Publico hoy la selección de fotos actuales de la
Imprenta Vila,
lugar singular oculto dentro de una manzana de edificios, al que se accede
desde el fondo de un callejón. No tenía ni idea de que se había transformado en
un espacio de ocio llamado Mercado de la Imprenta hasta que mi buena amiga Susana me dijo que estaría un par de días en la
primera planta, explicando y vendiendo sus preciosas transfers de fotografías
sobre azulejo, madera o espejo. Cuando
llegué allí descubrí que toda la planta baja, diáfana en el Desayuno con Viandantes de hace doce años, se había llenado de locales de restauración y estaba a
rebosar de gente guapa bastante
pija en plena celebración navideña, entre vinos y tapas, carritos de bebé y
chalecos acolchados. Aunque los rótulos de las paredes se han restaurado y
algunas piezas antiguas de maquinaria se siguen exhibiendo en una esquina, el
gran contraste entre los propósitos original y actual de la nave, o entre el
silencio de su anterior abandono y los villancicos de la megafonía de aquella
mañana, era bastante chocante. Sin embargo el exterior del edificio, pese al
lejano y apagado eco del bullicio interior, sigue conservando parte del encanto
de los lugares abandonados,
con la pintura desconchada, las marcas de humedad y la hiedra trepando por las
paredes.