En la primera
parte de esta entrada doble vimos cómo durante las últimas cuatro décadas se ha
estado perfeccionando la creación de personajes y entornos realistas generados
por ordenador para las películas… Sin embargo, los seres humanos normales y
corrientes son mucho más difíciles de simular de forma convincente, tanto en
sus movimientos como en su aspecto… Y esto es especialmente cierto con las
caras, porque estamos acostumbrados a verlas a todas horas, mucho más que con
paisajes y edificios, coches y naves espaciales,
fuego y agua, animales
y plantas extintos o actuales, o personajes
y criaturas
fantásticas. Tan importante es la información que extraemos de las expresiones faciales
de los demás que hasta tenemos neuronas entrenadas para responder ante la presencia de una cara
en nuestro campo visual, aunque sea por el rabillo del ojo.
Por tanto hay
determinados detalles que no podemos explicar con palabras pero que nos hacen
darnos cuenta de que la cara que vemos no es real, pequeños movimientos y gestos que a nivel subconsciente
echamos en falta o encontramos raros… Incluso en ausencia total de movimiento, es muy difícil simular la
interacción de la luz ambiente con las distintas capas de la piel humana. Cuando
una cara artificial se parece mucho a una real pero sigue habiendo algo que
falla, esto nos produce una cierta sensación de rechazo e incomodidad: se dice
entonces que cae dentro del llamado Valle Inquietante. Ya os he comentado otras veces que soy buen fisonomista y tengo
el ojo bien entrenado, así que suelo detectar fácilmente caras digitales que a
otras personas les parecen verdaderas, me resulta más fácil en general
reconocer cuándo algo está hecho por ordenador; pero he de reconocer que
últimamente incluso a mí me está resultando una tarea difícil en ocasiones.
En el caso de
actores rejuvenecidos digitalmente,
tanto la Sean Young de Blade Runner 2049
como el Schwarzenegger de Terminator Genisys tienen detallitos que siguen
pareciendo raros, pero hay ejemplos como los de Kurt Russell o Michael Douglas
en las últimas películas de Marvel que están francamente bien hechos. Hasta
Scorsese se ha subido al carro y se ha atrevido a rejuvenecer a Robert De Niro
para The Irishman, su
largometraje de inminente estreno en Netflix. Y en ocasiones se ha ido un paso
más allá, no solo rejuveneciendo sino directamente resucitando
a un actor fallecido, con otro de rasgos parecidos haciendo la captura de
movimientos para la referencia, como en el caso del gran Peter Cushing en Rogue
One (y el próximo 20 de diciembre veremos que han hecho con la pobre Carrie
Fisher).
Surgen por tanto cuestiones delicadas al respecto… ¿Estarían estos actores
y actrices fallecidos contentos con el uso de su imagen sin su consentimiento?
No sería la primera vez que viésemos a una celebridad anunciando después de
muerta productos con los que a lo mejor no estaría muy de acuerdo.
Cuando la técnica se perfeccione y se pueda aplicar a vídeos de mayor duración con
menos tiempo de renderizado, ¿llegará un momento en el que podremos ver una
película poniendo digitalmente a los personajes las caras de las estrellas de
Cine que escojamos a la carta? Y la cosa se pone aún más peliaguda cuando hablamos de vídeos pornográficos…
Llegados a este punto, conviene llamar a la calma y sacar algunas
conclusiones. Hay que tener esto siempre presente: que podamos hacer algo no
significa que debamos hacerlo, pero no ha de ser la censura la que venga de fuera,
sino la prudencia la que surja de nosotros mismos. Estos paquetes
de software que permiten reemplazar digitalmente a una persona son una
herramienta yno son malos de por sí,
puede ser malo el uso que se haga de ellos; se trata simplemente de utilizarlos
con respeto y sentido común. Volviendo
por un momento a los efectos digitales en general, el director de una película
debería usarlos sin abusar de ellos ni considerarlos un fin en sí mismo,
poniéndolos al servicio de la historia,
la evolución de los personajes y las emociones que
nos transmiten; cuando te ves cautivado por el contenido de la narración, el
continente pasa a ser algo secundario, y por eso los mejores efectos son los
que no se perciben como tales porque forman parte indisoluble de una buena
narración y se aceptan como algo natural.
