Después de informarme un poco sobre el tema durante estos últimos años, podría
decir que hay varios países del norte de Europa en los que la política funciona…
y para de contar. En muchos otros países del Mundo, y sobre todo en los menos
desarrollados, la corrupción está prácticamente institucionalizada
en el ámbito de la política. Incluso una primera potencia mundial como los USA
no está tan lejos del caos de los tiempos del Salvaje Oeste, por mucho que
ellos quieran pensar que sus instituciones son sólidas y justas: por ejemplo,
son famosas a lo largo de todo el S.XX las historias de alcaldes corruptos que
gobernaron durante años ciudades tan importantes como Los Ángeles o Chicago. Para
intentar frenar la corrupción, las presidencias allí están limitadas a dos mandatos
de cuatro años cada uno; pero hecha la ley, hecha la trampa, y ahí tenemos a familias
de presidentes que se van turnando en el cargo, como los Bush…
Un caso similar es el de Bill Clinton y su mujer Hillary, aunque la prefiero a
ella mil veces antes que al imbécil de Trump,
por supuesto. Yendo más atrás en el tiempo también está Nixon, que dimitió (al
menos él dimitió) por el caso Watergate; o Reagan, durante cuyo
mandato en los años 80 todo el mundo pareció volverse gilipollas, iniciándose
una etapa de consumismo, codicia y capitalismo salvaje que desembocó en la
crisis financiera del 2007.
En España, al menos históricamente, somos todavía más susceptibles de caer
en la triquiñuela y el fraude que los protestantes y anglicanos, ya que el
catolicismo incluye el perdón de los pecados cometidos mediante la confesión,
lo que ha sido mal entendido por algunos durante siglos como una carta blanca
para hacer trampas (sin que se notara mucho) aunque esto perjudicase a los
demás. En los últimos tiempos el fervor religioso ha decaído bastante, sí, pero
la picaresca
se ha ido heredando de padres a hijos hasta el punto de quedar entretejida en el
ADN patrio. Esta picaresca es propia tanto de los de arriba como de los de
abajo, con la diferencia de que hay bastante más ruido cuando se pilla a los de
arriba con las manos en la masa… Los políticos, que tienen acceso a
presupuestos muy elevados y por tanto una tentación más fuerte de meter la
proverbial mano, han sido (no todos pero sí bastantes, entiéndase)
los causantes de muchos de los males que aquejan hoy a nuestra sociedad, los
culpables del deterioro actual del estado de bienestar. Junto
a los políticos, que son los corrompidos, están también entre estos
responsables algunos grandes empresarios, en calidad de corruptores; y tienen por
último su parte de culpa los banqueros,
que son los que originaron la burbuja financiera.
La
explosión de la burbuja inmobiliaria
y el inicio de la crisis financiera
han dado lugar en nuestro país a una redistribución de la riqueza, pasando a
ser los ricos cada vez más ricos (por medio de chanchullos) y los pobres (las
víctimas) cada vez más pobres, con una clase media cada vez más reducida. Incluso
en esta época de crisis, mientras políticos y empresarios predicaban la
austeridad seguían llevando una vida de lujos y exceso gracias a sus fortunas
adquiridas de forma ilícita… En los últimos años están saliendo a la luz multitud de casos,
actualmente en los tribunales, que son de auténtica vergüenza.
El que
toda esta corrupción se esté destapando se debe en parte al movimiento 15M, del
que este domingo se celebró
el quinto aniversario. Resulta que yo acabé
por pura casualidad en aquella primera manifestación que se celebró aquí en
Valencia, el 15 de mayo de 2011. La convocatoria se había hecho vía Internet
por Democracia Real Ya, pero a mí no me había llegado ninguna información.
Estaba en casa, seguramente haciendo algo de faena atrasada, y me apetecía
tomar el aire un rato, así que bajé a la calle y me di un paseo por el barrio.
De pronto me di cuenta de que había mucha gente que se dirigía hacia el centro,
algunos de ellos con pancartas, silbatos y disfraces, así que, llevado por la
curiosidad, me decidí a seguirlos, y acabé en la Plaza del Ayuntamiento, que
era el punto de salida de la mani. Las consignas que se coreaban trasladaban un
mensaje de indignación por la situación de entonces y pedían un cambio de todo
el sistema para que fuera más justo y participativo, pero lo hacían de un modo festivo y alegre, muy fresco, que
no había visto nunca antes y que era bastante esperanzador… Recuerdo el final
de la mani, en la Glorieta, frente al Palacio de Justicia, con música y bailes
improvisados bajo los árboles centenarios que duraron un buen rato; recuerdo
también haberme encontrado con algunos conocidos míos allí mismo y haber compartido
impresiones con ellos, y que la sensación general era de muy buen rollo.
