Terminamos hoy la lista de características que me gustan en la forma de ser
de una mujer, centrándonos en los rasgos y hábitos que tienen que ver más con las
relaciones sociales, el estado de salud, la forma física y el aspecto externo.
Por ejemplo, me gustaría que mi pareja no fuese ni muy derrochadora ni excesivamente consumista,
y que prefiriese lo práctico y lo útil antes que lo caro y exclusivo; que
comprendiese que a partir de un cierto punto cuantas más cosas se tienen menos
libre se es y más agobiado se vive, y que supiera apreciar los placeres sencillos que realmente le dan sabor a la Vida.
En cuanto a sus ideas políticas, me gustaría que prefiriese la cooperación
antes que la competencia y el bienestar común antes que el individual, por lo
que debería ser una persona más bien de izquierdas.
Mi pareja perfecta será una mujer auténtica, que piense por sí misma y que
en el campo de las ideas no se deje llevar por las modas pasajeras… Respecto a
esto, os quiero hablar brevemente de dos casos en los que más gente de lo
razonable ha llevado una determinada postura ideológica al extremo,
transformándola casi en obsesión. En primer lugar tenemos el tema del feminismo,
que entendido desde la moderación es perfectamente lógico y razonable pero que
últimamente se ha salido un poco de madre. Me asombra que, habiendo tratado
toda mi vida a las mujeres como iguales que son, algunas de mis conocidas hagan
de vez en cuando una burda generalización y den por sentado con sus comentarios
que la Vida es una competición entre hombres y mujeres en la que ellos siempre
tienen ventaja pero ellas siempre tienen razón, haciéndome sentir incómodo por supuestas actitudes que yo en particular nunca he tenido…
Repito que me parece muy bien que se defienda la igualdad; lo que me molesta es
que últimamente parece que no se habla de otra cosa, y hay gente que se ofende a la mínima de cambio sin demasiados
motivos para ello.
Tampoco me gustaría que mi pareja fuese una vegetariana
militante, de esas que se pasan el día restregándote por la cara que eres
cómplice en el cruel asesinato de animalitos inocentes… Sé que la producción de
carne roja consume mucha agua y recursos y produce muchas emisiones de metano a la atmósfera, y por tanto me
parece bien que una persona quiera reducir la cantidad que consume o incluso
sustituirla totalmente por otros alimentos con nutrientes equivalentes, pero
siempre y cuando no lo convierta en el centro de su Vida, anulando para ello otras
facetas de su personalidad y taladrándole la cabeza a todo el mundo
siempre que tenga ocasión… Yo estoy a favor de la Vida en todas sus formas pero
también entiendo que durante los últimos dos millones de años hemos formado
parte de una cadena alimentaria que funciona bastante bien… De hecho, ya os
conté una vez que a nivel evolutivo nuestro cerebro se hizo más grande
en parte gracias a que empezamos a comer más carne, así que me parece bien
seguir haciéndolo (minimizando en la medida de lo posible, eso sí, el
sufrimiento de los animales). De chorradas como negarse a tomar miel o beber
leche ya ni hablo… En resumen, tanto en este tema como en el anterior hay que
saber diferenciar la postura legítima de cada uno del postureo puro y duro; no
quiero compartir el resto de mi Vida con alguien que más que una persona sea un
cliché.
Ya que hablamos de alimentación, me gustan las mujeres que se cuidan en
temas de salud, que llevan una dieta sana y equilibrada, que no toman alcohol
o lo hacen con moderación y sobre todo que no fuman. Sin embargo, no considero
muy inteligentes a las que se preocupan demasiado por detalles superficiales o
puramente estéticos; me repatean por ejemplo las personas constantemente
obsesionadas con su propia edad, temerosas de envejecer incluso desde los
veinte años, o que prejuzgan a los demás en función de su fecha de nacimiento, sin
siquiera detenerse a conocerlos un poco mejor.
Normalmente en este mismo paquete de obsesiones y prejuicios entran los
relacionados con el aspecto externo: no me gustan las mujeres excesivamente centradas en
su físico, más pendientes de estar guapas de cara a los demás que de disfrutar
sus propias aficiones y vivir su propia Vida, perdiendo el tiempo en retocarse por fuera en lugar de cultivarse por dentro…
Con esto no quiero decir que es mejor que vayan hechas un desastre, sino que me
atraen más las que alcanzan el punto justo de equilibrio y consiguen sacarse partido y estar atractivas sin perder mucho rato,
empleando el tiempo ahorrado en cosas más interesantes… Y si además han sido
bendecidas por la genética con algo de Belleza externa natural, pues
mejor que mejor. En relación con esto, ya dediqué una entrada entera en el blog
para quejarme de las mujeres que escogen a sus parejas, amigos o empleados en
función de lo guapos que son, así que no me extenderé más aquí, pero recordad
que en el pecado llevan la penitencia.
