martes, 15 de agosto de 2017

Amor a Segunda Vista (I)


Hace ya unos cuantos años, en mi juventud, un buen amigo mío de la Universidad que llevaba poco tiempo saliendo con su pareja me decía (y estoy seguro de que lo decía con toda la buena intención) que estaba aprendiendo a quererla… Esta frase me llamó mucho la atención, tanto que todavía hoy me acuerdo de ella. Esto de salir primero e intentar después que surja el amor tal vez funcione algunas veces (a él le funcionó), pero creo que por lo general no es el mejor método para conseguir una relación feliz y duradera. En lugar de ver a una mujer, desearla, salir con ella y entonces aprender a quererla, lo que habría que hacer es conocerla primero, quererla hasta el punto de empezar a desearla (si es que no la deseabas ya desde el primer momento) y entonces salir con ella.

Ya os comenté una vez que por aquella época de mis años mozos usaba cuatro parámetros para estimar lo poco o mucho que me gustaba una chica: inteligente, simpática, compatible y guapa. También os dije que esta clasificación, aunque era mejor que nada, suponía una excesiva simplificación de la gran complejidad que caracteriza a cualquier persona. Acerca de los rasgos físicos que hacen que una chica me parezca guapa ya hablamos en Amor a Primera Vista allá por el 2012, en los inicios del blog; y en la entrada múltiple que aquí empieza os enumeraré los rasgos de personalidad que me resultan más atractivos al ir conociendo a una mujer, más allá de la primera impresión… Mis palabras exactas fueron que hablaríamos de esto “un poco más adelante”, y han pasado cinco años; para que veáis que realmente me tomo las cosas con calma.




Otra antigua entrada del blog relacionada con este tema es Sin Aditivos ni Colorantes, en la que explicaba los detalles que no me gustan de las mujeres cuando fingen una Belleza exterior que realmente no tienen… Pero el post más relacionado con el de hoy, y prácticamente de lectura obligada, es la tercera parte de Inteligencias Múltiples, que podría considerarse como el complemento inseparable o la entrega número cero de esta entrada: echadle un vistazo. El tema de la búsqueda de pareja se ha ido tocando aquí y allá en otras muchas entradas, así que a lo largo de las próximas semanas seguramente habrá bastantes enlaces a contenidos de La Belleza y el Tiempo.

Hablar de los rasgos de personalidad, hábitos y gustos de mi compañera sentimental ideal supone una tarea titánica tanto en extensión como en complejidad organizativa, pero creo que he encontrado la forma de contarlo en tres o cuatro entregas más o menos bien estructuradas. El primer grupo comprende los rasgos de carácter más intelectual, el segundo los relacionados con la creatividad y las relaciones con los demás, y el tercero las costumbres que podrían considerarse más relacionadas con la forma física y el aspecto externo (vuelvo a recalcar que esta es una clasificación aproximada, ya que las fronteras entre unos tipos de cualidad y otros son borrosas). En la última entrega intentaremos decidir qué características son las más importantes de todas las enumeradas y, como de costumbre, trataremos de sacar conclusiones generales que nos sean de utilidad… Vamos pues con las cualidades de tipo intelectual.




Huelga decir que para que una mujer me guste tiene que ser inteligente. De acuerdo con su etimología, el adjetivo “inteligente” describe a una persona que sabe elegir la mejor opción a partir de la información disponible, que sabe tomar buenas decisiones en la Vida. Me refiero aquí a la inteligencia en su acepción más clásica, es decir, la capacidad de pensamiento lógico y racional, de análisis de la información y de argumentación coherente de las ideas. Lo del pensamiento racional deja fuera de mi lista de favoritas a aquellas mujeres que crean por ejemplo en la eficacia de técnicas como la homeopatía, acupuntura, reflexología o biomagnetismo, y hace que me caiga muy, muy bien la consejera de sanidad Carmen Montón, que ha emitido hace poco una orden para que no se fomente el uso de las pseudoterapias en los centros sanitarios de la Comunidad Valenciana. En la misma línea, tampoco me sentiría cómodo con una mujer que creyese ciegamente en cualquier tipo de dogma religioso… Más adelante hablaremos con calma en el blog tanto de la creencia en Dios como de otros tipos de pensamiento mágico.

Mi mujer ideal no solo será inteligente, sino que me espoleará para aguzar también mi ingenio, en una sana competencia de la que ambos saldremos beneficiados; como cuando corres (perdón, haces running) con otra persona que tira de ti y te hace dar el máximo, sacando fuerzas de flaqueza… Ya hablamos de esto en una ocasión, cuando os dije que la inteligencia es sexy. Me encantaría tener una compañera que supiera formular las preguntas que yo tenía difusas en mi cabeza y para las que no sabía encontrar las palabras, o que me ayudara a encontrar respuestas a las grandes preguntas de la Existencia con un estilo de razonamiento similar al mío, pero con ligeras diferencias a la hora de pensar que le permitan llegar a rincones del Conocimiento donde yo no alcanzo.




