Ya que ésta es la entrada que hace cien y por
tanto me merezco darme un gusto, dejad que me rinda hoy a uno de mis placeres culpables y que os hable un
poco de películas y series de fantasía y ciencia ficción (Sigue pendiente para
más adelante hablar de la importante diferencia entre realidad y Verdad).
Quiero empezar explicando lo que es la “biblia”
de una serie de televisión de cualquier género: se trata de un documento de
referencia y consulta para los guionistas, con información acerca de los
personajes, escenarios, línea argumental… No todas las series la tienen, y en
caso de tenerla algunas son más detalladas que otras. En estos documentos
pueden incluirse dos tipos de datos: por un lado, un registro ordenado de lo
que los distintos personajes han dicho o hecho ya en la serie, para mantener la
coherencia en futuros capítulos; y por otra parte, una descripción de todo
aquello que no se ha visto en pantalla pero que debería determinar directa o
indirectamente lo que va sucediendo. Esta segunda clase de datos pueden
consistir en una descripción del tiempo y lugar en que se desarrolla la acción
(y de las reglas que gobiernan ese mundo en el caso de las series de fantasía,
o la tecnología existente en el caso de la ciencia ficción), un resumen de la
historia de los personajes anterior a los hechos narrados en la serie, o bien
unas breves pinceladas sobre la evolución que debería seguir en el futuro cada
uno de ellos y lo que debería ocurrir a grandes rasgos en cada una de las
temporadas previstas.
Soy de la opinión de que cuanto más se haya
trabajado esta labor previa de documentación y de preparación de la serie, de
planificación a largo plazo de los arcos narrativos, mayor es la probabilidad
de que el producto final sea consistente y de calidad y atrape al público. Hoy
en día, sin embargo, se valora más la cantidad que la calidad, y la mayoría de
las series se alargan más de la cuenta, exprimiendo el formato
hasta que en las últimas temporadas ya no les queda ni una gota de creatividad,
frescura o coherencia interna. Estas series desaparecen dejando un mal sabor de
boca, como aquellos ancianos que han tenido una vida plena y activa pero que antes
de morir sufren un lento periodo de degeneración física o mental progresiva, de
manera que ya no reconocemos en ellos a la persona que antes eran. Otro
problema que pueden tener las series es el de intentar aumentar la cantidad de
espectadores a toda costa, tratando de llegar a un espectro tan amplio de
público que por el camino pierden las señas de identidad en las que radicaba su
originalidad, perdiendo también a la base de espectadores fieles desde el
principio… pero ésa es otra historia, no nos vayamos por las ramas.
Pongamos algunos ejemplos concretos… Tenemos el
caso de Babylon 5, una serie de
televisión de los años noventa creada por el guionista Michael Straczynski,
cuyo objetivo fue proporcionar al público un producto de ciencia ficción para
adultos y de calidad. Los distintos personajes eran complejos y estaban
desarrollados con la suficiente profundidad, evolucionando y cambiando (a veces
de forma drástica) a lo largo de la serie; y la táctica de combinar elementos
narrativos a distintas escalas, incluyendo pequeñas historias individuales
presentadas en un contexto mucho más amplio, una Gran Historia épica, aportaba
a la serie una gran credibilidad y una sensación de consistencia interna… Pero
la clave del éxito de Babylon 5 radica sobre todo en que los detalles básicos
del arco argumental de sus cinco temporadas
ya estaban pensados desde el principio, incluyendo un final bien definido, con
lo que Straczynski y los otros guionistas de los episodios podían avanzar con
paso firme, sabiendo hacia dónde se dirigían, e incluir de vez en cuando
veladas referencias a hechos que ocurrirían tal vez dos temporadas después,
detalles éstos que incrementan aún más el disfrute de la experiencia en un
segundo visionado de la serie.
Por supuesto, también hay ejemplos de lo
contrario. A veces, por falta de una planificación a largo plazo y por la
introducción sobre la marcha de demasiados elementos narrativos y preguntas sin
responder, una serie puede acabar siendo confusa, errática e incoherente hasta el punto de resultar infumable.
Es lo que algunos dicen de Perdidos, aunque a mí no me desagradó del todo la
conclusión de la sexta temporada, teniendo en cuenta la cantidad de líneas
abiertas que tenían que cerrar… J.J. Abrams y Damon Lindelof no respondieron a
todas las preguntas, pero sí a varias de las más importantes.