Rizando el rizo, tendríamos el tipo de mujer que no solo se arregla en
exceso, sino que después antepone su aspecto a las muestras de cariño con su
pareja, y por ejemplo no quiere darle un beso porque se ha pintado los labios…
Afortunadamente, no trato con muchas chicas tan superficiales como para hacer
esto, y espero que siga siendo así; yo considero las muestras de cariño y el
sexo como algo fantástico, sano y divertido que debería suponer una parte
importante de una relación, y espero que mi pareja opine lo mismo (un requisito
más a añadir en la lista).
Detengámonos un poco más en el tema de la edad y relacionémoslo con lo que
decíamos en la anterior entrega. ¿Qué es exactamente
lo que me gusta de las mujeres más jóvenes?
No creo que sea la fertilidad, porque aún no estoy muy seguro de querer tener
hijos (otro día hablamos de ello). ¿Es su Belleza externa o su salud?
Son características deseables, desde luego, pero ambas disminuirán con el paso
del Tiempo. Decíamos la semana pasada que lo realmente interesante es su
libertad, su inocencia, su alegría de vivir, pero ¡cuidado! Estas son cosas que
hay que cuidar, porque podrían desaparecer también con el transcurso de los
años.
En esta
sociedad del culto a la imagen, de las primeras impresiones, de las prisas por
actuar y la pereza intelectual, se producen fenómenos de retroalimentación (o,
por emplear un término menos técnico, aborregamiento) por los cuales cada
generación parece más obsesionada con la edad y la apariencia que la anterior, mientras que la inteligencia se pasa por alto cada
vez más. La mayoría de las mujeres (y hombres) jóvenes ignoran cuáles son las cosas
importantes en la Vida, les falta experiencia; todavía tienen que sufrir muchas
desilusiones y cometer muchos errores, y solo una fracción de ellas llegará a
darse cuenta de cómo funcionan las cosas realmente. Sin embargo, las que
aprendan a cultivar su inteligencia y a mantener intacta al menos una parte de su
ilusión de juventud comprenderán que con un poco de esfuerzo estos rasgos no
solo no decaen con los años, sino que pueden mejorar con la edad.
Lamentablemente,
como digo, estos casos afortunados no abundan en las generaciones más jóvenes,
o al menos esa es la impresión que yo tengo con lo que observo a mi alrededor. Arriesgándome
a hacer una de esas generalizaciones que tan poco me gustan, no creo que vaya a
enamorarme, gracias a su manera de ser, ninguna mujer más joven de 35 ó 30 años;
me resultarán físicamente atractivas, desde luego, pero dudo mucho que me cautiven
a todos los niveles después de intimar un poco más. Creo que si conociese a una mujer mayor que yo que fuese
realmente libre, alegre y divertida, que no se hubiera vuelto una snob y una
estirada, ni tampoco una persona amargada y desencantada, o llena de inseguridades,
me enamoraría de ella independientemente de su edad; creo que supondría una
apuesta mucho más segura que una jovencita, porque a esas alturas sería poco probable
que cambiase a peor en este sentido.
Por lo tanto,
intentando resumir todo lo dicho estas tres semanas, para que una mujer fuese
mi pareja ideal debería ser una persona inteligente, culta, intelectualmente curiosa, con buen dominio del
lenguaje, con gustos y aficiones en común, divertida, sensible, comprensiva y
amable, honesta, sincera, responsable, generosa pero modesta, sin complejos ni
miedos, estable emocionalmente, independiente, poco consumista, políticamente
de izquierdas, que no se dejara llevar por las modas, de costumbres sanas y que
no estuviera obsesionada con la apariencia externa… Esto explica por qué otro
de los títulos que había barajado inicialmente para esta entrada era “Mi Novia
no es de este Mundo”… Por supuesto, sé que nadie puede cumplir todas las
condiciones simultáneamente; no soy tan exigente,
y hasta creo que algunas de ellas serían difíciles de compatibilizar entre sí…
Pero cuantas más se cumplan, pues mejor: la lista no es más que el objetivo
ideal al cual tender.
