martes, 17 de mayo de 2016

Buenaaas… ¿Se Puede? (I)


Después de informarme un poco sobre el tema durante estos últimos años, podría decir que hay varios países del norte de Europa en los que la política funciona… y para de contar. En muchos otros países del Mundo, y sobre todo en los menos desarrollados, la corrupción está prácticamente institucionalizada en el ámbito de la política. Incluso una primera potencia mundial como los USA no está tan lejos del caos de los tiempos del Salvaje Oeste, por mucho que ellos quieran pensar que sus instituciones son sólidas y justas: por ejemplo, son famosas a lo largo de todo el S.XX las historias de alcaldes corruptos que gobernaron durante años ciudades tan importantes como Los Ángeles o Chicago. Para intentar frenar la corrupción, las presidencias allí están limitadas a dos mandatos de cuatro años cada uno; pero hecha la ley, hecha la trampa, y ahí tenemos a familias de presidentes que se van turnando en el cargo, como los Bush… Un caso similar es el de Bill Clinton y su mujer Hillary, aunque la prefiero a ella mil veces antes que al imbécil de Trump, por supuesto. Yendo más atrás en el tiempo también está Nixon, que dimitió (al menos él dimitió) por el caso Watergate; o Reagan, durante cuyo mandato en los años 80 todo el mundo pareció volverse gilipollas, iniciándose una etapa de consumismo, codicia y capitalismo salvaje que desembocó en la crisis financiera del 2007.




En España, al menos históricamente, somos todavía más susceptibles de caer en la triquiñuela y el fraude que los protestantes y anglicanos, ya que el catolicismo incluye el perdón de los pecados cometidos mediante la confesión, lo que ha sido mal entendido por algunos durante siglos como una carta blanca para hacer trampas (sin que se notara mucho) aunque esto perjudicase a los demás. En los últimos tiempos el fervor religioso ha decaído bastante, sí, pero la picaresca se ha ido heredando de padres a hijos hasta el punto de quedar entretejida en el ADN patrio. Esta picaresca es propia tanto de los de arriba como de los de abajo, con la diferencia de que hay bastante más ruido cuando se pilla a los de arriba con las manos en la masa… Los políticos, que tienen acceso a presupuestos muy elevados y por tanto una tentación más fuerte de meter la proverbial mano, han sido (no todos pero sí bastantes, entiéndase) los causantes de muchos de los males que aquejan hoy a nuestra sociedad, los culpables del deterioro actual del estado de bienestar. Junto a los políticos, que son los corrompidos, están también entre estos responsables algunos grandes empresarios, en calidad de corruptores; y tienen por último su parte de culpa los banqueros, que son los que originaron la burbuja financiera.

La explosión de la burbuja inmobiliaria y el inicio de la crisis financiera han dado lugar en nuestro país a una redistribución de la riqueza, pasando a ser los ricos cada vez más ricos (por medio de chanchullos) y los pobres (las víctimas) cada vez más pobres, con una clase media cada vez más reducida. Incluso en esta época de crisis, mientras políticos y empresarios predicaban la austeridad seguían llevando una vida de lujos y exceso gracias a sus fortunas adquiridas de forma ilícita… En los últimos años están saliendo a la luz multitud de casos, actualmente en los tribunales, que son de auténtica vergüenza.




El que toda esta corrupción se esté destapando se debe en parte al movimiento 15M, del que este domingo se celebró el quinto aniversario. Resulta que yo acabé por pura casualidad en aquella primera manifestación que se celebró aquí en Valencia, el 15 de mayo de 2011. La convocatoria se había hecho vía Internet por Democracia Real Ya, pero a mí no me había llegado ninguna información. Estaba en casa, seguramente haciendo algo de faena atrasada, y me apetecía tomar el aire un rato, así que bajé a la calle y me di un paseo por el barrio. De pronto me di cuenta de que había mucha gente que se dirigía hacia el centro, algunos de ellos con pancartas, silbatos y disfraces, así que, llevado por la curiosidad, me decidí a seguirlos, y acabé en la Plaza del Ayuntamiento, que era el punto de salida de la mani. Las consignas que se coreaban trasladaban un mensaje de indignación por la situación de entonces y pedían un cambio de todo el sistema para que fuera más justo y participativo, pero lo hacían de un modo festivo y alegre, muy fresco, que no había visto nunca antes y que era bastante esperanzador… Recuerdo el final de la mani, en la Glorieta, frente al Palacio de Justicia, con música y bailes improvisados bajo los árboles centenarios que duraron un buen rato; recuerdo también haberme encontrado con algunos conocidos míos allí mismo y haber compartido impresiones con ellos, y que la sensación general era de muy buen rollo.

