lunes, 26 de agosto de 2019

Ver Para Creer (II)


En la primera parte de esta entrada doble vimos cómo durante las últimas cuatro décadas se ha estado perfeccionando la creación de personajes y entornos realistas generados por ordenador para las películas… Sin embargo, los seres humanos normales y corrientes son mucho más difíciles de simular de forma convincente, tanto en sus movimientos como en su aspecto… Y esto es especialmente cierto con las caras, porque estamos acostumbrados a verlas a todas horas, mucho más que con paisajes y edificios, coches y naves espaciales, fuego y agua, animales y plantas extintos o actuales, o personajes y criaturas fantásticas. Tan importante es la información que extraemos de las expresiones faciales de los demás que hasta tenemos neuronas entrenadas para responder ante la presencia de una cara en nuestro campo visual, aunque sea por el rabillo del ojo.

Por tanto hay determinados detalles que no podemos explicar con palabras pero que nos hacen darnos cuenta de que la cara que vemos no es real, pequeños movimientos y gestos que a nivel subconsciente echamos en falta o encontramos raros… Incluso en ausencia total de movimiento, es muy difícil simular la interacción de la luz ambiente con las distintas capas de la piel humana. Cuando una cara artificial se parece mucho a una real pero sigue habiendo algo que falla, esto nos produce una cierta sensación de rechazo e incomodidad: se dice entonces que cae dentro del llamado Valle Inquietante. Ya os he comentado otras veces que soy buen fisonomista y tengo el ojo bien entrenado, así que suelo detectar fácilmente caras digitales que a otras personas les parecen verdaderas, me resulta más fácil en general reconocer cuándo algo está hecho por ordenador; pero he de reconocer que últimamente incluso a mí me está resultando una tarea difícil en ocasiones.




En el caso de actores rejuvenecidos digitalmente, tanto la Sean Young de Blade Runner 2049 como el Schwarzenegger de Terminator Genisys tienen detallitos que siguen pareciendo raros, pero hay ejemplos como los de Kurt Russell o Michael Douglas en las últimas películas de Marvel que están francamente bien hechos. Hasta Scorsese se ha subido al carro y se ha atrevido a rejuvenecer a Robert De Niro para The Irishman, su largometraje de inminente estreno en Netflix. Y en ocasiones se ha ido un paso más allá, no solo rejuveneciendo sino directamente resucitando a un actor fallecido, con otro de rasgos parecidos haciendo la captura de movimientos para la referencia, como en el caso del gran Peter Cushing en Rogue One (y el próximo 20 de diciembre veremos que han hecho con la pobre Carrie Fisher).

Surgen por tanto cuestiones delicadas al respecto… ¿Estarían estos actores y actrices fallecidos contentos con el uso de su imagen sin su consentimiento? No sería la primera vez que viésemos a una celebridad anunciando después de muerta productos con los que a lo mejor no estaría muy de acuerdo. Cuando la técnica se perfeccione y se pueda aplicar a vídeos de mayor duración con menos tiempo de renderizado, ¿llegará un momento en el que podremos ver una película poniendo digitalmente a los personajes las caras de las estrellas de Cine que escojamos a la carta? Y la cosa se pone aún más peliaguda cuando hablamos de vídeos pornográficos




Llegados a este punto, conviene llamar a la calma y sacar algunas conclusiones. Hay que tener esto siempre presente: que podamos hacer algo no significa que debamos hacerlo, pero no ha de ser la censura la que venga de fuera, sino la prudencia la que surja de nosotros mismos. Estos paquetes de software que permiten reemplazar digitalmente a una persona son una herramienta y no son malos de por sí, puede ser malo el uso que se haga de ellos; se trata simplemente de utilizarlos con respeto y sentido común. Volviendo por un momento a los efectos digitales en general, el director de una película debería usarlos sin abusar de ellos ni considerarlos un fin en sí mismo, poniéndolos al servicio de la historia, la evolución de los personajes y las emociones que nos transmiten; cuando te ves cautivado por el contenido de la narración, el continente pasa a ser algo secundario, y por eso los mejores efectos son los que no se perciben como tales porque forman parte indisoluble de una buena narración y se aceptan como algo natural.