Personalmente considero más flagrante el caso de Expediente
X, que se fue enredando poco a poco en su propia tela de araña narrativa hasta
asfixiarse y perder toda coherencia. Había demasiadas tramas, personajes y
elementos en la historia, era imposible conciliarlo todo en una sola
explicación. Las temporadas 8 y 9, con David Duchovny fuera de la serie y el
personaje de Mulder abducido por los extraterrestres, fueron las más flojas,
hasta el punto de que ni siquiera fueron emitidas en la televisión generalista
española. El desenlace de la serie también fue decepcionante y totalmente
abierto, para poder dar paso a dos películas que tampoco han resuelto nada (y
parece que hay una tercera en camino, veinte años después). En estas
condiciones es muy difícil creer.
Hablemos ahora de distintas trilogías
cinematográficas y de cómo mantuvieron el nivel de calidad sus sucesivas entregas.
Empecemos por la parte negativa, hablando de The Matrix: las dos secuelas de la
película original son tan inferiores que yo y algunos de mis amigos, cuando
surge el tema, nos llevamos entre nosotros la coña de decir sorprendidos: “Ah,
pero ¿hay más de una peli?”.
Parece bastante claro que las tres películas no se planificaron al mismo
tiempo: cuando la primera tuvo éxito, los hermanos Wachowski se pusieron a
pensar en lo que podían contar en las siguientes, pero o bien habían gastado ya
todos sus cartuchos buenos o bien simplemente se les habían acabado las pilas,
la ilusión, las ganas de exprimirse el cerebro.
Un caso que tiene mucha más miga es el de Star
Wars, porque incluye no sólo la trilogía original sino también las precuelas y
las futuras secuelas. A principios de los años 80 George Lucas declaró en
varias entrevistas que tenía escritos resúmenes de diez o doce páginas cada
uno, incluyendo los títulos, para los episodios del uno al nueve; es posible que
lo esbozado en estas notas se pareciese a las películas estrenadas en el caso
de la trilogía original, pero estoy seguro de que para las otras seis películas
proyecto inicial y producto final se parecerán tanto como un huevo a una
castaña (y es que la vida da muchas vueltas)… Es bastante unánime entre el
público la opinión de que la primera entrega y sobre todo la segunda, El Imperio Contraataca, tienen una
gran calidad desde el punto de vista creativo. Recuerdo que, cuando lo vi en
uno de sus reestrenos, me fascinó el hecho de que la historia empezase por el
Episodio IV, y que llegué a pensar que había otras tres películas anteriores
que no se habían estrenado en España: detalles como este nos proporcionan la
sensación de que hay un trasfondo más amplio, de que ver la película es como
abrir una pequeña ventana a otro mundo mucho más grande y completamente
distinto del nuestro, sensación que aporta mayor verosimilitud al relato.
Para cuando el Episodio VI, El Retorno del Jedi,
llegó a las pantallas, ya se hizo evidente que Lucas empezaba a pensar más en
la pasta que en la calidad artística del conjunto: con el dichoso merchandising
en mente, y con el fin de vender más peluches, para uno de los escenarios de la
acción decidió cambiar el planeta de los Wookies de sus notas iniciales por el
de los Ewoks, resultando de este trueque la parte más floja de la trilogía
original… Tan floja es que yo mismo me hice mi propia versión de la peli,
grabada a VHS desde Canal 9, poniendo la pausa en todas las escenas en que
aparecían los jodidos ositos peludos; la cosa así mejora bastante.
Pero esto no era nada comparado con lo que se nos
venía encima con las precuelas. Me parece que jamás en mi vida he deseado tanto
ver una película como lo deseaba con el Episodio I; recuerdo que visionaba los trailers una y otra vez y se me ponía la
carne de gallina… ¡Qué desilusión nos llevamos! El público de la trilogía
original era por entonces quince o veinte años mayor y sin embargo Lucas diseñó
la primera precuela para que la disfrutasen niños cinco años más pequeños que
el target original de finales de los setenta. A esta infantilización hay que añadirle
el hecho de que muchas escenas de la nueva trilogía fueron pensadas como
pantallas de un videojuego, videojuego que por supuesto se vendió estupendamente
después de los estrenos… A pesar de que el Episodio III tiene algún trozo
pasable, el balance final de las precuelas fue bastante negativo. De la trilogía de secuelas,
cuya primera entrega está prevista para el año que viene (a no ser que la pierna de Harrison Ford
tarde en curarse), no conozco gran cosa, aunque sabiendo cómo está el percal no
auguro nada bueno; esta vez el proyecto ha sido engullido por la Disney, en mi
opinión la auténtica encarnación del Imperio Galáctico
sobre la faz de la Tierra, y con eso creo que queda dicho todo.
