martes, 5 de septiembre de 2017

Amor a Segunda Vista (IV)


Uno de los personajes de la fantástica Pesadilla antes de Navidad era el Doctor Finkelstein, el científico loco de la silla de ruedas que creaba a Sally, la muñeca de trapo de tamaño natural, con fines que no quedan del todo claros en la película… Ante la rebeldía de su criatura y la imposibilidad de mantenerla encerrada y apartada del mundo exterior, el científico tira la toalla con ella y se fabrica al final de la historia otra compañera, una mujer similar a él en aspecto, a la que le trasplanta la mitad de su cerebro… Esto me lleva a intentar responder una de las preguntas que nos quedaban pendientes de hace dos semanas: la de si lo que busco realmente es una persona con una mente igual a la mía pero con cuerpo de mujer. Para algunas cosas es bueno que tu pareja se parezca a ti, pero en otras es preferible que sea algo distinta para que podáis complementaros el uno al otro; de este modo cada uno se puede especializar en las tareas que se le dan mejor y hacerlas por el otro, habiendo una negociación previa para que este intercambio sea equilibrado y justo, además de eficiente.




¿En qué rasgos me gustaría que mi pareja fuese distinta a mí? Por ejemplo, no me importaría que fuese más inteligente que yo, siempre y cuando fuese además buena persona y no me restregase por la cara su superioridad intelectual; de ese modo me serviría como estímulo y me ayudaría a entender los conceptos y detectar los patrones más difíciles para mí. Y desde luego me gustaría que tuviera mejor memoria que yo para los detalles, cosa que no es muy difícil teniendo en cuenta lo despistado que soy. Se me ocurren un par de detalles más que ya comenté de pasada en la primera entrega de esta entrada: por una parte, hay muchas cosas que aprender y sobre las que reflexionar en la Vida, y muy poco tiempo para ello, de forma que si nuestros cuerpos de Conocimiento no se solapasen del todo podríamos ayudarnos mutuamente a crecer desde el punto de vista intelectual. Y estaría bien que ocurriese algo parecido con nuestro bagaje literario, cinematográfico o musical, para poder descubrirnos el uno al otro pequeñas joyitas de las que no estábamos al tanto; a través de sus ojos y sus oídos podría revisitar estas obras como si fuera la primera vez, con una mirada fresca.

Más cosas… Se puede decir que conservo la ilusión de la juventud, pero la mía es algo selectiva. Me explico: cuantas más cosas aprendo, más me gusta este Mundo en que vivimos pero menos un porcentaje importante de la gente que lo habita, que no sabe apreciar su Belleza y dedica todo su tiempo y esfuerzo a chorradas… Me gustaría que mi compañera tuviese algo más de esperanza que yo en cuanto al futuro de nuestra Sociedad, para que me contagiase parte de su optimismo… pero no contándome bonitas mentiras, sino argumentando sus ideas de manera razonada. No me importaría que fuese un poco más aficionada al ejercicio físico que yo (recalco: solo un poco); hacerlo en pareja me resultaría más entretenido, y además estar en plena forma para el sexo sería una buena motivación para de paso mantenerme más sano y tonificado. En resumen, estaría bien cualquier ligera diferencia que me animase a mejorar yo mismo, bien en lo físico o en lo intelectual.




Antes hablábamos del cerebro del Doctor Finkelstein, lo cual me permite enlazar con otro de los detalles en los que he reparado escribiendo la entrada. La primera entrega estaba más ligada con lo intelectual, lógico y analítico; la segunda, con lo creativo, intuitivo y emocional; y la tercera, con lo social, físico y fisiológico. La conclusión es, por lo tanto, que me encantaría encontrar una mujer que me cautive en mente, alma y cuerpo, es decir, que conecte conmigo intelectualmente, emocionalmente y físicamente. Aunque en los últimos años se ha puesto seriamente en duda que esta división de tareas sea tan clara, siempre se ha relacionado el hemisferio cerebral izquierdo con nuestra parte racional y el derecho con la creativa, mientras que la parte interna, la más primitiva, heredada de nuestros ancestros los reptiles y protomamíferos, tiene más que ver con las pulsiones, los instintos y la reproducción… Lo que nos permite reformular la conclusión anterior en términos neurofisiológicos: lo que quiero es encontrar una mujer que estimule todas las partes de mi cerebro.




