La semana pasada os hablé de mis juergas de juventud con mis amigos
rockeros, y de cómo intentaron sin éxito arrastrarme a su mundo de pecado y
borracheras, y os comenté que durante mi época universitaria repartí mis
salidas de fin de semana entre los del grupo de rock y los colegas de la facultad, que en su mayoría eran abstemios como yo. Después
me estuve moviendo bastantes años en el entorno de la Sociedad Tolkien,
en la que mis mejores amigos tampoco eran muy dados al consumo de alcohol. A esta
época pertenece mi relación sentimental más estable, y he de decir que mi ex
tampoco bebía, aunque en alguna ocasión aislada la vi tomar una copa de vino o
un vaso de cerveza… De hecho, ahora que lo pienso me doy cuenta de que muchas
de las mujeres que más me han atraído eran no bebedoras, es un detalle que valoro
positivamente.
Por tanto,
durante mucho tiempo no volví a ver a ningún amigo mío pillando una borrachera…
hasta hace relativamente poco. En estos últimos años he tenido más contacto con
los compañeros del 15-M y con la gente del Aula de Cine, y he de reconocer que
en ambos grupos he visto en alguna ocasión a gente (no a todos, ojo, sólo a
algunos) pillando el puntito, o directamente una cogorza, aunque por razones distintas:
en el primer caso, porque intentar arreglar el Mundo, tal y como está, estresa
bastante, la verdad; y en el segundo, porque los chicos y chicas del Aula de
Cine son algo más jóvenes y sencillamente les falta un hervor.
Tal y como os prometí en la primera entrega, os explico el origen del
título… Durante una temporada algunos de los miembros más noctámbulos de mi
círculo del 15-M nos reuníamos en algún piso hasta las tantas de la madrugada
para escuchar música y charlar, y exceptuándome a mí los demás le daban
bastante al levantamiento de jarra… Se da el caso de que, igual que me ocurría
bailando en el Errol Flynn, el Welcome
o La Marcha, cuando los demás empinaban el codo y se desinhibían yo, por algún
tipo de empatía social, perdía también la vergüenza y no me importaba hablar con
ellos a corazón abierto de asuntos que en otra situación habrían sido delicados
e incómodos de tocar… Recuerdo algunas veladas maravillosas, y bastante surrealistas
también, conversando de manera totalmente natural sobre temas bastante íntimos
o subidos de tono, y recuerdo también que una de mis amigas (que a pesar de ser
algo borrachilla siempre me ha parecido muy sexy)
trataba siempre de hacerme sentir culpable diciendo que, por mucho que lo
intentara, jamás llegaría a comprenderla del todo a ella ni a sus amigos beodos
si no me emborrachaba yo mismo, si no atravesaba esa barrera invisible que
seguía separándome de ellos… si no pasaba, en definitiva, a El Otro Lado.
El uso de esta expresión se convirtió en una broma recurrente que asomaba a
nuestras conversaciones de vez en cuando…
Pues lo siento mucho, pero yo estoy muy a gusto en este lado.
Entiendo que pueda haber gente con mala suerte en la vida cuyos problemas sean
tan gordos que necesite beber para olvidarlos por un rato, pero me parece que
en la mayoría de los casos el emborracharse no es más que una excusa para no
tener que enfrentarse a unos problemas que en realidad no son para tanto. Por
eso siempre he pensado que beber hasta perder el control
es un signo de debilidad… ¿Cómo vas a confiar en una persona que ni siquiera
confía en sí misma para resolver sus propios conflictos? Es algo que cae por su propio peso.
Si la semana pasada hablábamos de cómo se suele asociar el hecho de quedar
a charlar con beber algo, en el caso de salir a bailar por ahí esta asociación
es prácticamente inevitable… Por eso se me hace cada vez más cuesta arriba lo
de ir en plan discotecas con mis amigos más jóvenes. Me sigue encantando
moverme al ritmo de la buena música,
y todavía hoy soy capaz de darlo todo en la pista si el estilo que pinchan
conecta con mis gustos, pero me da rabia ver cómo la gente joven no sale para
bailar sino para beber hasta emborracharse y acabar haciendo el capullo;
es algo que me molesta bastante, y creo que a medida que pasan los años soy
cada vez más incapaz de disimularlo… En ocasiones algunas personas concretas de
estos grupos de amigos no se han sentido muy cómodas cuando les he comentado
que me apetecía ir con ellos a bailar, pero no es porque se avergüencen de mí,
sino más bien al contrario: se avergüenzan de ellos mismos y de las cosas que hacen
cuando están borrachos, y no quieren que las vea alguien que no vaya ciego como
ellos (de nuevo esa barrera invisible de la que hablábamos antes).
De hecho, en algún caso he sido yo el que ha dejado de preguntar acerca de
las salidas nocturnas porque se me han quitado las ganas, después de un par de
veladas inolvidables (por embarazosas) en este último año… Da un poco de
lástima ver a esta gente en la flor de la Vida, que en otras circunstancias es
muy maja, cambiando completamente
cuando salen de noche… Empiezan a pedir cervezas, chupitos, gin-tonics y
cubatas hasta que pierden el control de sus actos. Como ya he dicho, no salen
por bailar, ni por la música, ni por la conversación (al menos no esos días en
concreto), sino para olvidar el hecho de que no tienen ni idea de qué va todo esto,
no controlan la situación, no entienden para qué diablos estamos aquí… No le
encuentran sentido a la Vida y se rinden ante el difícil reto de descubrirlo.