Si la manifestación había sido original y novedosa, lo que ocurrió en la Plaza del Ayuntamiento (rebautizada como Plaza del 15M) durante las siguientes semanas fue algo totalmente increíble… De manera espontánea y desafiando a las autoridades (faltaban pocos días para las elecciones) se organizó una acampada permanente y se celebraban asambleas populares en las que participaba todo el que quería para proponer lo que quería… Se daban charlas, se hacían conciertos y se realizaban debates de las más diversas temáticas, de los cuales surgieron distintas comisiones especializadas… El ambiente que se respiraba era muy ilusionante, y me gustaba pasarme por allí una o dos veces por semana y darme una vuelta por las tiendas y corrillos para aprender cosas nuevas… Después de estas semanas iniciales se decidió (de forma asamblearia) suspender la acampada para seguir con la labor de debate y de realización de acciones concretas en las distintas asambleas de barrio, así como en las comisiones, mareas y plataformas que se habían creado. De manera menos frecuente pero regular se seguirían celebrando asambleas generales en la Plaza a modo de puesta en común, y también se realizarían manifestaciones o acciones a nivel de toda Valencia en ocasiones concretas… acciones en las que había de vez en cuando algún susto con las multas, las detenciones y las cargas policiales.




Aunque he seguido de cerca la evolución del movimiento desde sus inicios, no me considero ni mucho menos un miembro del 15M a jornada completa; debido a la falta de tiempo por mi trabajo, el blog y los otros fregados en los que estoy metido, no he querido involucrarme mucho, y más que colaborar he proporcionado algo de apoyo, pero siempre desde la barrera, como en tantos otros ámbitos. Asistía a las asambleas de barrio e intentaba ir a las manifestaciones que me parecían importantes, pero por ejemplo no quise liarme en ninguna de las comisiones, que quedaban más a menudo, porque no me daba el horario para más.

Inicialmente, sobre todo en la Plaza las primeras semanas, el movimiento era algo muy heterogéneo en cuanto a perfil político y condición social de los asistentes, pero a medida que fueron pasando los meses y se fue reduciendo el número de personas que venían se hizo más evidente que los que quedaban (incluido yo) eran sobre todo de izquierdas, y que una buena parte de ellos se ajustaban a determinados clichés, algo que a mí no me va mucho, como ya sabréis. Me resultaba curioso comprobar que la mitad de la gente era vegetariana y hacía pedidos semanales a algún huerto urbano, y la otra mitad estaba constantemente con el cigarro en la mano (en algunos casos concretos los había que pertenecían simultáneamente a ambos grupos, cosa bastante contradictoria), mientras que yo he estado siempre en el punto medio entre ambos extremos. En cuanto a las manifestaciones y asambleas, nunca he sido especialmente devoto de llevar pancartas ni de las batucadas que te impiden hablar con tus compañeros, y no me gustaba sentarme en el duro suelo de la Plaza porque después de dos horas acababa con el culo dolorido… Toda esta lista de pequeños detalles me ha hecho sentir algo fuera de lugar en alguna ocasión, pero nada demasiado serio, desde luego… Y puestos a caer en lo gregario, tengamos en cuenta que podría ser mucho peor: prefiero cien veces a alguien con una seudopersonalidad de izquierdas que a alguien con una estilo PP.




En el 15M se ha dicho siempre eso de que “Vamos despacio porque vamos lejos”, y es verdad que resulta muy difícil poner a todo el mundo de acuerdo sobre algo; la verdadera democracia supone un esfuerzo titánico por parte de todos, y muchos se fueron descolgando porque después de meses no apreciaban que de las asambleas saliera ningún avance concreto… Si bien es verdad que había gente que al participar daba gusto oírlos, nunca tuve mucha paciencia para escuchar a los que hablan sin saber, o a los que se enrollan como una persiana yéndose por las ramas, o a los pelmazos que están siempre con el mismo tema aunque a nadie más le interese, o a aquellos a quienes se les nota a la legua que son trepas, oportunistas y manipuladores…

