La semana
pasada vimos cómo la representación de los acontecimientos más importantes desde el inicio de los tiempos en una cronología logarítmica puede ayudarnos a visualizar lo
diferentes que son las distintas escalas de Tiempo y lo pequeños que somos en
el Universo. Sabemos que cuando sustituimos la representación logarítmica por
una lineal todo lo que conocemos o hemos conocido alguna vez de forma directa
se convierte en nada, pero contar el número de saltos entre órdenes de magnitud
nos permite cuantificar estas diferencias y saber exactamente de cuánta “nada”
estamos hablando.
Si revisar los dieciséis párrafos de la anterior entrega
no os ha terminado de convencer, os pongo un ejemplo bastante ilustrativo:
tratemos de comparar la edad del Universo con la edad de los hombres o mujeres
más longevos, que puede superar los ciento diez y a veces hasta los ciento quince años.
Son ocho órdenes de magnitud de diferencia. Pues bien: tomemos un folio de
papel y supongamos que su superficie total representa la edad del Cosmos. Para
obtener la edad del hombre más anciano a la misma escala, tendríamos que coger
unas tijeras y recortar una décima parte del folio, y de esa pequeña fracción
cortar otro trozo diez veces más pequeño, y así sucesivamente, repitiendo el
mismo proceso hasta un total de ocho veces… ¿Creéis que seríais capaces?
¿Cuántas veces podríais hacerlo sin perder de vista el minúsculo trocito de
papel resultante? Si lo consiguiéramos, quedaría un cuadrado cuyo lado sería
aproximadamente la quinta parte del grosor del propio folio.
Otro famoso ejemplo del que ya hemos hablado antes en el blog es el Calendario Cósmico de Carl Sagan, que
consiste en comparar la edad del Universo con la duración de uno de nuestros
años, de manera que el inicio del 1 de enero se corresponde con el Big Bang y
el final del 31 de diciembre representa el momento actual. Ya en su día aplicamos esta regla de tres
y vimos que la Tierra se formó en agosto, la Vida apareció en septiembre, las
especies se diversificaron a mediados de diciembre y los dinosaurios se
extinguieron en la mañana del día 30. En aquella ocasión nos quedó pendiente
explicar lo que pasó el 31 de diciembre, es decir, los últimos cuarenta
millones de años… Pero teniendo en cuenta que los Australopitecus, los primeros
seres remotamente similares a un humano actual, aparecen a eso de las 21:30, nos
centraremos exclusivamente en hacer una crónica de la cena de Nochevieja.
A estas alturas del Calendario Cósmico el Tiempo se mide prácticamente en minutos, cada uno de los cuales
equivale más o menos a 25.000 años. El Homo Erectus surge a las 22:48, cuando
estamos a punto de pasar a los postres, y el Homo Sapiens aparece finalmente a
las 23:54, mientras empezamos a quitarle las pepitas a las uvas para no
atragantarnos. Los humanos modernos salen de África a las 23:58, y en la tele ya han hecho la conexión con el reloj
de la Puerta del Sol. La agricultura es descubierta a tan sólo veinte segundos
de la medianoche, mientras empiezan a sonar los cuartos. Las primeras ciudades,
y con ellas la Escritura, aparecen a quince segundos, y eso significa que toda
la Historia de la Humanidad registrada hasta hoy dura más o menos lo que duran
las doce campanadas de Nochevieja. En una especie de cuenta atrás para el gran
momento, Moisés nace y muere a siete segundos del nuevo año, Buda a seis
segundos, Jesús a cinco y Mahoma a tres, mientras las uvas se nos empiezan a acumular en la boca. Colón llega
a América a poco más de un segundo para la medianoche, con la última campanada,
y en menos de lo que dura esa última campanada cósmica tenemos a Galileo y la
Ciencia moderna, la Revolución Francesa, dos Guerras Mundiales y la llegada del
Hombre a la Luna.
Tan sólo un
segundo. Y sin embargo en ese último segundo hemos aprendido tantas cosas sobre
el Universo y sobre el Tiempo… En apenas cuatro siglos, y gracias a las disciplinas
del Conocimiento asociadas a la Gran Historia, hemos conseguido descubrir un
montón de detalles acerca de un Pasado cien millones de veces más remoto, lo
cual tiene bastante mérito… Como ya dijimos una vez en el blog, nos hemos
convertido en una forma que tiene el Cosmos de conocerse a sí mismo. Siguiendo
con la comparación, podríamos decir que en ese último instante del año, en el
que algunos brindamos y otros abrazamos a nuestros seres queridos, hacemos a la
vez mentalmente un balance de los últimos doce meses… Y no sólo eso: nos
proponemos también, entre serpentinas y soplidos de matasuegras, objetivos para el año que empieza,
algunos bastante estúpidos y otros más razonables. Se trata de aprovechar todo
lo que ya sabemos para intentar hacer predicciones sensatas sobre las
consecuencias de nuestros actos, no sólo a corto sino también a largo plazo. Descubrir
los patrones del Pasado en todas las escalas de Tiempo posibles nos servirá
para comprobar si estamos cometiendo en el Presente algún error que pudiera
tener consecuencias importantes en un Futuro más cercano de lo que algunos se
piensan…
Digo “estamos cometiendo”
porque los problemas que más deberían preocuparnos ahora mismo tienen su origen
en los propios Homo Sapiens… En lo relativo a catástrofes como supernovas,
meteoritos, erupciones o terremotos todavía no tenemos la tecnología necesaria
para modificar el comportamiento de la Naturaleza, y poca cosa podemos hacer salvo
intentar predecir cuándo y por dónde nos embestirá, para apartarnos de su
camino si es posible.