Además de inteligente debería ser una mujer culta, tener un buen conocimiento de los clásicos y acerca de cuáles son nuestras raíces y cómo hemos llegado al momento actual de nuestra Historia. Y debería tener una gran curiosidad intelectual, debería gustarle aprender algo nuevo cada día. No querría perderse ni un solo detalle de todo lo que la rodea, y por tanto no le importaría llevar gafas (o lentillas) si las necesitara. Su objetivo será aprenderlo Todo acerca de Todo, y tendrá, como yo, una concepción generalista de las cosas, tratando de verlas bajo una perspectiva lo más amplia posible, considerando los distintos niveles subyacentes (psicológico, sociológico, biológico, geológico, cosmológico…) y distinguiendo así lo que es realmente importante de lo que no lo es.

Si tuviera la suerte de encontrar a alguien así, mi relación con ella no sería como la unión estanca de dos medias naranjas, cerrada a los problemas del Mundo con una coraza hecha a base de hermosas mentiras compartidas; más bien nos usaríamos el uno al otro como una puerta para acceder a conocimientos que no teníamos antes, y llegar así a una mejor comprensión del Universo, enriqueciéndonos mutuamente desde un punto de vista intelectual. Si ella es inteligente percibirá como yo que hay muchas cosas en nuestra sociedad que son estúpidas o no funcionan, o que pueden quedar patas arriba por un capricho de la Naturaleza, y que incluso las cosas buenas y hermosas que nos rodean podremos disfrutarlas solo por Tiempo limitado, lo que tal vez la haga estar un poco melancólica en algunas ocasiones; pero el mero hecho de estar juntos, de habernos encontrado el uno al otro, nos servirá de consuelo y nos dará Esperanza frente a las injusticias del Mundo.




Para mí es importante que mis amigos y amigas sepan expresarse bien tanto oralmente como por escrito; como dije en Inteligencias Múltiples al hablar de las aptitudes lingüísticas, “una mujer que de puertas para afuera usa las palabras correctas enlazadas de la manera correcta seguramente hará lo mismo con las ideas de puertas para adentro”. En otro orden de cosas, ya sé que en Amor a Primera Vista os comenté que los rasgos exóticos son atractivos, y también sé que la mezcla de culturas te proporciona una mente más abierta y las uniones interraciales producen una descendencia genéticamente más sana, pero al mismo tiempo no me veo conviviendo con alguien que no comparta lengua materna conmigo, por muy buenas que sean sus otras cualidades. Es difícil llegar a tener una conexión total si no se dominan las sutilezas del idioma de la otra persona; yo quiero alguien con quien poder tratar temas complejos, elevados, y entenderme perfectamente de forma rápida… Tal vez precisamente por esto hay gente (no todos, ojo) que se lía con alguien extranjero: porque así pueden poner el idioma como excusa para no seguir hablando de temas filosóficos, cuando en realidad lo que les pasa es que se han rendido intelectualmente y prefieren vivir una vida de encefalograma plano.

Aunque con el valenciano puedo hacer una excepción, confieso que me sentiría algo más cómodo saliendo con una mujer castellanoparlante que con una valencianoparlante o una nativa en ambas lenguas, para evitar el conflicto de tener que decidir en qué idioma hablar en cada contexto (conflicto que no surgiría de mí mismo, sino de la situación sociopolítica presente y pasada de nuestra Comunidad). Además, aunque puedo defenderme, no soy nativo y nunca he usado el valenciano en casa, con lo que no dominaría las sutilezas de las que hablábamos antes (aparte de que aún no tengo claro cuál es el estándar que habría que utilizar; el tema de la normalización lingüística ha avanzado mucho en los últimos años pero aún falta camino por recorrer, y eso es algo con lo que yo, bastante cuadriculado, no me siento muy a gusto).




Y hablando de gusto, es imprescindible que mi pareja y yo tengamos aficiones y gustos en común. Por ejemplo, que le guste leer, la buena Música y sobre todo el buen Cine (recordad que soy muy visual y se me da mejor asimilar la información y entender el Mundo mediante imágenes). Sería genial que tuviese referentes similares a los míos en cuanto a Cine, Literatura o Música para poder usar los mismos códigos y tener nuestras propias bromas privadas… y sería aún mejor que nuestros referentes fuesen similares pero no idénticos, para poder descubrirnos el uno al otro esas pequeñas joyas, esa gran película o esa canción especial, que faltaban en nuestra colección.

Cuando era adolescente, incluso antes de aquella conversación con mi amigo de la Universidad que aprendía a querer a su pareja, recuerdo otra breve charla que tuve con mi tío abuelo Miguel (que además de contable era escritor, autor teatral y articulista, y que parecía una persona bastante sabia) en la que me dio el siguiente consejo sobre las mujeres: “elige a una con la que se pueda conversar a gusto. También fue una frase que permaneció en mi memoria, pero con esta estoy más de acuerdo… Aún añadiría más: mi pareja ideal será alguien con quien podré conversar pero también con quien podré sentirme cómodo a veces en silencio, comunicándonos sin necesidad de palabras, con tan solo un roce de la mano o una mirada… Seguimos conversando la semana que viene y enumerando más cualidades de la mujer de mis sueños.



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