Para acabar con buen sabor de boca, os contaré
ahora un par de cositas acerca de El Señor de los Anillos. Yo he sido durante
muchos años un entusiasta de la obra de John Ronald Tolkien
y por tanto al acercarse el estreno de La Comunidad del Anillo en 2001, y
recién escarmentado con el Episodio I, no las tenía todas conmigo. Sin embargo
quedé gratamente sorprendido con el resultado, que no sólo cumplió mis
expectativas sino que en algunos aspectos las superó. Lo realmente difícil para
Peter Jackson era mantener la calidad en las dos siguientes entregas, y también
lo consiguió gracias a un detalle importantísimo: las tres películas (a
excepción de algunas escenas sueltas) se rodaron simultáneamente
antes del primer estreno durante un largo periodo de dieciocho meses, de manera
que cuando La Comunidad del Anillo obtuvo un éxito espectacular ya era
demasiado tarde para que los ejecutivos de los estudios metieran mano en la
parte creativa del proceso, tratando de incrementar los beneficios. Esta manera
de trabajar, con toda la historia planificada previamente, tiene grandes
ventajas: por ejemplo, el hecho de que las maquetas y decorados para las
siguientes películas ya estuvieran construidos nos permitió tener ya en 2001 muy
breves atisbos de lugares clave en posteriores capítulos, como Minas Tirith, lo
cual aportaba al conjunto una gran sensación de realismo y de coherencia
interna, igual que os comentaba en el caso de Babylon 5.
Por mucho que se lo hubiera currado Jackson, la
cosa no le habría salido tan bien si no hubiera sido por el trabajo previo de
Tolkien, que tardó quince años en escribir la novela y prácticamente toda su
vida en desarrollar un mundo totalmente creíble que sirviese como escenario
para la historia; el equipo y el reparto podían usar el libro durante el rodaje
como si fuera el equivalente a la biblia de una serie de televisión. El
Profesor de Oxford fue prácticamente el que inventó el recurso de presentar
pequeñas historias individuales en
un contexto legendario y mitológico
mucho más amplio y ambicioso; los que hayáis leído El Silmarillion sin volveros
locos por la cantidad de nombres y personajes estaréis de acuerdo conmigo en
que conocer todo este trasfondo aporta todavía más riqueza de matices, más
Belleza a distintos niveles, a la novela de El Señor de los Anillos. De hecho,
estoy pensando que hay más de una coincidencia entre El Silmarillion y La Sagrada Biblia, la de los cristianos, por
ejemplo en la estructura de ambas en forma de recopilación de libros de distinta
procedencia, estilo y magnitud épica de los relatos.
Pero no todo podía ser tan bonito; en los últimos
dos años ha quedado demostrado que también las series de películas se alargan más de la cuenta. La trilogía de El
Hobbit llega después de una década de batallas legales y malos rollos entre las
distintas partes involucradas, y por lo que he visto hasta ahora, más les
valdría no haberla puesto en marcha… El dinero es como el Anillo Único
y corrompe a todo aquel que lo codicia. Para poder vender más merchandising
entre los distintos estrenos, se tomó la decisión de hacer tres películas a
partir del relato original, lo cual es una barbaridad, por mucho que los
guionistas se empeñen en decir que también han tomado elementos de otros
escritos de Tolkien como los Cuentos Inconclusos. Baste con señalar que para La
Comunidad del Anillo, de unas cuatrocientas páginas en la novela, se emplearon
tres horas y media en la trilogía original, mientras que para El Hobbit, con un
total de unas doscientas páginas, se han planeado tres películas de más de tres
horas cada una… ¡absurdo! Lógicamente, todas las partes de relleno se las han
tenido que sacar de la manga los guionistas, pero los guionistas no son Tolkien
(más quisieran ellos), y así les ha lucido el pelo. Algunos de los añadidos y
cambios introducidos, sobre todo en La Desolación de Smaug,
deben estar haciendo revolverse al pobre Profesor en su tumba de Wolvercote…
Pero bueno, consolémonos pensando que siempre nos quedarán los libros y las
tres pelis de El Señor de los Anillos.
Se me quedan muchas cosas en el tintero, pero no quiero extenderme más; otro
día hablaremos con más calma de esta estupenda novela de fantasía épica y de la
correspondiente trilogía cinematográfica. Y la semana que viene os responderé a
la pregunta de si La Belleza y el Tiempo tiene o no una biblia.
2 comentarios:
Bufff, Kalonauta! Pues no hay que hablar aquí ni nada. Como hay peligro de extenderme demasiado y hacer sombra al excelente post que he leído, con el cual estoy totalmente de acuerdo, intentaré ser breve.
