Continuamos nuestro viaje por el
Tiempo en el S.XV. De esta época datan los últimos códices de pergamino,
mientras que el papel se va haciendo más barato en Europa por el uso generalizado
de camisas de lino, pudiéndose usar los retales y trapos como materia prima
para su fabricación. Ya hemos mencionado que el uso de herramientas y el aprendizaje
de la escritura fueron dos hitos que impulsaron hacia delante a la especie
humana; hoy hablaremos de otro gran avance que está relacionado con los dos
anteriores. Así como hasta entonces piedra, arcilla,
papiro, pergamino y por último papel habían servido como soportes para la preservación
del Conocimiento (y de la Belleza) en el Tiempo, la aparición de la imprenta de tipos móviles permitirá un mayor acceso
de todos a este Conocimiento (y a esta Belleza).
Como dijimos la semana pasada, a mediados del S.X
se había inventado en China una imprenta
que requería una sola plancha de madera para cada lámina. En torno a 1440
aparece una versión mejorada que utiliza tipos móviles fundidos, ideada por Johannes
Gutenberg en Mainz (nuestra hermana Maguncia),
en Alemania, tras un largo proceso de investigación de aleaciones para los
tipos y de composición de las tintas. Se trata de una prensa con caracteres
metálicos individuales que se pueden colocar en cualquier disposición y por
tanto se pueden reutilizar muy rápidamente sin necesidad de grabar planchas
enteras, ahorrando bastante tiempo
a la hora de confeccionar una determinada obra. ¿Apareció este ingenio en
varios sitios a la vez? Se habían usado tímidamente tipos móviles en China y Corea
doscientos años atrás, cosa que Gutenberg desconocía, pero fue en Europa en
particular donde esta tecnología dio lugar a un gran avance social y cultural. Extendiéndose
en menos de treinta años a cientos de ciudades, la imprenta aceleró la
producción de libros y facilitó la estandarización de las lenguas europeas.
A medio camino entre los
manuscritos antiguos y los libros modernos, los especialistas han creado la
denominación de “incunable”
para todos los libros impresos durante el S.XV; más concretamente, antes del
día de pascua de 1501, ya que por aquel entonces ésa era la fecha del comienzo
del año. En aquella primera etapa, en la que la imprenta todavía estaba en pañales
(de ahí el origen latino del nombre: “en la cuna”), el
impresor era dueño y manipulador de la prensa, fundidor de los tipos,
fabricante del papel, encuadernador, editor y librero; es decir, era artesano,
artista y erudito, todo al mismo tiempo.
El 31 de octubre de 1517 es la
fecha en la que Martín Lutero,
teólogo y fraile agustino preocupado por el tráfico de indulgencias y la
avaricia de la Iglesia Católica, clavó sus noventa y cinco tesis al respecto en
la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, pidiendo que se iniciase un
debate sobre ellas para intentar una vuelta de la Iglesia a sus orígenes. Estas
tesis fueron rápidamente copiadas e impresas: al cabo de dos semanas se habían
difundido por toda Alemania, y dos meses después por todo el continente. Claro
precedente de los trending topics, éste fue uno de los primeros casos de la
Historia en los que la imprenta jugó un papel determinante a la hora de dar
visibilidad a un determinado problema.
Frente al Concilio de Trento, que
en 1546 afirmó que la Biblia Vulgata traducida al latín por San Jerónimo era la
única versión auténtica de las escrituras, Lutero soñaba con un Mundo en el que
cualquiera pudiese consultar la palabra de Dios por sí mismo, sin necesidad de
orientación ni de interpretación (ni por tanto posibilidad de manipulación)
por parte de los clérigos; el mensaje de la Biblia debía ser accesible a todos
los cristianos en su propia lengua. La Reforma Protestante instó pues a la
propagación de las lenguas vernáculas de cada nación a través de la imprenta, y
de hecho la versión alemana de la Biblia confeccionada por Lutero se convirtió
en un modelo a seguir en el arte de la traducción… El protestantismo tuvo por lo tanto en
Gutenberg a un gran aliado.
Pero la importancia de la imprenta
no se restringe sólo al terreno religioso: impresores como el veneciano Aldo Manucio facilitaron también la
popularización de textos laicos de la antigüedad clásica, ya fueran sobre
política, como en el caso de Cicerón, de filosofía con Platón y Aristóteles, o
de poesía con Ovidio, Virgilio y Horacio. La invención de Gutenberg permitió
además la propagación de la Ciencia y el acceso de los científicos a obras
escritas anteriormente sobre su tema de investigación, lo que facilitó el
trabajo en equipo a través del Tiempo (ya en otra ocasión lo denominamos
“auparse a hombros de gigantes”), la comparación de datos experimentales y por
tanto la consecución de nuevos descubrimientos.
Por ejemplo, el aristócrata y
astrónomo danés Tycho Brahe seguramente pudo comprar en el S.XVI copias
impresas de los textos escritos por su colega Claudio Ptolomeo
catorce siglos antes y por su compatriota Copérnico décadas atrás… A su vez,
los precisos datos experimentales astronómicos obtenidos por Brahe sirvieron a
Johannes Kepler para perfeccionar a principios del S.XVII la teoría de
Copérnico, llegando a la conclusión de que los planetas (incluida la Tierra)
seguían órbitas elípticas en su
movimiento alrededor del Sol. La difusión de las ideas de Copérnico y Kepler
puso patas arriba la concepción que teníamos hasta entonces de nosotros mismos,
llegando al punto que el título de la obra fundamental del primero, “Sobre la
Revolución de las Esferas Celestes”, de 1543, fue el que dio lugar al uso de la
palabra “revolución”
con el significado de “cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de
una sociedad”.
También gracias a la imprenta
aparecen a partir de 1600 los primeros periódicos
de carácter semanal o diario (precisamente por eso se les llama “la prensa”).
Teniendo en cuenta que empiezan a ser habituales además los servicios postales
modernos, podemos decir que desde entonces el planeta entero estará razonablemente
bien comunicado. El número de ejemplares en bibliotecas tanto públicas como
privadas aumenta exponencialmente y el acceso a cualquier información empieza a
ser más y más fácil, haciéndose verdad ese dicho de que todo está en los libros. Como ya comenté en la primera
entrega, a partir de este momento, y ante las nuevas comodidades, la gente se
lo piensa cada vez menos antes de publicar sus obras y las chorradas también lo
tienen más fácil para extenderse por todo el globo, aunque tendrá que llegar
Internet para que la tontería se esparza realmente de lo lindo… Pero venga, no
nos centremos en lo negativo.
Los siguientes capítulos de esta historia que llega hasta nosotros (y
que todavía se está escribiendo) serán, durante los siglos XVII y XVIII, la
Revolución Industrial en Inglaterra, la Ilustración y la redacción de la Enciclopedia
en Francia, y el inicio de una nueva Edad de la Razón que por sí sola da para
una entrada aparte en el blog, así que lo dejaremos para más adelante. En
conclusión, queda claro que los grandes hitos
de la Historia reciente de Occidente, como el Renacimiento, la Reforma
Protestante, las Revoluciones Científica e Industrial o la Ilustración, habrían
sido imposibles sin los utensilios de escritura, el formato del códice o la imprenta
de tipos móviles… A lo mejor es cierto que en realidad el Mundo no lo cambian las ideologías sino las tecnologías.
La próxima semana, en la última entrega de esta entrada, llegaremos en nuestro
recorrido al S.XXI y hablaremos un poco de censura y de por qué desde que han
existido libros también ha existido gente a la que le gustaba quemarlos.
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