También había, en mi opinión, algunos compañeros con ideas demasiado radicales, gente a la que las injusticias sufridas en el pasado o la ideología mamada desde pequeños les habían nublado el buen juicio… Y otros eran gente bastante razonable en cuanto a sus ideas pero luego por ejemplo no sabían elegir bien los lemas y consignas en las manifestaciones, no sabían hacer llegar su mensaje a los transeúntes de manera serena y calmada. Están por ejemplo el famoso “¡No nos mires, únete!” y su variante “¡Únete, a ti también te roban!”, que me parecen ambos muy bien, pero recuerdo que había quien se empeñaba en repetir a voz en grito “¡No nos mires, a ti también te roban!”, con lo que se perdía la parte más importante del mensaje. También entiendo que decir algo como “Queremos tener la posibilidad de abortar en caso de que sea necesario por violación o malformaciones, aunque suponga para nosotras un episodio muy traumático y no lo hagamos por gusto” queda demasiado largo, pero de ahí a corear “¡Queremos abortar!” como quien defiende su derecho a la paella de los domingos va un trecho… Es necesario encontrar una frase a medio camino, que tenga ritmo y rima pero a la vez transmita correctamente la idea. Creo que la vehemencia, la falta de tacto en las formas en estos y otros casos, ha puesto en ocasiones a algunos sectores de la sociedad a la defensiva y poco receptivos a las ideas de fondo del 15M. Como conclusión general de estos dos párrafos, siempre he pensado que la democracia real que estamos buscando sólo nos hará avanzar y progresar de verdad si viene de la mano de una educación de calidad (tanto en el plano intelectual como en el emocional) y accesible para todos.




Al problema de encontrarse algún que otro palurdo mezclado con la gente más válida se unía, en mi caso particular, una desafección innata por todo aquello relacionado con la política y la economía. La retórica que suele ir asociada a estos debates me cansaba bastante; muchos de los temas de conversación me parecían demasiado abstractos como para despertar mi interés y al final se me mezclaban en la cabeza todas las iniciativas, conceptos, ideologías y facciones de las que se hablaba… vamos, que esto no es lo mío. Aun así, era consciente de que durante mucho tiempo se habían cometido grandes injusticias hacia los más desfavorecidos y de que, aunque a mí la crisis no me hubiera afectado directamente, había que reaccionar de alguna manera; aun siendo aburrido era un tema importante, y había que intentar ponerse al día para ver si se podía hacer algo… Yo siempre he asimilado mejor las ideas abstractas cuando me las ha explicado alguien que me cayera bien, de manera que cuando llegaba a las asambleas de la Plaza o del barrio lo primero que hacía era buscar con la vista entre la multitud las caras conocidas de gente concreta con la que poder tener después charlas más productivas en petit comité… Este trato más directo con las personas de mi elección ha sido siempre lo que más me ha gustado del 15M, porque charlando con ellas no he tenido esa sensación tan frustrante de pérdida de tiempo; es así como he llegado a comprender mejor los conceptos básicos para poder tener una opinión informada sobre los asuntos básicos.




Con el paso de los años el grupo del 15M de mi barrio ha ido perdiendo impulso, quedando cada vez menos gente y haciéndose menos cosas, aunque se lleva a cabo algún proyecto puntual de vez en cuando y solemos coincidir en las manifestaciones más importantes… Es curioso que casi todos los integrantes de este núcleo duro que fue quedando con el tiempo estaban entre aquellos compañeros de los que mi instinto me había dicho inicialmente que podían aportarme algo útil: personas agradables, inteligentes, cultas (independientemente de que tengan o no un título universitario) y sobre todo generosas, dispuestas a ayudar y a organizar actividades sin esperar nada a cambio, sólo por amor a los ideales que defienden… personas, en definitiva, que me enorgullezco de poder llamar mis amigos. A algunos de ellos los sigo viendo de vez en cuando (de hecho los vi este fin de semana) y algunos de ellos comentan de vez en cuando en el blog… ¡Un saludo, gente!

Aunque parezca, por lo que he contado hasta ahora, que el movimiento se ha ido diluyendo y no ha sido de ninguna utilidad práctica, nada más lejos de la realidad… Me consta que en otros barrios hay mucha más actividad, y que varias de las plataformas creadas al calor del 15M, después de algunos avances y retrocesos, han conseguido bastantes de sus objetivos. También es obvio que mucha de la gente que abandonó las asambleas no lo hizo para volverse a su casa, sino que siguieron moviéndose y trabajando, explorando otras vías… A los últimos resultados electorales me remito. La semana que viene os enumeraré varias importantes consecuencias de la aparición del 15M, os hablaré del día en que compartí mi paraguas con un concejal del Ayuntamiento y os contaré un par de cosas sobre Podemos.



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