Intentan vencer sus inseguridades a base de alcohol y de amnesia voluntaria,
pero el olvido no es la respuesta… Cerrar los ojos
no va a hacer que los problemas ya no estén ahí cuando vuelvas a abrirlos.
Y no mencionemos los efectos del alcohol en la búsqueda de afecto: es de
vergüenza ajena ver a mis amigas ligando descaradamente con el primero que pasa
por su lado en la discoteca, saltando de oca en oca totalmente bebidas sin
saber ni siquiera a quién abordan o por quién se dejan abordar. ¿Esperan
encontrar al amor de su vida conversando
borrachas por encima del estruendo de la música con el primer chico escogido al
azar y que parecía mínimamente guapo
en la oscuridad de la sala? (Por no mencionar que algunas de ellas se han quitado las gafas para estar más atractivas,
lo que hace que vean aún peor…) Estoy seguro de que al día siguiente, con el
dolor de cabeza de la resaca, se arrepienten de haberlo hecho. Y sin embargo lo
volverán a repetir otra vez, y otra, y otra más, hasta que llegue un día en que
finalmente (espero) comprendan que ésa no es la solución.
Ya en varias ocasiones hemos hablado en el blog de cómo la Belleza del
Universo que nos rodea radica en su gran complejidad,
y de que es imposible describirla o cuantificarla mediante un único parámetro…
Y sin embargo hay por ahí mucha gente a la que le da pereza aceptarlo, y con
tal de no pensar demasiado se empeñan en simplificar más de la cuenta,
midiéndolo todo en función de un solo número. Por ejemplo, están aquellos que viven
obsesionados con el dinero y que
sólo saben ver el precio de las cosas o el sueldo de las personas; éstos no
hacen más que adorar a un gran monolito de oro, un falso ídolo sin forma definida,
sin complejidad ni Belleza… Pero no son mejores los que se emborrachan hasta
perder la noción de quiénes son ni dónde están, ya que ésos practican el culto al dios del olvido, a la
oscuridad, a la nada, adoran ciegamente un gigantesco pedestal vacío.
Esto me lleva al último grupo de amigos del que quiero hablaros:
recientemente me he movido en el mundillo de las charlas sobre escepticismo y
pensamiento crítico, en las que afortunadamente los asistentes no se dedican a
pillar merluzas… Seguramente será porque se han informado sobre el asunto, han
sopesado los pros y los contras y han tomado la decisión más sabia al respecto.
James Randi es uno de los
principales valedores de la causa escéptica, y hay un par de reflexiones suyas
acerca de este tema que me permito hacer mías también: adoro el Mundo en el que
vivo, y quiero ser tan consciente de él como pueda, sin que en el proceso se vea
nublada en ningún momento mi capacidad de razonamiento; por eso no tomo alcohol
ni drogas, ni nada que pueda
engañar a mis sentidos… Tal vez por haber tomado esta decisión me esté
perdiendo otras experiencias, pero yo lo prefiero así. Quiero tener los ojos
bien abiertos para no perderme ni un solo detalle de la compleja Belleza que me
rodea.
Una vez dicho esto, tiene bastante guasa que los escépticos realicen sus
charlas mensuales precisamente en un pub irlandés,
entre pintas de cerveza… Vaya por delante el hecho de que la Sociedad para el
Avance del Pensamiento Crítico recomienda siempre la moderación en el consumo
de alcohol, pero es verdad que los organizadores animan a los asistentes a pedir
algo de beber para compensar al dueño, que nos presta amablemente el local. Yo,
sin embargo, y como ya os podréis imaginar, no pido nada; prefiero agradecer a
los conferenciantes su esfuerzo en la preparación de las charlas con preguntas y comentarios interesantes
para animar el coloquio posterior… Los compañeros de Escépticos en el Pub
ya me conocen bien y no me han puesto ninguna pega al respecto.
En general en todos los círculos sociales en los que me he movido mis
particularidades (mis rarezas, por así decirlo) han despertado al principio
alguna que otra pregunta o mirada de extrañeza, pero a la larga han acabado
aceptándose como algo normal, como parte de mi forma de ser. De cada uno de
estos grupos conservo algunos amigos a los que sigo viendo de vez en cuando, y
todos ellos han aprendido a apreciarme y quererme tal y como soy. Por eso os
animo a que no os dejéis arrastrar por la presión social y seáis en todo
momento vosotros mismos,
a que no renunciéis a aquello que os hace únicos, auténticos y originales,
aunque al principio os resulte difícil conseguirlo; os aseguro que a la larga
vale la pena. Cada vez que renuncias a lo que de verdad te pide el cuerpo y
atraviesas la barrera invisible que lleva a El Otro Lado, el lado de la mayoría, has de ser consciente de que estás
dejando atrás un pequeño pedacito de ti mismo, un pedacito que podría acabar
siendo útil no sólo para ti sino para algunos de los que te rodean, que a lo
mejor quieren salir también del rebaño a su propio estilo y todavía no se han
dado cuenta… Y con esto acabo ya, no sin antes dar un último dato que no
extrañará a nadie: tampoco fumo, por supuesto… pero ése es ya otro tema que
puede dar para una entrada distinta. Otro día, si os apetece, quedamos a tomar
algo y hablamos de ello.
