Hoy es Lunes, día de la Luna,
o si lo preferís en inglés, Monday, es decir, Moon day. Los angloparlantes usan
también para sus meses la palabra Month, que procede de la misma raíz. Éstos y
otros ejemplos demuestran que la Luna y sus ciclos han tenido siempre una
importante influencia en la vida de los hombres. Durante miles de años hemos
intentado comprender lo que es y por qué hace lo que hace, cuál es la
coreografía de su danza en el cielo nocturno (o diurno). En 1959 llegaron allí
las primeras misiones no tripuladas de la serie Luna, puesta en marcha por la
Unión Soviética, y una década más tarde (más o menos un año después de
estrenarse 2001, Una Odisea del Espacio)
el hombre pisó por primera vez la superficie lunar (después haría cinco visitas
más) con las misiones Apolo de la NASA, aunque aún hay algún que otro
despistado que cree que todo fue rodado por Stanley Kubrick
en unos estudios de cine. En los últimos diez años Japón, China, India, Estados
Unidos y Europa han enviado naves no tripuladas a orbitar la Luna, mapeándola y
tomando una gran cantidad de datos; hasta se ha lanzado contra su superficie un
proyectil de dos toneladas para ver qué pasaba en el impacto. Algunas de las
misiones que han alunizado han dejado allí diversos instrumentos
que nos permiten seguir realizando experimentos.
Aunque aún quedan muchas incógnitas, el nivel de Conocimiento que tenemos acerca
de nuestro satélite aumenta día a día.
Se ha estimado que la Luna se formó hace
unos 4500 millones de años, poco después que la Tierra y el resto del Sistema
Solar, al parecer a partir de los fragmentos incandescentes lanzados al espacio
después de la brutal colisión entre la proto-Tierra y otro cuerpo celeste
menor, del tamaño de Marte. Nuestro satélite, cuyo diámetro es un cuarto del de
la Tierra, se aleja 38 milímetros de nuestro planeta cada año, de modo que
antiguamente se veía más grande en el cielo y dentro de millones de años
parecerá más pequeño. Ahora está a treinta Tierras de distancia de nosotros, y casualmente
subtiende desde la superficie terrestre el mismo ángulo que el sol, por lo que
ambos parecen tener el mismo tamaño. Siguiendo con las casualidades, la Luna
tiene el mismo periodo de rotación alrededor de la Tierra y alrededor de su
propio eje, con lo cual siempre nos enseña la misma cara. La cara oculta tiene
un relieve más accidentado, con cráteres más altos y valles más profundos, y
está oculta pero no oscura porque también le llega la luz la mitad del tiempo,
aunque nosotros no lo veamos.
La Luna tiene una gravedad seis veces menor que la de la Tierra,
no tiene atmósfera y en los cráteres más ocultos de sus polos las temperaturas
pueden bajar hasta los -250ºC. Hablando de los polos, los científicos están
casi seguros de que hay algo de hielo en ellos.
Gran parte del suelo del satélite está formado por un polvo de dióxido de
silicio llamado regolito, con una textura parecida a la de la nieve y olor a
pólvora usada. Los sismógrafos instalados allí por las distintas misiones han
descubierto que también hay lunamotos, más débiles que los terremotos pero más
prolongados, de hasta una hora de duración. La gravedad de la Luna intenta
atraer hacia ella las aguas de los océanos terrestres, originando las mareas;
también el Sol participa en estos procesos, pero su influencia gravitatoria
sobre los océanos es la mitad de la originada por nuestro satélite. También las
partes sólidas de la Tierra y la Luna tienen, debido a su interacción, sus
propias mareas: oscilaciones cíclicas que producen deformaciones de unos 10 cm
en la Luna y más de 30 cm en la Tierra. Resulta curioso saber que los
materiales de la superficie lunar tienen una reflectancia parecida a la del
carbón, pero debido a la gran cantidad de luz que le llega desde el Sol, y por
comparación con el oscuro espacio profundo que tiene alrededor, la luz
reflejada por ella hace que la Luna nos parezca blanca. Nuestro sistema visual
la hace parecer también más grande de lo que es, sobre todo cuando está cerca
del horizonte, aunque es en realidad un pequeño punto lejano en medio de la
inmensidad del cielo, como se puede comprobar cuando se le hace una foto sin
zoom.
Cuando me planteo estos últimos hechos mi conclusión final no es
que la Luna sea algo lejano y oscuro
como el carbón, sino que mis ojos y mi cerebro son una fabulosa obra de
ingeniería perfeccionada durante millones de años para poder disfrutar mejor de
la Luna, entre otras cosas. Usar la Ciencia para adquirir un mayor Conocimiento
acerca del Cosmos
no le quita ni un ápice de poesía; más bien al contrario, aumenta su Belleza y
le aporta nuevos matices que no se podían disfrutar antes. Saber todo lo dicho
acerca de nuestro satélite no me impide seguir pensando que desde el ecuador terrestre y en determinadas fases, la Luna sale y se
oculta como una Luna alegre (parecida a una sonrisa)
o como una Luna triste. Es la Ciencia la que me dice que la luz de la Luna también puede generar un arco iris, es la
Ciencia la que me anima a buscarlo y tal vez llegarlo a ver algún día. Ciencia y Arte
no están reñidas en absoluto, y de hecho hay muchas propuestas artísticas que nos
llegan al corazón con historias muy relacionadas con las leyes de la Ciencia,
presente o del futuro inmediato.
Así pues, cada vez que paseando por la calle de noche me encuentro
casualmente bajo el resplandor de la Luna
entre los edificios, no puedo evitar mirarla fijamente durante unos segundos,
empapándome de sus múltiples niveles de Belleza, y mi mente fantasea con
distintas posibilidades… La parte iluminada de la Luna apunta hacia el oeste,
hacia poniente, donde el Sol se ocultó hace poco. ¿Es el Sol un niño que juega
al escondite y la Luna una niña que riendo en silencio señala, revelando su
paradero? Otras veces pienso que tal vez no son niños: mientras un ligero
escalofrío recorre mi cuerpo, me doy cuenta de que las partículas de luz que en
ese momento están tocando mis retinas,
al fondo de mis ojos, para convertirse en impulsos eléctricos hacia mi cerebro,
estaban tocando la Luna hace 1.26 segundos y la superficie del Sol hace 8 minutos
y 20 segundos. Es como si Madre Luna se sentara en mi cama en la oscuridad y me
besara suavemente los párpados para darme las buenas noches, mientras Padre Sol,
severo pero afectuoso, sonríe desde la puerta de mi dormitorio, con su silueta
recortada por la luz del pasillo.
4 comentarios:
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¡Qué bonito!Yo, además, sin la Luna no sería nada. Bueno, una -"ática". ;)
No te preocupes, Reina Roja, que la ausencia de Luna a ti no te afectaría: Se dice de una persona que es una lunática cuando su locura va y viene, como las fases de la Luna... Tú estás completamente loca. Siempre. ;-P
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