¿Y qué pasa cuando abandonamos la ficción y no hablamos de personajes de
una película sino de personas del Mundo real? Porque si hay un vídeo, y solo
uno, que haya sido el detonante inicial para escribir la presente entrada doble,
es sin duda este. Se trata de un
magistral trucaje de un programador esloveno conocido como Ctrl Shift Face, en
el que el humorista Bill Hader cuenta la anécdota de cuando conoció a Tom
Cruise en el rodaje de Tropic Thunder, y cada vez que imita a Cruise su cara se
transforma también en la del famoso actor. No estamos hablando de un simple
morphing como el de Black or White: en este caso los movimientos y palabras
corresponden a Hader, mientras que la cara es la de Cruise. El vídeo es
divertidísimo, y en el canal de YouTube del programador podemos disfrutar de
otros muchos (a destacar las escenas de El Resplandor en las que Jack Nicholson es sustituido por Jim Carrey) que
son asombrosos y aterradores a partes iguales.
Este tipo de vídeos han ido apareciendo sobre todo en los dos últimos años,
y se conocen con el nombre de DeepFake,
que viene de combinar las expresiones fake (falsificación) y deep learning
(aprendizaje profundo). Se generan por medio de un algoritmo de inteligencia artificial que selecciona las
expresiones de la cara a insertar de entre una base de datos de imágenes de la
persona en cuestión; cuantas más imágenes haya disponibles (desde distintos ángulos y con expresiones diversas)
en la base de datos, más realista será el resultado. Lo interesante de la
inteligencia artificial, es decir, de entrenar a un ordenador para que pueda
tomar decisiones más o menos sencillas sin ayuda, es que combina lo mejor de
ambos mundos: la inteligencia de los humanos para la parte creativa de la tarea
(reconocer la posición y expresión de la cara original y generar la imagen
equivalente con la nueva cara) y la rapidez de las máquinas para un trabajo
largo y tedioso (repetir este proceso para los cientos o miles de fotogramas
del vídeo en cuestión).
Los vídeos de DeepFake pueden utilizarse con fines de entretenimiento pero
también con otros bastante más perversos… El humorista y director Jordan Peele
ya nos advierte de ello en un montaje en el que pone sus propias palabras
(incluyendo un par de burradas y alguna palabrota) en boca del expresidente Barack Obama… Estas herramientas de
software podrían servir para difundir imágenes de una persona (sea esta una
personalidad pública o no, ya que cada vez es más fácil encontrar infinidad de fotos en las redes sociales)
haciendo muestra de un comportamiento reprobable (infringiendo la ley, en estado de embriaguez, cometiendo
una infidelidad…), lo que dañaría gravemente su reputación; e incluso aunque
posteriormente se demostrara que son una falsificación, ya se habrían quedado
en la cabeza de la gente (la fuerza de una imagen es brutal, aunque sea una
imagen falsa). Esto podría incluso afectar el resultado de unas elecciones y
cambiar el rumbo de todo un país…
Y del mismo modo ante una imagen o vídeo real siempre cabrá la duda de si es
una buena falsificación, y aceptar una grabación como prueba en un juicio se
convertirá en un proceso largo y complejo; seguro que habrá peritos que sean
capaces de diferenciar un trucaje por bueno que sea, pero esta tarea resultará
cada vez más difícil.
En resumen: ya hemos dicho antes que toda herramienta puede ser usada bien
o mal, y yo añadiría que cuanto más poderosa es la herramienta, más necesaria
se hace la responsabilidad a la hora de utilizarla, algo que deberían tener en
cuenta todos los creadores de contenido audiovisual. Y yéndonos al otro
extremo, al de los espectadores o consumidores de imágenes y noticias,
recordemos que es imprescindible acudir a fuentes de información fiables
en las que se hayan contrastado los datos (incluidos los de carácter audiovisual)
antes de darles difusión y contribuir a que se extienda un bulo… Debemos tener
nuestro sentido crítico y nuestro espíritu escéptico más alertas que nunca, y
no aceptarlo todo como real sin dudar,
incluso aunque lo tengamos ante nuestros propios ojos: ha llegado un momento en
el que ya no basta con ver para creer.