2 comentarios:
Me siento gratamente sorprendida de que aportes reflexiones sobre un tema sobre el que muchos no aceptan debate alguno. Conecto con la visión que ilustras sobre jóvenes que, en plena flor de sus vidas, desperdician la sabia que corre por sus venas cambiándola por productos que acaban intoxicándoles. Cosa que me entristece en demasía.
Al dedicarme al campo de la educación me preocupan mucho estos hábitos en jóvenes, que son los que determinan el futuro de una sociedad. Desde el instituto a la universidad, áreas a las que estoy vinculada, veo la constante desmotivación, superficialidad y falta de interés que abocan en relaciones frías y faltas de compromiso. Sin embargo estoy segura de que estos comportamientos no son exlusiva responsabilidad individual. Personalmente creo que al final todo acaba siendo un cúmulo de factores, especialmente relacionados con el tipo de sociedad que se nos está vendiendo desde la publicidad, las empresas que la respaldan y el afán por aumentar el consumo de productos creando necesidades inventadas que no benefician más que a los bolsillos de unos pocos. ¿Quieres ser el más popular? ¿Quieres que todos coman de la palma de tu mano? Nos venden humo sin sentido. Cuánto menos conciencia crítica, más fácil caeremos. Y, óbviamente la juventud es una parte de la población especialmente vulnerable en este sentido.
Queda claro que no secundo el punto de vista de la mayoría, igual que tú. A veces es costoso nadar contra corriente, pero vale la pena cuando ser tú mismo es lo que realmente te llena en esta vida. No estamos solos, de vez en cuando alcanzamos a uno u otro personaje que también se mantiene a flote con valentía y determinación.
Firmado "otra bicha rara".
¿Qué tal, Meritxell? Me alegro de leerte por aquí.
Efectivamente, casi todo el mundo abusa en mayor o menor grado del alcohol en la adolescencia y juventud; es una época confusa en la que las hormonas se revolucionan y se experimenta la cercanía de la edad adulta, con toda una serie de nuevas responsabilidades y deberes... Algunos acaban madurando y aprenden a beber con moderación; pero hay unos pocos, los que han tenido menos suerte en la vida o los que simplemente no han tenido a nadie cercano (padres o amigos) que les ayude a entenderlo, que desarrollan una dependencia total del alcohol que en muchos casos acaba arruinando sus vidas por completo.
Creo que das totalmente en el clavo en una de las cosas que comentas: uno de los factores que contribuyen a aumentar la confusión de la gente y los desaniman, impidiéndoles enfrentarse a sus problemas y a su realidad diaria, es la información engañosa que nos llega continuamente a través de los medios de comunicación, tratando de decirnos cómo debemos comportarnos y qué cosas debemos comprar. Efectivamente, a no ser que estés alerta acaban generándote necesidades artificiales para que gastes dinero en los productos que ellos venden; con tal de tener beneficios no les importa que haya una brecha insalvable entre las expectativas que te generan acerca de la vida y tu vida tal y como realmente es. Hay mucha gente que por mera repetición acaba creyéndose este engaño, lo que les lleva a pensar que la culpa es suya, que hay algo que no están haciendo bien... Y algunos no encuentran otra solución más que beber para olvidar, para que al menos durante un rato su vida parezca tan bonita como en los anuncios... sólo que esta sensación es ficticia, es una mentira más a añadir al enorme embrollo en el que se ha convertido la sociedad capitalista actual.
Qué casualidad que hayas comentado lo de que las grandes empresas "nos venden humo", Meritxell, porque precisamente esas palabras podrían ser la pista perfecta acerca de mi próximo comentario oculto, pista a la que te has ganado el derecho por escribir aquí... Puedes buscarlo (podéis buscarlo todos en general) en las entradas de enero de 2014. ¡Sólo quedan dos pistas más por desvelar, así que seguid comentando!
Para terminar, es muy bonito eso que dices de que no estamos solos, y de que con un poco de suerte a veces se encuentran personas especialmente afines a uno mismo, que te ayudan a mantenerte a flote y a seguir nadando contra corriente... Estas amistades especiales, que son bastante escasas, hay que conservarlas y atesorarlas, no dejar que se apaguen del todo aunque pasen los años y crezca la distancia por las razones que sea... Al fin y al cabo estas personas te han ayudado a crecer sin dejar de ser tú mismo, y por tanto un pequeño trocito de ellas ha pasado también a formar parte de ti... Brindemos por ello (pero brindemos con un zumito sin alcohol, ¿eh?). :-)
¡Un abrazo, Guapa!
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