Ya hemos hablado de las posibles fuentes de información a la hora de hacer
una investigación genealógica, y es el momento de explicar cómo poner esta
información en orden. Hay en la Red ejemplos de árboles genealógicos muy trabajados, con un gran
número de familiares, y uno se pregunta al verlos qué método habrán utilizado
los autores para no liarse con la gran cantidad de lugares, fechas y
parentescos… Sin ir más lejos, la base de datos de mi familia consta, después
de dos años de duro trabajo, de 588 personas incluyendo desde los parientes más
próximos hasta los tíos y primos más lejanos.
El lápiz y papel sirven cuando estamos hablando de tres o cuatro generaciones,
pero llega un momento en que te das cuenta de que necesitas un ordenador para
gestionar esta ingente cantidad de información (precisamente por eso se llama
ordenador). Hay distintos tipos de programas que se pueden usar, pero en mi
caso, después de barajar varias opciones, decidí descargarme el Personal
Ancestral File de la página web de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días.
Los mormones están muy puestos en temas de Genealogía,
ya que una de las tareas que les encomienda su religión es la de realizar
ceremonias por sus antepasados muertos no mormones en las que se les comunica
el evangelio en el limbo de los espíritus en que residen, teniendo éstos la
opción de aceptarlo o rechazarlo libremente. El término técnico es “efectuar
las ordenanzas del templo” por sus ancestros, o también “sellar una familia” de
antepasados, y es una especie de evangelización hacia atrás, con efectos
retroactivos. Requisito fundamental para llevar a cabo este rito es conocer los
datos relativos al ancestro en cuestión: nombre y apellido, lugar de
nacimiento… Independientemente de que el antepasado acepte o no recibir
post-mortem el bautismo en la fe mormona, y por tanto las llaves del paraíso,
el descendiente se queda con la conciencia tranquila, porque ya ha cumplido su
deber como buen mormón. En cuanto a si las dos generaciones llegan a tener
comunicación directa desde el más allá
en algún momento durante la ceremonia, no me preguntéis, porque no he llegado a
tanto documentándome sobre este asunto.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
(buf, esperad que tome aire) fue fundada por el estadounidense Joseph Smith en 1830, en 1894 constituyó la
Sociedad Genealógica de Utah, en 1938 compró su primera cámara de microfilmación
de documentos y hacia 1960 contrató expertos en computación y compró el primer
ordenador, esfuerzos destinados a recopilar la mayor cantidad posible de
información genealógica, guardarla y preservarla del paso del Tiempo. Los
mormones tienen ya unos tres mil millones de nombres, extraídos de archivos de
más de cien países distintos, en su base de datos; gran parte de esta
información está accesible en la Red de forma gratuita. Los soportes
originales, en distintos formatos, se guardan en una gigantesca cripta
acorazada, a doscientos metros bajo tierra, en la Montaña de Granito
de Utah, a cuarenta kilómetros de la ciudad mormona por excelencia, Salt Lake
City. También en España han firmado convenios con el Ministerio de Cultura y se
dedican a microfilmar o digitalizar gratis los libros de registros de los
archivos de mayor interés, entregando a cambio a los responsables del archivo
una copia de la digitalización al acabar su tarea. Están en Valencia desde los años 70, y tienen su sede (o Centro de Historia Familiar, como ellos lo llaman) en la calle Polo y Peyrolón.
Por supuesto, no necesitas pasarte por sus sedes ni hacerte mormón para
descargarte el software de gestión de datos genealógicos, o para consultar sus archivos online. Yo me bajé el Personal Ancestral File (PAF, en
forma abreviada) de su web en 2006 sin dar mis datos y sin ningún tipo de
compromiso, aunque parece que actualmente la cosa funciona más en un entorno
online llamado Árbol Familiar, para el que te piden que te registres con un nombre de usuario y una dirección de e-mail. Seguro que el PAF
para usar en ordenadores sin conexión todavía se puede descargar en muchos sitios,
pero ya no se ofrecen actualizaciones ni asistencia técnica, indicándose en su
propia web varias posibles alternativas de otros
programadores.