En el texto he aportado más detalles referentes a mis gustos particulares,
pero estaréis de acuerdo conmigo en que la lista en sí no es rara en absoluto, muchos
podrían identificarse con ella… Creo que el orden de preferencia
sí sería un elemento más diferenciador entre unas personas y otras, así que voy
a intentar seleccionar los rasgos más importantes, y ver si esta síntesis de la
síntesis se parece a la clasificación que utilizaba en mi juventud
(inteligente, simpática y compatible, dejando aparte lo de guapa)… Desde luego,
el rasgo de inteligente es muy importante, porque además creo que engloba a
algunos otros de la lista. Con tal de que mi pareja fuese inteligente, no me
importaría tanto que no fuera especialmente culta o que no tuviese demasiada curiosidad
por aprender cosas nuevas cada día. Lo de hablar y escribir bien
sí lo considero algo más importante, aunque no tanto como la inteligencia (supongo
que la elocuencia entraría dentro de la inteligencia lingüística, diferente a
la inteligencia a secas, que sería la de tipo lógico). En cuanto a los gustos y
aficiones en común (lo equivalente a compatible), sí considero que son
imprescindibles para que la relación vaya bien.
La categoría que en mi juventud solía llamar simpática aparece aquí con más
matices: por un lado correspondería a amable y comprensiva y por otro, aunque
con importancia algo menor, a divertida. Un conjunto de rasgos en el que
entrarían honesta, sincera, responsable o generosa se podría resumir diciendo
que mi pareja tiene que ser buena persona, y esto sí es muy importante; de
hecho, supongo que de joven también tuve esto en consideración, aunque no
apareciese explícitamente en mi lista, o tal vez consideraba que estaba
incluido en el rasgo de simpática. Las características de sensible o de
independiente son algo más peliagudas, como ya hemos comentado, así que las
dejamos fuera de la selección final.
Un rasgo importante que no estaba en el sistema de clasificación de mi
juventud es el de emocionalmente estable,
que englobaría también el de sin complejos ni miedos. La salud física, aunque
no entra propiamente en el terreno de la personalidad, es importante también,
pero creo que no tanto como la salud mental que he mencionado antes; estas dos
son características que no se tienen en cuenta en la adolescencia porque se dan
por sentadas, pero a medida que vas creciendo y te vas llevando algún susto y algún disgusto en tus relaciones,
vas aprendiendo a valorarlas más. En cuanto a rasgos del ámbito social como poco
consumista, poco superficial, de izquierdas o inmune a las modas, creo que no
es necesario incluirlas en la selección final porque si las características son
buenas a nivel individual y se trata de una chica inteligente, su calidad humana será buena también en el campo de las relaciones con los demás, como consecuencia lógica.
Por consiguiente, me atrevo a proponer una lista final de los cinco rasgos de personalidad
más relevantes en mi opinión, ordenados de más a menos importante: buena, inteligente,
compatible, estable y divertida. A estos se les puede añadir dos rasgos
adicionales que están más relacionados con el cuerpo que con la mente: guapa y sana.
Lo que en mi juventud eran 3+1 características ahora son 5+2, con lo que se
trata de una descripción algo menos simplista y espero que algo más acertada…
Lo más interesante es que he llegado a esta conclusión a medida que iba
escribiendo la entrada, después de hacer algo de introspección y de ordenar y
elaborar mis notas; previamente no tenía ni idea de cuál iba a ser el
resultado. Esta es una de las razones por las que el blog es tan importante
para mí: me ayuda a poner en claro mis ideas, a convertir en palabras lo que
solo eran sensaciones borrosas dentro de mi cabeza.
La búsqueda de pareja es una tarea difícil: hay mucha gente que se pasa la
Vida vagando sin rumbo aparente y abriendo puertas al azar,
comprometiéndose con cualquier persona que parece mínimamente aceptable y
fracasando una y otra vez, o incluso aceptando uno de esos fracasos para
siempre… Llegar a conocerte bien a ti mismo y averiguar cuáles de las
cualidades positivas de una mujer (o de un hombre) son las prioritarias para
que resulte compatible contigo cuesta años y años… El problema si te tomas tu
tiempo puede ser que cuando ya lo tengas claro sea demasiado tarde
porque todas las mujeres con dichas cualidades cerca de tu rango de edad hayan
escogido ya a otros hombres; sabes exactamente qué puertas abrir, pero
descubres que ya no hay nadie esperando al otro lado. Algunos de estos hombres,
precisamente por haber sido escogidos “con prisas”, en la juventud o en la
primera madurez, no serán los apropiados, llegando a su fin la relación, así que
aún conservo la esperanza de poder representar una maravillosa segunda
oportunidad para una mujer también maravillosa; aún sigo soñando despierto…
La semana que viene, en la última entrega, seguiremos extrayendo más conclusiones
acerca de todo esto.
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