La primera vez que hablé de Música
en el blog os conté que, a pesar de que hay bastantes piezas de música clásica que me gustan, creo
que en lo que respecta a música orquestal la etapa más interesante se inicia
con el romanticismo, cuyo apogeo va más o menos del año 1820 al 1910. En mi
opinión las obras de esta época son más originales y arriesgadas, con una mayor
complejidad
tanto en las armonías como en los ritmos; y mientras que la música del
clasicismo me deja un tanto frío, la de los siglos XIX y XX en general conecta más conmigo y, por razones que no puedo explicar bien
con palabras, me produce una reacción emocional más intensa al escucharla. A lo
largo de la primera mitad del S.XX el romanticismo fue dando paso a otros
estilos como el modernismo musical,
pero sobrevivió, y con muy buena salud, en el ámbito de las bandas sonoras para
películas. De
hecho, los primeros compositores de bandas sonoras originales aprendieron directamente de los maestros románticos,
hasta el punto de que la frontera entre unos y otros es a veces bastante difusa.
Entre los
cassettes y CDs de mi juventud hay una cantidad considerable de bandas sonoras, a lo que hay que añadir que de vez en cuando hacía
una incursión en la colección de cintas de música orquestal de mis padres, de
manera que las que más me gustaban acababan quedándose en mi cuarto, y me las
ponía a menudo para hacer los deberes o simplemente para disfrutar de ellas. Ojeando
hace poco estos cassettes de mis padres he conseguido confeccionar una selección
de quince piezas musicales que, a pesar de tener en su mayoría uno o dos siglos
de antigüedad, siguen tan vigentes y actuales como cualquier banda sonora de
película. La selección no pretende en absoluto ser exhaustiva ni representativa
del romanticismo musical
en su totalidad; es simplemente una lista de obras que me parecen especialmente
hermosas, una serie de sugerencias que a lo mejor hacen que más de uno se
reconcilie con la música de orquesta (o al menos eso me gustaría).
Gustav Holst – Los Planetas, Neptuno
Modest Mussorgsky – Cuadros de una Exposición, La Gran Puerta de Kiev
Giacomo Puccini – Turandot, Nessun Dorma
Igor Stravinsky – El Pájaro de Fuego, Canción de Cuna y Final
Manuel de Falla – El Amor Brujo, La Danza del Fuego
Gustav
Mahler – Sinfonía nº5, Adagietto
Jean Sibelius – Finlandia
Erik Satie – Gymnopédies y Gnossiennes
Maurice Ravel – Bolero
Claude Debussy – El Mar, Juegos de Olas
Joaquín
Rodrigo – Concierto de Aranjuez, Adagio
Sergei Prokofiev – Alexander Nevsky, La Batalla sobre el Hielo
Henryk Górecki – Sinfonía nº3, Lento e Largo
Gustav Holst – Los Planetas, Júpiter
George Gershwin – Porgy and Bess, Summertime
Y como
demasiada Música, por bonita que sea, puede saturar un poco, dejo el resto de
la entrada para la semana que viene: os hablaré de piezas que no fueron
compuestas para el Cine pero que han acabado formando parte de algunos momentos
memorables del séptimo arte, y haré especial hincapié en la Música de las
películas de Stanley Kubrick.
No hay comentarios:
Publicar un comentario