La primera vez que oí la palabra palimpsesto fue en la película Contact de
Robert Zemeckis, basada en la novela homónima de Carl Sagan sobre el programa
de búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra. En el capítulo
6 de la primera parte de la novela se nos habla de este mensaje oculto dentro
de otro mensaje: inicialmente se trata de pulsos de ondas de radio que
representan una secuencia de números primos repetida una y otra vez, pero tras
un análisis más cuidadoso se descubre que codificada debajo está la
reproducción de la primera retransmisión humana de radio suficientemente
potente como para atravesar la ionosfera, que corresponde a un vídeo de las Olimpiadas de la Alemania Nazi en
1936. Aunque en la película los detalles son algo distintos, en el libro son
las modulaciones de la polarización y de la fase de las ondas de radio las que
permiten descubrir todavía más capas del mensaje, incluyendo las instrucciones
para construir un dispositivo de transporte interestelar.
La definición
más habitual de palimpsesto tiene
que ver con los distintos soportes para la escritura.
La palabra viene del griego antiguo y significa “raspado y listo para usar de
nuevo”; sirve para hacer referencia a un manuscrito que conserva en su soporte
trazas a veces imperceptibles de una escritura original que se ha borrado
expresamente para dar lugar a la actual. Esta práctica de reutilizar un
determinado soporte es bastante antigua, pero se hizo más frecuente entre los
siglos VII y XII a causa de la dificultad para importar papiro de Egipto, y sobre
todo de lo costoso y escaso que era el pergamino (recordemos que el papel se
empezó a usar habitualmente como soporte después de los otros dos tipos). En la
Alta Edad Media el texto original se borraba con una mezcla de leche y avena,
apareciendo de nuevo tenuemente con
el paso de los años. Posteriormente la tinta del texto original pasó a rasparse
con piedra pómez, cual si de una goma de borrar se tratase, aunque a veces
quedaban algunos restos por eliminar.
A partir del S.XIX algunos eruditos y filólogos empezaron a idear métodos
para hacer visibles y poder transcribir los textos ocultos debajo de otros que
frecuentemente eran de menor interés. Al principio esto se hacía mediante la
aplicación con un pincel de tinturas o reactivos químicos, y en la actualidad
tenemos medios menos agresivos de conseguirlo, con el uso de distintas
variedades de luz especial (ultravioleta, rayos-X) que permiten ver los trazos
que no se aprecian bajo la luz visible. Gracias a estos métodos se han redescubierto
fragmentos de textos de los grandes autores clásicos griegos o romanos, como
Homero o Cicerón, que se habían perdido debajo de otros textos medievales de
temática religiosa. Habitualmente las obras originales no suelen estar enteras,
al haberse mezclado hojas sueltas de varias de ellas para dar lugar al nuevo
libro, pero en contadas ocasiones sí se consigue rescatar la obra completa, como es el caso del Palimpsesto de Arquímedes.
Algo similar
ocurre en la pintura: igual que algunos novelistas reescriben partes de sus obras,
también los pintores cambian detalles en sus cuadros,
siendo detectables estos cambios a posteriori por distintos métodos. Este
fenómeno se conoce con el nombre de pentimento,
que significa “arrepentimiento” en italiano. A veces la corrección se ejecuta
por voluntad propia y a veces son el mecenas o la opinión pública los que hacen al artista cambiar el cuadro. Puede tratarse de un elemento de la
obra (por ejemplo una cabeza, una pierna o una mano) en una posición
ligeramente diferente, o de un elemento completamente eliminado después de haberse
pintado. Algunos pentimenti pueden notarse a simple vista analizando el cuadro
de cerca y con atención, y otros se hacen visibles con el paso de los años al
adquirir cierta transparencia las capas más superficiales de pintura. Un tercer
tipo de arrepentimientos solo pueden ser vistos mediante métodos modernos tales
como las radiografías (que hacen visible el plomo de ciertos pigmentos blancos
ocultos) y la reflectografía infrarroja (que afecta a pigmentos negros basados en el carbón).
En algunas ocasiones
puede que no se trate de detalles sueltos, y que una obra oculte otra
completamente nueva para reaprovechar el soporte, como ocurre en los
palimpsestos escritos: Picasso, por ejemplo, reutilizaba los lienzos porque
pintaba compulsivamente, y Van Gogh porque no tenía dinero para comprar otros
nuevos… Hablando de artistas consagrados, Velázquez hizo también multitud de correcciones a sus obras, a veces mucho tiempo después
de pintarlas (tengamos en cuenta que convivía con ellas, ya que era pintor de
cámara del rey Felipe IV)… Hasta Las Meninas tiene algún que otro pentimento: en la posición en la que aparece el autorretrato
del pintor había antes una figura femenina (lo que ha dado lugar a algunas
interesantes teorías para explicarlo), y además la cruz de la Orden de Santiago que
luce su pecho en el cuadro fue añadida a posteriori…
Con esto lo dejamos por hoy; la semana que viene, en la segunda entrega, me
centraré en los palimpsestos arquitectónicos y arqueológicos que podemos
encontrar paseando por las calles de Valencia.
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