Como os
prometí, aquí tenéis el resto de mis fotos tomadas en Atenas hace un par de
veranos (reseñas turísticas
incluidas), junto con una breve explicación de las impresiones
que me causó la visita. Mi hotel estaba en la calle Mitropoleos, muy céntrico
como de costumbre,
a mitad de camino entre la plaza de la Catedral ortodoxa y la plaza Syntagma… El
espacio de la ducha era minúsculo incluso para mí que soy delgado, pero por lo
demás la habitación era cómoda y tranquila. Siendo agosto ya supuse que haría bastante calor, así que había
planeado mis visitas para ver los monumentos al descubierto (las Ágoras,
Keramikós…) a primera hora de la mañana, y los museos y lugares cerrados a
mediodía. También me resultó de gran ayuda para moverme por el eje este-oeste
del centro el mercadillo de Monastiraki, en el que los toldos y pulverizadores y los aires acondicionados
que rebosaban del interior de las tiendas a las estrechas callejuelas te
aliviaban de las altas temperaturas. La zona turística era más o menos del
mismo tamaño que la de Roma
y en principio, sobre el papel, accesible a pie, pero a la hora de la verdad
había muchas cuestas y colinas, con lo que después de más de doce horas andando
cada día acababa agotado, con verdadero dolor en las piernas por la noche… Entre
el cansancio y el calor, llegar al hotel y darse una ducha fresca al final de
la jornada era gloria bendita.
Atenas me pareció
una ciudad de grandes contrastes, con una zona turística muy cuidada y áreas
con mucho encanto como Plaka y Anafiotika, y luego barrios menos céntricos como Omonia o
Metaxourgeio, bastante sucios, con malos olores, y con gente sin hogar y
drogadictos sentados por las aceras. En la zona de Exarchia, un barrio autogestionado
lleno de activistas de izquierdas sentados en los portales y en los bares,
había que ir también con un poco de cuidado, sobre todo con las fotos, para no
dar lugar a equívocos por el tema de las identificaciones por parte de la
policía secreta. En los límites del barrio había un par de autobuses blindados
enormes de la policía, llenos de agentes super-mazados, listos para actuar si surgía algún problema… Yo tuve la suerte
de no coincidir con ninguna manifestación estando allí, pero parece ser que en
Atenas, cuando se monta, se monta gorda de verdad.
La zona más
bonita también tenía sus pegas, en concreto las aglomeraciones de gente. Para
ver la Acrópolis con tranquilidad
y sin todos los turistas de los cruceros el truco era llegar a primera hora de
la mañana, a eso de las ocho. Alguna amiga me ha elogiado por WhatsApp, después
de ver la primera entrega, mi gran habilidad para “borrar” a los turistas del
encuadre… Por cierto: altamente recomendable el Museo de la Acrópolis,
construido a propósito a los pies de la colina para que el British Museum les devuelva los mármoles del Partenón,
expoliados sin reparos por Lord Elgin hace un par de siglos.
Es verdad que
hasta ahora he nombrado algunas cosas malas, pero la Belleza de la zona más céntrica
compensa con creces el tener que aguantar el calor, o evitar a los drogadictos y
los cruceristas. Además de los fabulosos monumentos y jardines o de las calles
con encanto de Plaka recuerdo por ejemplo las preciosas puestas de Sol
desde el Areópago o desde el monumento a Filopapos, amenizadas por el sonido de
los tambores tocados al ritmo por una docena de músicos espontáneos, en el
Paseo Histórico entre las dos colinas… Nombrar el Sol me recuerda también la
impresión que me causó, al sobrevolar la extensísima ciudad, la miríada de paneles
solares instalados en los tejados de las casas, reflejando la luz del mediodía
como las estrellas de la Vía Láctea…
Por las calles
se ven colgadas muchas banderas nacionales, y bastante gente lleva prendas a
rayas blancas y azules. Hay un alto porcentaje de griegos religiosos, que se
santiguan al pasar por delante de las iglesias. Muchos oriundos de la ciudad suelen
llevar entre los dedos una especie de rosarios grandes
que voltean una y otra vez, con una finalidad que aun hoy se me escapa…
Hay muchos gatos en las calles, y
en general muchos animales: palomas, periquitos y hasta tortugas de tierra sueltas
por el césped del Ágora o por Keramikós. En algunas zonas menos céntricas los
nombres de las calles están solo en alfabeto griego, lo que hace bastante
difícil orientarse (sobre todo por las vocales, que al menos para mí son más
difíciles de identificar). Y en varios puntos encontré mucho y muy buen arte
urbano, aunque hablaré de él y os enseñaré fotos más adelante.
Relacionando este
viaje más directamente con el tema del Pensamiento Científico y Racional (espero
poder empezar con él la semana que viene), he de reconocer que sentí una
emoción especial en el Museo Arqueológico Nacional, contemplando a una distancia de apenas unos centímetros los
fragmentos originales del Mecanismo de Antikitera,
una sofisticadísima calculadora astronómica de hace nada menos que 2100 años…
Y también sentí un cosquilleo en el estómago recorriendo el Liceo de Aristóteles:
actualmente no queda mucho de él, apenas se entrevén los cimientos de algunos
muros y las trazas de la palestra donde los jóvenes practicaban la lucha, pero
usando un poco la imaginación es emocionante pensar que hace veintitrés siglos
y medio Aristóteles se paseaba discutiendo con sus discípulos exactamente por
ese mismo sitio… Es una lástima que seguramente este verano, con el tema de la
Pandemia, no pueda realizar ningún viaje como es debido; me consuela saber que
muy probablemente el año que viene (y gracias a la Ciencia y a las vacunas) sí podré hacerlo de
nuevo.
2 comentarios:
Muy bonitas las fotos. Este año viajaremos con la imaginación, la creatividad y el medio ambiente se alegraran. El viaje al interior de nosotros mismos, es un viaje que no siempre se hace, y aunque no se puedan traer fotos, es muy interesante también.
Eso que has dicho es muy bonito, Hope... No suelo quedarme sin palabras, pero tú lo has conseguido esta vez. 😀
¡Un abrazo muy fuerte!
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