Tirando más del hilo, podríamos seguir hablando sobre si todo nuestro
Universo no es más que una compleja simulación hiperrealista
(al estilo de Matrix) generada con ordenadores cuánticos superpotentes por una
civilización ultraavanzada, y acabar discutiendo sobre si tenemos o no libre albedrío; pero creo que
con esto ya vale por ahora, tal vez más adelante… Para terminar, una breve
pildorita (roja, por supuesto)
que sintetiza todo lo dicho: Disfruta, amigo lector, tanto de la realidad como
de la ficción, pero siempre diferenciando bien la una de la otra… ¡Ándate despierto y no dejes que te den gato por
liebre, no seas tarugo! Más adelante, espero que pronto, hablaremos largo y
tendido en el blog sobre Escepticismo con mayúscula.
En 2019 se ha
cumplido el veinte aniversario del estreno de The Matrix,
y a pesar del paso del Tiempo me sigue pareciendo fresca y visualmente
impactante… Tanto me gustó en su día que unos años después utilicé una cita de
la película en la introducción de mi Tesis Doctoral; corresponde a la escena en
la que Morfeo entra con Neo en el programa de carga y le explica qué es Matrix.
A la pregunta de Neo de si lo que les rodea es real, Morfeo responde: “¿Qué es
real? ¿De qué modo definirías real? Si te refieres a lo que puedes sentir, a lo
que puedes oler, a lo que puedes saborear y ver, lo real podría ser señales eléctricas interpretadas por tu cerebro…”
Estas fueron las líneas que utilicé, y la verdad es que cuadraban perfectamente
con el tema de la Tesis… pero esa es otra historia que tal vez podemos comentar
en otra ocasión.
Hace poco
hablamos en el blog de la cada vez mayor potencia de cálculo y capacidad de
almacenamiento de los ordenadores y móviles,
lo que entronca directamente con el tema que quiero tratar hoy: las imágenes generadas por computadora
(o CGI, para abreviar), aplicadas en particular al caso del Cine. En muchas
ocasiones os he comentado que soy una persona muy visual y que las imágenes
conectan conmigo más que las palabras o los conceptos abstractos; me resultan
más sencillas de recordar y despiertan más fácilmente una respuesta emocional
en mí. Por tanto, me puede encantar una película que tenga lo que yo llamo “poesía
visual” aunque otros amigos míos encuentren por ejemplo pequeños agujeros de
guión que les estropeen la experiencia.
La cinematografía
y la forma en que el director coloca la cámara son decisivas a la hora de que
un film me guste más o menos. Esta Belleza visual que busco en una película
puede estar tomada directamente de la realidad, y por eso me gustan los
largometrajes con una fotografía muy cuidada,
los buenos documentales o los filmes en los que sabemos que las escenas se han
rodado sin trucajes, sin trampa ni cartón… O por
otra parte puede tratarse de imágenes impactantes generadas artificialmente,
pero en ese caso tiene que haber realismo y verosimilitud en ellas para que me convenzan.
Hagamos a
continuación un breve resumen de la evolución de los CGI,
o al menos de los ejemplos que yo recuerdo que me llamaran más la atención… En
Tron (1982) hay un uso de animación 3D por computadora en gran parte de la
película, pero no tiene vocación de realismo ni falta que le hace, al tratarse
de los inicios… En El Secreto de la Pirámide (1985), producida por Spielberg,
el caballero de la vidriera se
puede considerar como el primer personaje de CGI más o menos fotorealista. En Abyss
(1989) tenemos al tentáculo de agua,
que simulaba razonablemente bien la refracción de la luz a su través, y en Terminator 2
(1991), también de James Cameron, el metal fluido y los morphings del T-1000,
que a pesar de ser impresionantes no implicaban la generación de caras desde
cero, bastante más difícil, sino el paso suave de una cara real a otra… Lo que
me recuerda que aquel mismo año salió el vídeo del Black or White de Michael Jackson.
