lunes, 28 de agosto de 2017

Amor a Segunda Vista (III)


Terminamos hoy la lista de características que me gustan en la forma de ser de una mujer, centrándonos en los rasgos y hábitos que tienen que ver más con las relaciones sociales, el estado de salud, la forma física y el aspecto externo. Por ejemplo, me gustaría que mi pareja no fuese ni muy derrochadora ni excesivamente consumista, y que prefiriese lo práctico y lo útil antes que lo caro y exclusivo; que comprendiese que a partir de un cierto punto cuantas más cosas se tienen menos libre se es y más agobiado se vive, y que supiera apreciar los placeres sencillos que realmente le dan sabor a la Vida. En cuanto a sus ideas políticas, me gustaría que prefiriese la cooperación antes que la competencia y el bienestar común antes que el individual, por lo que debería ser una persona más bien de izquierdas.




Mi pareja perfecta será una mujer auténtica, que piense por sí misma y que en el campo de las ideas no se deje llevar por las modas pasajeras… Respecto a esto, os quiero hablar brevemente de dos casos en los que más gente de lo razonable ha llevado una determinada postura ideológica al extremo, transformándola casi en obsesión. En primer lugar tenemos el tema del feminismo, que entendido desde la moderación es perfectamente lógico y razonable pero que últimamente se ha salido un poco de madre. Me asombra que, habiendo tratado toda mi vida a las mujeres como iguales que son, algunas de mis conocidas hagan de vez en cuando una burda generalización y den por sentado con sus comentarios que la Vida es una competición entre hombres y mujeres en la que ellos siempre tienen ventaja pero ellas siempre tienen razón, haciéndome sentir incómodo por supuestas actitudes que yo en particular nunca he tenido… Repito que me parece muy bien que se defienda la igualdad; lo que me molesta es que últimamente parece que no se habla de otra cosa, y hay gente que se ofende a la mínima de cambio sin demasiados motivos para ello.

Tampoco me gustaría que mi pareja fuese una vegetariana militante, de esas que se pasan el día restregándote por la cara que eres cómplice en el cruel asesinato de animalitos inocentes… Sé que la producción de carne roja consume mucha agua y recursos y produce muchas emisiones de metano a la atmósfera, y por tanto me parece bien que una persona quiera reducir la cantidad que consume o incluso sustituirla totalmente por otros alimentos con nutrientes equivalentes, pero siempre y cuando no lo convierta en el centro de su Vida, anulando para ello otras facetas de su personalidad y taladrándole la cabeza a todo el mundo siempre que tenga ocasión… Yo estoy a favor de la Vida en todas sus formas pero también entiendo que durante los últimos dos millones de años hemos formado parte de una cadena alimentaria que funciona bastante bien… De hecho, ya os conté una vez que a nivel evolutivo nuestro cerebro se hizo más grande en parte gracias a que empezamos a comer más carne, así que me parece bien seguir haciéndolo (minimizando en la medida de lo posible, eso sí, el sufrimiento de los animales). De chorradas como negarse a tomar miel o beber leche ya ni hablo… En resumen, tanto en este tema como en el anterior hay que saber diferenciar la postura legítima de cada uno del postureo puro y duro; no quiero compartir el resto de mi Vida con alguien que más que una persona sea un cliché.




Ya que hablamos de alimentación, me gustan las mujeres que se cuidan en temas de salud, que llevan una dieta sana y equilibrada, que no toman alcohol o lo hacen con moderación y sobre todo que no fuman. Sin embargo, no considero muy inteligentes a las que se preocupan demasiado por detalles superficiales o puramente estéticos; me repatean por ejemplo las personas constantemente obsesionadas con su propia edad, temerosas de envejecer incluso desde los veinte años, o que prejuzgan a los demás en función de su fecha de nacimiento, sin siquiera detenerse a conocerlos un poco mejor.

Normalmente en este mismo paquete de obsesiones y prejuicios entran los relacionados con el aspecto externo: no me gustan las mujeres excesivamente centradas en su físico, más pendientes de estar guapas de cara a los demás que de disfrutar sus propias aficiones y vivir su propia Vida, perdiendo el tiempo en retocarse por fuera en lugar de cultivarse por dentro… Con esto no quiero decir que es mejor que vayan hechas un desastre, sino que me atraen más las que alcanzan el punto justo de equilibrio y consiguen sacarse partido y estar atractivas sin perder mucho rato, empleando el tiempo ahorrado en cosas más interesantes… Y si además han sido bendecidas por la genética con algo de Belleza externa natural, pues mejor que mejor. En relación con esto, ya dediqué una entrada entera en el blog para quejarme de las mujeres que escogen a sus parejas, amigos o empleados en función de lo guapos que son, así que no me extenderé más aquí, pero recordad que en el pecado llevan la penitencia.