Si la
manifestación había sido original y novedosa, lo que ocurrió en la Plaza del
Ayuntamiento (rebautizada como Plaza del 15M) durante las siguientes semanas
fue algo totalmente increíble…
De manera espontánea y desafiando a las autoridades (faltaban pocos días para
las elecciones) se organizó una acampada permanente y se celebraban asambleas
populares en las que participaba todo el que quería para proponer lo que quería…
Se daban charlas, se hacían conciertos y se realizaban debates de las más
diversas temáticas, de los cuales surgieron distintas comisiones
especializadas… El ambiente que se respiraba era muy ilusionante, y me gustaba
pasarme por allí una o dos veces por semana y darme una vuelta por las tiendas
y corrillos para aprender cosas nuevas… Después de estas semanas iniciales se
decidió (de forma asamblearia) suspender la acampada para seguir con la labor
de debate y de realización de acciones concretas en las distintas asambleas de
barrio, así como en las comisiones, mareas y plataformas que se habían creado. De
manera menos frecuente pero regular se seguirían celebrando asambleas generales
en la Plaza a modo de puesta en común, y también se realizarían manifestaciones
o acciones a nivel de toda Valencia en ocasiones concretas… acciones en las que
había de vez en cuando algún susto con las multas, las detenciones y las cargas policiales.
Aunque
he seguido de cerca la evolución del movimiento desde sus inicios, no me
considero ni mucho menos un miembro del 15M a jornada completa; debido a la
falta de tiempo por mi trabajo, el blog y los otros fregados en los que estoy
metido, no he querido involucrarme mucho, y más que colaborar he proporcionado
algo de apoyo, pero siempre desde la barrera, como en tantos otros ámbitos.
Asistía a las asambleas de barrio e intentaba ir a las manifestaciones que me
parecían importantes, pero por ejemplo no quise liarme en ninguna de las
comisiones, que quedaban más a menudo, porque no me daba el horario para más.
Inicialmente,
sobre todo en la Plaza las primeras semanas, el movimiento era algo muy
heterogéneo en cuanto a perfil político y condición social de los asistentes, pero
a medida que fueron pasando los meses y se fue reduciendo el número de personas
que venían se hizo más evidente que los que quedaban (incluido yo) eran sobre
todo de izquierdas, y que una buena parte de ellos se ajustaban a determinados
clichés, algo que a mí no me va mucho,
como ya sabréis. Me resultaba curioso comprobar que la mitad de la gente era vegetariana
y hacía pedidos semanales a algún huerto urbano, y la otra mitad estaba
constantemente con el cigarro en la mano (en algunos casos concretos los había
que pertenecían simultáneamente a ambos grupos, cosa bastante contradictoria),
mientras que yo he estado siempre en el punto medio entre ambos extremos. En
cuanto a las manifestaciones y asambleas, nunca he sido especialmente devoto de
llevar pancartas ni de las batucadas que te impiden hablar con tus compañeros, y
no me gustaba sentarme en el duro suelo de la Plaza porque después de dos horas
acababa con el culo dolorido… Toda esta lista de pequeños detalles me ha hecho
sentir algo fuera de lugar en alguna ocasión, pero nada demasiado serio, desde
luego… Y puestos a caer en lo gregario, tengamos en cuenta que podría ser mucho
peor: prefiero cien veces a alguien con una seudopersonalidad de izquierdas que
a alguien con una estilo PP.
