Hace dos semanas os hablé brevemente del poder de la Música para
conmovernos y emocionarnos. Yo diría que es la fuente más pura y auténtica de Belleza,
es la esencia destilada de los sentimientos y las pasiones humanas, hasta tal
punto que creo que mientras se siga escuchando la obra de un compositor ya
desaparecido, éste no habrá muerto del todo. Yo he crecido rodeado de Música, recuerdo
haberla escuchado desde que siendo muy pequeño me confeccionaba mis cassettes
con canciones grabadas de la radio. Aunque está mal que yo lo diga, tengo buena
voz (en una tesitura grave) y bastante buen oído musical. Además, unos cuantos
cursos de solfeo y el haber tocado en un grupo durante unos pocos años, hace ya
mucho tiempo, junto con mi curiosidad natural por aprender, me han
proporcionado unos conocimientos aceptables sobre Historia
y Teoría de la Música y sobre el
proceso de composición y grabación de un tema. Todo esto me permite disfrutar de la
Música que escucho a muy distintos niveles, lo cual siempre mola más.
Me gustan muchas piezas de música clásica, pero considero que es a
partir de los compositores románticos del siglo XIX, como Mussorgsky, Wagner,
Puccini o Debussy, cuando la cosa se
pone mucho más interesante en cuanto a la complejidad de las armonías y ritmos
utilizados y en cuanto a la intensidad de los sentimientos transmitidos. Por
tanto, resulta lógico que me gusten compositores de bandas sonoras como John Williams, Howard Shore, Danny Elfman o Hans Zimmer, que son los
sucesores directos de los compositores clásicos. A finales de los años 60 del
siglo pasado hay una nueva revolución con grupos como los Beatles (en su
segunda época), los Who, los Doors o Jimi Hendrix, y comienza a aparecer la parte
moderna de la música que me gusta (ya hablaremos con detalle de los 60 más
adelante). Llámalo psicodélico, llámalo progresivo, llámalo sinfónico… el caso
es que estos grupos empezaron a experimentar con los sonidos y, como comentaba
una vez Phil Collins en una entrevista, abrieron una puerta
y enseñaron a otros músicos que allí había otro cuarto nuevo donde también se
podía jugar. De todo esto ya se puede ir deduciendo que mis canciones favoritas tienden a ser más bien largas, y que me gustan los temas
originales, rompedores, que se salgan de lo común… ¿Cómo resistirse a un
crescendo de vértigo, o a un
minuto que se hace realmente largo,
o a una curiosa manera de recitar el texto de una receta culinaria
(sin huevos)?
Hablando de las letras
de las canciones, he de confesar que no suelo fijarme mucho en ellas; me
interesa más lo que se dice con la melodía, el ritmo, las armonías, el timbre
de los instrumentos y las variaciones de los temas musicales que con las
palabras. Si la melodía es hermosa y además las letras son inteligentes, pues
mejor que mejor, pero en mi opinión la Música no sólo se procesa en el córtex,
como el lenguaje, sino que apela también a las áreas límbicas del cerebro,
una zona más primitiva y menos arbitraria que procesa las emociones; unas
palabras bonitas pueden encerrar una mentira, pero una melodía hermosa siempre
es más sincera, da una mayor garantía de auténtica Verdad. Teniendo pues en
cuenta que yo entiendo la voz del cantante como un instrumento más, es
comprensible que el inglés cantado, al ser más monosilábico que el español, me
parezca rítmicamente más elegante y por eso me guste más la música anglosajona,
lo cual no impide que haya algunas honrosas excepciones como Kiko Veneno, al
que ya escuchamos en una de las primeras entradas, y otros como Golpes Bajos, Radio Futura o El Último de la Fila,
a los que seguramente oiremos más tarde o más temprano en futuras entregas del
blog.
A la hora de decidir si un grupo me gusta o no, me guío por mis
propios criterios y no por las posibles etiquetas que se le cuelguen a ese
grupo; hago caso a la música que estoy oyendo y no a lo que diga la gente. Para mí no hay subgéneros musicales con fronteras
bien delimitadas que me gusten o no me gusten, simplemente hay buenas y malas canciones.