Rizando el rizo, tendríamos el tipo de mujer que no solo se arregla en exceso, sino que después antepone su aspecto a las muestras de cariño con su pareja, y por ejemplo no quiere darle un beso porque se ha pintado los labios… Afortunadamente, no trato con muchas chicas tan superficiales como para hacer esto, y espero que siga siendo así; yo considero las muestras de cariño y el sexo como algo fantástico, sano y divertido que debería suponer una parte importante de una relación, y espero que mi pareja opine lo mismo (un requisito más a añadir en la lista).




Detengámonos un poco más en el tema de la edad y relacionémoslo con lo que decíamos en la anterior entrega. ¿Qué es exactamente lo que me gusta de las mujeres más jóvenes? No creo que sea la fertilidad, porque aún no estoy muy seguro de querer tener hijos (otro día hablamos de ello). ¿Es su Belleza externa o su salud? Son características deseables, desde luego, pero ambas disminuirán con el paso del Tiempo. Decíamos la semana pasada que lo realmente interesante es su libertad, su inocencia, su alegría de vivir, pero ¡cuidado! Estas son cosas que hay que cuidar, porque podrían desaparecer también con el transcurso de los años.

En esta sociedad del culto a la imagen, de las primeras impresiones, de las prisas por actuar y la pereza intelectual, se producen fenómenos de retroalimentación (o, por emplear un término menos técnico, aborregamiento) por los cuales cada generación parece más obsesionada con la edad y la apariencia que la anterior, mientras que la inteligencia se pasa por alto cada vez más. La mayoría de las mujeres (y hombres) jóvenes ignoran cuáles son las cosas importantes en la Vida, les falta experiencia; todavía tienen que sufrir muchas desilusiones y cometer muchos errores, y solo una fracción de ellas llegará a darse cuenta de cómo funcionan las cosas realmente. Sin embargo, las que aprendan a cultivar su inteligencia y a mantener intacta al menos una parte de su ilusión de juventud comprenderán que con un poco de esfuerzo estos rasgos no solo no decaen con los años, sino que pueden mejorar con la edad.

Lamentablemente, como digo, estos casos afortunados no abundan en las generaciones más jóvenes, o al menos esa es la impresión que yo tengo con lo que observo a mi alrededor. Arriesgándome a hacer una de esas generalizaciones que tan poco me gustan, no creo que vaya a enamorarme, gracias a su manera de ser, ninguna mujer más joven de 35 ó 30 años; me resultarán físicamente atractivas, desde luego, pero dudo mucho que me cautiven a todos los niveles después de intimar un poco más. Creo que si conociese a una mujer mayor que yo que fuese realmente libre, alegre y divertida, que no se hubiera vuelto una snob y una estirada, ni tampoco una persona amargada y desencantada, o llena de inseguridades, me enamoraría de ella independientemente de su edad; creo que supondría una apuesta mucho más segura que una jovencita, porque a esas alturas sería poco probable que cambiase a peor en este sentido.




Por lo tanto, intentando resumir todo lo dicho estas tres semanas, para que una mujer fuese mi pareja ideal debería ser una persona inteligente, culta, intelectualmente curiosa, con buen dominio del lenguaje, con gustos y aficiones en común, divertida, sensible, comprensiva y amable, honesta, sincera, responsable, generosa pero modesta, sin complejos ni miedos, estable emocionalmente, independiente, poco consumista, políticamente de izquierdas, que no se dejara llevar por las modas, de costumbres sanas y que no estuviera obsesionada con la apariencia externa… Esto explica por qué otro de los títulos que había barajado inicialmente para esta entrada era “Mi Novia no es de este Mundo”… Por supuesto, sé que nadie puede cumplir todas las condiciones simultáneamente; no soy tan exigente, y hasta creo que algunas de ellas serían difíciles de compatibilizar entre sí… Pero cuantas más se cumplan, pues mejor: la lista no es más que el objetivo ideal al cual tender.

