Yo no soy para nada una persona sensiblera, pero tengo que reconocer que me
pongo algo sentimental cuando veo según qué tipo de vídeos en YouTube… Hace
unas semanas me llegó a mis recomendaciones uno que se lleva la palma en este
sentido. En él la pequeña Lily, de dos años, juega con la nieve por primera vez acompañada de su madre. Está
graciosísima, llena de curiosidad y entusiasmo, con el pompón de su gorro de
lana moviéndose adelante y atrás cuando ejecuta sus torpes y adorables
bailecitos de alegría, tan pequeña que no se distingue bien cuándo está de pie
y cuándo en cuclillas.
Aquí está la traducción del diálogo entre Lily y Mamá, para los que no
controlen el inglés (aunque el lenguaje que refleja la carita de la niña es
universal):
L: ¡Neve! ¡Neve! [Señala] ¡Papá!
M: Papá esta grabando un vídeo… Esto es nieve, Lily. ¿Te cojo los guantes?
¿Quieres tocar la nieve? ¡Oooh! ¿Qué notas?
L: ¡Uauuu! ¡Mamá!
M: [Hace una bola] ¿Quieres cogerla? ¡Oooh! ¿Qué es?
L: [Pone morritos] ¡Neve!
M: ¡Es una bolaaa!
L: ¡Bola! ¡Fía!
M: Está fría…
L: ¡Neve! [Mira a su madre por el frío en los deditos] ¡Ay!
M: ¿Quieres tus guantes?
L: No. ¡Neve!
M: ¡Nieveee! ¿Otra vez?
L: ¡Sí! ¡Ja, ja!
Es muy bueno el momento en que, con la nieve en la mano, la niña pone morritos
mirando a su madre, como si le estuviera preguntando sin palabras si puede metérsela
en la boca para probarla. Es bastante articulada para su edad, maneja las
palabras con relativa soltura… Y otro detalle que me gusta es que no la están
grabando como si fuera un monito amaestrado: el padre la graba pero la madre
está pendiente de ella y no del vídeo,
interactuando con ella, guiándola (pero no demasiado) y animándola a explorar su
entorno.
¿Por qué nos gusta tanto ser testigos de las reacciones espontáneas de
bebés y niños pequeños? Por un lado nos da ternura verlos tan inocentes, torpes
y desvalidos, y por otra parte es fascinante su sentido de la maravilla, del
descubrimiento: a través de ellos podemos experimentar las cosas de nuevo con
la ilusión de la primera vez. Nuestra respuesta emocional es todavía mayor
cuando se trata de bebés que no podían oír bien y estrenan audífono, o de pequeñines que estrenan
gafas y descubren por vez primera las caras de sus padres (de estos hay bastantes en la Red que son oro puro,
una auténtica delicia)… Incluso
sin poder articular palabra vemos reflejada en sus rostros la inmensa alegría y
el asombro al disponer de golpe de un nuevo sentido con que poder explorar el Mundo. Y aunque los peques no tengan problemas de
ningún tipo es maravilloso contemplar su reacción al descubrir la lluvia o una hermosa melodía que no
habían escuchado nunca, o su entusiasmo ante algo que ya habían visto antes
pero les sigue apasionando, como un programa infantil o la llegada del tren a la estación.
Volvamos a la pequeña Lily, y dejadme que os explique por qué su
descubrimiento de la nieve es el que más me remueve por dentro… Su padre,
supongo que por mero azar, ha montado el vídeo con una versión en piano de la canción
popular escocesa Auld Lang Syne,
también conocida como Canción de la Despedida, que se usa en el mundo
anglosajón para decir adiós al año en Nochevieja. Es una variación de aire jazzístico,
con una armonización hermosa pero triste, lo que en contraste con la alegría de
la niña produce una extraña yuxtaposición, recordándonos que ahora es pura e
inocente pero algún día la alcanzarán los problemas de este Mundo y su espíritu quedará mancillado en mayor o menor medida, igual que la nieve
virgen se embarra y se derrite cuando la pisan… También podríamos
llevar el razonamiento un paso más allá y asociar la tristeza de la música a la
constatación de que incluso esta adorable niñita morirá algún día (espero, eso
sí, que a los cien años, en paz, rodeada de sus seres queridos y después de una
vida feliz), perdiéndose todos sus hermosos recuerdos como lágrimas en la nieve (de nuevo aparece aquí
uno de los principales leit motivs de La Belleza y el Tiempo)…
pero no sigamos por ahí, que no me quiero poner demasiado sombrío.
Quizá el padre de Lily ha escogido el tema musical de manera consciente,
para tocarnos la fibra sensible más allá de lo bonito del momento retratado… Y
es que hay una parte del vídeo que sí podemos relacionar con el aire melancólico
de la música sin necesidad de imaginarnos el futuro de la pequeña a medio o
largo plazo: Cuando Lily mira a su madre, gimiendo por el frío en sus deditos, y
esta le pregunta si quiere sus guantes, la niña le responde tranquila y sin
dudar un instante que no, como diciendo “Duele, pero quiero jugar más”. Este
“No” es sin duda para mí el momento más emocionante del vídeo:
con guantes no hay diversión. El dolor es molesto pero es el precio que hay que pagar para poder sentirnos vivos; hay que arriesgarse y experimentar cosas
nuevas (Algún día, más adelante, hablaremos en el blog de la montaña rusa y el tío vivo). Creo que la inteligente respuesta de Lily es una buena
metáfora de cómo encarar la vida adulta… Por tanto podemos sacar, leyendo entre
líneas, un par de enseñanzas de este vídeo en particular además del placer del
propio visionado: una, tratemos de mantener la ilusión de un niño en nuestra
rutina diaria;
y dos, no tengamos miedo al fracaso o al sufrimiento a la hora de salir de esta
rutina y lanzarnos a perseguir nuestros sueños. En otras palabras: aprendamos a
buscar y a valorar la Belleza que nos rodea para tener una Vida más plena.
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