Sin embargo, sí está en nuestra mano el resolver problemas como el uso descontrolado de recursos naturales,
el cambio climático por emisiones de dióxido de carbono
o la amenaza de una guerra termonuclear global…
Lamentablemente, ya sabemos que la Civilización moderna es un sistema de enorme
complejidad y por tanto resulta difícil hacer predicciones
sobre cómo se van a comportar los individuos, las grandes empresas o las potencias
mundiales, pero eso no es excusa para no intentarlo.
Por tanto, queda bastante claro que a escala cosmológica somos minúsculos tanto en el Espacio como en el Tiempo, y que ni siquiera a nivel geológico tenemos capacidad para
cambiar gran cosa: hagamos lo que hagamos, la Tierra seguirá girando alrededor
del Sol. Sin embargo, la fina lámina de aire, roca y agua que la recubre y que
llamamos Biosfera se está viendo seriamente afectada por la acción del Hombre; en los
últimos siglos, en ese último segundo del Calendario Cósmico, hemos avanzado mucho y muy rápidamente, y hemos
ocupado hasta el último rincón de la superficie terrestre, de esa lámina tan
fértil pero tan fina. Si el enorme potencial
adquirido no se utiliza de manera apropiada y responsable puede representar un
grave peligro a nivel biológico, amenazando también la continuidad del nivel
histórico y (hasta cierto punto)
del evolutivo. Como especie, éste es el mejor momento para hacernos propósitos de Año Nuevo que sean razonables e
intentar tomar el control de nuestro porvenir… Si os parece bien, otro día, más adelante, seguimos hablando de cómo evitar que se produzca la Sexta Extinción.
3 comentarios:
Sabía que tenía que esperarme a esta entrada! Es imposible entender el Tiempo con mayúsculas sin recurrir a este tipo de símiles. Comparado con toda la edad del Universo, una vida humana es taaaan poco.....Psicológicamente para nosotros es muy complicado hacerse a la idea. Y a mi entender esto repercutió en la propia Historia de la Ciencia. Hubieron descubrimientos que tardaron porque no nos cabe en la cabeza que cosas tan "estables" cambien: movimiento de continentes, evolución de especies, génesis y destrucción de montañas, erosiones brutales como las del Cañón del Colorado, apariciones de especies, extinciones, cambios climáticos,..... La escala temporal es clave en la comprensión de muchas cosas....
Excelentes entradas, kalonauta!
Un abrazo!
Me alegro de que te hayan gustado. No sé si lo has hecho ya, pero si tienes un rato mírate los vídeos de los dieciséis párrafos de la segunda entrega, que no son muy largos y algunos están francamente bien (están en inglés la mayoría, eso sí, pero seguro que tú no tienes problemas con eso).
Los cambios tan lentos de los que hablas son un tema que a mí también me apasiona, como ya puedes ver. Y aparte de ésos, que son básicamente de tipo geológico y evolutivo, hay otros cosmológicos todavía más lentos, como la rotación de las estrellas alrededor del agujero negro supermasivo en el centro de su galaxia, el ciclo de conversión de la materia de estrellas a nubes de polvo y de nuevo a estrellas, la expansión del propio tejido del espacio... Es algo realmente alucinante, y más tarde o más temprano seguiremos hablando de ello en el blog, seguro.
Aprovecho la respuesta a tu comentario para añadir una ocurrencia de última hora que le da más cohesión a los conceptos de esta tercera entrega: estaba pensando que la hoja de papel de la que hablo al principio podría ser del doble de tamaño y un poco más gruesa, y podríamos imprimir en ella un Calendario Cósmico a todo color... De este modo la superficie sobre la hoja de papel representa la cantidad de Tiempo, y sigue siendo cierto que el minúsculo cuadradito que correspondería a la vida del hombre más viejo tiene un tamaño cinco veces menor que su propio grosor... De este modo los dos ejemplos quedan integrados en uno solo que es todavía más ilustrativo. ¡Todo este tema es tan interesante...!
¡Un abrazo!
Unos meses después de terminar esta entrada encontré en YouTube una charla TED de David Christian, autor del libro Mapas del Tiempo, en la que se pueden activar los subtítulos en español. Es un resumen de todo lo comentado aquí y en las entradas de The Big Bang Theory (de marzo de 2014), y es un poco larga, de un cuarto de hora, pero vale la pena, de verdad:
https://www.youtube.com/watch?v=yqc9zX04DXs
Espero que la disfrutéis.
Un saludo
Publicar un comentario