El PAF es una base de datos muy versátil, intuitiva y fácil de manejar. La
visualización interactiva en pantalla permite organizar la información por
grupos familiares o por ascendientes de la persona que elijas. Te permite
guardar una gran cantidad de datos para cada individuo: nombre y apellidos,
posibles apodos, fecha y lugar de nacimiento, bautismo, defunción y sepultura,
causa de la muerte, profesión, descripción física, la dirección postal (y en
caso de familiares vivos, el teléfono o el e-mail), fotografías, cualesquiera
otras notas acerca de su vida y por último la lista de fuentes de las que se ha
sacado toda esta información y su fiabilidad. También hay un apartado para las
Ordenanzas de los Santos de los Últimos Días (lo que os comentaba antes sobre
bautizar a los antepasados) que yo no utilicé. Cada vez que añades una persona
nueva a la base de datos debes establecer las relaciones de parentesco directo
con las personas ya registradas: padre y madre, cónyuge o cónyuges (indicando,
si se dispone de ella, la fecha y lugar de matrimonio) e hijos e hijas en caso
de tenerlos.
Lo bueno de este software es que, una vez metidos los datos, te permite
imprimir muy distintos tipos de resúmenes y diagramas centrados en la persona o
familia que elijas: resumen personal, árbol genealógico, grupo familiar, lista
de ascendientes, lista de descendientes… Para cada uno de estos formatos se
pueden modificar bastantes parámetros, haciendo que aparezcan mayor o menor
cantidad de datos, o seleccionando si quieres que aparezcan o no las fotos con
las caras de los familiares. Recuerdo que, una vez terminado el grueso de mi
investigación, seleccioné a mi antepasado más lejano y saqué una impresión del
esquema de sus descendientes, fotografías incluidas, que ocupaba un gran número
de hojas. Echándole paciencia, pegué las hojas una a una con tiras de celo, de
manera que quedó un desplegable gigante que se podía extender por el suelo del
comedor, permitiéndome contemplar a toda la familia de un solo vistazo, con mi
foto en una de las esquinas, apenas una pieza diminuta del enorme mosaico…
Ver las cosas desde esta perspectiva produce una sensación extraña, mezcla de
emoción por el Conocimiento alcanzado y a la vez vértigo por ser consciente de
lo insignificante que eres en el Árbol de la Vida.
Una vez los datos son fáciles de consultar de forma rápida con la ayuda del
software, empiezas a pasearte por las distintas generaciones y ramas y a
compararlas entre sí para intentar sacar alguna conclusión interesante… De
algunos familiares sólo conoces el nombre y tal vez una fecha aproximada; de
otros, además, algunos datos escuetos sobre su vida, o en qué localidad y calle
vivían; de otros tienes bastante información más detallada, y a veces una o
varias fotos de mayor o menor calidad. Me gustó ver que en mi familia ha habido
bastante variedad en cuanto a ocupaciones: entre mis antepasados directos ha
habido estibadores portuarios,
violinistas, políticos, alcaldes, terratenientes, panaderos, campesinos, amas
de casa, maestros sangradores,
comerciantes, industriales y hasta relojeros inventores en sus horas libres… Otra cosa
que me llama la atención es el gran cambio que ha habido con el paso de las
generaciones en cuanto al número de hijos: mis padres tuvieron dos, mis abuelos
dos y tres respectivamente, y mis bisabuelos por las distintas ramas tuvieron
una media de cuatro hijos. Mis tatarabuelos por la rama paterna, a falta de
algunos datos, tuvieron también unos cuatro vástagos, pero por la rama materna
eran familias de unos siete hermanos
en promedio, con casos concretos de hasta diez hijos.
Además de los datos almacenados en el PAF, mi base de datos genealógicos
incluye por supuesto una gran cantidad de archivos de imagen. Es bueno escanear
las fotografías y documentos importantes, no sólo para poder hacer búsquedas
más cómodas y rápidas, sin necesidad de repasarse todos los cajones y los antiguos álbumes de fotos,
sino también por la sencilla razón de que algunas de ellas son de otros
familiares vivos más o menos lejanos, y por tanto no puedes quedártelas. Yo me
decidí por guardar todas las imágenes por duplicado, generando primero un
archivo en formato .tif y exportándolo después a formato .jpg, un poco más ligero.
