánico, etc.
La biocronología permite datar huesos o rocas desenterrados de un
determinado estrato (las partes blandas no suelen conservarse) comparándolos
con otros restos animales presentes en el mismo estrato y que ya hayan sido
datados de forma fiable por otros métodos. Y por último la genética
está arrojando también mucha luz sobre el tema en estos últimos años; no hacen
falta muchos restos óseos, basta con una pequeña falange que contenga ADN en un
estado mínimamente aceptable para averiguar muchos datos. Esta última condición
no siempre se da, así que también se puede comparar el ADN de dos especies
actuales (por ejemplo humanos y chimpancés) y deducir, conociendo cuál es la
tasa de mutaciones genéticas, cuándo empezaron a separarse a partir de su
ancestro común; es lo que se conoce como el método del reloj molecular.
Precisamente el ADN nos dice que nuestra rama del Árbol de la Vida
se separó de la del chimpancé común y el bonobo hace unos 7 Ma en los bosques
tropicales de África (Anteriormente ya nos habíamos separado de los gorilas
hace 10 Ma y de los orangutanes hace 13 Ma). Los cambios evolutivos suelen ir
ligados a procesos geológicos, y este caso no es una excepción. Hace 10 Ma (unas
500.000 generaciones) la elevación de la falla del Rift
al este de África separa a los primates del bosque de los de la sabana, que
tienen peores condiciones de vida, ya que las montañas no dejan pasar las
lluvias y por tanto hay menos árboles. Al cabo del tiempo estos primates de la
sabana necesitan bajar a menudo de los árboles para alimentarse, y para poder
ver sobre las hierbas altas se yerguen sobre dos patas, aprendiendo a avanzar
de pie distancias cada vez más largas; con el bipedismo aparecen los primeros
homínidos. Como ya hemos dicho, todos estos cambios se producen muy lentamente,
los primates tardan miles de años y muchas generaciones en adaptarse a la nueva
postura.
Uno de estos primeros homínidos es el Sahelanthropus,
del cual se han descubierto restos en el Chad de 6 Ma de antigüedad. Aparte de
las primeras muestras de bipedismo en los huesos de la cadera se aprecia que
los caninos son más pequeños, lo que nos diferencia de los chimpancés. También
de esta época datan los restos de la especie conocida como Orrorin.
De hace 4,4 Ma es el Ardipithecus Ramidus,
de Etiopía, posiblemente nuestro ancestro directo por entonces: presenta una
mezcla de características, está adaptado a los dos tipos de entornos. Por una
parte la pelvis va cambiando de forma hacia la correspondiente a un bípedo, pero
por otra los dedos gordos de los pies están muy separados de los otros, como en
los demás primates, para agarrarse a las ramas de los árboles y trepar mejor
(seguramente andaba apoyándose en la parte externa de los pies). Ardipithecus
(que significa “Mono del Suelo”) come frutos, plantas e insectos, tiene un cerebro
pequeño, de 350 cm3, y su esperanza de vida es de 20 años.
Nuestro siguiente ancestro, el siguiente eslabón de la cadena, es muy
probablemente el Australopithecus (“Mono del Sur”), del cual aparecerán distintas
subespecies a lo largo del Tiempo. Ocupaban varias zonas de África: Etiopía,
Kenia, Tanzania… La más famosa es una Australopithecus Afarensis
bautizada como Lucy, de un metro de altura, cuyos restos de 3,2 Ma fueron desenterrados
en Etiopía. En Kenia se encontraron las huellas
de tres individuos fosilizadas en una capa de ceniza volcánica de la época y
enterradas por otros sedimentos, prueba clara de bipedismo. De acuerdo con los
hallazgos realizados, los Afarensis existieron al menos entre hace 4 y 3 Ma. De
otras variantes de Australopithecus, incluyendo a nuestro tío abuelo evolutivo el
Paranthropus
(con su característica cresta ósea en el cráneo para la inserción de los
potentes músculos de la mandíbula), se han encontrado restos de hasta hace 2 Ma.
