El
Síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática caracterizada por un ritmo cardíaco acelerado,
vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando una persona es expuesta a
obras de arte particularmente bellas o en gran número en el mismo lugar. Dicho
síndrome se utiliza por tanto para referirse a la reacción romántica ante la
acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico. Su nombre proviene
del autor francés Henri-Marie Beyle, que utilizaba el seudónimo de Stendhal y
que describió por primera vez un fenómeno de estas características en su libro Nápoles
y Florencia: Un Viaje de Milán a Reggio. En él relata cómo se sintió en 1817
después de su visita a la Basílica de la Santa Cruz
en Florencia: “Me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con
miedo a caerme”.
Aun sin haber llegado a este punto, puedo decir
que sí he experimentado un ligero vértigo y una agradable sensación de embriaguez
y plenitud en ciertos momentos de mis visitas a París y sobre todo a Roma. De Florencia
no puedo decir nada todavía porque es un destino que tengo pendiente.
Pero no es necesario irse tan lejos para sentirse
abrumado por la belleza: el personaje de Ricky Fitts en American Beauty
sabía valorar la poesía extraña de una bolsa de plástico bailando al viento
para él durante quince minutos en un día de tormenta. En momentos como éste
podía sentir la vida oculta bajo las cosas, insuflada por una increíble fuerza
benévola que le hacía pensar que no hay razón para tener miedo. Ricky, a su
manera, experimentaba también el Síndrome de Stendhal: “A veces hay tantísima
belleza en el mundo que siento que no lo aguanto y que mi corazón se está
derrumbando”.
Hay otro fragmento de la película en el que Ricky le habla a su amiga Jane de una vagabunda a la que grabó una
vez. Había muerto congelada en la calle y parecía muy triste, pero aun así ésa fue
para él una experiencia especial:
-Es como si Dios te mirase a los ojos por un
momento… y si estás atento, le puedes devolver la mirada.
-¿Y qué ves?
-Belleza.
Afortunadamente para todos, también hay belleza a raudales a medio camino
entre la Santa Cruz de Florencia y las vagabundas congeladas: resulta curioso que Henri-Marie
Beyle esté enterrado en el cementerio de Montmartre, el mismo barrio de París
donde Amélie Poulain provocaba un Síndrome de Stendhal a un ciego al que ayudaba a cruzar la calle,
el barrio donde disfrutaba de la belleza de lo cotidiano mirando en el cine la cara
de los espectadores, hundiendo la mano en un saco de lentejas, partiendo el
caramelo de la crema catalana o haciendo rebotar piedras en la superficie del agua.
5 comentarios:
Hola! Pues me alegro de encontrarte en la blogosfera. Espero que esta iniciativa perdure (me viene al pelo el título...!). Yo también he sentido el síndrome, en varias ocasiones, normalmente ante piezas de arte en vivo, y corroboro que todas las percepciones físicas y psíquicas que mencionas son reales. Y además, son tan profundas que permanecen en la memoria. Me gusta también que no intentes describir lo que es la belleza, porque pienso que cada cual tiene sus cánones y sus medidas y que no es posible afectar a todas las personas del mismo modo en el mismo momento.
Pues nada, suerte y adelante con el blog!
Mariví, es un auténtico placer leerte por aquí; de hecho, creo que he tenido un amago de síndrome al ver que había un comentario tuyo. ;-)
Estoy de acuerdo en que la Belleza es algo subjetivo. Yo hablaré aquí de lo que es la Belleza para mí, pero a otra persona que empezase un blog con este mismo objetivo le podría salir algo completamente distinto.
Gracias por los ánimos y espero seguir viendo tus contribuciones al blog de vez en cuando.
Recuerdo que a una amiga le daban ganas de ir al baño cuando veía la Alhambra. En fin, supongo que un síntoma escatológico de este síndrome.
Me encanta sufrir esta "enfermedad".
Hablando de fluidos corporales, Reina Roja, me han sudado los sobacos sólo de verte por estos lares: añade un síntoma más a la lista.
Me encanta vuestra presencia en mi blog, Alteza, volved cuando gustéis... (Primero Mariví y ahora tú: ¡Cuánto bueno por aquí, qué gustirrinín!) :-)
;-)
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