En el
15M se ha dicho siempre eso de que “Vamos despacio porque vamos lejos”, y es
verdad que resulta muy difícil poner a todo el mundo de acuerdo sobre algo; la
verdadera democracia supone un esfuerzo titánico por parte de todos, y muchos
se fueron descolgando porque después de meses no apreciaban que de las
asambleas saliera ningún avance concreto…
Si bien es verdad que había gente que al participar daba gusto oírlos, nunca tuve
mucha paciencia para escuchar a los que hablan sin saber, o a los que se enrollan como una persiana
yéndose por las ramas, o a los pelmazos que están siempre con el mismo tema
aunque a nadie más le interese, o a aquellos a quienes se les nota a la legua
que son trepas, oportunistas y manipuladores…
También
había, en mi opinión, algunos compañeros con ideas demasiado radicales, gente a
la que las injusticias sufridas en el pasado o la ideología mamada desde
pequeños les habían nublado el buen juicio… Y otros eran gente bastante
razonable en cuanto a sus ideas pero luego por ejemplo no sabían elegir bien
los lemas y consignas en las manifestaciones, no sabían hacer llegar su mensaje
a los transeúntes de manera serena y calmada. Están por ejemplo el famoso “¡No nos mires, únete!” y su variante “¡Únete,
a ti también te roban!”, que me parecen ambos muy bien, pero recuerdo que había
quien se empeñaba en repetir a voz en grito “¡No nos mires, a ti también te
roban!”, con lo que se perdía la parte más importante del mensaje. También entiendo
que decir algo como “Queremos tener la posibilidad de abortar en caso de que
sea necesario por violación o malformaciones, aunque suponga para nosotras un
episodio muy traumático y no lo hagamos por gusto” queda demasiado largo, pero
de ahí a corear “¡Queremos abortar!” como quien defiende su derecho a la paella
de los domingos va un trecho… Es necesario encontrar una frase a medio camino, que
tenga ritmo y rima pero a la vez transmita correctamente la idea. Creo que la vehemencia,
la falta de tacto en las formas en estos y otros casos, ha puesto en ocasiones a
algunos sectores de la sociedad a la defensiva y poco receptivos a las ideas de
fondo del 15M. Como conclusión general de estos dos párrafos, siempre he
pensado que la democracia real que estamos buscando sólo nos hará avanzar y
progresar de verdad si viene de la mano de una educación de calidad
(tanto en el plano intelectual como en el emocional) y accesible para todos.
Al
problema de encontrarse algún que otro palurdo mezclado con la gente más válida
se unía, en mi caso particular, una desafección innata por todo aquello
relacionado con la política y la economía.
La retórica que suele ir asociada a estos debates me cansaba bastante; muchos
de los temas de conversación me parecían demasiado abstractos como para
despertar mi interés y al final se me mezclaban en la cabeza todas las iniciativas,
conceptos, ideologías y facciones de las que se hablaba… vamos, que esto no es
lo mío. Aun así, era consciente de que durante mucho tiempo se habían cometido
grandes injusticias hacia los más desfavorecidos y de que, aunque a mí la
crisis no me hubiera afectado directamente, había que reaccionar de alguna
manera; aun siendo aburrido era un tema importante, y había que intentar
ponerse al día para ver si se podía hacer algo… Yo siempre he asimilado mejor
las ideas abstractas cuando me las ha explicado alguien que me cayera bien, de
manera que cuando llegaba a las asambleas de la Plaza o del barrio lo primero
que hacía era buscar con la vista entre la multitud las caras conocidas de
gente concreta con la que poder tener después charlas más productivas en petit
comité… Este trato más directo con las personas de mi elección ha sido siempre
lo que más me ha gustado del 15M, porque charlando con ellas no he tenido esa
sensación tan frustrante de pérdida de tiempo; es así como he llegado a
comprender mejor los conceptos básicos para poder tener una opinión informada
sobre los asuntos básicos.
Con el
paso de los años el grupo del 15M de mi barrio ha ido perdiendo impulso,
quedando cada vez menos gente y haciéndose menos cosas, aunque se lleva a cabo
algún proyecto puntual de vez en cuando y solemos coincidir en las
manifestaciones más importantes… Es curioso que casi todos los integrantes de
este núcleo duro que fue quedando con el tiempo estaban entre aquellos
compañeros de los que mi instinto me había dicho inicialmente que podían
aportarme algo útil: personas agradables, inteligentes, cultas
(independientemente de que tengan o no un título universitario) y sobre todo
generosas, dispuestas a ayudar y a organizar actividades sin esperar nada a
cambio, sólo por amor a los ideales que defienden…
personas, en definitiva, que me enorgullezco de poder llamar mis amigos. A algunos
de ellos los sigo viendo de vez en cuando (de hecho los vi este fin de semana)
y algunos de ellos comentan de vez en cuando en el blog… ¡Un saludo, gente!
Aunque
parezca, por lo que he contado hasta ahora, que el movimiento se ha ido
diluyendo y no ha sido de ninguna utilidad práctica, nada más lejos de la
realidad… Me consta que en otros barrios hay mucha más actividad, y que varias
de las plataformas creadas al calor del 15M, después de algunos avances y
retrocesos, han conseguido bastantes de sus objetivos. También es obvio que
mucha de la gente que abandonó las asambleas no lo hizo para volverse a su
casa, sino que siguieron moviéndose y trabajando, explorando otras vías… A los
últimos resultados electorales me remito. La semana que viene os enumeraré varias
importantes consecuencias de la aparición del 15M, os
hablaré del día en que compartí mi paraguas con un concejal del Ayuntamiento y os
contaré un par de cosas sobre Podemos.
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