lunes, 13 de octubre de 2014

Que se Mueran los Guapos (I)


El momento que algunos nos temíamos desde hace tiempo ha llegado, al fin: nos vemos todos afectados por una terrible epidemia… Y no, no me estoy refiriendo a la gripe. No sé si tiene otro nombre más técnico, pero podríamos llamarla discriminación estética. Ya hemos hablado otras veces de las prisas que muchos tienen para decidir ante las múltiples disyuntivas que nos presenta la Vida, y de su pereza a la hora de informarse y pensar en las distintas opciones disponibles; prisa y pereza que llevan a una simplificación excesiva de los problemas en muy distintos ámbitos, reduciéndose todo erróneamente a factores fáciles de evaluar como la edad, el valor monetario o el aspecto físico, del que hablaremos hoy.

Resulta bastante obvio que la gente guapa recibe un trato más favorable en muchos aspectos de la Vida, y que lo tienen todo un poco más fácil, al menos a corto plazo. Sus probabilidades de librarse de una multa, o de recibir ayuda si tienen un percance, o de que les voten en caso de ser políticos, son siempre algo más altas que las de los demás. Yo frecuento bastante las paradas de autobús de Valencia y he visto muchas chicas corriendo por la acera, intentando parar a su autobús que acababa de arrancar: os aseguro que una chica esbelta y bien arreglada tiene más probabilidades de que el conductor se compadezca de ella que una regordeta y desgarbada.

El culto exagerado a la belleza física ha sido en gran parte alimentado por los medios de comunicación del siglo XX: la publicidad en sus distintas vertientes, las revistas, las películas de cine y las series y programas de televisión. Los publicistas, productores o ejecutivos de turno, en sus prisas por vender su producto, impulsados por el miedo a que la competencia se les adelante y queriendo transmitir su mensaje y convencer en el menor tiempo posible, recurren muchas veces a los instintos más básicos, los de reproducción, para llegar a un mayor número de espectadores (al fin y al cabo todos tenemos hormonas) aunque el producto en cuestión no tenga nada que ver con el sexo. Esto ha hecho que en la tele y en Internet haya cada vez más anuncios en los que se nos muestra a hombres y mujeres de belleza imposible en situaciones completamente alejadas de la realidad… y mucha gente va y se los traga. Cada vez que veo uno de esos irritantes anuncios de cremitas para reducir los signos de la edad me da por pensar que uno de estos signos es el desarrollo de la inteligencia, así que me digo a mí mismo: ¡Ánimo, chicos, estáis consiguiendo vuestro objetivo cada vez que alguien la compra, aunque no se la ponga!


Es bien fácil ver que los actores y actrices de cine y televisión son cada vez más jóvenes y más guapos, aunque no necesariamente mejores actores o actrices. Y este fenómeno se extiende también al resto de programas… ¿Por qué por ejemplo en La Sexta (una cadena que yo veo bastante, por cierto) la gran mayoría de reporteros, presentadores y copresentadores en telediarios, debates y programas de investigación son mujeres jóvenes y atractivas? Además son casi todas morenas, de ojos grandes y labios carnosos, y con pinta de inteligentes, precisamente como a mí me gustan, pero ¿seguro que eran las mejor preparadas de todos los que se presentaron al puesto de trabajo? Lo dudo mucho: debe haber docenas de chicos y chicas (y también señores y señoras) que eran mejores periodistas o profesionales, o al menos igual de buenos, y que ahora mismo están en casa, en el paro y comiéndose los mocos… Y eso es algo que me da bastante rabia.

Que conste que esto pasa en todos los canales, pero ¿por qué incluso La Sexta, supuestamente moderna y progresista, nos vende esta imagen? ¿Significa que para ser moderno hay que ser guapo, y que los que no damos la talla no podemos subirnos al carro del progreso? Si ésta es la idea que está calando en el subconsciente de los espectadores sin que se den cuenta, me daría bastante pena, o indignación, o miedo, o una mezcla de las tres. Yo creía que una de las ventajas del progreso se basaba en liberarse de estúpidos prejuicios como éste, y resulta que a lo mejor estamos pasando del Patriarcado al “Guapiarcado”… ¡Ver para creer!