En el texto he aportado más detalles referentes a mis gustos particulares, pero estaréis de acuerdo conmigo en que la lista en sí no es rara en absoluto, muchos podrían identificarse con ella… Creo que el orden de preferencia sí sería un elemento más diferenciador entre unas personas y otras, así que voy a intentar seleccionar los rasgos más importantes, y ver si esta síntesis de la síntesis se parece a la clasificación que utilizaba en mi juventud (inteligente, simpática y compatible, dejando aparte lo de guapa)… Desde luego, el rasgo de inteligente es muy importante, porque además creo que engloba a algunos otros de la lista. Con tal de que mi pareja fuese inteligente, no me importaría tanto que no fuera especialmente culta o que no tuviese demasiada curiosidad por aprender cosas nuevas cada día. Lo de hablar y escribir bien sí lo considero algo más importante, aunque no tanto como la inteligencia (supongo que la elocuencia entraría dentro de la inteligencia lingüística, diferente a la inteligencia a secas, que sería la de tipo lógico). En cuanto a los gustos y aficiones en común (lo equivalente a compatible), sí considero que son imprescindibles para que la relación vaya bien.




La categoría que en mi juventud solía llamar simpática aparece aquí con más matices: por un lado correspondería a amable y comprensiva y por otro, aunque con importancia algo menor, a divertida. Un conjunto de rasgos en el que entrarían honesta, sincera, responsable o generosa se podría resumir diciendo que mi pareja tiene que ser buena persona, y esto sí es muy importante; de hecho, supongo que de joven también tuve esto en consideración, aunque no apareciese explícitamente en mi lista, o tal vez consideraba que estaba incluido en el rasgo de simpática. Las características de sensible o de independiente son algo más peliagudas, como ya hemos comentado, así que las dejamos fuera de la selección final.

Un rasgo importante que no estaba en el sistema de clasificación de mi juventud es el de emocionalmente estable, que englobaría también el de sin complejos ni miedos. La salud física, aunque no entra propiamente en el terreno de la personalidad, es importante también, pero creo que no tanto como la salud mental que he mencionado antes; estas dos son características que no se tienen en cuenta en la adolescencia porque se dan por sentadas, pero a medida que vas creciendo y te vas llevando algún susto y algún disgusto en tus relaciones, vas aprendiendo a valorarlas más. En cuanto a rasgos del ámbito social como poco consumista, poco superficial, de izquierdas o inmune a las modas, creo que no es necesario incluirlas en la selección final porque si las características son buenas a nivel individual y se trata de una chica inteligente, su calidad humana será buena también en el campo de las relaciones con los demás, como consecuencia lógica.




Por consiguiente, me atrevo a proponer una lista final de los cinco rasgos de personalidad más relevantes en mi opinión, ordenados de más a menos importante: buena, inteligente, compatible, estable y divertida. A estos se les puede añadir dos rasgos adicionales que están más relacionados con el cuerpo que con la mente: guapa y sana. Lo que en mi juventud eran 3+1 características ahora son 5+2, con lo que se trata de una descripción algo menos simplista y espero que algo más acertada… Lo más interesante es que he llegado a esta conclusión a medida que iba escribiendo la entrada, después de hacer algo de introspección y de ordenar y elaborar mis notas; previamente no tenía ni idea de cuál iba a ser el resultado. Esta es una de las razones por las que el blog es tan importante para mí: me ayuda a poner en claro mis ideas, a convertir en palabras lo que solo eran sensaciones borrosas dentro de mi cabeza.

La búsqueda de pareja es una tarea difícil: hay mucha gente que se pasa la Vida vagando sin rumbo aparente y abriendo puertas al azar, comprometiéndose con cualquier persona que parece mínimamente aceptable y fracasando una y otra vez, o incluso aceptando uno de esos fracasos para siempre… Llegar a conocerte bien a ti mismo y averiguar cuáles de las cualidades positivas de una mujer (o de un hombre) son las prioritarias para que resulte compatible contigo cuesta años y años… El problema si te tomas tu tiempo puede ser que cuando ya lo tengas claro sea demasiado tarde porque todas las mujeres con dichas cualidades cerca de tu rango de edad hayan escogido ya a otros hombres; sabes exactamente qué puertas abrir, pero descubres que ya no hay nadie esperando al otro lado. Algunos de estos hombres, precisamente por haber sido escogidos “con prisas”, en la juventud o en la primera madurez, no serán los apropiados, llegando a su fin la relación, así que aún conservo la esperanza de poder representar una maravillosa segunda oportunidad para una mujer también maravillosa; aún sigo soñando despierto… La semana que viene, en la última entrega, seguiremos extrayendo más conclusiones acerca de todo esto.



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