Hace ya tiempo que tenía pendiente escribir una entrada cuyo título
provisional era El Fin de las Leyendas. La idea me surgió tras ver la magnífica
escena final de Excalibur, de John Boorman, en la que la Dama del Lago recupera
la espada arrojada por Perceval mientras suena la música de la Marcha Fúnebre de Sigfrido, perteneciente al Ocaso de los Dioses de Richard Wagner.
Me di cuenta de que la película, estrenada en 1981, es especialmente
poética y críptica en sus partes inicial y final, y eso me hizo relacionarla
con las historias que John Ronald Tolkien narra en El Silmarilion y El Señor de
los Anillos (Como nota al margen, decir que Boorman utilizó para plasmar su
visión de las leyendas artúricas muchas de las localizaciones de un intento previo
de adaptar la novela de Tolkien que se quedó en agua de borrajas).
La cronología de Valinor y la Tierra Media
empieza en un tono más mítico, con los hechos narrados en el Silmarilion, en el
que el propio Universo es creado a partir de una Canción y las batallas,
libradas por dioses y semidioses, son tan tremendas que originan el hundimiento de regiones enteras en el Mar.
Con el paso de los siglos y los milenios todo se va volviendo un poco más
prosaico, y aunque todavía existen elfos y enanos en la Tierra Media hacia el
final de la Tercera Edad, la mayoría de los hombres han perdido el contacto con
ellos. Con la Guerra del Anillo se
recupera parte de la épica de la narración, siendo ejemplos las victorias en
los Campos del Pelennor y la Puerta Negra de Mordor, y también se restaura la
nobleza del Pasado mediante el reinado de Aragorn y Arwen.
Tanto en El Señor de los Anillos como en Excalibur, después
de un último estallido de leyenda, del último brillo del Sol en el crepúsculo,
comienza con el final de la obra una nueva era menos mítica, más desprovista de
magia: la Edad de los Hombres. Ambos finales son muy tristes y melancólicos por
la sensación de grandeza perdida, de Belleza que ya no volverá. Los últimos
barcos élficos abandonan la Tierra Media mientras Sam, Merry y Pippin se quedan
en el embarcadero de los Puertos Grises;
los caballeros de la Tabla Redonda desaparecen y solo queda Perceval, mirando también hacia Poniente y contemplando
cómo una barca se lleva el cuerpo del moribundo Arturo hacia la isla de Avalon…
Lloramos por la pérdida de un Mundo en el que era más fácil distinguir el Bien
del Mal, en el que todo estaba más claro y era o blanco o negro, sin tonos de
gris.
Hace un par de días estaba viendo en la televisión Las Locuras de Don Quijote,
un interesante documental sobre la obra y vida de Miguel de Cervantes con muchos
fragmentos dramatizados, y me puse a pensar que hasta en esta famosa novela se
puede apreciar el mismo patrón: se basa en los relatos de caballería de dos
siglos atrás (cuentos artúricos incluidos) y los desprovee de toda épica,
creando algo completamente nuevo, la que algunos llaman la primera novela moderna;
pero a la vez se puede apreciar que la segunda parte del libro tiene una escala
mayor a la de la primera, en una mezcla extraña de parodia y homenaje a los
relatos caballerescos… ¡Diablos, si este patrón se detecta hasta en la Biblia!
El Antiguo Testamento es mucho más espectacular mientras que en los libros
escritos por los Apóstoles, a modo de conexión gradual con la época Presente,
la escala de lo narrado se va reduciendo, con un repunte final en el libro del
Apocalipsis para acabar por todo lo alto.
¿Qué conexión tiene todo esto con nuestras vidas? ¿Por
qué estas historias destiladas a partir de corpus legendarios resuenan tanto en
el alma humana, y nos apena tanto que terminen? ¿Por qué hay tantos
espectadores que lloran (yo incluido) al final de El Retorno del Rey o de Excalibur,
o con la muerte de Don Quijote? ¿Es tal vez que añoramos nuestra infancia, una
época en la que todo era más espectacular (por ser nuevo) y a la vez más sencillo?
¿O tal vez añoramos un Mundo mejor que nunca ha existido más que en nuestros corazones,
el Mundo como realmente debería ser?
¿Se puede sentir nostalgia de algo que todavía no ha ocurrido y tal vez no llegue
a ocurrir?
Muchas veces nuestra memoria es caprichosamente selectiva y nos fijamos más
en las cosas malas del Presente y en las buenas del Pasado,
diciéndonos a nosotros mismos que todo tiempo pretérito fue mejor. Se ha
llegado a acuñar el término de retrotopía
para referirse a la búsqueda de la utopía en un falso Pasado idealizado, búsqueda
similar a la de Alonso Quijano tras quedar embotada su cabeza por la continua lectura
de libros de caballería… Una excesiva idealización del
Pasado es a veces peligrosa, porque puede ser utilizada por algunos de forma
consciente como excusa para volver a las injusticias y desigualdades del Ayer
(desigualdades que les favorecen a ellos, por supuesto). Baste como ejemplo
de ello el tramposo eslogan "Hagamos América grande otra vez" con el que Trump se ha metido en el bolsillo a todos los paletos
de Estados Unidos…
En otra
ocasión veremos en el blog con múltiples ejemplos que, aunque queden muchas
cosas por mejorar en el Mundo, también hay otras tantas en las que estamos
ahora mejor que nunca, y que lo importante es saber distiguir unas de otras y
luchar las batallas aún pendientes celebrando a la vez las victorias ya
conseguidas, moviéndonos hacia delante y nunca hacia atrás; pero por hoy ya es
suficiente con esto, así que pensemos en los problemas que nos quedan por resolver
y regodeémonos un poco en la nostalgia del Futuro.
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