Jurassic Park
(1993) fue también un auténtico bombazo, con dinosaurios asombrosamente fotorealistas en cuanto a aspecto
y movimiento. Recuerdo salir del cine alucinando con la experiencia, y recuerdo
también que me compré un interesante libro sobre cómo se hizo la preproducción
y la postproducción de la peli, con el que se cimentaron muchos de los
conocimientos que ahora tengo sobre el arte de hacer Cine. Titanic (1997) llevó
los efectos visuales a nuevas cotas de perfección, aunque por ejemplo la
simulación del fluir del agua dio un salto cualitativo pocos años después
y no ha dejado de mejorar desde
entonces… Como es lógico, los efectos son buenos o regulares dependiendo de con
qué otros efectos los compares, y escenas pioneras que eran alucinantes en su
día hoy se han quedado anticuadas. Como decía, no es este el caso de The Matrix
(1999), que sigue luciendo bastante bien dos décadas después… La innovación más
importante de la primera película fue la interpolación digital entre
fotografías tomadas en distintos puntos en lugar de mover la cámara, en el famoso
efecto Bullet Time, que se ha
visto después muchas veces en Cine, televisión o publicidad, con objetos en
reposo o bien en movimiento.
Llegamos así a
la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos
(2001-2003), de la que podemos destacar dos avances. En primer lugar, el uso de
inteligencia artificial para generar personajes aleatorios en grandes
multitudes, por ejemplo para batallas, con el software de Weta Digital conocido
como Massive: solo tienes que
darle a cada personaje su posición inicial y ellos hacen el resto, ahorrando
mucho tiempo de programación y de toma de decisiones. En segundo lugar, la
auténtica hazaña conseguida con Gollum,
personaje generado por ordenador combinando multitud de técnicas, entre ellas
la captura de movimiento, a la que se añadió también después la captura de las expresiones faciales, convirtiendo
a Andy Serkis en lo que podríamos llamar un actor digital, porque ¿cuál es la diferencia entre un actor que
interpreta su papel con maquillaje o prostéticos físicos y otro que lo hace con
“maquillaje digital”? Quizá hemos llegado a un punto en el que ambos serían
igualmente merecedores de ganar un Oscar por su trabajo… Serkis se especializó
en este tipo de tarea, con otros personajes como King Kong (2005) o el César de
las películas de El Planeta de los Simios.
Avatar (2009) (ya veis que
Spielberg y luego Cameron son protagonistas de muchos de los mayores avances) lleva
al siguiente nivel los personajes y entorno digitales usados de forma
exhaustiva, con el añadido de las técnicas de rodaje en 3D no solo con claves
monoculares sino con sensación total de binocularidad, usando dos filtros de distinta
polarización circular (las famosas gafas). En este rodaje se incorporó también el
uso de pequeñas cámaras delante de la cara de los actores, y la previsualización
en tiempo real (en monitores en el mismo set) de una versión sencilla del CGI,
para obtener así feedback y mejorar el resultado final. Los decorados enteramente
digitales se habían usado anteriormente en otras películas como 300 o Sin City… Y llegamos por fin a Gravity
(2013), de Alfonso Cuarón, también en 3D binocular y con prácticamente el 95%
de los elementos en pantalla virtuales y combinados digitalmente (destacando
también la cuidadosa recreación de las fuentes de luz ambiente en torno al
rostro real de Sandra Bullock para armonizarlo con las partes hechas por
ordenador).
Vemos por
tanto que las innovaciones en este campo
no han dejado de producirse en los últimos cuarenta años, y la verosimilitud de
los resultados es cada vez mayor, ahorrándose además costes en construcción de
decorados o incluso en vestuario y utilería. Muchas veces he comentado con
amigos que si a un espectador de los años ochenta
lo metes en una máquina del Tiempo hasta el Presente, lo llevas a un cine con
un buen sistema de imagen y sonido y sin previo aviso le proyectas Vengadores: Endgame seguramente le da un
infarto, tal es la diferencia a todos los niveles… Hoy en día, si el CGI de una
película es de peor calidad no se debe a que no existan las técnicas y
herramientas necesarias o a que sean demasiado caras, sino a que las empresas
de efectos tienen tantos encargos simultáneamente que no dan abasto,
y por tanto dedican menos tiempo y atención a cada uno de ellos.