Primero: Primera noticia. ¿En serio que hay dos partes más de Matrix? Supongo que algún propio fallo en Matrix las habrá borrado de mi mente. Supongo que algún propio fallo en Matrix las habrá borrado de mi mente.
Segundo: Creo que mi mayor decepción cinematográfica la tengo (y hablo en presente) cada vez que reveo (de vez en cuando) "El Imperio Contraataca". Qué potencial argumental echado a perder, qué historia debería haber habido, en definitiva, y es mi opinión, qué forma tan defintiva de pasarse al lado oscuro, más rápido, más seductor, por parte de George Lucas. De los midiclorianos ni hablo.
Tercero: Gracias a esas iniciativas de alargar argumentos de series, me he perdido muchas por miedo al no-final o al, permíteme el tecnicismo, final-caca. Se me ocurre añadir "Héroes" a la lista.
Y añado que, ¡oh blasfemia!, que en cuanto a los libros de "Juego de Tronos" hay peligro que pase algo parecido a lo que comentabas con "Perdidos". En mi opinión, creo que ya en el segundo empieza a notarse el añadir personajes un poco forzados. Espero que sea una cuestión de marketing y ya lo tenga todo pensado. De la serie ni hablo pues no la he visto (primero leeré, luego veré. Me suele gustar más así).
Cuarto: No he visto Babylon 5!!!Me sé de uno, que no eres tú, y se llama como yo, que igual deja de hablarme por esto.
Y quinto: ¿Peter Jackson se ha ido de copas con George Lucas últimamente? ¿Cuándo llamarán a Ridley Scott para irse de fiesta?
Creo que estoy generando bastante polémica
Un saludo!
¡Hola, Rojo!
A ver, un par de comentarios a tus comentarios... En cuanto a Star Wars VII, es deliciosamente irónico que Harrison Ford se haya roto la pierna con una puerta hidráulica del Halcón Milenario (espero que no fuese la rampa de entrada, porque debe pesar lo suyo). Creo que J.J. Abrams y los ejecutivos de la Disney deberían tomárselo como una señal y paralizar el proyecto antes de que sea demasiado tarde.
En cuanto a Héroes, no la he visto; parece que ya antes ha habido muchas desilusiones que yo no he experimentado por no seguir la serie: Dexter, Seinfeld... Si eres guionista y no sabes cómo terminar la última temporada, siempre puedes usar el recurso de Los Serrano y decir que todo era un sueño... O el de Los Soprano: elegir al azar un punto cualquiera del episodio y hacer un fundido a negro sin previo aviso en mitad de la escena.
En cuanto a Juego de Tronos, no tengo tiempo para leer los libros pero la serie por ahora me está gustando... En este caso tenemos otro ejemplo de cómo los ejecutivos pueden jorobar la parte creativa del proceso: la presión sobre George R.R. Martin para que escriba rápido los libros que faltan es tan grande que, con las prisas, seguro que la calidad de la historia se verá afectada. ¡Qué manía tenemos con quererlo todo YA, en lugar de quererlo bien hecho!
En cuanto a Babylon 5, te advierto que vista veinte años después algunos detalles pueden haberse quedado anticuados, pero hay que reconocerle el mérito de haber sido la primera en muchos aspectos, de haber abierto caminos que luego otros han recorrido, refinando y mejorando cosas aquí y allá.
En cuanto a las películas de El Hobbit, el problema que tenía desde el principio la adaptación a la pantalla era que el tono del cuento original es totalmente distinto al de El Señor de los Anillos; es más para niños, excepto quizás en la parte final, con la Batalla de los Cinco Ejércitos. Para ajustar el tono es normal que hayan tenido que hacer cambios y coger cosas de los Cuentos Inconclusos... El principal problema para mí es: ¿por qué narices tres películas? ¡Hala, caballo grande ande o no ande! Con sólo dos partes seguro que hubiera quedado mucho mejor. Con tres, han tenido que inventar más de la cuenta, y el resultado tal vez sea entretenido para quien no conoce los libros, pero los que podemos comparar con la obra de Tolkien nos preguntamos si no hubiera sido mejor, puestos a inventar, que Jackson y las otras guionistas hubieran escrito una historia completamente original, para poder introducir triángulos amorosos entre elfas y enanos y cosas similares sin tener que preocuparse por la fidelidad a las fuentes.
Pues eso, Rojo: como tú bien dices, ¡viva la polémica! Podría extenderme mucho más en este tema, pero prefiero terminar mi comentario al estilo Los Soprano y cas
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