¿Todas por igual? Recordemos que la lista de las características más importantes a la que llegamos hace una semana era: buena, inteligente, compatible, estable y divertida (en cuanto a la mente), añadiendo las de guapa y sana (en cuanto al cuerpo). Para simplificar, supongamos que estos dos últimos rasgos ocupan los puestos 6 y 7 por orden de importancia, aunque alguno de ellos, o ambos, podrían pasar por delante del de divertida. ¿Cuál sería una posible manera de usar este sistema para decidir si una mujer me conviene o no, o incluso para comparar a dos conocidas y saber cuál me conviene más? En primer lugar, hay que dejar claro que la respuesta en cada una de estas siete categorías no es binaria, no es un Sí o un No, sino que hay distintos grados; podríamos asignar a cada una un número entre 0 y 10, por ejemplo.

Para calcular la valoración total de esa persona (vuelvo a recalcar que esto serviría también para hombres) multiplicaríamos cada valoración individual por un factor corrector (o factor de peso) que sería siempre más alto para los primeros rasgos de la lista y algo más bajo para los últimos; y después sumaríamos los siete números resultantes. Tenemos así descrita a esa persona con un solo número, pero ojo, en este caso no se trata de algo ofensivo y denigrante porque no se limita exclusivamente al aspecto físico, sino que intenta tener en cuenta todas sus cualidades… Tampoco podemos decir que vaya a ser una fórmula infalible, porque la forma de ser de una persona es difícil de describir científicamente, y en cada caso particular pueden surgir detalles subjetivos que nos hagan modificar nuestros factores de peso hasta el punto de cambiar el orden de las siete características; pero supongo que esta burda aproximación será mejor que nada.




Sigamos hablando de las relaciones que hay entre la Belleza interior y la apariencia física. Ya comentamos en una ocasión que es alucinante la gran cantidad de mujeres atractivas a las que te gustaría conocer mejor cuando las ves por la calle y sin embargo el bajísimo porcentaje de ellas con las que te gustaría convivir una vez las has conocido bien. Es como si la mayoría de las guapas se hubieran acostumbrado a que todos les hagan caso y se hubieran vuelto unas engreídas, o como si hubieran empleado todo su tiempo en estar atractivas en lugar de aprender cosas de más provecho y hacerse más inteligentes. Haciendo un símil laboral, muchas pasan la primera criba pero después de todas las pruebas y entrevistas de trabajo parece que no haya casi ninguna apropiada para el puesto… ¡Es tan fácil tener buena pinta por fuera (sobre todo cuando eres joven) y sin embargo tan difícil ser íntegra, compatible e interesante por dentro! Y las guapas que además lo son, como dije la semana pasada, ya están todas emparejadas.

Decía Henrik Ibsen, dramaturgo y poeta noruego, que la Belleza es el acuerdo entre continente y contenido. ¿Quiere esto decir que las únicas mujeres con auténtica Belleza son las que combinan buenas cualidades interiores con un gran atractivo físico? En mi opinión, esas desde luego tienen Belleza con mayúscula, pero no son las únicas; desarrollemos esta idea. Con las chicas menos despampanantes ocurre, no siempre pero sí más a menudo, que cuando llegas a conocerlas mejor descubres que son menos superficiales, menos presumidas y menos centradas en ellas mismas. También comentamos una vez en el blog que hay mujeres que a primera vista resultan del montón pero te van pareciendo físicamente más guapas a medida que las vas conociendo y descubres otros detalles que te gustan de ellas. La percepción subjetiva que se tiene del aspecto físico de una persona depende en gran medida de las cualidades no visibles de la misma; es decir, la Belleza interior modifica el atractivo exterior percibido. De hecho, a muchas de mis amigas las saludo llamándolas Guapa no solo porque sean atractivas, que bastantes de ellas lo son, sino porque además son Guapas por dentro, porque tienen cualidades interiores que aumentan su Belleza: de ahí la mayúscula de Guapa, que utilizo a menudo al empezar o acabar un e-mail o un SMS (podéis ir a los mensajes antiguos de vuestros buzones y comprobarlo, chicas).