Esto hace que, al igual que en otros campos, mis gustos en Música sean muy
eclécticos, y que además, al no verse arrastrados por las modas, no hayan
cambiado mucho desde mi etapa postadolescente: Dire
Straits, Sting, Michael Jackson, Duran Duran, Depeche Mode, Genesis,
Guns’n’Roses, Alice Cooper, Faith No More, Jamiroquai, Skunk Anansie, Audioslave,
Led Zeppelin… No sabía si ponerlos por orden cronológico, alfabético o de
importancia, pero al final los he dejado por orden de descubrimiento (mío).
La buena Música no sólo tiene el poder de conmover, como hemos
dicho antes, sino también el de evocar con viveza determinados recuerdos del
pasado: hay canciones que al oírlas traen a mi mente no imágenes concretas sino
más bien sensaciones a un nivel muy
básico y primitivo. A veces estas sensaciones son positivas, me dan un subidón
de energía y me recuerdan a los viejos amigos y a las noches de juerga en años
de juventud: me pasa con Never Let Me Down Again,
Unbelievable, Killing In The Name
o History Repeating. En este caso las canciones me abren una ventana
a algo bueno que tuve en el pasado. La Música es también una bendición cuando me
permite asomarme al alma de un compositor que no podría haber conocido en
absoluto porque vivió mucho antes que yo, como ya comentaba al principio de la
entrada… Sin embargo, escuchar temas como She’s Suffering de los Manic Street Preachers o cualquiera del
segundo disco de Jeff Buckley me
recuerda momentos de mi vida que me dejan un poso agridulce en la memoria: en
estos casos asocio la música a algo que pude tener y al final no tuve, con lo
que la Belleza de la melodía se torna Belleza envenenada, porque va ligada a la
promesa rota de una Belleza distinta… En estos casos la Belleza de una canción
puede convertirse en la sombra, los vestigios, lo único que queda, de una
Belleza aún mayor perdida en océanos de Tiempo.
4 comentarios:
"Para mí no hay subgéneros musicales con fronteras bien delimitadas que me gusten o no me gusten, simplemente hay buenas y malas canciones".
Coincido totalmente contigo, cuanto más música y más variada escucho, mejor. Desde los clásicos a los nuevos clásicos (bandas sonoras), desde el punk, heavy metal al blues, glam rock pasando por los ritmos étnicos. Ademas esta es muy buena época, gracias a Internet he ampliado muchísimo mis conocimientos musicales y he descubierto autenticas maravillas. A ver si nos intercambiamos algo de música un día de estos.
Un abrazo
Internet es maravillosa si se sabe utilizar bien, pone a tu disposición una cantidad increíble de Conocimiento (y de Belleza), pero esto no sirve de nada sin unos buenos criterios de búsqueda. ¿De qué sirve tener tantas maravillas a nuestro alcance si al final acabamos buscando vídeos de gente cayéndose de la bici? La Tecnología no sirve de nada sin una buena Educación.
Pero tienes razón en que, bien usada, es genial: recuerdo que hace quince años era muy difícil conseguir según qué versiones o remixes específicos de una canción; tenías que pedirlos por correo y tardaban hasta dos meses... Ahora buscas en Google o en YouTube y ya está. Pero ¡ojo!: esta facilidad hace que a veces no valoremos las cosas como lo hacíamos antes, se produce una trivialización que debemos tratar de evitar.
Y en cuanto a intercambiar Música, en realidad ya lo estamos haciendo, por el mero hecho de leer tú esta entrada... Otro día me cuentas un poco cuáles son tus grupos favoritos, ¿OK?
¡Hasta luego, Esnesto!
Yo quiero que me hagas un megamix en cassette! :)
No te rías, Reina Roja, pero tengo muchos cassettes de megamix, la mayoría de ellos centrados en un grupo en concreto (puedes ver algunos en la foto), pero también tres o cuatro en plan "Canciones de buen rollito", o "Canciones para pasar miedo", o "Canciones suaves" (léase melancólicas o de Amor). ¡Son selecciones realmente buenas! Tal vez algún día haga una entrada sobre ello y ponga una lista de enlaces a los temas.
Creo que era el personaje de Jack Nicholson en Mejor Imposible el que hacía algo parecido con las canciones... Otro día hablaremos también de los Trastornos Obsesivos Compulsivos, que eso ya es otro tema. ;-)
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