La mejor manera de tenerlo todo bien organizado es usar para los archivos un título
del estilo “Apellido1 Apellido2, Nombre” si es una foto, añadiendo en otros
casos coletillas entre paréntesis como “Partida
bautismo”, “Partida nacimiento”, “Certificado matrimonio”, “Testamento”, “Certificado
defunción”, “Necrológica”, “Lápida”… A veces incluyes otros tipos de documentos
algo menos frecuentes, como artículos de periódico o poemas antiguos. Si son
varias las personas de una familia que aparecen en la foto, se puede optar por
titularla incluyendo los correspondientes apellidos y especificando a
continuación “Familia”, “Matrimonio”, “Boda”, “Hermanos”…
Observar las fotos antiguas de mis ancestros es una de las cosas que más me
fascina de esta afición; no hace falta pues que os diga cuál era mi reacción
cada vez que una tía abuela o un tío tercero me enseñaban por primera vez la
fotografía de un antepasado desconocido para mí hasta entonces… Las
combinaciones de personas y el aspecto físico de cada una de ellas en las
distintas fotos son otra fuente de información que te permite acotar fechas de
nacimientos o defunciones y hacerte avanzar en tus solicitudes a los Registros
Civiles. A veces la identificación de una persona en una foto no está clara y
hay que comparar sus rasgos con los de otras instantáneas para confirmar su
identidad. Yo soy buen fisonomista, y se me da bien reconocer a un mismo
familiar de niño, de joven y de adulto,
fijándome en rasgos poco variables con la edad como la separación entre ojos o
la altura y la forma de la boca, pero aun así hubo varias ocasiones en las que
la tarea era complicada y hubo que poner en cuarentena la posible identidad de
esa persona. A la hora de obtener información, incluso
el color y tipo de grano de la imagen pueden aportar datos acerca de la fecha
aproximada en la que se tomó la foto, y no está de más tener cierta
culturilla general sobre historia de la fotografía…
Por ejemplo, para acotar fechas viene bien saber que las primeras cámaras que
podían hacer retratos, en formatos antiguos como el daguerrotipo, el calotipo o
el cianotipo, se inventaron a partir de 1839.
¿Cuántas fotografías de mis antepasados directos llegué a conseguir? En el
curso de mi investigación logré recopilar las de mis ocho bisabuelos, lo cual
era por otra parte el objetivo mínimo que me había propuesto cumplir desde el
principio. También encontré las de cinco de mis dieciséis tatarabuelos, que
tampoco está mal. Es una sensación extraña, la de saber quiénes fueron y el
aspecto que tenían sin haberlos conocido; contemplas sus caras de aspecto serio y solemne
y te preguntas cómo serían en el día a día, si sonreirían más o menos, cuál
sería su timbre de voz, si hablarían castellano o valenciano, o si tendrían
algún rasgo de la personalidad en común contigo… Por último, conseguí la foto
de uno solo de mis trastatarabuelos. Por la textura y el color se notaba que
era una fotografía muy antigua, y aun así él parecía ya bastante anciano, lo
que lo envolvía en un halo de misterio e irrealidad incluso mayor; vivió en
tiempos tan lejanos que realmente es difícil tomar asidero desde el Presente para
intentar comprender cómo era su vida… ¿o tal vez no lo es tanto? Dentro de dos
semanas os hablaré más de él y os relataré un descubrimiento que realicé después
de obtener su foto, y que me hizo ver que a lo mejor no era tan distinto a nosotros
como yo pensaba.
2 comentarios:
Interesantísimas estas dos últimas entradas Juan!!, mi enhorabuena!!!. Especialmente en lo que respecta a la investigación y hallazgo de las fotografías de tus antepasados...que sepas que me acaba de entrar el gusanillo!!!!!! (y más en estas fechas, jejeje) . Gracias!!!, y felices fiestas!!!. Susana
Gracias por el comentario, Susi, me alegro mucho de que te parezca un tema interesante. Investigando sobre los mormones me he dado cuenta de que casualmente su sede de Polo y Peyrolón está muy cerca de Revelarte, vuestra escuela-estudio de fotografía... Es un dato curioso que liga de alguna forma los temas de la primera y segunda mitades de esta entrega (mormones y fotografía)... ¡Todo encaja como un gigantesco puzzle sideral! :-)
En cuanto al gusanillo de la investigación genealógica, yo sé que no paras de trabajar y estás siempre hasta arriba de faena (lógico, la gente siempre busca a las mejores profesionales), pero te recomiendo fervientemente que en cuanto tengas un par de días libres (por ejemplo ahora en Navidades, como tú dices) aproveches para que los mayores de tu familia te hagan un esquema-resumen con las generaciones que lleguen a recordar, y te apunten quién es quién en las fotos de familia antiguas. Eso lo puedes guardar en un cajón (como hice yo con los datos de mi abuela paterna) y sabes que siempre estará disponible, cuando tengas más tiempo, para continuar la búsqueda a partir de ahí. Vale la pena, de verdad.
Escribiendo estas líneas he recordado que precisamente dos de las primeras fotos que colgaste en tu blog eran las de tu abuela Loreta, y que sobre todo la primera me gustó mucho; me parece que su mirada está llena de fuerza y a la vez de ternura.
¡Gracias de nuevo por pasarte por el blog! Ya sabes que, como decía López Vázquez, aquí tienes a un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo... ;-P :-)
¡Besetes!
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