lunes, 23 de febrero de 2015

El Vuelo de la Flecha (II)


Seguimos hablando de disparar nuestra flecha hacia la diana y de la disyuntiva entre mirar hacia delante o hacia detrás en el discurrir de nuestra Vida, tanto a nivel de los grandes proyectos como de las pequeñas rutinas. Como vimos en la primera parte de la entrada, hay gente que mira más hacia delante debido a la mediocridad de sus anteriores logros, o a su incapacidad para percibir la importancia de éstos y valorarlos en su justa medida; y por otro lado están los que se centran obsesivamente en su próximo objetivo, retrasando incluso su consecución de forma deliberada, porque tienen la convicción de que será un hito a nivel personal difícil de superar durante el resto de su Vida. Por una razón o por otra, en general preferimos regodearnos en esa sensación de anticipación de lo que está por venir, más que en la conclusión de los proyectos en sí.




La semana pasada vimos algunos ejemplos de obras inconclusas en el arte o la literatura y hoy, aunque no abandonemos del todo el terreno de la ficción, trataremos el tema desde el punto de vista de las relaciones personales. Las distintas etapas de nuestra relación con otra persona pueden considerarse también como dianas a las que apuntar, y es posible tanto acertar como errar el tiro, o incluso posponer conscientemente la llegada de la flecha y el cierre de la correspondiente etapa. Tenemos por ejemplo el caso de los archienemigos que han dedicado toda su vida a luchar el uno contra el otro y que sin embargo dudan al llegar el momento en que pueden acabar de una vez por todas con su rival. ¿Qué pasaría si Batman eliminase al Joker, o viceversa? ¿o si Sherlock Holmes derrotase al Profesor Moriarty, o al contrario? Al que sobreviviese todo le resultaría muy aburrido a partir de ese momento; tal vez se daría cuenta de que ha hecho desaparecer su razón de ser, de que ya no hay otros contrincantes que estén a su altura, de que ha perdido su principal motivación para seguir existiendo… Los villanos no tendrían reparo en expresar estas ideas en voz alta; a nuestros héroes les costaría reconocerlo, pero tal vez lo estarían pensando también… Quizás comprenderían que están destinados a seguir luchando hasta morir ambos; y por tanto decidirían perdonarse la vida, irse cada cual por su lado y dejarlo para otra ocasión… o por el contrario caer juntos catarata abajo, abrazados y forcejeando, hacia una muerte segura.




Dicen que del amor al odio hay un paso, así que los ejemplos anteriores podrían no ser tan distintos del que veremos a continuación, aunque parezca que están en polos opuestos del espectro… Supongo que habéis oído hablar de la tensión sexual no resuelta en una serie de televisión. Se trata de un recurso usado por los guionistas para mantener la atención de los espectadores durante varias temporadas y consiste en desarrollar una fuerte atracción entre la pareja protagonista (lo que se suele llamar “química”) que queda sugerida sin llegar a consumarse. A veces la falta de ideas o la intención de conducir la historia en la dirección más lógica llevan a aliviar esta tensión haciendo que los personajes comiencen una relación, recurso que puede insuflar nueva vida a la serie o por el contrario suponer para ella el principio del fin…

El caso más claro que recuerdo de una tensión resuelta que acabase con una serie es el de Luz de Luna, que yo veía todas las semanas, los lunes a las nueve si no recuerdo mal, antes de ser siquiera un adolescente. Me encantaba la frescura de los diálogos entre el sinvergüenza de David y la estirada de Maddie, y disfrutaba también con esa atracción latente entre ambos, a medio camino entre el amor y el odio. Recuerdo como un gran acontecimiento el episodio en el que por fin descargaron toda la tensión acumulada y se pegaron un buen revolcón (rompiendo de paso la mitad de los muebles del apartamento), y también recuerdo que a partir de ese momento la serie perdió gran parte de su gracia y fue decayendo poco a poco hasta su conclusión en la quinta temporada. Está claro que a esto contribuyeron también otros factores, como las continuas peleas entre Bruce Willis y Cybill Shepherd al otro lado de la cámara, pero no cabe duda de que el declive de la serie se aceleró el día que David y Maddie decidieron tirarse a la piscina… Ésta es una flecha que quizás no debería haber llegado nunca a la diana.