¿Y qué pasa cuando abandonamos la ficción y no hablamos de personajes de una película sino de personas del Mundo real? Porque si hay un vídeo, y solo uno, que haya sido el detonante inicial para escribir la presente entrada doble, es sin duda este. Se trata de un magistral trucaje de un programador esloveno conocido como Ctrl Shift Face, en el que el humorista Bill Hader cuenta la anécdota de cuando conoció a Tom Cruise en el rodaje de Tropic Thunder, y cada vez que imita a Cruise su cara se transforma también en la del famoso actor. No estamos hablando de un simple morphing como el de Black or White: en este caso los movimientos y palabras corresponden a Hader, mientras que la cara es la de Cruise. El vídeo es divertidísimo, y en el canal de YouTube del programador podemos disfrutar de otros muchos (a destacar las escenas de El Resplandor en las que Jack Nicholson es sustituido por Jim Carrey) que son asombrosos y aterradores a partes iguales.




Este tipo de vídeos han ido apareciendo sobre todo en los dos últimos años, y se conocen con el nombre de DeepFake, que viene de combinar las expresiones fake (falsificación) y deep learning (aprendizaje profundo). Se generan por medio de un algoritmo de inteligencia artificial que selecciona las expresiones de la cara a insertar de entre una base de datos de imágenes de la persona en cuestión; cuantas más imágenes haya disponibles (desde distintos ángulos y con expresiones diversas) en la base de datos, más realista será el resultado. Lo interesante de la inteligencia artificial, es decir, de entrenar a un ordenador para que pueda tomar decisiones más o menos sencillas sin ayuda, es que combina lo mejor de ambos mundos: la inteligencia de los humanos para la parte creativa de la tarea (reconocer la posición y expresión de la cara original y generar la imagen equivalente con la nueva cara) y la rapidez de las máquinas para un trabajo largo y tedioso (repetir este proceso para los cientos o miles de fotogramas del vídeo en cuestión).

Los vídeos de DeepFake pueden utilizarse con fines de entretenimiento pero también con otros bastante más perversos… El humorista y director Jordan Peele ya nos advierte de ello en un montaje en el que pone sus propias palabras (incluyendo un par de burradas y alguna palabrota) en boca del expresidente Barack Obama… Estas herramientas de software podrían servir para difundir imágenes de una persona (sea esta una personalidad pública o no, ya que cada vez es más fácil encontrar infinidad de fotos en las redes sociales) haciendo muestra de un comportamiento reprobable (infringiendo la ley, en estado de embriaguez, cometiendo una infidelidad…), lo que dañaría gravemente su reputación; e incluso aunque posteriormente se demostrara que son una falsificación, ya se habrían quedado en la cabeza de la gente (la fuerza de una imagen es brutal, aunque sea una imagen falsa). Esto podría incluso afectar el resultado de unas elecciones y cambiar el rumbo de todo un país… Y del mismo modo ante una imagen o vídeo real siempre cabrá la duda de si es una buena falsificación, y aceptar una grabación como prueba en un juicio se convertirá en un proceso largo y complejo; seguro que habrá peritos que sean capaces de diferenciar un trucaje por bueno que sea, pero esta tarea resultará cada vez más difícil.




En resumen: ya hemos dicho antes que toda herramienta puede ser usada bien o mal, y yo añadiría que cuanto más poderosa es la herramienta, más necesaria se hace la responsabilidad a la hora de utilizarla, algo que deberían tener en cuenta todos los creadores de contenido audiovisual. Y yéndonos al otro extremo, al de los espectadores o consumidores de imágenes y noticias, recordemos que es imprescindible acudir a fuentes de información fiables en las que se hayan contrastado los datos (incluidos los de carácter audiovisual) antes de darles difusión y contribuir a que se extienda un bulo… Debemos tener nuestro sentido crítico y nuestro espíritu escéptico más alertas que nunca, y no aceptarlo todo como real sin dudar, incluso aunque lo tengamos ante nuestros propios ojos: ha llegado un momento en el que ya no basta con ver para creer.

Tirando más del hilo, podríamos seguir hablando sobre si todo nuestro Universo no es más que una compleja simulación hiperrealista (al estilo de Matrix) generada con ordenadores cuánticos superpotentes por una civilización ultraavanzada, y acabar discutiendo sobre si tenemos o no libre albedrío; pero creo que con esto ya vale por ahora, tal vez más adelante… Para terminar, una breve pildorita (roja, por supuesto) que sintetiza todo lo dicho: Disfruta, amigo lector, tanto de la realidad como de la ficción, pero siempre diferenciando bien la una de la otra… ¡Ándate despierto y no dejes que te den gato por liebre, no seas tarugo! Más adelante, espero que pronto, hablaremos largo y tendido en el blog sobre Escepticismo con mayúscula.



No hay comentarios: