Hablaba en la primera parte
de esta entrada de los factores que en mi opinión vuelven irresistible a una
mujer desde el punto de vista del aspecto físico, y comentaba que me gustan las
caras con carácter, con personalidad propia, que se salen un poco de lo
habitual pero sin perder la simetría de los rasgos. En este sentido, es fácil
entender por qué me gustan los rostros en los que se aprecia un cierto
mestizaje, con elementos
propios de otros lugares y otras razas, aunque sin alejarse excesivamente del
modelo de belleza occidental. Los rasgos exóticos no sólo son atractivos porque
suponen una novedad frente al estilo Barbie, sino
que también nos parecen convenientes porque la diversidad genética es buena
para prevenir problemas en la descendencia (cosas de los genes recesivos y dominantes).
La expresión de la cara también aporta mucha información sobre una
persona: la posición de la boca, la manera de mover los ojos, el nivel de
tensión de los músculos faciales, nos dicen si una persona es de natural
tranquila o nerviosa, si es sincera o no… Como suele decirse, la cara es el espejo
del alma. Muchas de mis amigas y conocidas tienen expresiones faciales
características que las hacen únicas e irresistiblemente hermosas: puede ser la
manera serena que tienen de sonreír, o cómo te aguantan la mirada mientras
hablan contigo, o la expresión cómica que ponen cuando sueltan alguna parida, o
cómo te guiñan el ojo al saludarte por la calle, o su carita de cachorrillo
abandonado cuando su pensamiento se escapa a otra parte por unos segundos.
Justo después de fijarme en la cara observo el pelo: me gusta que
tenga un aspecto sano y suave, y suelo preferirlo oscuro, pero la longitud y el
tipo de peinado no son tan determinantes; me puede gustar largo y liso, con o
sin coleta, o también ondulado, o corto a lo garçon
(en este caso, una nuca a la vista con un nacimiento del cabello bonito me
parece terriblemente atractiva).
De la cara y el pelo mi mirada pasa a los pechos: me gustan más
bien grandes pero sin pasarse. ¿Cuál es la razón para que tantos hombres
prefiramos pechos abundantes? ¿Tal vez un deseo subconsciente de volver a la
época sin problemas de la lactancia, a la sencillez de cuando éramos bebés?
Quizá es simplemente el sentido común de desear tener algo blandito, suave y
calentito donde poder apoyar tu cabeza por las noches mientras ella te acaricia
el pelo y notas los latidos de su corazón y su respiración subiendo y bajando...
Siguiendo nuestro recorrido por el resto del cuerpo, me gustan las mujeres con
curvas generosas. Hay una clasificación de los distintos tipos de silueta
para las mujeres: está el tipo cilindro, el tipo campana o pera (con caderas
más anchas), el tipo triángulo invertido (en este caso son más anchos los
hombros y el pecho) y finalmente el que a mí más me gusta (a mí y a otros
muchos, según los estudios): el tipo diábolo, con pechos y caderas grandes y
una cintura pequeña… el famoso 90-60-90, vamos. Según los citados estudios, el
que prefiramos a las tipo diábolo tiene al parecer una explicación científica:
las caderas anchas facilitan el nacimiento de los bebés, la cintura estrecha
indica ausencia de embarazo y las mujeres con pechos más abundantes suelen
también segregar mayores niveles de hormonas como la progesterona, que están de
nuevo relacionadas con la fertilidad. Otro día podemos hablar del apasionante
mundo de las hormonas y las feromonas, y de si funciona o no nuestro órgano vomeronasal.
Hasta aquí los factores para mí más determinantes, pero hay otros
detalles en los que también me fijo: me gustan las mujeres de cutis fino y de
piel suave y sin manchas, tirando ligeramente a morena aunque eso es lo de
menos. Me gustan las manos largas y esbeltas, con las uñas relativamente cortas
y sin signos de haber sido mordidas. Me gusta que la manera de caminar sea
decidida, enérgica, pero sin un contoneo excesivo. Y me gusta que la forma de
vestir sea práctica y sencilla, pero a la vez con buen gusto y elegancia.
Aunque casi todas las observaciones hechas hasta ahora están
relacionadas con el aspecto visual, hay otros sentidos involucrados en la
primera impresión: para mí es importante que el timbre de voz sea agradable, y
si puede ser tirando a grave y meloso,
y valoro detalles como un aroma agradable, ya sea a perfume, a suavizante de la
ropa o a pelo recién lavado (el poder evocador y el efecto subliminal de los
olores da para toda otra entrada… quizá más adelante). Podría entrar en
detalles sobre qué es lo que me gusta más a nivel del tacto, pero no lo voy a
hacer por dos razones: primero, lo más que se llega a tocar durante la primera
impresión es la mejilla o el brazo, y de eso ya hemos comentado algo, así que
del resto no procede hablar en esta entrada; y segundo, a lo largo de mi vida
he mirado a muchas mujeres, pero las que he acariciado a un nivel más íntimo se
cuentan con los dedos de una mano, así que no quiero que ninguna de mis ex
parejas pueda darse por aludida si alguna vez lee esto. En el limbo de las
entradas que nunca serán se queda un recorrido por la geografía secreta del
cuerpo femenino: un mapa lleno de inmensos océanos, continentes exóticos y
mares ocultos, con zonas aún por descubrir y con dragones más allá de sus
confines, repleto de incontables maravillas con nombres cargados de misterio y
promesas, como la Escotadura Supraesternal (o Bósforo de Almásy).
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