Y hablemos por fin de Penélope, uno de los personajes de la Odisea de Homero. Su esposo Ulises abandonó la isla de Ítaca y luchó durante diez años en la Guerra de Troya, pasando después varios años más sin que retornara y dándole casi todos por muerto. Mientras Ulises erraba de isla en isla, intentando volver y viviendo alguna que otra aventura amorosa por el camino, Penélope, siempre fiel a su marido, rechazó múltiples propuestas de matrimonio. Para dar largas a sus codiciosos pretendientes, les dijo que aceptaría la muerte de Ulises y se casaría de nuevo cuando terminase de tejer un sudario para el rey Laertes, pero cada noche deshacía a escondidas lo que había tejido durante el día, posponiendo de ese modo el momento de elegir… Al final, tras veinte años de separación, Ulises regresó a Ítaca disfrazado de mendigo y fue capaz de tensar su propio arco, cosa que ninguno de los pretendientes había conseguido, matándolos a todos con él y reuniéndose con Penélope.

Este relato ha servido para acuñar el llamado complejo o síndrome de Penélope, que en psicología es aquel en el que la espera se transforma en una constante existencial. Puede hacer referencia a las mujeres que esperan el regreso de su marido desaparecido en una catástrofe o en un conflicto bélico y dado por muerto, pero también a las mujeres que salieron una sola vez con un hombre que no las volvió a llamar, o que se liaron con un casado que juró que se separaría de su mujer, o que fueron abandonadas por un marido que no volvió nunca más pidiendo perdón… Estas mujeres se hacen ilusiones en vano, siguen esperando que ocurra lo imposible y acaban viviendo en un mundo de fantasía creado por ellas mismas; están enamoradas de un fantasma, y esta obsesión les impide olvidar y seguir adelante con su Vida. Son Penélopes que se dedican a tejer y destejer sueños e ilusiones día tras día, son flechas que vuelan y vuelan hacia una diana que no existe.




¿Y qué hay de La Belleza y el Tiempo como proyecto? ¿Llegará un momento en que la flecha alcance la diana y el blog sea una obra concluida, o por el contrario se mantendrá como un continuo “work in progress”? En la primera entrada os expliqué que el escribir estos textos tiene un doble objetivo: por un lado conocerme mejor a mí mismo y al Mundo que me rodea, y por otro contactar con personas que conecten intelectualmente y tengan una cierta química conmigo, personas entre las cuales podría estar también la mujer de mis sueños… En lo que respecta al primer objetivo, dudo mucho que mi investigación concluya algún día: el Universo contiene demasiadas maravillas como para conocerlas todas en una Vida. Como ya he comentado muchas veces, es imposible aprenderlo todo acerca de todo; siempre hay nuevas preguntas por responder, nuevas puertas por abrir, nuevos rincones del Mundo por descubrir

En cuanto a la búsqueda de la mujer perfecta para mí, francamente espero que este proyecto sí llegue a buen puerto algún día. Después de unos añitos sin pareja, la verdad es que noto ya una cierta tensión sexual no resuelta (si es que tal cosa puede darse en una historia con un solo personaje) y voy teniendo ganas de que esta flecha se clave por fin en la diana (perdonadme el doble sentido). Todavía me quedan unas cuantas entradas medio escritas acerca de mi búsqueda y del poco éxito obtenido hasta ahora, entradas que iré racionando y publicando poco a poco bajo la etiqueta de “Afecto”. Lógicamente, ya no podré utilizarlas si me echo novia, porque entonces estaría mintiendo… Pero comérmelas con patatas es un riesgo que tendré que correr; no os preocupéis, que no soy tan idiota como para no buscar pareja sólo por tener entradas sin publicar (Tal vez pase a limpio y cuelgue rápidamente un par de ellas cuando vea que el tan esperado momento se acerca de forma inminente, y así todos contentos). Me parece que la razón por la que avanzo tan despacio en este terreno se basa en que aspiro a metas muy elevadas, y por tanto apenas encuentro dianas hacia las que desee lanzar la flecha… Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.




Para ir terminando ya, creo que las conclusiones finales podrían ser éstas: tratemos de elegir bien las dianas hacia las que apuntamos el arco y soltamos la flecha. Que no se pueda decir que miramos más hacia la siguiente diana porque fallamos la anterior, o porque era ridículamente fácil de acertar; que sea porque la diana anterior era difícil y digna de elogio pero la siguiente es un reto aún mayor. No tratemos de retrasar el momento de hacer una diana por miedo a descubrir que no valía la pena y que deberíamos apuntar en otra dirección; retrasemos el momento por nuestra convicción de que la diana hecha será tan perfecta que nos resultará difícil superarnos en la siguiente. Reflexionemos bien para escoger la dirección correcta, apuntemos cada vez más y más alto y encadenemos diana tras diana, de manera que volar hacia la siguiente sea sólo posible gracias a haber acertado en las anteriores; de ese modo, cuando notemos cómo la flecha corta el aire en dirección hacia su próximo objetivo sabremos que es gracias a los logros previamente conseguidos, y estaremos mirando a la vez hacia delante y hacia atrás, que es la mejor manera de vivir el momento presente.

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