En la evolución de los distintos modelos de belleza influye el fenómeno de retroalimentación del que ya hemos hablado antes en el blog: poco a poco se pierden las referencias ajustadas a la realidad cotidiana y se amplifica el efecto de lo percibido a través de los medios, de manera que lo que hace apenas unos años era considerado una belleza extraordinaria ahora pasa a verse (erróneamente) como algo normal… Cada anuncio, cada película y cada personaje de ficción intentan superar en belleza al anterior, el listón se pone más y más alto y la gente es cada vez más infeliz por no poder alcanzar este ideal, o por tener que renunciar a parte de ellos mismos y vaciarse por dentro para poder alcanzarlo por fuera… Hacia el final de esta entrega os hablaré de la rana y la olla de agua.

Esta alteración en el orden de prioridades de la sociedad hace que las personas atractivas tengan más posibilidades a la hora de encontrar trabajo y cobrar mejores sueldos (no me tiréis de la lengua, pero en mi vida profesional he visto algunos ejemplos de esto), e incluso en el tiempo de ocio se produce una cierta segregación y muchas personas, tanto de un lado como del otro, aceptan como borregos unas absurdas reglas sociales no escritas que dictan que los guapos se juntan con los guapos y los del montón con los del montón (A veces es aún peor y los del montón se quedan en su casa, por miedo al rechazo o porque no se consideran dignos). Y esto ocurre no sólo con los adultos o los adolescentes sino también, y cada vez más, en los grupos de amigos que forman los niños.

La exposición continua a este tipo de estímulos que reciben los pequeños desde la publicidad, la TV, los videojuegos e Internet, unida a la falta de tiempo de los padres para controlar o seleccionar (y mucho menos explicarles) lo que ven, da lugar a que algunos niños de tan sólo tres o cuatro años tomen prestadas de los mayores algunas respuestas y actitudes muy poco deseables, hablando de las muchas novias (o novios) que tienen o refiriéndose a las mamás de sus compañeros con apelativos como “la rubia” o “la de las tetas gordas” (No me lo invento, son ejemplos reales). Comportamientos como estos sólo se comprenden si se piensa que a medida que avanzan las generaciones están siendo reforzados no sólo por la tele y demás medios, sino también por los propios padres, que se (mal)criaron con esa misma tele. Incluso no me extrañaría que el continuo bombardeo recibido por las niñas desde su entorno en general tuviese algo que ver con la disminución de la edad promedio de la primera menstruación que se ha observado en estos últimos años. En resumen, estamos criando una generación de niños y niñas cada vez más guapos (el porqué de esto lo entenderéis muy bien la semana que viene) pero también más presumidos, más superficiales, más groseros y probablemente más salidos… Parece que la enfermedad de la que hablaba al principio es hereditaria.


Por tanto, aunque la discriminación estética es más difusa y difícil de detectar en el ámbito de las relaciones sociales, por estar basadas éstas en criterios más subjetivos, en los últimos tiempos se está acentuando hasta el punto de ser claramente perceptible, al menos para los que sabemos fijarnos en estas cosas. Y todavía no hemos hablado del terreno sentimental, en el que más que casos aislados o focos de infección tenemos una auténtica epidemia en este sentido: si no eres guapo no ligas ni a la de tres. Últimamente estoy más calentito que de costumbre con este tema, y tenía que liberar presión y desahogarme de alguna manera (Aclaración: calentito en el sentido de cabreado)… Ésa es la razón por la que me he puesto a escribir esta entrada.

Hablando de estar calentito… ¿Os sabéis esa historia de la rana a la que le vas subiendo la temperatura del agua poco a poco, de manera que no se da cuenta y no salta fuera de la olla? La historia acaba con un plato de deliciosas ancas de rana al ajillo. Sólo a la larga se descubre que tal vez el más guapo no era la mejor elección, pero para entonces ya suele ser demasiado tarde, y así va el Mundo como va; la retroalimentación sigue su curso y llegará un día en el que ya no habrá vuelta atrás y estaremos todos perdidos. Si todavía creéis que estoy exagerando, la próxima semana os cuento algunas de mis experiencias con las mujeres en el último par de años, a ver si así os convenzo.


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