Otro recuerdo
muy nítido que tengo de hace unos treinta años es el de haber pensado que
ciertas situaciones imaginarias nunca podrían recrearse en una pantalla, que nunca
llegaría a ver por ejemplo (y esta es la imagen exacta que recuerdo en mi
cabeza) a un caballo anatómicamente realista generado por ordenador bailando
claqué enérgicamente sobre sus cuartos traseros en el escenario de un teatro,
iluminado por los focos… Pero ese momento ha llegado; esto podría hacerse, si
no es que ya se ha hecho y yo no me he enterado (en cuyo caso os agradecería
que me avisárais de dónde puedo ver al jodido caballo bailarín). Hubo una
época, hace no tantos años, en que los animales de CGI también eran difíciles
de reproducir (sobre todo por el pelo), pero se han ido perfeccionando a medida
que los ordenadores han aumentado en potencia y el software se ha ido refinando
versión tras versión… Como ejemplos, La Vida de Pi
o los recientes remakes Disney en imagen “real” de El Libro de la Selva o El Rey León… La semana que viene
daremos un paso más y veremos si las caras humanas generadas digitalmente han
alcanzado un nivel de realismo suficiente, y las siniestras implicaciones que
esto podría tener.
Hace una semana tocaron fotos y esta toca Música… La canción a la que
enlacé en la primera entrada publicada en el blog (por cierto, la semana que
viene se cumplen ya siete años de La Belleza y el Tiempo) fue Message in a Bottle de The Police. He pensado
que hoy voy a colgar la selección de canciones de The Police y de Sting en
solitario que grabé en mi adolescencia en un cassette Maxwell XL-II de 90 minutos.
Siempre me ha gustado mucho la variedad de estilos de esta cinta, con temas que
mezclan el pop con el reggae en el caso del power trío británico,
o con el jazz en la época de finales de los ochenta de Gordon Sumner.
Hice la recopilación hacia mediados de los noventa así que, aunque Sting ha
sacado bastantes temazos desde entonces y sigue manteniéndose en buena forma
hoy en día, me voy a ceñir a la lista del cassette.
Normalmente intento que las
canciones que utilizo a razón de una por semana (dos si la entrada es muy larga)
no se repitan, pero en estos casos de listas tan extensas es inevitable que
alguna ya os suene de haberla oído antes por aquí (aparte de que seguramente
soy yo el único que lleva el registro
y se da cuenta de estas cosas), así que espero que no os importe. Como os prometí
que hoy no me enrollaría demasiado, en esta ocasión ni comentarios acerca de
las canciones ni nada: vamos a pelo, directos a disfrutar de la buena Música.
Cuando comencé con el blog mi idea era que las entradas no tuviesen más de
mil quinientas palabras, para no hacerse demasiado pesadas, pero ya sabéis que esta
regla se ha incumplido muchas veces… Durante los últimos tres años el récord de
extensión lo ostentaba una de las entregas sobre las antiguas murallas de Valencia,
con tres mil cien palabras, pero últimamente lo he batido dos veces en un corto
espacio de tiempo: primero hablando de La Vida Moderna,
con tres mil doscientas, y después la semana pasada con la crónica del Open
Luci Tour, cuya conclusión alcanzó las tres mil trescientas.
Espero que, a pesar de ser largas a veces, las entradas os parezcan interesantes;
pero de todas formas, para compensar, voy a intentar que las de esta semana y
la siguiente sean más cortitas.
Tal vez recordaréis que el monumento que se plantó en la Plaza del
Ayuntamiento las Fallas del año pasado fue diseñado por el artista cántabro Óscar San Miguel, más conocido como Okuda,
del que ya os hablé un poco
por aquel entonces. También os dije que tenía pendiente enseñaros una selección
de las fotos que tomé en la exposición que el artista preparó para el Centro del Carmen de Cultura Contemporánea
por las mismas fechas… Como lo prometido es deuda, aquí os las dejo para que
las disfrutéis a todo color (nunca
mejor dicho).