Ya hace un tiempo os hablé de que en mi juventud
tenía la costumbre de grabar de vez en cuando cintas de cassette con mezclas de
mis canciones favoritas de un determinado artista o grupo, y os comenté que
unas pocas de estas cintas eran diferentes porque tenían como común denominador
un determinado estado de ánimo. Ya conocéis mi selección de canciones de buen rollete,
así que hoy y la semana que viene hablaremos de las que, por contraste, se
podrían denominar “de mal rollete”. Esta selección la confeccioné hace ya
quince años, en un cassette TDK de sesenta minutos, y la rotulé con el título “Canciones para pasar
miedo”. La hice en parte para mí mismo y en parte como regalo para un amigo que
cumple años en torno a la festividad de Todos los Santos y que solía celebrarlo
con una fiesta de Halloween en la casa de campo de sus padres. A la casa se llegaba conduciendo desde Valencia un buen rato
hacia el interior por carreteras secundarias, pero no consigo recordar el
nombre del pueblo en cuestión porque se trataba más bien de una zona con muy
baja densidad de población, en la que los vecinos más cercanos a uno y otro
lado se encontraban a unos doscientos o trescientos metros. Con una zona de
bosque justo al otro lado del camino de acceso y muy poca luz alrededor por la
noche, era un sitio perfecto para pasar una emocionante velada contando historias de terror, dando un
paseo en la oscuridad o viendo alguna película del género. Después nos
quedábamos a dormir y pasábamos allí el resto del fin de semana; guardo muy
buenos recuerdos de aquellas experiencias… Pero vayamos sin más dilación a la
lista de las canciones:
Opening Sequence – Andrew Lloyd Webber: Este tema es muy corto y está sacado de otra recopilación en CD de canciones terroríficas que había conseguido poco antes. Empieza con sonidos de lluvia y de truenos que se van acercando poco a poco, hasta estallar con un latigazo casi encima de nosotros. Oímos jadeos, unos tacones que se apresuran sobre un suelo empedrado y una pesada aldaba que llama a la puerta; mientras ésta se abre chirriando lentamente, escuchamos una voz sollozante de mujer que pide ayuda, y que es interrumpida bruscamente por un bramido infrahumano que provoca un desesperado grito de terror de la mujer. Inmediatamente suenan poderosos los conocidos acordes de órgano descendentes y ascendentes del tema de El Fantasma de la Ópera, que a su vez y breves segundos después dan paso a una risa estridente y cruel, a la risa de un ser sin duda demoníaco y demente.
Land of Sunshine
– Faith No More: La primera canción propiamente dicha de la cinta comienza
apenas medio segundo después de acabar la breve introducción anterior; el tempo
es muy importante a la hora de generar un efecto dramático en el oyente.
Casualmente (o no tan casualmente), este tema comienza con unos golpes de
órgano muy similares a los de Andrew Lloyd Weber, y también contiene risas
siniestras y descontroladas. Se trata de la canción que abre el álbum Angel Dust de Faith no More, uno de mis
grupos favoritos.
A pesar de haber tenido mucho éxito con su disco
anterior, The Real Thing, los Faith no More no tuvieron miedo de experimentar
tanto con las letras como con el sonido para este su siguiente trabajo,
seguramente debido a la influencia del vocalista Mike Patton, recientemente
incorporado a la banda. Las letras son muy sarcásticas y están llenas de humor
negro, situándose en las antípodas de lo comercial, y dan más miedo que
cualquier relato de hombres-lobo o de vampiros porque hablan de algo bien real,
de las miserias que nos rodean continuamente en nuestro día a día, en esta
sociedad deshumanizada. Basta con ver los títulos de algunas de las canciones:
Cafeína, Crisis de la Mediana Edad, Todo Está Arruinado, Jardín de Infancia, Sé
Agresivo… En cuanto al sonido, es una mezcla extraña de diferentes estilos y elementos
que al principio cuesta de asimilar, pero que gusta más cuantas más veces lo
oyes; no sin razón Angel Dust tuvo unas críticas excelentes entre los
especialistas. Algunos de los temas del disco crean atmósferas sonoras
inquietantes y malsanas que dan realmente miedo, estando como ejemplo este
mismo Land of Sunshine o, superándolo incluso, Jizzlobber,
el penúltimo de la Cara B.
I Love the Dead – Alice Cooper: En una anterior entrada del blog ya hemos hecho una breve mención de esta oda a la necrofilia perpetrada por la banda de Vincent Furnier a principios de los setenta. Toda la larga carrera de Cooper se ha basado en lo siniestro y lo macabro como base para las letras de los temas, pero mientras en los últimos veinte años el artista se ha preocupado por delimitar la frontera entre el personaje y su persona y por dejar bien claro que las canciones son para divertirse y que no hay que tomárselas en serio, en sus principios hace casi medio siglo, en su época de éxito, alcohol y excesos, los límites entre realidad y ficción eran bastante más difusos y algunas de sus composiciones rayaban lo inaceptable para los estándares de una época en la que se le negó la entrada a ciertos pueblos de los Estados Unidos y creo que hasta se llegaron a celebrar concentraciones de protesta en las que se quemaban sus discos.