La principal novedad del Australopithecus es la forma de la pelvis, ya
típica de un bípedo: es cóncava para servir de anclaje a la musculatura necesaria
para guardar equilibrio a dos patas. La parte superior de la tibia es más gruesa,
con unas rodillas resistentes para poder aguantar el peso en una sola pierna
cada vez. Sus pies ya no están hechos para trepar, aunque todavía no puede correr demasiado rápido. El
cambio gradual en la estructura de la pelvis, junto con el posterior crecimiento
en el tamaño de la cabeza del bebé, harán que las hembras de Sapiens actuales sufran
más dolor y necesiten más ayuda durante el parto, al salir el niño mirando hacia el otro lado
y no hacia la cara de la madre, lo que por ejemplo en chimpancés le facilita a
esta el sacarlo y limpiarle las vías respiratorias. Los molares del Australopithecus
siguen siendo grandes y sus mandíbulas potentes, para poder masticar alimentos duros
como ramas, granos y semillas. Por otro lado no es más inteligente que un
chimpancé, con un cerebro de 500 cm3: no usa herramientas y no tiene
conciencia de la muerte de sus semejantes, simplemente se olvida al cabo de
poco tiempo.
Hace 3 Ma hay en África una época de gran sequía que modifica nuestro
aparato respiratorio, y de esta mejora en la capacidad para respirar se deriva
también el potencial para desarrollar un lenguaje más articulado. Homo Habilis (“Hombre
Hábil”), muy probablemente nuestro ancestro y primero del género Homo,
habita en África del este y del sur entre hace 2,4 y 1,4 Ma (Un descubrimiento
importante de restos óseos se produjo a principios de los años 60 en la Garganta
de Olduvai, en Tanzania). Todavía peludo y algo más alto que Australopithecus,
por aquel entonces aún no era cazador, sino presa. Gracias a que tiene las
manos libres por caminar erguido, Habilis puede hacer uso de las primeras herramientas de piedra tallada,
golpeando para fabricarlas una con otra y desprendiendo lascas.
Poco a poco (los primeros hallazgos son de hace unos 3 Ma, solo algo anteriores
a los restos más antiguos de Habilis) empieza a usar estas herramientas para
partir los huesos de un animal muerto y comerse el tuétano cuando los demás
carroñeros han terminado con él, o para separar en otros casos la carne del
hueso (se han encontrado huesos de cebra de la época con marcas de filos de
piedra). De hecho, Habilis presenciará la desaparición de
los Australopithecus, menos omnívoros y oportunistas que él.
Nuestra dieta más variada, con fuentes de energía de origen animal, más
concentradas y fáciles de asimilar, hace que nuestro sistema digestivo no necesite ser tan largo,
utilizándose por entonces esos recursos biológicos ahorrados para agrandar poco
a poco el cerebro, a medida que se van aflojando los músculos de la mandíbula,
insertados en el cráneo, con los que machacábamos los alimentos más duros de
origen vegetal. Habilis tiene un cerebro un 50% más grande que Australopithecus,
y por tanto ideas más elaboradas. Hace uso de un lenguaje aún muy primitivo y
sencillo, y forma clanes. También son de esta época los primeros campamentos
rudimentarios, lugares de reunión a los que llevar la comida y las
herramientas.
El hecho de usar utensilios de piedra y la transmisión del Conocimiento
sobre su fabricación suponen una primera forma primitiva de Cultura, lo que
constituye un salto cualitativo
en la evolución de la especie. En oposición al genotipo de un individuo, es
decir, el conjunto de sus genes, se define su fenotipo
como todo el conjunto de características observables en él, algunas heredadas
genéticamente y otras adquiridas por la interacción con el entorno (anatomía,
fisiología, conducta)… Pues bien: con la aparición de las herramientas
ampliamos nuestro fenotipo, pasamos a tener lo que se llama un fenotipo
extendido, ya que su uso y fabricación nos vienen transmitidos no por los genes
sino por la Cultura; de ese modo ampliamos nuestra gama de recursos para luchar
contra las adversidades. Con este cambio de hábitos alimentarios conseguimos salirnos
de nuestro nicho ecológico habitual, y esta diversificación garantiza nuestra
supervivencia como especie.
Aunque aún tienen que pasar muchas cosas para que estos seres primitivos se conviertan en Hombres modernos, lo dejamos aquí por ahora. Como aperitivo de
la siguiente entrega, os voy adelantando que los descendientes del Habilis
saldrán no solo de la selva o de su nicho ecológico, sino de la propia África…
La semana que viene hablaremos, entre otras cosas, del Homo Erectus y de
nuestros primos a nivel evolutivo, los Neanderthales, Denisovanos y
Floresiensis, y nos quedaremos a las puertas de explicar la aparición de Sapiens.