¿Cómo se puede maximizar esta influencia de la Belleza interior en la apariencia externa, cómo lograr que tu cara sea el espejo de tu alma si no eres especialmente guapa? La clave está en saber aceptarte como eres y no sentirte insegura por tu aspecto, en entender precisamente que tu verdadero atractivo está por dentro, que radica en tu manera de ser, de pensar, de hablar y de actuar. Una mujer buena e inteligente por dentro pero cuya expresión facial y corporal indiquen que está acomplejada por su aspecto tendrá una Belleza interior que tal vez solo unos pocos empiecen a detectar al cabo de un tiempo… Una mujer buena e inteligente que por fuera se sienta tranquila y orgullosa de serlo dejará traslucir su Belleza interior de manera mucho más patente, aunque su cara o su cuerpo no sean los de una modelo. La clave está en no obsesionarte tratando de aparentar lo que no eres, en aceptarte a ti misma y mostrar abiertamente tu atractivo interior; en no preocuparte de lo que piense la gente superficial que te cruces por la calle, sino de lo que pienses tú misma y los amigos que te conocen bien y te valoran tal y como eres… Bajo esta perspectiva, la máxima de Henrik Ibsen se podría reinterpretar diciendo que las mujeres que son hermosas por dentro y que además lo exteriorizan por fuera, con la expresión de su cara y la seguridad de sus movimientos (la famosa energía firme y tranquila) también son un ejemplo de compatibilidad entre continente y contenido, entre forma y fondo, y por tanto también poseen verdadera Belleza.

Mientras lo externo puede decaer o desaparecer con el Tiempo, la Belleza interior puede mantenerse, con suerte, durante toda la Vida, siendo la clave para una relación bonita, fructífera y duradera. Por eso, a la hora de decidir con quién compartiría el resto de mi Vida, prefiero las personas interesantes a largo plazo y no solo en el primer vistazo… Y de igual forma espero que funcione en el sentido inverso: me gustaría que la mujer que me escogiese como compañero lo hiciera pensando en mi software y no en mi hardware (cosa por otra parte relativamente lógica en mi caso, al menos mientras no haga públicas mis medidas íntimas, que no están nada mal… pero eso ya es otro tema, no nos desviemos).




Como ya os comentaba en la anterior entrega, tardé muchos años en encontrarme a mí mismo, y por eso ahora me resulta más difícil encontrar pareja. Conocer a alguien cuesta mucho más que simplemente echar un vistazo y llevarse una primera impresión: por eso los que intentamos hacerlo bien nos comemos muchas menos roscas que los demás, lo cual nos priva de algunos placeres a corto plazo pero creo que es mejor en promedio a largo plazo, tanto a nivel de estrés como de autoestima. Espero encontrar algún día a una mujer con una gran Belleza interior cuyos matices hayan pasado desapercibidos para el resto de la gente, y que a la vez sepa percibir mi propia Belleza interior hasta el punto de llegar a parecerle un hombre realmente atractivo también por fuera: una de las mejores cosas que te pueden pasar en la Vida es que ames a alguien y ese amor se vea correspondido. Soy paciente en mi búsqueda porque sé que estas cosas requieren su tiempo si te propones hacerlas bien; me viene a la cabeza esa expresión de lograr tu objetivo “a base de pico y pala”, es decir, con esfuerzo y perseverancia. Sé que al final lo conseguiré, aunque tarde años, igual que Andy Dufresne en la prisión de Shawshank, cavando un túnel de escape tras el póster de Rita Hayworth con su pequeño martillo de gemas.



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