Mama
– Genesis: Cualquier relato, ya sea o no cantado, que trate sobre una relación
enfermiza entre una madre y su hijo es bastante susceptible de producirnos
inquietud y desasosiego interior, al coger algo en principio muy bonito y
volverlo del revés, convirtiéndolo así en algo doblemente feo. Al escuchar la
letra de este tema me vienen por ejemplo a la memoria los personajes de Norman
Bates y de su madre castradora en Psicosis… Pero ya os he comentado otras veces
que yo al oír una canción no me fijo tanto en las palabras como en la música:
lo que más me fascina de este tema es la base rítmica, potente e hipnótica, y
los parones en los que Phil Collins suelta esa risa infantil y vengativa que se
transforma en un extraño quejido entre animal e infrahumano… ¡Me pone la carne
de gallina!
The Twilight Zone – Marius Constant: Como no sólo de Pop-Rock vive el hombre, he aquí un ejemplo de música orquestal de vanguardia que me produce tanta desazón como las canciones anteriores, si no más. Se trata del tema musical de la famosa serie de relatos autoconclusivos de terror, y da miedo no sólo por los crescendos y los ataques de la sección de viento, sino también porque nos hace recordar algunas de las historias de los episodios, cuyos desenlaces finales eran a veces para quedarse con los pelos de punta.
Black Hole Sun
– Soundgarden: En su momento estuvimos hablando en el blog de acordes extraños
y os puse un enlace a este tema con la letra pero sin las imágenes del vídeo
musical. Ahora podéis echarle un vistazo y quedará clara una de las razones por
las que esta canción siempre me ha fascinado y a la vez me ha dado un poco de
yuyu… Como ya os dije, hoy en día la calidad de los efectos visuales ha
mejorado mucho, aunque cuando salió el single eran bastante innovadores; en
cualquier caso, la caracterización de los distintos personajes sigue siendo muy
efectiva a la hora de crear un ambiente malsano e irreal, como de pesadilla.
Aparte de las imágenes, también contribuyen a la sensación de incomodidad el
hecho de no poder predecir los cambios tonales, de no reconocer los extraños
acordes, y el gran contraste que hay entre el carácter apacible de la música (la
mayor parte del tiempo) y lo siniestro de algunas de las partes de la letra.
My Monkey – Marilyn Manson: No podía faltar en una entrada sobre música de mal rollo otro de los grandes del Shock Rock, el hijo bastardo de Alice Cooper… Esta canción pertenece a Portrait of an American Family, el primer disco de estudio del grupo, que salió allá por 1994. A estas alturas todavía no se habían convertido en un fenómeno de masas; sin ir más lejos, y si no me equivoco, por aquel entonces Manson todavía tenía cejas. Recuerdo que este CD me lo prestó una antigua amiga mía de la Universidad, bastante atractiva y de personalidad realmente fascinante, aunque con unos gustos musicales y cinéfilos un poco enfermizos. Recuerdo además que me hizo pasar un par de malos tragos también en la vida real… Pero no cambiemos de tema, volvamos a My Monkey.
Como ya hemos comentado antes con Mama de Genesis,
el coger un concepto supuestamente hermoso de partida y ensuciarlo es un buen
método para provocar la repulsión del oyente o espectador. Es lo que hizo Peter
Jackson en su época gore, antes de El Señor de los Anillos, con Meet the Feebles, una versión pasada de vueltas de
los Teleñecos en la que se mezclaba algo tan aparentemente inocente como las
marionetas con temas como la sodomía, el sado-maso, las drogas, la diarrea, las
epidemias de mixomatosis o las masacres metralleta en ristre… En esta misma
onda, en la canción de Marilyn Manson se habla del lado más oscuro de la
infancia, de esos niños que oyen voces en su cabeza que de pronto les dicen
“¡Mátalos a todos!”. Es bastante perturbador escuchar la voz distorsionada de
Manson, una intencionadamente burda imitación de la voz de un niño, y los
continuos samplings de trozos de canciones infantiles y de sonidos de dibujos animados que se solapan y se
confunden unos con otros, dándonos una idea del caos que hay en la mente del
crío en cuestión. Hablando de niños con problemas, a veces me pregunto si a esta
antigua amiga mía le faltó el cariño de sus padres cuando era pequeña… Pero como
digo, estemos a lo que estamos.
Die Eier von Satan – Tool: Para acabar la primera entrega (es decir, la primera cara) de esta entrada doble tenemos Los Huevos de Satán, una canción a la que ya hicimos referencia en uno de los primeros posts de La Belleza y el Tiempo. La cosa tiene bastante gracia, porque cuando la escuchas sin saber el significado de la letra (que está en alemán) te parece una música muy agresiva, y te da la impresión de que habla poco menos que del Apocalipsis, del fin del Mundo… Sin embargo, no es más que una receta para hornear galletas de hachís turco (y sin huevos) recitada en un tono totalmente distinto al que sería el habitual.
Me gusta este tema porque cuando entendemos la
letra sabemos que no hay motivo para atemorizarse. Esto es algo que debemos
recordar en todo momento: está muy bien pasar un poco de miedo a modo de
divertimento, sabiendo que en cualquier instante podemos cerrar el libro, o
cambiar de canal, o parar el cassette; pero nunca hay que dejarse dominar por
el auténtico miedo. Ante la abrumadora complejidad y los muchos problemas de
este Mundo, la rabia o incluso la tristeza son siempre mejores que el miedo,
que es la menos productiva de las emociones. Con este pensamiento termino por
hoy; dadle la vuelta a la cinta y la próxima semana seguimos con la Cara B.
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